El comienzo con 412, parte 2
Cuando me acerqué, sentí ese suave aroma de sudor adolescente. Sin previo aviso, me incliné un poco y me lo metí completo en la boca. Sentí el espasmo en su cuerpo, pero mis manos sujetaban con firmeza sus piernas..
Cayó la noche y me había pasado toda la tarde pensando en 412. Veía a los demás reos con sus familias, felices (dentro de lo que cabe), abrazos aquí y allá… Y ese pobre chico estaba solo en una celda.
Debo confesar que si bien por una parte sentía compasión por el, otra parte de mí deseaba mucho más que de lo que podría obtener de él. Un pequeño machín hetero con el que si intentaba sobrepasarme, seguramente me mataba o me acusaba. O ambas. El miedo a perder mi trabajo (y la vida, probablemente), detenían ese lado perverso que había salido a flote gracias a nuestro encuentro de hacía unas horas.
Decidí intentar algo diferente. No tenía un plan brillante ni maquiavélico en mente. Solo actuar. Así que tomé una lata de bebida, una manzana y un trozo de tarta. Lo escondí de la forma más discreta que pude y me dirigí hacia los calabozos sin que nadie me viera. Me detuve un par de minutos frente a la celda N°7, pensando en lo que iba a hacer. Si me descubrían dándole comida a un reo, probablemente me iban a despedir. Junté valor, metí la llave suavemente, dos vueltas hacia la izquierda, un pequeño sonido metálico y se abrió la placa de metal que separaba el pasillo de 412. Ahí estaba él, recostado en esa cama incómoda, dormido. Lo poco que lograba ver era gracias a la tenue luz amarilla que entraba por el pasillo. Entré intentando no hacer ruido. Dormía boca abajo con una pierna subida. Llevaba el mismo buzo gris que hacía rato y dibujaba ese pequeño y redondo trasero a la perfección. Me acerqué y moví una de sus piernas. Despertó sobresaltado, sentándose rápidamente en la cama. Se veía asustado. Hice un gesto con las manos para que mantuviera silencio y cerré la puerta dejando un trozo de cartón en la parte de la cerradura, así, si alguien pasaba por fuera se vería completamente cerrado. Se hizo la oscuridad así que encendí una linterna que dejé en el suelo apuntando hacia una pared para no darle de lleno en la cara. Se incorporó un poco mejor, aunque con el ceño fruncido, seguramente desconcertado.
– Toma — dije en un susurro mientras dejaba la bebida en el piso y le entregaba la manzana y la tarta en las manos. Dudó un par de segundos, pero finalmente las recibió.
– Qué me va a pedir por esto? — replicó en un tono un poco más alto del que yo había utilizado, aunque aún susurrando.
No entendí su pregunta al comienzo y lo debió notar en mi cara.
– No se haga, si ví como me estaba mirando en la revisión.
Me quedé congelado. Me sentí expuesto; una sensación extraña en mi estómago, mi pulso acelerado. Carajo, carajo. Él solo me veía con esos ojos grandes, con el ceño aún fruncido.
– ¿Y? — insistió — si siempre piden algo… Ya estoy acostumbrado — soltó.
Entonces comprendí que, seguramente, el intercambio sexual por alimentos u otras cosas no era algo nuevo para el. Quizás así había obtenido el arma con la que atacó al reo a medio día.
Pensé en no responder nada e irme; o en decirle (cínicamente) que no tenía ninguna intención secundaria; incluso pensé en ponerlo contra la pared, desnudarlo y hacer lo que quisiera con el. Pero no dije nada de eso.
– Come — fueron mis palabras. Aunque lo dije en un tono suave, no dejaba de ser una expresión bastante fría.
Me miró un par de segundos más y empezó a devorar la tarta. Definitivamente tenía hambre. En menos de dos minutos ya se la había terminado. No le quité el ojo de encima ni un solo segundo, mientras que su vista alternaba entre yo y cualquier otro lugar. Se veía nervioso, o ansioso. No lo sé.
Sacudió unas migas que le cayeron en el pantalón. Cuando se paró y pasó sus manos sobre la tela, pude ver ese bulto apetecible que, aunque ya había visto totalmente desnudo, ahora la situación era diferente y no sé si fue la luz y el juego de sombras que hacía con sus ropas, pero me pareció la imagen más sexy que hubiera visto nunca. Nuevamente el pulso acelerado. Mi pene comenzaba a abultarse.
Se quedó de pie frente a mi, desafiante.
– Nada que no quieras hacer — le dije.
Su expresión se relajó, pero solo por la perplejidad. Guardó silencio unos segundos. Poniendo cara de hartazgo, se puso de rodillas y como si fuera algo cotidiano, comenzó a desabrochar mi cinturón. Mierda. No pensé que sería tan fácil. Y llámenme loco, pero… No era eso lo que yo quería en ese momento.
– Espera – susurré. Me quedó viendo hacia arriba, aún de rodillas. Carajo, se veía demasiado sexy — ponte de pie — lo hizo, lentamente, sin entender qué pasaba.
Apenas lo tuve nuevamente de frente, mi vista se dirigió a sus labios. Con el pulgar de mi mano derecha limpié un poco de crema que le había quedado de la tarta. Sentí como su cuerpo se tensó con el contacto. Mi mano se quedó en su rostro, que quedaba unos cuantos centímetros por debajo del mío. El solo me veía desconfiado. Comencé a acercarme a el mientras permanecía estático. No se acercaba, pero tampoco se estaba alejando. Cuando nuestros labios hicieron contacto, instintivamente cerró los ojos. Yo hice lo mismo. Fue un beso frío, aunque me calentaba mucho sentir sus labios carnosos junto a los míos. Casi todo el trabajo lo estaba haciendo yo. Estaba hecho un nudo de contradicciones en ese momento; por un lado me sentía mal por lo que estaba haciendo, pero una vocecita en mi cabeza me pedía más y más. Intenté meter la lengua, sin éxito la primera ni segunda vez. A la tercera, pude porfin explorar la profundidad de su boca. Sentía el sabor a fruta de la tarta; su aliento cálido y dulce. Me sentía en la gloria. Movia, aunque muy poco, su lengua dentro de mi boca. Sentía nuestras narices rozar, y cuando el beso comenzó a aumentar en intensidad, me separó abruptamente.
– A mi no me gustan los hombres – dijo mirando hacia abajo, un poco enfadado.
Era algo que yo ya sabía. Debí detenerme ahí pero, mierda, su respiración entrecortada, sus labios húmedos y rojos por el beso, la mirada enfadada…
Me puse de rodillas, medité apenas unos segundos y bajé toda la ropa que traía abajo. Su pene estaba totalmente dormido. Cuando me acerqué, sentí ese suave aroma de sudor adolescente. Sin previo aviso, me incliné un poco y me lo metí completo en la boca. Sentí el espasmo en su cuerpo, pero mis manos sujetaban con firmeza sus piernas. No le gustaban los hombres, pero seguramente ninguno de ellos le había hecho una mamada antes, y ningún adolescente resistiría una. Comencé a succionar hasta sentir que comenzaba a tener una erección. Sentía sus huevos en mi barbilla y su pubis en mi nariz. Estaba en la puta gloria y 412 tenía los ojos abiertos como platos. Lo solté solo un poco. Su expresión se relajó un tanto y vi algo de emoción en su mirada. Una de mis manos subió un poco por su muslo, mientras con la otra empujaba su prepucio hasta atrás, dejando al descubierto una hermosa cabeza que recibió la atención de mi lengua. Nuevamente un espasmo mientras su erección seguía en aumento. Cuando ya estaba completamente parado, pude apreciar un miembro de unos 17 cm. La luz no me permitía ver mucho más detalle, pero era suficiente. Continué en lo que estaba. Quería que se corriera en mi boca. Aumenté la intensidad; ahora mis manos apretaban su trasero. Se sentía firme y muy tenso. Poco a poco empezó a mover las caderas, adelante y atrás, hasta que se atrevió a poner sus manos sobre mi cabeza. Ahora el tenía el control y guiaba el ritmo de la mamada. Yo sentía que en cualquier momento explotaba, mi pantalón no aguantaba más. Cuando aceleró el ritmo supe lo que venía. Intentó salirse, pero lo sostuve firme mientras miraba hacia arriba. Su rostro era un espectáculo, y aún más cuando comenzó a eyacular. Uno, dos, tres y cuatro chorros de semen bastaron para llenar mi boca por completo. Tenía un ligero sabor dulce, no era espeso, así que lo pude tragar con facilidad. Recibí por lo menos otros cuatro chorros — aunque de menor intensidad — y luego solo sentía su verga palpitar en mi boca. Respiraba con dificultad, corto y profundo, mientras tragaba saliba. Me pareció una imagen encantadora. Cuando sentí que volvía a estar flácido, solté su pene, que se veía mojado por la mezcla de fluidos. Se sentó casi desplomado en la cama, agitado. Se paró solo unos segundos para subir sus ropas. Yo me paré del suelo y me limpié la comisura de los labios. 412 solo me veía con una expresión indescifrable: ¿Divertido? ¿Confuso? ¿Excitado?. Por mi parte, apenas procesaba lo que acababa de hacer.
Sentí un poco de miedo, pero la excitación era mas grande. No sabía que hacer o decir en una circunstancia así. Solo podía estar seguro de una cosa: 412 lo había disfrutado, y mucho.
– Vengo temprano para llevar la basura que dejes, o me van a descubrir — solté. Tomé la linterna y di mediavuelta en dirección a la puerta. Di dos pasos y sentí la cama crujir y unos pasos detrás de mi. Mierda, hasta aquí llegué, pensé. Sentí su mano en mi brazo derecho.
– Espere — un pequeño susurro.
Se acercó a mi cara, dudó unos segundos, pero me dió un beso. Corto, pero muy, muy intenso. Sentí su lengua invadir mi boca por cerca de 10 segundos.
– Se lo ganó — dijo mientras me soltaba y me miraba pícaro. Dios, como me calentaba que no me tuteara.
Salí de la celda y cerré la puerta retirando el cartón que había dejado previamente. Estaba atónito y solo podía pensar en una cosa mientras caminaba el pasillo de vuelta al módulo: ca-ra-jo.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!