El Conserje
A mis 9 años mis clases de natación terminaban con el conserje tocándome..
Yo tendría unos 8 o 9 años cuando esto pasó. En un barrio de alto nivel, no muy lejos de mi casa (de clase media baja) vivía una señora que dicen que estaba muy mal de dinero así que para tener ingresos contrató a una persona para dar clases de natación en su magnífica alberca. Yo era muy blanco, lechoso, de pelo castaño y en ese entonces era flaco y un poco más alto para mi edad, mi traje de baño era negro y me quedaba un poco ajustado, crecía rápido. Mi verga era quizás un poco más grande de lo que esperarías de un niño, pero obviamente sin vello, cuando se me paraba se salía del prepucio y parecía que estaba circuncidado.
Las clases no eran caras y mi mamá nos llevaba a mis hermanos y a mí. Las clases tampoco eran muy clases porque nada más nos la pasábamos jugando en el agua hasta que nos cansábamos.
Al salir del agua el “maestro” siempre nos pedía que fuéramos a las regaderas a enjuagarnos el cloro de la piel. No era una ducha en forma, solo unas 3 o 4 regaderas con agua tibia, de hecho, nos metíamos al chorro de agua sin quitarnos el traje de baño.
Pasó el tiempo y mis hermanos dejaron de ir, pero yo iba feliz. Era de los más grandes de la clase y ahí conocí a un chico de mi edad que se llamaba Enrique. Él era opuesto a mí, más chaparrillo, moreno claro con ojos miel y pecas. Su traje de baño rojo le quedaba un poco holgado. Estaba mejor proporcionado que yo, sus piernas más gorditas y sus nalgas muy paradas. Cuando estaba sentado a un lado de la alberca y abría las piernas le podías ver los huevos. Éramos de la misma edad.
Siempre éramos los últimos en salir y nos tocaba bañarnos solos. Todas las noches que estábamos en las regaderas pasaba el conserje y nos miraba un rato y luego se acercaba y nos decía cosas como “límpiense bien” “que les caiga el agua bien ene le cuerpo”. Un día se acercó a mi y me empezó a tocar. Me pasaba las manos por la espalda y el pecho y decía “límpiate bien; que se salga todo el cloro” yo me sentía incómodo. También lo hizo con Enrique. Un par de días después, pasándome las manos me empezó a tocar las nalgas por encima del bañador y me metía la mano apretándomelas mientras insistía en que me enjuagara bien debajo del traje.
Nosotros nos reíamos mientras él nos tocaba, pero un día que estaba metiéndole la mano a Enrique su traje de baño hacía que se notara una erección. Yo me sorprendí y me excité de ver a mi amigo así y ver que lo tocaban, él ya no decía nada, solo se dejaba.
Un día estábamos bañándonos y no había rastro del conserje. Solo estábamos nosotros dos en las regaderas. Yo quería ver cómo se le paraba la verga así que me acerqué y comencé a tocarlo imitando al conserje, el se reía mucho. Le metí mi mano en el bañador rojo y comencé a apretar sus nalgas, él guardó silencio. Cuando tomé valor hice lo mismo por el frente, su verga pequeña estaba dura y eso me excitó muchísimo. Era una verga medio doblada hacia abajo y tenía la cabeza rosada, mientras que lo demás era del color de su piel.
Enrique me tocó sobre el traje de baño acariciando mi verga que estaba más dura de lo que había sentido en mis 9 años.
Quiso meter la mano por el frente, pero estaba muy ajustado, sin esperar nada me bajó el traje y yo hice lo mismo con el suyo, ya estábamos respirando un poco entrecortado. Nos tomamos nuestras vergas y comenzamos a masturbarnos un poco porque se sentía muy rico, no sabíamos lo que era masturbarse, pero lo estábamos haciendo, con los trajes ya en el suelo sobre nuestros tobillos.
Estábamos distraídos cuando se oye la voz del conserje, regañándonos y amenazándonos de acusarnos con la “Doña”.
Nos asustamos muchísimo pero ahora que lo pienso, no levantó la voz, nos amenazó como en un susurro, como si no quisiera que lo escucharan.
Se acercó y ahora si la vi, su erección en el pantalón. Después de asustarnos un poco más, nos quitó los trajes de baño. Enrique seguía erecto, yo no.
Nos empezó a tocar descaradamente las nalgas, los huevos, el pene. A mi si se me paró. Nos pidió que nos hincáramos y se desabrochó el pantalón y se sacó la verga. Era una verga morena, no muy grande pero gorda y con mucho prepucio.
Nos comenzó a pedir que lo tocáramos y luego me tomó de la cabeza y me hizo mamársela. Yo no quería pero me forzó y después de unas embestidas, se pasó con mi amigo al que también se le salieron las lágrimas del esfuerzo.
Al final se vino en su boca y Enrique se tragó todo su semen.
Después de unos días, se convirtió en un ritual, nos excitábamos mutuamente y él llegaba y nos hincaba para mamarlo, se venía donde le agarraba a veces en mi boca, a veces en la de Enrique.
Alguna vez quiso penetrarlo, pero le dolía mucho y no quería hacer ruido así que nos mantuvimos con las mamadas. Yo disfrutaba mucho porque podía tocar a mi amigo antes que el conserje se excitara y se sacara su verga morena.
Esto duró como 8 o 9 meses porque la “Doña” vendió la casa y todo se terminó. Antes de eso, el conserje se fue y por unos días pude disfrutar a Enrique yo solo, un día invitamos a otro chico de la clase y lo hincamos al estilo del conserje, aunque no le dimos leche porque pues, no había aún.
Ya sin alberca, nunca más volví a ver a Enrique, solo me queda el recuerdo en mis sesiones de paja.


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