El conserje del edificio me castigó por mentiroso, y me encantó.
Un joven que es descubierto en una mentira por el conserje del edificio, recibe gustoso el castigo que el le aplica..
El conserje del edificio me castigó por mentiroso, y me encantó.
Cuando mis padres se fueron dos semanas de crucero, debido a que aun mis clases de la universidad aún no habían terminado, me quedé en el apartamento.
Cosa que en realidad yo celebré mucho, ya que el viernes cuando vi que el avión en que se montaron con rumbo a Miami despegó, apenas regresé a casa, lo primero que hice fue vestirme de nena, prender un cigarro de marihuana, y ponerme a ver videos porno.
A medida que fui viendo algunos videos de chicos como yo, a los que les gusta vestirse y actuar como chicas, y ser penetrados por el culito, por sus machos o por otras chicas con verga, cosa que yo hasta esos momentos no había llegado hacer nunca.
Por lo que me conformaba solo introduciéndome alguno de mis juguetes, mientras me masturbaba como loco, pero en una de esas, cuando más inspirado me encontraba metiendo y sacando de entre mis nalgas, un consolador de goma, el doble de grueso y de largo que mi pequeño pene.
Esa cosa se me escapó de mis manos, y de mis nalgas, cayendo directamente dentro del inodoro, y por accidente en ese mismo instante, bajé la palanca del inodoro, por lo que mi juguete se deslizó dentro, y de inmediato obstruyó el flujo de agua.
En ese instante me llevé tremendo susto, y hasta pensé en qué pensarían y dirían mi padre, y mi madre al enterarse de que era lo que obstruía el inodoro.
Fue cuando me acordé de que mis viejos me habían dicho que, si se llegaba a dañar algo en el apartamento, llamara al conserje, que de seguro él podría solucionarlo.
Así que lo primero que hice fue llamar al conserje, y decirle que el inodoro se había tapado, de inmediato me dijo que subía en cosa de unos minutos mientras buscaba las herramientas.
Fue cuando terminé la llamada que me di cuenta de que aún me encontraba vestidito de nena, por lo que más rápido que inmediatamente, fui a mi cuarto, me quité el vestidito de licra, los pantis, y el pequeño sostén.
Luego me puse lo primero que encontré, un apretado pantaloncito corto, y una camisilla sin mangas, y casi de inmediato sentí que tocaban el timbre de la puerta.
Por lo que ya así algo más presentable le fui abrir la puerta al conserje, y aunque llevamos viviendo más de diez años en ese edificio, jamás le había sabido el nombre, aunque si lo había visto una que otra vez limpiando los pasillos.
Apenas entró, me preguntó si yo tenía idea de que era lo que obstruía el inodoro, a lo que yo le respondí un simple no, en ese instante me dijo. “Señorita, puede ser que se le haya caído una barra de jabón, un cepillo, o quizás un rollo de papel de baño, y saber el de que se trata, me ayudaría mucho.”
En ese momento lo único que se me ocurrió responderle fue. “Yo no soy una chica, y no se que es lo que está tapando eso.”
Quizás su equivocación se debió a que apenas mido un metro sesenta y cinco, que soy delgadito, de facciones finas, y tengo una abundante y larga cabellera, y con el cuento de que practico natación, me depilo todo el cuerpo.
El conserje de inmediato se disculpó, y sin hacer más comentarios, se colocó unos guantes, extrajo de su caja de herramientas, una especie de resorte largo, con una rara pinza en la punta.
Él introdujo esa cosa por la boca del inodoro, y tras varios minutos lo extrajo, trayendo en la punta mi juguete, al verlo sentí un gran alivio, pero cuando él lo agarró con sus guantes, y colocándolo frente a mi cara me preguntó si era mío.
De inmediato le dije que no, fue cuando agarrando una bolsa plástica, y luego de separarlo de las pinzas, introdujo mi juguete dentro de la bolsa, diciéndome. “En vista de que no sabes de quien es, yo tengo la obligación de entregárselo al dueño del apartamento.”
Por lo que el temor de que se lo fuera a entregar a mis padres, se me ocurrió decirle que eso era de mi mamá, que me había pedido que se lo guardara, y que accidentalmente se me había caído.
De momento me di cuenta de que su rostro cambió, y mientras me agarraba con fuerza por uno de mis brazos, me dijo. “Yo paso que te de vergüenza, el decirme que eso es tuyo, pero lo que no paso es que quieras verme la cara de idiota, y me vengas con mentiras, y que encima de eso le eches la culpa a tu madre.”
Casi de inmediato, sin soltarme tiró la bolsa al piso, y con esa misma mano prácticamente me arrancó el pantaloncito, dejando mis nalgas al aire, para luego de la misma forma, arrancarme la camisilla, quedando yo por completo desnudito ante él.
El conserje mientras continuó regañándome, al mismo tiempo, no sé cómo ni por qué mi pequeña verga se me puso bien dura, y cuando él se dio cuenta de eso me lo hizo notar, y de inmediato me ordenó que le mostrase mis nalgas.
Aunque yo no hice nada por complacerlo, de un jalón que me dio por el brazo quedé de espaldas al conserje, con mis piernas y culo bien abierto.
Yo estaba ya por ponerme a protestar, cuando comencé a sentir varios de sus dedos que me penetraban por el culo, diciéndome. “Aun tienes el hueco embadurnado de vaselina, y más abierto que la entrada de un túnel.”
“Por mentiroso te voy a dar un castigo que no vas a olvidar, para que dejes de ser mentiroso, y no le eches la culpa a otras personas.”
Yo me quedé como paralizado, sintiendo como varios de sus dedos me penetraban repetidas veces, hasta que de momento los sacó, y casi de inmediato comencé a sentir esa cosa dura y caliente, más gruesa y larga que el más grande de mis juguetes.
El conserje salvajemente me empujaba toda su verga por mi abierto culito, mientras que yo no paraba de gemir y casi de manera inconsciente le pedía que me diera más y más duro, al tiempo que restregaba mis nalgas contra su cuerpo.
Me encontraba dentro de un éxtasis de placer, ya que sin tan siquiera tocarme yo mismo, me he venido, y al rato después de haber estado bombeando mi culo divinamente, el conserje sacó su verga de entre mis nalgas, y en un dos por tres me la ha puesto a mamar.
Sin importarme de donde la había sacado, me dediqué a chupársela, hasta que mi boca y garganta se llenaron de su semen, por lo que no pudiendo hacer otra cosa terminé tragándomelo todo.
De todos los castigos que me han dado en mi vida ese fue el que más me gustó, tan es así que el tiempo que mis padres estuvieron de crucero, el conserje destapó mi cañería en varias ocasiones.
Pero una vez que mis padres regresaron, soy yo quien va donde él a que me siga destapando.
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