El día que descubí que quería ser sumiso y obediente. -Parte 1-
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por yunna.
Hola, este es mi primer relato.
Lo primero y lo educado es presentarse.
Me llamo digamos que Emilio, aunque me llaman Yunna y ya entenderéis por qué.
Tengo 34 años y me gusta escribir.
Si son ciertas o fantasías lo dejo a vuestra interpretación, pero lo que, si tengo claro, es que todo lo que escribo o me ha pasado o me encantaría que me pasara.
Como el propio título indica, hoy os voy a contar como descubrí que me gustaba ser sumiso y obediente.
Todo comenzó hace unos meses, cuando conocí en el trabajo una mujer increíble a la que la debo obediencia y sumisión.
Como buen fumador de vez en cuando me gusta bajar a la puerta de las oficinas a fumarme un cigarro.
Un día cualquiera, estaba disfrutando de mi cigarro, cuando me percate de una mujer que me llamo mucho la atención.
Me sentí un poco raro, porque nunca me había llamado la atención una mujer mayor que yo y ella debía de tener algo más de 40 años.
Pero la verdad es que era espectacular, rubia, menudita, ojos azules claros como el agua cristalina y con unos pantalones de cuero ajustadísimos que le hacían un culo espectacular.
Se notaba que de cuidaba y mucho.
Pasaron los días y no me la quitaba de la cabeza.
La veía solo de vez en cuando, pero cuando coincidíamos fumando, no podía dejar de observarla.
Un día que coincidimos estaba imponente, con su melena rubia un vestido azul muy ceñido, medias negras y botines de terciopelo con alguna tachuela decorativa.
Me quedé embobado, no podía dejar de mirarla, tal era mi empanada, que no me di cuenta que se había percatado de que la estaba devorando con la mirada.
Cuando volví en mí y me percaté de mi error, ella se echó a reír, yo me moría de vergüenza no sabía dónde meterme, pensé que había quedado como el culo, pero fue todo lo contrario.
Al día siguiente, volvimos a coincidir en el cigarrito de mitad de la mañana.
Yo intentaba que no me viera, pero ella vino decidida hacia mí y me dijo:
– ¿Perdona tienes un cigarro?
– Si claro, conteste con voz temblorosa.
– Sabes, ayer me hizo mucha gracia como me mirabas, veo que te llamo mucho la atención.
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Yo no sabía dónde meterme ni que decir, mi indecisión le arranco una carcajada y me dijo: eres muy gracioso, sabes una cosa, me gustan mucho los juegos y tú puedes ser parte de ellos, si te gusta jugar, te espero a las cuatro en el parking, mi plaza de garaje es la J21.
Me quede bloqueado, no daba crédito a lo que me estaba pasando, ¿A qué se refería esa mujer? No sabía qué hacer si bajar al parking o no, me pase toda la mañana pensando que hacer, pero cuando llego la hora, algo dentro de mí me empujó hacia el ascensor.
Y allí estaba yo, esperando en el parquin sin saber muy bien qué y cuando estaba a punto de marcharme apareció ella:
– Hola veo que te has decidido a bajar.
– Si, aquí estoy, pero no sé muy bien a que he bajado.
– Ssshhhh silencio, has bajado a jugar y si pasas la prueba serás mi juguete favorito.
Me quede mudo, no era capaz de contestar a esa espectacular mujer y de repente ella rompió el silencio y me dijo: – Quiero tus calzoncillos – ¿Disculpa? La conteste.
Ella se puso seria y me dijo:
– Silencio, ya te he dicho que has venido a jugar y la primera prueba es que me des tus calzones.
Acto seguido, como si no pudiese decir que no a esa diosa, me baje los pantalones entre dos coches, me quite los calzoncillos y se los di.
Y allí estaba yo, desnudo de cintura para abajo, delante de una espectacular mujer 10 años mayor que yo, sin poder moverme bloqueado por la situación, cuando ella me dijo, espera quiero darte algo a cambio.
Se subió lentamente la falda del vestido y dejo caer su tanga lentamente hasta el suelo.
– Toma, quiero que te lo pongas y que lo lleves todos los días, hasta que yo te lo pida.
Me puse aquel tanga que apenas me tapaba mis atributos, me subí el pantalón y me fui a mi puesto de trabajo.
Al día siguiente cuando me levanté, no sabía qué hacer si ponerme el tanga o dejarme de juegos absurdos, pero algo dentro de mi continuaba empujándome y me puse el tanga.
Ese día no la vi, y así pasaron varios días y allí estaba yo, una semana entera en el trabajo con ese tanga, esperando a volver a verla, cuando por fin el viernes la vi.
– ¿Hola, que tal?
– ¿Bien y tú? Hace muchos días que no te veía.
– Si, lo sé, te estaba evitando para ponerte a prueba.
¿Llevas mi regalo?
– Si le dije con voz un poco avergonzada.
– A ver, enséñamelo.
Me baje un poquito la cintura del vaquero y le enseñe el elástico de aquel tanga.
Perfecto, dijo ella.
Creo que estás preparado para seguir jugando, si quieres, vente esta tarde a mi casa y pasamos a la siguiente prueba.
Me dio su dirección y se marchó.
Mientras se iba, se dio la vuelta y me dijo, Ahhh se me olvidaba, no te olvides mi regalo.
Quería que me presentada en su casa, con aquel tanga, aquello pintaba bien y yo no podía perder la oportunidad de tocar a una mujer tan imponente, con la que llevaba meses masturbándome en la intimidad de mmi casa.
Llegada la hora en cuestión, me presente en la dirección que me había dado.
Era una casa adosada en una zona residencial de las afueras de Madrid.
Llame al timbre y allí estaba ella, se había vestido exactamente igual que aquel día en el que me quede embobado mirándola, con el mismo vestido azul de falda cortísima, y medias negras.
Note como al tanga cada vez le costaba más aguantar todo eso dentro de él.
Me hizo pasar a su casa y subimos a la buhardilla.
Era un lugar cálido y muy acogedor, con el suelo forrado de moqueta y un sofá enorme que parecía una cama en el centro.
La decoración era escasa, alguna lámpara y algún cuadro de arte abstracto que vestía las desnudas paredes.
– Toma, te he preparado una copa.
– Pero si no te he pedido nada.
– Da igual, tú no tienes que pedirme nada, yo te daré lo que tu necesites.
Además, tienes algo que es mío y quiero que me lo devuelvas.
En ese momento, estaba bloqueado, se veía que era una mujer de armas tomar y que le gustaba llevar la iniciativa, pero esa actitud rozaba el despotismo.
Yo me lo tome como un juego y allí había ido a jugar, así que me envalentone y me desnude delante de ella, para devolverle su tanga.
Genial dijo ella, ahora vamos a jugar a un juego, quiero que te masturbes y si eres capaz de aguantar más de cinco minutos, te dejare hacerme lo que quieras, pero si eyaculas en menos de cinco minutos, tendrás que eyacular sobre tu copa.
Yo ya estaba bastante empalmado y excitado, no sé si sería capaz de superar el reto, pero había que intentarlo.
Comencé a acariciarme el pene y ella dijo, veo que aceptas el reto, yo me acariciaba lentamente sin poner mucho interés, ya que no quería perder, pero ella sabía que tenía una baza ganadora.
Se levanta ante mí y empezó a contonearse lentamente, eso me puso a mil, se movía como si el viento fluyera a través de ella, se fue levantando lentamente el vestido, dejando ver un tanga negro con encajes, que le hacía un culo precioso.
No parecía tener la edad que pensaba que tenía, era duro, firme, prieto, me ponía a mil, tanto que estaba a punto de perder la apuesta y solo habían pasado dos minutos.
Mientras aguantaba todo lo que podía para evitar lo que iba a pasar, ella cogió mi vaso de whisky, se acercó a mí y me susurro al oído, no te resistas, no serás capaz.
Justo en ese momento, al notar su olor, no pude contenerme más y eyaculé, como no recordaba haberlo hecho antes.
Ella ya lo sabía y había puesto el vaso, justo para recogerlo todo.
– Jajajajajaja, te lo dije, brindemos, has pasado la primera prueba.
Me dio mi copa y bebí esa mezcla de wiskhy y semen que ella me había preparado.
Mis labios nunca habían probado el semen, pero con el sabor del wiskhy no lo note como algo desagradable.
Cuando aún me estaba recuperando, me dijo, bien pasemos al siguiente juego, quiero que te tumbes boca abajo en el sofá.
Mientras me tumbaba, abrió un cajón y saco unas correas, se dio la vuelta hacia mí y me dijo, ¿Confías en mí? A lo que solo pude responder con un breve movimiento afirmativo de mi cabeza.
Excelente dijo, mientras ataba mis pies y mis más y allí estaba yo, tumbado boca abajo, atado a cada esquina esperando a comenzar el juego.
Note como derramaba una especie de aceite sobre mi espalda y lentamente empezó a restregármelo por la espalda bajando lentamente hasta mi cintura, después continuo bajando y comenzó a masajear mis nalgas, hasta que una de sus manos la introdujo entre ellas, bajaba lentamente hasta acariciar mis testículos y después volvía a subir, cada vez que subía se entretenía en mi orificio, me estaba poniendo a mil, empecé a notar como mi pene volvía a la vida atora vez y se iba poniendo cada vez más duro, cuando de pronto, uno de sus dedos interrumpió el momento introduciéndose en mi ano.
Solo pude emitir un leve gemido.
¿te gusta? Me pregunto, yo no podía emitir una palabra y entonces note como metía otro dedo más.
Mmmmmmmmm gemí más fuerte, dios nunca nadie había llegado tan lejos con mi culo y me estaba encantando, esa sensación de indefensión, atado sin poder hacer nada mientras ella jugaba con mi culo a su antojo.
Sabes, te voy a presentar a un amigo, se volvió al cajón y saco una especie de juguete sexual en forma de pera.
Ya veras, te va a encantar – me dijo – y acto seguido note como poco a poco introducía ese juguete en mi culo.
Voy a dejarte mi juguete ahí y quiero que te des la vuelta.
Me soltó una pierna y un brazo y pude darme la vuelta, volvió atarme y me dijo – Vamos a pasar a la siguiente prueba y si la pasas, entonces serás mi juguete favorito.
Se puso ante mí, estaba imponente allí de pie delante de mi cara, con todo su poder sobre mí.
Se levantó el vestido y se quitó el tanga.
Era preciosa, lo que veían mis ojos era algo especial, estaba perfectamente depilada, con la piel tersa y suave, una vez más me paso por la cabeza si realmente tenía la edad que pensaba que tenía.
Mientras miraba maravillado aquella preciosidad, se arrodillo sobre el sofá sobre mi cara, tenía la cabeza entre sus piernas, con aquello tan cerca de mí que lo podía oler.
Quiero cabalgarte la cara me dijo y poco a poco fue bajando hasta posar su culo sobre mmi cara.
Acto seguido como si de un instinto animal se tratara, saqué la lengua y comencé a lamer cada uno de sus recovecos.
Ella se movía adelante y atrás disfrutando de mi lengua, notaba como se iba humedeciendo lentamente, cuando bajo un poco más, hasta que metió mi cabeza entre sus nalgas.
Quiero que me comas el culo, me dijo, mientras ella se acariciaba el clítoris, volví a sacar mi lengua y comencé a lamer aquel culo que tanto me excitaba, jugueteaba con mi lengua por todas partes, ella se movía como un jinete cabalgando, mi lengua entraba y salía de su ano, notaba como cada vez estaba más excitada y de repente, poso sobre mi cara su vagina y se corrió sobre mí.
Notaba como mi cara se empapaba con todo aquello, mientras se retorcía de placer sobre mí.
Una vez terminada la tormenta me soltó y me dijo, sabes, has pasado la prueba, si quieres puedes ser mi juguete, pero te lo advierto, tendrás que tener completa sumisión y obediencia hacia mí.
No sabía que contestar, cuando rompió el silencio y me dijo, tranquilo piénsatelo con calma, no tienes por qué contestarme ahora.
Por cierto, me llamo Raquel.
Yo me llamo Emilio, conteste.
Bonito nombre, pero no para mi juguete.
Si eres mi juguete te llamare Yunna.
Yunna, me gusta, le dijo, mientras terminaba de vestirme.
Cuando ya estaba a punto de irme, me dijo:
– Yunna, toma llévate mi juguete, y me lanzo esa pera de goma negra que hace un rato había estado dentro de mí.
– ¿Para qué quiero yo esto? – La pregunte.
– Créeme, lo necesitaras si quieres estar preparado para lo que te espera.
Salí de su casa y esas últimas palabras retumbaban en mi cabeza, ¿Qué será lo que me espera si soy su juguete? La intriga y el miedo me invadían, pero no podía quitarme de la cabeza, lo que había vivido, había sido una de las mejores experiencias de sexo que había tenido.
Cuando llegue a mmi casa, lo tenía casi claro, si joder, sí, claro que quiero ser su juguete.
Pero preferí no precipitarme y reposarlo con la almohada, había sido un día duro, necesitaba descansar.
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