El día que descubí que quería ser sumiso y obediente. -Parte 2-
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por yunna.
Paso una semana desde nuestro encuentro y no tenía noticias
de Raquel, ni la había visto por la oficina, ni coincidimos fumando.
Las dudas
se me amontonaban, hice algo mal, se habrá enfadado, no sabía que pensar.
Tampoco podía llamarla, ya que no tenía manera de ponerme en contacto con ella.
Pensé en pasarme por su casa, pero me dio miedo enfurecerla con mi actitud
persecutoria.
Por las noches, solo en mi casa, no cesaba de pensar en lo
que había pasado esa noche, los recuerdos me excitaban y casi siempre terminaba
masturbándome, pero ya no era igual que antes, lo notaba menos placentero,
hasta que un día me decidí a utilizar el plug anal que me había regalado.
Al principio
me costó.
Sus manos lo hicieron que pareciese fácil que ese juguetito entrara
en mí, a mí me iba a costar más, pero sentirlo ahí me excitaba aún más y me hacía
recordar una y otra vez aquella noche.
Una mañana, de la semana siguiente salí a fumar, ya no tenía
esperanzas de verla, pensaba que todo quedaría en eso, pero allí estaba,
imponente y espectacular como siempre.
Raquel estaba apoyada en la pared,
fumando un pitillo.
Llevaba unos vaqueros ajustado con botines negros y una
camiseta ceñida que la hacía verse espectacular.
En ese momento sentí algo que recorría
mmi cuerpo, una sensación extraña parecido al miedo y la vergüenza.
–
Hola Yunna, cuanto tiempo – me dijo.
–
Hola – conteste con voz temblorosa.
–
¿Me has echado de menos? Te he estado evitando a
propósito.
–
Sí, no puedo negarte que he estado pensando en
ti.
Una carcajada salió de su boca, quería que pensaras en lo
que paso y si estás dispuesto a continuar, me dijo mirándome fijamente.
Me
quede pensativo durante un instante, pero un impulso interior me empujo a
contestar afirmativamente.
Vi como una sonrisa invadía si cara y sus ojos
azules brillaban de manera especial.
–
Genial, entonces pásate esta noche por mi casa a
la misma hora que la última vez, hablaremos más tranquilamente de todo esto.
–
Allí estaré, le conteste con voz decidida, parecía
que el miedo iba abandonando mi cuerpo.
–
Ahhhh, por cierto, llévate el juguete que te
regale, me dijo mientras se alejaba entrando en el edificio.
Llego la hora y allí estaba yo, en la puerta de casa de
Raquel, llamando al timbre tembloroso, por saber que me esperaba detrás de aquella
puerta.
Ella abrió la puerta, llevaba una bata de gasa negra, creo que no
llevaba nada más, pero en ese momento no podía adivinarlo.
Pasa Yunna, me dijo.
Nada más pasar con voz firme y decidida me dijo, cada vez que cruces esta
puerta quiero que te quites toda tu ropa y la dejes en este ropero, te
arrodillaras y esperaras aquí mis indicaciones, ¿Me has entendido? – Si Raquel,
conteste.
Cuando aún no había terminado la frase, un bofetón cruzo mi cara.
Y entonces
a que esperas, me dijo de modo desafiante.
El poder que ejercía en mí, hizo que
no me cuestionara si aquello estaba bien y me quite la ropa todo lo rápido que
pude y me arrodille como ella me indico.
Allí estaba yo de rodilla, medio excitado, con Raquel ante mí,
esperando que todo comenzara, cuando me dijo: Excelente, te voy a contar como
va esto, a partir de este momento, me debes sumisión y obediencia, cualquier
deseo que tenga, tu tendrás que hacer lo posible por complacerme.
Si haces algo
indebido o inapropiado, tendré la capacidad de castigarte como considere, como antes
con el bofetón.
Si estás dispuesto a todo esto, te prometo que descubrirás un
mundo nuevo, que te hará disfrutar como nunca antes te habías podido imaginas.
¿Estás dispuesto? – me pregunto – Si Raquel, conteste sin dudarlo un solo
instante si había llegado hasta allí, tenía que llegar al final.
Bien, sabía
que no me ibas a decepcionar, me dijo mientras me acariciaba el pelo.
–
¿Has traído el plug anal que te regale?
–
Si, aquí lo tengo.
–
Bien, quiero ver lo que has practicado, quiero
que te lo metas.
Me dio un bote de lubricante y me puse a la faena, la verdad
es que no fue nada fácil, estaba tan agarrotado, que no entraba lo fácil que había
entrado otras veces y eso que su tamaña era muy comedido.
Finalmente conseguí ponérmelo,
en ese momento, volvió a soltar una de sus carcajadas, mientras me decía: Veo
que tenemos mucho trabajo que hacer.
–
Pasa al salón, quiero que me pongas un wiskhy
solo con dos hielos y me enciendas un cigarro.
–
Si Raquel, le contesto y me fui a complacer a mi
señora.
–
Gracias Yunna, ahora quiero que te pongas a
cuatro patas delante del sofá.
Me puse en la posición indicada, mientras ella se recostaba
en el sofá y apoyaba sus piernas sobre mi espalda.
Así estuvimos un rato,
mientras se terminaba el pitillo.
–
Cuéntame Yunna, alguna vez te han follado el
culo.
–
No, Raquel, nunca he estado con chicos.
–
Bueno, eso se puede solucionar, y dime, ¿A las
chicas que te gusta hacerlas?
–
Me gusta practicarles sexo oral y penetrarlas mientras
están a cuatros patas.
En ese momento ella se levantó y dejo caer en el suelo la
bata que llevaba al suelo, como me imaginaba estaba desnuda, era la primera vez
que la veía desnuda entera, era una diosa, sus pechos no eran especialmente
grandes, pero eran firmes y tersos, sus piernas esbeltas terminaban en una
cintura fina y un pubis extremadamente cuidado, donde apenas dejaba crecer una
leve franja de pelo.
Vamos hacer una cosa – me dijo.
Quiero que me folles lo
mejor que sepas, si quedo satisfecha, daremos por concluido el primer día de
entrenamiento, si no, tendré que enseñarte como se folla de verdad.
En ese momento note como mi pone se ponía duro como nunca
antes se había puesto, solo pensar en que por fin podría entrar en ella, me había
puesto como una moto.
Ella se postro ante mí a cuatro patas, dejando sus nalgas
frente a mí.
Vamos no te cortes, envísteme – me dijo con tono desafiante.
Mis
miedos a defraudarla me hicieron ir con mucho cuidado, acercando mi pene
lentamente e introduciéndola lentamente, pero poco poco la excitación me hizo olvidarme
de todo y empujar con todas mis ganas.
Notaba como gemía tímidamente, pero no sabía
si sería suficiente.
Entonces en un empuje de valor, arremetí contra ella, metiéndola
entera, notaba como mis pelotas rozaban su cuerpo, en ese momento me dijo, ni
se te ocurra correrte dentro, solo podrás correrte en donde yo te diga y hoy de
momento solo te merece el suelo.
Como su supiese perfectamente que ese momento había
llegado, según termino de decirlo, saque mmi pene de ella y eyacule como nunca
antes lo había hecho, quedando débil y extenuado sobre su espalda.
–
Levanta de mí, no ha estado mal para ser la primera,
pero tienes que mejorar.
–
Si Raquel, lo siento, le conteste.
Ella me respondió con otra bofetada, nunca me pidas perdón por
un polvo, aunque esté mal echado, dijo mientras se acercaba a un armario y
sacaba una especie de arnés de un cajón.
–
¿Sabes lo que es esto?
–
No
–
Esto es un arnés para un dildo, te dije que si
no quedaba satisfecha te enseñaría como me gusta que me follen.
Saco un dildo y lo puso en el arnés.
Era muy intimidadora la
imagen de verla de pie con eso pecho tersos y duros y ese dildo en forma de
pene negro colgando de su entrepierna.
Quítate el juguete y ponte de rodillas
recostado sobre el sofá.
Me coloque de inmediato como me había dicho y ella me
ato las manos a la parte de atrás del sofá.
–
Prefiero atarte bien, no vaya ser que te me
escapes, dijo entre risas.
En ese momento la perdí de vista, y al momento note, como
rozaba mi espalda con su mano, de repente note un manotazo en una de mis nalgas
y algo duro que rozaba la entrada de mi ano.
–
Cuando alguien te diga que le folles, no dudes.
Antes de poder asimilar sus palabras, note como aquel pene
de plástico entraba entero en mi ano, con firmeza y decisión, pero sin excesiva
fuerza.
En ese momento se me escapo un grito sordo, una mezcla de dolor y
placer.
Grita si quieres, nadie te va a oír, me dijo al oído y acto seguido comenzó
a moverse con ritmo firme y constante, aquel dildo entraba y salía de mi
empujando entero mientras me ella gritaba: ¿Así, así tienes que follarme, te
gusta zorra? ¿Te gusta?
No se cuánto tiempo estuvimos así, todo el que ella quiso,
el dolor que sentía al principio se convirtió con el tiempo en placer y los
gritos, en gemidos.
Cuando paro y salió de mí, estaba excitado y con el pene
duro otra vez como si acabara de empezar.
Me desato las manos y me dejo moverme, al ver mi pene duro,
se acercó a él y con la punta de su lengua lo recorrió.
–
Me gustas, eres dócil y obediente, vas a ser una
buena zorrita.
Como premio te dejo que te masturbes delante de mí y te corras
sobre mi cuerpo.
Se tumbó en el sofá y comencé a masturbarme, apenas pude
aguantar un par de minutos, cuando eyaculé sobre su cuerpo.
Justo según termine,
ella me miro y dijo, pero no me puedes dejar así, lo que has tirado tienes que
recogerlo con la lengua.
Me incliné hacia ella y con mi lengua recorrí todos y
cada uno de los recovecos de su torso que había manchado previamente.
Una vez termine de recoger con mi lengua todo aquello, me
dijo que me vistiera.
Por hoy hemos terminado me dijo.
Puedes marcharte a tu
casa.
Me vestí y me dispuse a marcharme.
–
Gracias por todo, ha sido una velada preciosa.
–
Gracias a ti, el próximo día continuaremos con
tu formación.
Volví a casa y no pude dormir en toda la noche, las
sensaciones me invadían, todas esas sensaciones, de indefensión, de placer, de sumisión,
ese día había cambiado mi vida.
Ese día había nacido la zorra de Yunna.
Continuara…
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