EL DIARIO DE PIRUCHA. En la finca de Carmelo. De violaciones y otras aberraciones…deliciosas.
Con la incertidumbre de no saber qué pasaría después, me era imposible satisfacer el morbo que me produciría en otras circunstancias ser cogido por cuatro machos dotados de grandes vergas. Una vez agotada la ronda de violadores, el jefe se acercó amenazante y con rudeza introdujo el cañón de su arma.
Con la incertidumbre de no saber qué pasaría después, me era imposible satisfacer el morbo que me produciría en otras circunstancias ser cogido por cuatro machos dotados de grandes vergas. Una vez agotada la ronda de violadores, el jefe se acercó amenazante y con rudeza introdujo el cañón de su arma en mi culo.-Ahora vai a sentir tu última culiada. Escuché el sonido que se produce al amartillar el arma.
Esperé la detonación.
Desnudo, atado de manos y con los ojos vendados, sentí el metal del arma ingresar violentamente en mi maltrecho conducto anal. La mirilla me raspó las paredes, pero el abundante semen que había alojado mi recto, producto de las cuatro corridas de los malhechores, aminoró el daño mientras me follaba con los cañones de la escopeta de caza amartillada.
Cuando sentí el chasquido, creí que esta sería mi última experiencia sexual, entonces empezaron a la pasar frente a mí los recuerdos o (re-locos) momentos recientes y anteriores que marcaban etapas de mi desenfrenada vida de puta: el cura que me sedujo e inició con sutileza y maestría en los placeres del sexo anal.
La primera penetración no exenta de dolor ligado al placer que dejó rastros de semen y sangre junto con el lascivo deseo de seguir dando rienda suelta a la bestia en que me convertiría mi adicción por ser usado para el deleite espurio de pervertidos y lujuriosos…
La reciente culiada del potro que selló mi ingreso a la zoofilia extrema iniciada con los perros de Arturo Zorro adiestrados en coger hembras humanas…
Algo me inquietó en ese momento: no podría cumplir mi deseo de ser follado en prisión quedaría solo como una fantasía.
Sí es una gran fantasía. Ahora no podría hacerla realidad.
La fantasía de ser la perra de los convictos de una cárcel es recurrente, incluso entre aquellos que han tenido la oportunidad de estar presos por algún tiempo y han constatado en el terreno que esas historias tienen una base real, como la del ritual de sodomización por el más fuerte después de una lucha salvaje por el liderazgo. Soñaba que el que me había hecho su mujer en la celda saldría después y me buscaría.
Salió hace algunos años y me buscó. Ahora cada cierto tiempo recordamos esas noches en que fui su hembra… Volvemos a recordarlo con gran placer de ambos…Pero ahora ya no lleva las riendas del poder y soy yo quien se da el gusto de someterlo.
Cuando ya estaba dispuesto a entregar la vida, escucho la potente voz de Carmelo que ordena dejarme libre. Acto seguido, me saca el arma del culo y apuntando hacia la copa de los árboles, descarga el doble disparo. Todo había sido una simulación, pero el arma llevaba munición de verdad. No dejaba de haber alto riesgo de un trágico desenlace.
Me dirijo a Carmelo y le golpeo el pecho con ambos puños y con chillidos histéricos. El viejo me abraza y me cubre de besos mientras acaricia mis nalgas y me susurra al oído palabras de disculpas que van haciendo su trabajo porque empiezo a sentirme relajado y despojado de todo el temor y la incertidumbre, me dispongo a gozar como homenaje a la vida que creía perdida.
-Vamos a la laguna ahora. A ver, quédense ustedes dos, Machete y Pancho Culebra. Y tú, Garrote, anda a disponer el asado que haremos en la tarde cuando volvamos. Asegúrate de tener unas chinas para servir y darle merecido homenaje a mi invitado.
Me llamó la atención el apodo de ambos peones que habían quedado para acompañarnos a la laguna.
El viejo lanzó un escupitajo y se rio a mandíbula batiente. Entre carcajadas, me explicó:
-Ahora vas a verlo y saberlo, mijito. Culebra, saca tu animal y muéstrale al jutrecito aquí por qué te decimos así.
Pancho se bajó algo el pantalón y se abrió para dejar asomar la cabeza de una verdadera serpiente que fue saliendo hasta quedar solo con un tercio dentro de la vestimenta.
-Dale una pasadita, Pancho.
Se acercó a mí y la puso entre mis manos. Ante ese delicioso pene no pude dejar de admirarlo y cuando estaba a punto de darle una probada, Carmelo suspendió el examen para decirle a Martillo que sacara lo suyo.
En efecto, Titín extrajo una verga digna de elogios. Hacía honor a su apodo porque era una herramienta semejante a un mazo con un tronco por mango que se engrosaba a medida que llegaba a la base…
-Ya, dijo el viejo. Vamos a la laguna y dejemos para más tarde los arrumacos y las mariconadas.
Una media hora tardamos en llegar a una laguna entre los árboles y el follaje.
-Todos en pelotas y al agua, pato. Fue la orden.
No me fue difícil cumplirla porque solo llevaba trusa y polera. Nos sumergimos en las tibias y cristalinas aguas de ese paradisíaco lugar.
La relajación que me había invadido duró solo un momento, porque los planes de Carmelo incluían varias acciones que me tuvieron como protagonista.
Me sumergí y nadé hasta el fondo. Cuando emergí a la superficie, los dos peones me inmovilizaron mientras Carmelo se zambullía y pasaba entre mis piernas para enfrentarse a mí y abrazarme fuertemente.
-Ya, chiquillos, denle duro al muchacho y veamos si aguanta una doble.
Sentí un estremecimiento que entremezclaba el deseo y la incertidumbre.
Primero, fue la verga de Martillo que se abrió camino en mi cerrado ano. Una vez que pudo meter la cabeza, siento que Culebra se acerca e intenta hacer entrar la punta de su serpiente. Creí que se me rasgaría el culo como un trozo de tela. Carmelo me sujetaba y me besaba susurrando palabras que perdían sentido en el intenso esfuerzo al que era sometido.
Pancho logró ingresar una buena parte de su chuto. A la vez sentí que se abrían las paredes de mi canal y se ensanchaba para dejar pasar a la serpiente…
-Viste que se podía. Dijo Carmelo mientras me acariciaba y palpaba las vergas metidas en mi culo. No se movieron hasta que de pronto Culebra inició un retroceso seguido de un avance mientras Martillo metía su verga un poco más en cada movimiento del reptil.
-Ahora ya te comiste las dos pichulas. Exclamó Carmelo.
En efecto ,sentí que mi cueva se había llenado de los intrusos y con estertores de placer mientras el dolor cedía el paso, empecé a gozar. Gemidos y suspiros escapaban de mi boca mientras mis caderas se movían en círculos y mi culo se abría más y más, con cada culeada.
-Salgan ahora. Les dijo el viejo. Mi culo quedó con la sensación de vacío que fue llenado rápidamente por la pichula del viejo que depositó su carga de caliente semen en mi interior.
-Ya, ahora hay que volver, tropa de calientes.
Montamos las cabalgaduras y emprendimos el camino de regreso a la casona. Al menos sabía que era un festejo, pero con Carmelo y su lujuria no podía estar seguro.
(Continúa)
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