El Femboy y la Madre Amazona
Un joven lindo y afeminado lamenta el rechazo de su semental vecino y amigo de la infancia, pero la madre de este último lo consuela.
Era un día común como cualquier otro en el barrio las flores, de la ciudad capital. Los vehículos circulaban en la avenida principal como de costumbre, los varones salían a sus oficinas a cumplir su jornada laboral diaria y se despedían de su familia, las amas de casa dejaban a los hijos en las escuelas y después se dedicaban a realizar sus quehaceres.
Yo me llamo Guadalupe López Mairena y tengo 19 años de edad. Soy un estudiante de diseños de modas con buenas calificaciones, bajito de 1,62 metros, de piel pálida, con un cuerpo delgado y que más bien es afeminado, siendo bastantes notables los músculos de mis glúteos y mis piernas, los cuales además de tener la bendición de una excelente genética han sido entrenados horas en el gimnasio con ayuda de los conocimientos mi querida mami que es fisicoculturista, pero de eso hablamos después.
Durante toda mi vida a pesar de no meterme con nadie vivía un poco acomplejado por el trato que recibía por los niños de mi edad al ser pequeño. Al ser algo afeminado y de contextura bajita a menudo me confundían con una chica y me trabajan de »marica» debido a la terrible homofobia que abunda en las sociedades latinoamericanas. Encima, no ayudaba que mi nombre »Guadalupe» a pesar de ser unisex era usado principalmente por mujeres, por lo que era más fácil pasar como un miembro del sexo opuesto, sumando a que aún tras la pubertad nunca obtuve bello facial e inclusive tenía una cintura curvilínea.
No obstante mi madre siempre me instó a no escuchar a los demás y a ser yo mismo, siempre seguí siendo bueno en mis calificaciones y destacando en el equipo de ajedrez, lo que con el tiempo me llegó alcanzar el respeto de mi entorno, conforme fuimos creciendo y la gente de mi edad maduraba los comentarios despectivos por mi aspecto iban disminuyendo y en general todo mejoraba.
Una de las pocas personas que nunca me miró sobre el hombro fue mi vecino Rodrigo, que vivía un par de casas aparte de nosotros y nuestras madres eran amigas desde pequeñas, lo cual también facilitó que dicha relación de amistad pasara a la siguiente generación.
El era también un muchacho hermoso pero varonil, ojos grandes y negros, nariz fina, corte militar. Pasó de ser el niño que todas las muchachas de la escuela querían para debutar entre las sábanas a un ícono sexual de la facultad de de derecho en la que pasó a estudiar. Ahora también mide 1,81 metros, tiene de esos cuerpos gorditos pero musculosos que les encanta a las damas y en general es un encanto de varón.
Solían llevarnos al parque del barrio, a los centros comerciales o a cualquier lugar de entretenimiento al que fueran y de ahí nos volvimos cercanos. Él era el único que no veía raro que me gustara el color rosa, que veía conmigo las películas de barbie y no se molestaba cuando le mostraba cariño a pesar de que fuéramos del mismo sexo.
Asimismo, yo me quedaba viendo sus series varoniles como Dragon ball, Hajime no ippo, cuando jugaba baseball en el colegio o cuando veía algún evento deportivo.
Tanta cercanía conforme pasamos a ser púberes/jóvenes adultos pasó a convertirse, al menos de mi parte, en amor. Yo siempre que andaba con el lo tomaba del brazo, le besaba muy cerca de los labios, si alguna chica lo quedaba viendo yo me hacía pasar por su novia. A él ese no le molestaba al punto de que me correspondía y me llamaba »Lupita» »Mi amor» »Mi bebé» e inclusive me permitía sentarme en su regazo y sentir su hombría entre mis grandes y musculosas nalguitasm haciendo que se sintieran mariposas volar dentro de mi estómago.
No obstante, mi mundo se derrumbó un día en que me armé de coraje y quise hacerle saber lo que sentía, pero no fue cómo lo planeaba. En ese momento nos reunimos a eso de las 4:00 AM en su casa de habitación, un boxeador que había salido de nuestro barrio pelearía por un título mundial en el Ariake Arena, de Tokyo Japón.
Ya que era un boxeador pequeño del peso supermosca (115lb/57,27kg) por lo general esas peleas se hacen en Asia ya que en ese lugar es más lucrativo, generalmente en Japón o Corea. Para mí era un coñazo despertarme de madrugada por ver un deporte que no me interesaba, pero sabiendo que Rodrigo estaría sin camiseta y únicamente en unos shorts en el sofá de su casa, con su madre dormida, permitiéndome que me sentara en su regazo y rodeándome por la cintura, era una oferta difícil de rechazar, así que acepté.
Me aseguré de estar totalmente depiladita, me puse un top con un poquito de relleno en las tetas, un perfume árabe de esos que están de moda, un short licra bien apretadito que marcase mis glúteos y dejase descubiertas mis piernas, asegurándome que mi madre no despertaría salí y lo encontré afuera de su casa.
Rodrigo: ¡Hola mi amor! Entre que hace frío y te me vas a resfriar.
Guadalupe: ¡Bebé! Bese a su novia y agárreme de la manito.
Me besó en la mejía y yo muy alegre lo tomé de la mano y me pegué a él, caminando hasta la puerta de su casa.
El encendió el televisor y se quitó la camiseta, dejando ver ese cuerpo bien trabajado pero ligeramente gordito. Debido a que mi bella madre es fisicoculturista, ella había traído a muchos compañeros varones de competición y yo había visto a muchos hombres musculosos posar en ropa interior con ella, pero ellos se veían artificiales y antinaturales, al punto que a pesar de atraerme al mismo tiempo me inquietaban.
No obstante, con Rodrigo todo era diferente. Esa grasa extra que tenía lo hacía extremadamente atractivo para mí y verlo sin camiseta era un orgasmo visual, necesitaba una fuerza de voluntad para no pedirle que me abrazara fuerte con esos brazos hasta asfixiarme, que metiera mi cabeza en esos pectorales y me dejara besarlos mientras los flexionaba y que ya de último de dejara lamer esos abdominales deliciosos donde me gustaría lavar ropa.
Rodrigo abrió los brazos y yo felizmente me acurruqué y restregué mi cara contra todo su torso mientras el cariñosamente acariciaba mi cabeza. Al mismo tiempo yo acariciaba su pierna y veía su inminente paquete levantarse, deseando que algún día él me tomara como su novia y me dejase gozar con el hasta las profundidades de mis entrañas.
Tras pasar más de una hora así, yo ronroneaba y me sentía en la gloria hasta que Rodrigo habló y me agarró bruscamente de las axilas.
Rodrigo: Amor, ya viene el evento principal. ¡Está entrando Carlos al ring!
Me sentó en su regazo, de tal forma que mis generosos glúteos quedaban encima de su pelvis y para mi fortuna, tenía una erección tan potente de tal forma que su pene rosaba mi esfínter. Por una parte estaba en la gloria por sentir ese pene delicioso en la entrada de mi agujero, por otra me maldecía a mi misma por haberme puesto ropa interior bajo los shorts licras, ya que a falta de esta el contacto entre su mástil y mi agujerito sería más placentero.
Mi amado miraba con entusiasmo como nuestro vecino tenía su oportunidad de marcar su nombre en la historia del deporte pero a mí lo único que me interesaba era restregarme contra su delicioso cuerpo.
La pelea siguió y cuando tenía momentos importantes nuestro vecino Rodrigo saltaba en jubilo y me apretaba más fuerte contra él, hasta que dado un punto escucho que el comentarista también empieza a gritar al unísono con mi novio.
Comentarista: ¡EL GANCHO DE DERECHA CONECTÓ! !EL CAMPEÓN TANAKA CAE A LA LONA¡
Rodrigo:¡LA CUENTA SE VA A ACABAR! ¡LA CUENTA LLEGARÁ A 10! ¡TANAKA NO SE VA A LEVANTAR!
En efecto, el árbitro le dio la cuenta al campeón japonés pero este se encontraba durmiendo a consecuencia de ese gancho.
Rodrigo ¡CARLOS GANÓ, AMOR! ¡CARLOS GANÓ!
Se levantó, me dio vuelta de frente a él y empezó a dar pequeños brincos de alegría. Yo rodeé su cintura con mis piernas y le empecé a besar el rostro.
Intenté aprovechar la euforia del momento para intentar darle mi primer beso, pero el aparto su boca y no me dejó besarle.
Rodrigo: Lupe, ¿Qué haces?
Guadalupe: Amor, lo siento, quería hacerlo desde hace mucho tiempo pero nunca encontraba el momento apropiado.
Rodrigo me dirigió una mirada que combinaba una especie de sorpresa y, para mi desgracia, un poco de desprecio. Desde ese momento rogué internamente que no abriese la boca, pero él habló y destrozó mi corazón con sus palabras.
Rodrigo: Guadalupe, lo siento, yo te quiero mucho y siempre te he considerado un amigo en que confiar pero…
Guadalupe: ¿Pero?
Rodrigo: Pues, al final eres un hombre, si te sientes transgénero yo lo respeto pero simplemente no puedo meterme entre tus piernas, no podré sentirme varón si lo hago.
Al escuchar eso lágrimas brotaron de mis ojos y no pude contener mi instinto de escapar. Todos estos años yo pensaba que él era mi hombre ideal, que a pesar de haber nacido como varón el me trataría como su princesa, que seríamos felices y comeríamos perdices pero al final la realidad me dio una cachetada y me hizo caer en cuenta que vivía en una fantasía.
Estábamos de vacaciones y me podía permitir encerrarme en mi casa. Justamente eso fue lo que hice por un par de días hasta que mi cuerpo se quedó seco de tantas lagrimas y eventualmente tuve fuerza para levantarme de esa caída y seguir adelante.
Quería ir a la casa de mi amor platónico y disculparme por intentar avanzar de esa forma con él. Me armé de valor y me presenté en la puerta de su casa, siendo recibido por otra persona que si bien no era Rodrigo también quería mucho.
– ¡Lupita! ¡Tiempo sin verte, no sabía que estabas tan hermosa!
-¡Doña Marina! ¡Que gusto verla de nuevo!
Me encontraba frente a doña Marina, la madre de Rodrigo. Ella tiene cabello negro, largo y liso; piel morena clara; ojos grandes, coquetos y oscuros; su carita estaba ligeramente maquillada de tal forma que se veía natural y se veía más hermosa de lo que naturalmente era; y es poseedora de una elegante nariz respingada.
Ella había sido amiga de toda la vida de mi propia madre y la había visto a lo largo de los años. Originalmente ambas se conocieron durante sus años universitarios cuando estudiaban educación física y deportes, haciendo ambas sus prácticas profesionales como maestras en la misma escuela.
Siguieron siendo amigas después de eso y compartían muchos pasatiempos en común. Juntas participaron en muchas competiciones de maratones, crossfit, lucha grecorromana y fisicoculturismo.
Yo siempre había sido afeminada y mi atracción por los hombres fue descubierta a muy temprana edad. No obstante, por algún motivo doña Marina y mi madre me parecían extremadamente apetecibles y hermosas a pesar de ser mujeres, supongo que por ver los músculos de sus trabajados cuerpos que las hacían ver algo andróginas y coquetas a la vez.
Doña Marina a pesar de tener un cuerpo que no le envidiaba nada de músculo a cualquier mujer que compitiera en las categorías de Figure o Physique como Paula Ranta, Ericka Morales o Sarah Villegas, al mismo tiempo era altamente tetona, culona, caderona y piernona.
Ella rodeó mi cuello con sus marcados brazos y yo no desaproveché la oportunidad para pasar mis brazos alrededor de ella. Doña Marina llevaba una camisilla sin mangas que dejaba expuestos sus brazos y una parte considerable de su espalda, lo que me facilitó la oportunidad pasar mis manos por esos magníficos músculos y también por su cintura, rosando la parte superior de sus marcados glúteos. Me habría encantado bajar más y también sentir esas piernas que dejaban totalmente expuestas esos shorts licra, pero ya sería abusar.
Al romper el abrazo ella me tomó de la mano y me llevó a la sala de su casa y me sentó en el sofá. Me dijo que Rodrigo pasaría un par de días con su padre, pero que igual me quedara porque ella si quería pasar el rato conmigo.
Doña Marina: ¿Cómo has estado entonces, mi niña? ¿Patricia se encuentra bien?
Guadalupe: Yo me encuentro muy bien, Doña Marina. Mi mami Patricia también, pero ella anda en Florida para un concurso de fisicoculturismo.
Doña Marina: Entiendo. ¿En que división está compitiendo?
Guadalupe: Ella está ahorita en Women’s Physique. Tiene unos músculos divinos, pero usted no tiene nada que envidiarle.
Doña Marina: Mi amor, tú siempre tan bella con tu tía
Guadalupe: Es cierto tía, usted es cómo esas guerreras amazonas de las que hablaban los griegos, un bombón con una fuerza que no tiene nada que envidiar al más fuerte de los soldados.
Ella rio y se sonrojo toda.
Doña Marina: ¡Mi amor tu si que tienes labia, si fuera detrás de las mujeres todas se pelearían por ti! ¡Ven dame otro abrazo!
Ella halagada rodeó mi cuello otra vez y esta vez yo me acurruqué en su pecho, sintiendo tanto la fuerza de esos pectorales bien trabajados y la suavidad de sus tetas, puse una pierna alrededor de su cintura y con mi mano derecha masajeaba uno de sus bien trabajados muslos.
Doña Marina: Ahora quiero escuchar de ti, ¿Qué has hecho?
Le empecé a contar mis aventuras en la Universidad, cómo me iba bien en la carrera, había hecho unas prácticas en una sastrería local y en general era bastante optimista sobre mi futuro.
Doña Marina: Me alegro por tí amor, ¿También tienes novio o algo?
Cuando mencionó eso se me vino a la mente inmediatamente el rechazo de Rodrigo de unos días antes y no pude contener las lagrimas.
Doña Marina: ¿Pero mi amor, que pasó?
Le conté detalladamente lo ocurrido con Rodrigo y cómo me sentía respecto de su rechazo. Ella me apretó más fuerte y me llenó el rostro de besos.
Doña Marina: Niña bella, yo siempre supe que sentías algo así por Rodrigo pero tu sabes que es muy raro que a alguien transgénero lo vean como una mujer biológica, por favor no odies a mi hijo.
Guadalupe: Yo entiendo, pero así cómo me rechazó el lo harán otros hombres. Me preocupa que ninguno me vea como una dama para hacer vida en común.
Al decir eso me sorprendió que me tomó de la barbilla y me levantó el rostro para meterme la lengua en la boca. De la nada esta señora, un semental femenino que me había atraído desde hace mucho tiempo, me estaba dando un apasionado beso francés y yo pase del llanto a sentirme en las nubes.
Doña Marina: No digas eso amor, tu eres una muchacha hermosa y con un cuerpo por el que hombres y mujeres pelearían para tener en su cama. Yo misma desde que te hiciste grande y tenías un cuerpo de adulta sentía atracción por tí y llegué a tener ciertos celos de mi hijo, pero al mismo tiempo alegría de que tendría un mujerón de nuera.
Guadalupe: ¡Tía! No me esperaba eso.
Doña Marina: Mi amor, si te contara. Tu madre y yo somos ambas mujeres bisexuales y no ha sido una sola vez desde la universidad que nos hemos pegado un par de tijeretazos, nosotras fuimos como novias pero éramos muy liberales y nos gustaba participar en tríos y orgías con más personas, que incluían hombres, mujeres y transexuales también.
Nosotras salimos embarazadas de un par de compañeros afeminados que tenían curiosidad de probar mujeres y a nosotras también nos encantaban ese tipo de hombres.
En este pueblo, a pesar de que estemos en pleno siglo XXI a la gente le desagradan los homosexuales y los transgénero y a menudo los padres intentan volverlos heterosexuales a la fuerza. Cómo yo y tu madre también caminamos en marchas de apoyo a la gente LGBT conocemos a la mayoría de estos muchachitos y ellos siempre nos veían como una especie de segunda madre.
Al estar tu madre y yo en la práctica del culturismo y muchos otros deportes, a menudo para que estos chavalos se distraigan de el exterior que los mira con desprecio y los discrimina nos los traíamos al culturismo u otros deportes, lo que resultaba en ellos desarrollando cuerpos esbeltos, distrayéndose en algo sano y a menudo regresándonos el favor en las sábanas.
Muchos de estos muchachos solo están confundidos y quieren experimentar y nosotras siempre estuvimos más que dispuestas a sacarles esas dudas que tenían. Algunos se dieron cuenta que en realidad gustaban de las mujeres y siguieron viviendo en la heterosexualidad, otros realmente si eran homosexuales y siguieron viviendo como tal, pero entre nosotros creció un vínculo como el de una familia.
Guadalupe: Increíble.
Tras escuchar esto, yo no me creía que ellas fueran tan abiertas sexualmente y estuvieran metidas en algo así. No obstante, en lugar de disgustarme, me excitó oír ese relato e hizo que mi verguita de 14 centímetros se pusiera erecta y deseé formar parte de esa lista de jóvenes que yacieron con ella.
Doña Marina: Dicho esto, no voy a permitir que una muchachita a quién adoro como a mi propia hija quede excluida, quero que sepas que eres hermosa y tienes gente que te ama ¡Si mi hijo no quiere ser tu marido, yo estoy más que dispuesta a tomarte como mi mujer!
Me retiró la camiseta que llevaba dejándome sin prenda alguna por encima de la cintura. Pasó las manos por mis curvas y se le iluminaron los ojos apreciando mi cuerpo femenino, especialmente cuando llegó a mis pechitos que tenían una forma redonda y estaban considerablemente aumentados por las hormonas que consumía desde los 15 años.
Se amarró su hermosa melena en una cola de caballo para que no estorbara y se abalanzó sobre mis tetas para devorarlas sin piedad. No podía soportar el placer que me brindaban sus labios carnosos, alternando sus succiones entre el pecho izquierdo y derecho, asegurando que sintiera el calor de su deliciosa boquita en ambos pezones por igual y acariciando mi entrepierna al mismo tiempo.
Entonces habló mientras estimulaba con la lengua mi pezón:
Doña Marina: ¡Que delicioso amor, no te voy a dejar de chupar hasta que las tengas rojas!
En efecto, siguió chupándome aún con más fuerza hasta que me corrí e inclusive llegué a soltar en su boca un fluido similar a la leche materna que mi cuerpo producía a consecuencia de las hormonas.
Ella entonces tomó mis pantalones licra con los que llegué y me despojó de ella, dejando al descubierto el desastre de leche que había dejado y lo miró con entusiasmo.
Doña Marina: Tienes buen tamaño, pero dejaste un desastre aquí y no puedo dejarte sucio.
Se incorporó, tomó uno de mis brazos para rodearla del cuello, puso una mano en mi espalda y otra en mis muslos, levantándome de forma horizontal y de una manera en que mi zona genital quedaba a la altura de su boca.
Doña Marina: Ahora amor, vas a darme mi dosis de proteína de hoy para alimentar mis músculos.
Rodeó mi pene con su boca y empezó a succionarlo con fuerza, pareciendo que quería arrancarlo de mi cuerpo. Rara vez tengo erecciones debido a las hormonas, pero teniendo a la hembra semental de mis sueños era inevitable que se me pusiera como un mástil dentro de su boca, siendo irresistible el calor de su boca y la estimulación de su lengua.
Guadalupe: ¡DOÑA MARINA, PARE!
Mientras me succionaba parece que perdió la paciencia ya que sacarme el semen sería más complicado tras la segunda eyaculación, así que sin mediar palabra introdujo tres dedos de su mano dentro de mi recto para estimular mi próstata y apresurar el proceso de eyaculación.
Guadalupe: ¡ME VENGOOO!
Ya no pude aguantar y choré toda mi semilla dentro de la boca de esta amazona. Debido a la estimulación de la próstata la cantidad de semen que solté fue bestial y aunque ella se lo tragó casi todo hubo unas cuantas gotas que se le escaparon y cayeron al suelo.
Me bajó rápidamente y me puso de pie, para acto seguido buscar mi boca desesperadamente, metiéndome la lengua hasta la garganta y haciéndome disfrutar de mis propios fluidos. Si tenía a una mujer culturista, hermosa y madura que me haría esto ni siquiera debí haber pensado en Rodrigo.
Doña Marina: Es hora de que yo también sienta placer, así que prepárate.
Entonces aquella musculosa mujer se quitó la camisilla que llevaba puesta, revelando todo su torso desnudo ya que andaba sin sostén. Aquella figura que superaba incluso a la mayoría de mujeres culturistas activas e inclusive a muchos hombres, se mostró en todo su esplendor.
Ella levantó ambos enormes brazos y empezó a hacer la postura de los doble bíceps y me instó a que me acercara a adorar esos magníficos músculos. Yo no desaproveché la oportunidad de chupar, lamer y succionar esos brazos todo lo que pude.
Bajó los brazos y los puso tras su espalda para pasar a los siguientes músculos ahora, Empezó a flexionar sus pectorales, haciendo al mismo tiempo bailar esas maravillosas tetas con pezones marrón claro, aureolas medianas y pezones puntiagudos.
Yo empecé a besar los músculos de los pectorales e inmediatamente bajé hacia esas maravillosas tetas que rogaban por mi atención. Me metí en la boca el pezón derecho y empecé a succionarlo con todas mis fuerzas, para después besarlo y darle exactamente la misma atención a la otra teta.
Doña Marina_ ¡SI MI AMOR, PEGATE COMO TERNERITA HASTA SACARME LECHE!
Le seguí dando atención a sus tetas mientras ella seguía haciéndolas bailar con los músculos pectorales. Después de varios minutos y tras asegurarme de haberlas dejado bien chupadas y llenas de mi saliva, pasé a adorar sus abdominales.
Ella flexionaba ese SIX-PACK bien marcado que tenía y yo con desesperación pasaba mi lengua en cada unos de esos cuadritos y me asegurada de besarlos.
Después bajé a sus piernas y empecé a besar y lamer esos muslos y pantorrillas, premiándome ella siempre con flexiones de sus músculos para que yo los sintiera en todo y esplendor.
De último, rompió esos shorts licras quedando completamente desnuda y se volteó, para que yo adorase esos deliciosos glúteos y su musculosa espada. Yo gustoso besé esos glúteos e inclusive metí mi lengua en su orificio anal, haciéndola gritar del placer y ella en agradecimiento flexionaba sus músculos aún más.
Después puso las manos en su cintura y extendió su espalda para que yo adorase sus tríceps y sus maravillosos músculos dorsales.
Terminada la sesión de adoración muscular, ella me volvió a besar para bruscamente tomarme de las axilas y arrojar mi frágil cuerpo en el sofá.
Doña Marina: Muy ricos los juegos previos amor, pero ya llegó la hora de la acción de verdad.
Se apartó un momento para sacar algo del cajón. Eso era una verga de plástico con un arnés para amarrar a la cintura, ella se puso eso y se acercó a mí con ojos extremadamente lujuriosos y hambrientos.
Levantó mis piernas y las juntó, dejando a la vista el indefenso orificio de mi recto. Metió la cara en esa zona y empezó a lamer los alrededores.
Guadalupe: ¡’DOÑA MARINA, NO META LA BOCA AHÍ!
Doña Marina: Nada de eso mi amor, quiero sentir la esencia del coño de mi mujer
A ella no le importó si estaba sucio o no, pero sacó su larga lengua y me la metió hasta el fondo, estimulando mi próstata y lubricando la zona. Cuando se aburrió, entonces separó mis piernas y puso la cabeza de su verga de plástico en mi entrada.
Guadalupe: ¡DOÑA MARINA, ESO NO VA A ENTRAR!
Doña Marina: Tranquila mi amor, ya tengo experiencia y este juguete es algo pequeño, 14 centímetros de largo y 5 de ancho.
En efecto, empujó el juguete y entró sin problema, haciendo que una ola de placer electrocutase repentinamente mi cuerpo y que yo no pudiera contener un grito.
Ella me calló con otro beso en la boca mientras seguía envistiéndome de una forma cada vez mas rítmica. En eso también agarró mi verga y empezó a masturbarme, separó su boca de la mía y puso su pecho a la altura de mi boca.
Doña Marina: ¡VAMOS AMOR, CHUPA MIS TETAS QUE TANTO TE GUSTAN!
Yo obedientemente me volví a pegar a sus glándulas mamarias como ternera amamantando, mientras ahora ella también restregaba mi verguita contra sus abdominales para multiplicar mi placer.
Tras un par de minutos en la misma dinámica yo ya no pude soportar más y me chorree de nuevo esta vez llenando de mi semilla toda la zona abdominal de doña Marina.
Ella se lanzó de nuevo a besarme y ahí estuvimos comiendo la boca de la otra durante un tiempo que se sintió como una eternidad.
Finalmente nos separamos dejando un rastro de hilo de Saliva y ella sonriendo me habló de nuevo.
Doña Marina: Ahora nos tocará hablar de varias cosas, esta será nuestra primera de muchas aventuras, pero primero dejaste sucios mis abdominales y quiero que me limpies con tu boquita. ¡Ya verás que te daré mucho placer y también conoceremos gente nueva!
Yo al escuchar eso me emocioné aún más, ante la promesa de que esto solo sería el comienzo de un tsunami de placer y depravación.
Continuará…
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