El gordo y fuerte señor dueño de un Border Collie 3
El Catedrático es un semental.
Me gustaría que el “status-quo” fuese más humano, más equitativo, menos sectario, probablemente espléndido…pero ciertamente se me antojan nimiedades estos asuntos tiendo en cuenta lo que está ocurriendo actualmente en este mundo.
Oscar Wilde dijo muchas cosas interesantes, ingeniosas y punzantes que aún hoy en día suenan modernas. “Cuando la gente empieza a estar de acuerdo conmigo, siento que me estoy equivocando”. Esta frase es una de las que dijo que suscribo totalmente. Es toda una declaración de principios de como no se desea funcionar mentalmente como la mayoría de la gente.
Trasladándolo a la literatura sería como no poder ni un párrafo de los vacuos “best-sellers” que la gran masa compra y devora. Aunque no todo es oscuridad. He comprobado que “El principito” (magnífica lección de humanidad) es el 5º libro mas vendido de la historia, cosa que me congratula; y que “Diez negritos” de Agatha Christie está en el octavo puesto, siendo “Don Quijote de la Mancha” el primero de la lista.
Y, llega aquí el por qué de este pequeño prólogo algo descontextualizado. En todorelatos ocurre algo parecido. Quien escribe mejor no es más leído. Factores como ser mujer describiéndote con un cuerpo atractivo según los cánones de belleza imperantes actualmente, consigue muchos más lectores por muy malo que sea el relato. Pero esto es así. Es nuestra sociedad dominada por lo “mainstream”. Se premia lo conocido, lo familiar, lo cercano…lo vulgar. De todos modos, ¿qué más da?…como dijo Wilde “La vida es una cosa demasiado importante como para tomársela en serio”. ¿Y el sexo? ¿Nos lo tomamos en serio? Parece que la mayoría (inmensa por cierto) compite por ver quien consigue follar más. No importa la calidad, no. Importa la cantidad de personas sexualizadas. Bueno, así están las cosas.
La convivencia entre Sebas, yo y Sara, era bastante amena. Por el piso pululaba variedad de gente, casi todas las semanas hacíamos party, y los tres acordamos adoptar un cachorro de Gloden Retriever de 3 meses. Sara me atraía pero ante mi indecisión ella optó por echarse un novio muy majo (Eduardo). Mi mente estaba enfocada en el señor propietario de Leko y de pronto sucedió algo inesperado y sorprendente.
Estábamos empezando el segundo cuatrimestre y estaba viendo claramente que “Introducción al Derecho” era una asignatura que se me estaba atragantando. Hablé con la profesora de la asignatura buscando algún tipo de apoyo y me recomendó a un colega suyo Catedrático de otra Universidad que también orientaba particularmente a alumnos en su domicilio, un tal Don Ernesto. Hablé con él y vivía cerca de casa de mis padres, así que quedamos sábado mañana y tarde 5 horas en total. Apunté la dirección y después de colgar el teléfono salí con el cachorro de Golden Retriever a dar un paseo. “Shiva” le pusimos de nombre. Era hembra.
Resultó que unos Erasmus belgas amigos de Sebas aparecieron por el piso el jueves por la tarde noche con unas botellas de whisky y hierbajos y la montaron buena que acabamos a las 4 de la mañana. Sara y Eduardo se enrrollaron de ante de todos y Sebas se comió a una de las belgas de arriba abajo en el sillón mientras yo seleccionaba la música con otro chico que parecía interesado en mi. Al final, los Erasmus se quedaron a dormir donde pudieron. Estábamos bastante pedo todos.
El viernes por la noche dormí en casa de mis padres. Había quedado a las 10:30 de la mañana del Sábado con el Catedrático en su domicilio. Sara me había pasado sus apuntes en limpio. Los estaba ojeando cuando de repente pensé en como sería el Catedrático. No podía ser joven…todo esto lo borré rápidamente de mi cabeza. Iba a estudiar no a follar.
Al día siguiente al mirar en el google maps la dirección del Catedrático me percaté que coincidía casualmente con la calle donde vivía el señor propietario de Leko. Cuando llegué a la calle me situé en la cafetería donde me solía sentar y tomé referencias visuales. No podía ser. Caminé 250 metros y la dirección coincidía. ¿Sería el Catedrático Ernesto el señor propietario de Leko?
Tragué saliva un par de veces y toqué en el interfono del 4ºA. Me contestó una mujer y le expliqué la situación. Me indicó que subiera ya que me estaban esperando. Era una finca modesta, reformada. El ascensor de los antiguos de dos puertas. Cuando llegó a la cuarta planta abrí las puertas del mismo y la vivienda “A” estaba justo enfrente. Toqué el timbre y enérgicamente se abrió la puerta. Era él y yo me quedé de piedra. “Buenos días” me dijo extendiéndome la mano “¿Nos conocemos?” Continuó…Yo acerté a contestar: “Ssh..sí..usted tiene un Border Collie y un día se me acercó…se llama Leko, no?” Él se quedó paralizado por un instante y al momento reaccionó “Así es! Me sonaba tu cara…pasa, pasa!”. Entré y le estreché la mano una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. Sentí su poderosa y gruesa mano que apretó la mía con contundencia y firmeza. A pocos metros una mujer nos observaba sonriente. Era guapa y tenía buen tipo. “Esta es mi mujer Lucia” dijo alargando el brazote en dirección hacia ella. “Un placer señora” logré balbucear. Ella se apresuró a decir: “bueno vayan a la biblioteca que tendrán mucho de lo que hablar”. “Sí, te la enseño” me dijo Don Ernesto poniéndome su brazo por encima de mis hombros y empujándome hacia adelante. “¿Qué edad tienes? Me preguntó. “Dieciocho” contesté y a la vez que lo decía el chico algo afeminado que había visto salir del portal paseando a Leko cuando vigilaba sentado en la cafetería, salió de una habitación y se cruzó con nosotros sin saludar y mirándome mal.
Entramos en la biblioteca. Se separó de mi. Iba vestido con un pantalón azul marino clásico, zapatos de cordones negros con tacón bajo, camisa azul marina desabotonada hasta la mitad del torso y rebeca de punto azul marina con botones abierta. La estancia no era grande pero estaba abarrotada de libros. Nos sentamos el uno al lado del otro y le planteé los temas que no controlaba. Mientras hacía un esquema miré su entrepierna y se notaba un prominente bulto que me causó una erección instantánea. Aquel señor me erotizaba completamente. En un momento dado le interrumpí: “¿Qué edad tiene usted?” Esbozó una media sonrisa “cincuenta y dos. Parezco mayor, ¿verdad? Es porque estoy muy gordo”. En ese instante apareció el chico de antes, con unos pantalones muy cortos y una camiseta de asillas ceñida, en la puerta de la Biblioteca y le dijo a Don Ernesto imperativamente: “papá, ven! Tenemos que hablar!”. Lo dijo afeminadamente. “Vuelvo rápidamente, es mi hijo, vete dándole un repaso a este capítulo” me indico seriamente y ese pedazo de hombre salió de la biblioteca. Mientras salía observé como se movían sus glúteos y sus gemelos al caminar. El pantalón le apretaba a pesar de ser talla bastante grande.
A los cinco minutos Lucía su mujer vino a avisar que salía al supermercado, le dije que Don Ernesto estaba con su hijo. Me miró circunspecta y se fue. Pasaban los minutos y el Catedrático no regresaba. Me aburría y decidí ir a echar un vistazo por la casa. Tomé la dirección por donde habían ido Don Ernesto y su hijo y después de pasar un pasillo, empecé a oír unos gemidos que provenían de la habitación contigua. La puerta estaba abierta y me quedé paralizado ante lo que vi. Don Ernesto sentado en un sillón con los pantalones y los calzoncillos en los tobillos, y la camisa abierta, estaba siendo cabalgado por su hijo que subía y bajaba su culo ensartado en una polla que debía ser de unos 18 cm por 5 de grosor. El chico de unos 15-16 años estaba gozando y el señor propietario de Leko tenía sus brazos apoyados en el sillón mientras el chaval apoyaba un brazo en el sillón y con el otro le acariciaba los huevos a su padre que miraba como entraba y salía de su aparato el ojete de su hijo con parsimonia.
Por un lado quería volver a la biblioteca porque no me gustaba lo que estaba viendo, pero por el otro quería ver más; así que me quedé semi-escondido mirando. La habitación parecía la del chico por la decoración. Don Ernesto lo desmontó y señaló la cama que había en la estancia. Su hijo se sentó en su pierna y lo besó en la boca con lujuria y después termino por quitarle los pantalones y los calzoncillos de sus tobillos y, cogiéndolo por la mano lo sentó en la cama y empezó a chuparle ese tronco de verga. Don Ernesto no quiso más mamada y lo acostó en la cama boca abajo y puso su culo en pompa. Subió una pierna al colchón dejando la otra en el suelo y lo penetró suavemente hasta que sus enormes huevos chocaron con las nalgas del chaval. Entonces empezó un mete-saca lento pero profundo y a veces la sacaba del todo y repetía el proceso para gran gozo del chico que gemía como una puta repitiendo: “Sí, papá fóllame! Eres muy macho! Hazme tu mujer!” Don Ernesto impertérrito lo folló hasta que lo preñó. Era impresionante ver salir aquel tremendo trozo de carne del culo del chaval chorreando semen. El chico inmediatamente se incorporó y se dedicó a limpiarle aquel pollón dejándolo brillante.
Antes de que Don Ernesto se vistiera volví a la biblioteca. Tenía sentimientos encontrados. Me alegraba saber que tenía posibilidades de hacer algo con él pero no nunca imaginé que un señor tan serio se follara a su propio hijo.
Cuando volvió a la biblioteca se disculpó por la tardanza, continuamos con los temas, me explicó varias cosas y así se pasaron las dos horas y media. Durante todo ese tiempo estuve contemplando su maravilloso cuerpo, sus enormes y musculosas piernas, sus grandes y formados brazos, su barrigón, las duras tetas que se podían distinguir gracias a su camisa abierta y sobretodo el paquete que resaltaba ahora más que lo tenía morcillon. Finalmente recogí todos los apuntes y esquemas suyos y me acompañó hasta la puerta. Al despedirme estaba tan excitado que al darle las gracias no pude reprimirme y le di un abrazo. Para mi sorpresa él me abrazó también y me dio un beso en la mejilla. “Esta tarde a las 16:30 aquí, ok?” Me comentó muy serio mientras yo llamaba el ascensor. “Aquí estaré” le contesté con una sonrisa de oreja a oreja, y cerró la puerta.
Tenía que asimilar aquello. Me había dado un beso. Pero había sido un beso no sexual y el abrazo tampoco, o por lo menos yo lo había sentido así. Pero es que esa manera precisamente me resultaba la más sexy de todas. El amor paterno-filial me excitaba. La idea, el imaginar que podía ser mi padre-tutor-tío o cualquier cosa similar y que la motivación sexual no nacía de una atracción convencional sino del cariño, de la admiración y del respeto de un padre hacia un hijo y viceversa, del contraste físico de los cuerpos, del las diferentes mentalidades y edades…Me fui a casa tremendamente ilusionado con aquel abrazo y aquel beso. El destino y la fortuna me habían puesto al alcance al Don Ernesto que tanto había ocupado mis pensamientos íntimos. Pero…¿como iba a gestionar emocionalmente el que fuera un pedófilo incestuoso? ¿Cómo un señor tan serio se permitía esa licencia?
Almorzé con mis padres sin poder quitarme de la cabeza a Don Ernesto. Antes de salir para casa del Catedrático me cambié los slips porque estaban empapados de líquido pre-seminal. Un poco antes de llegar al portal de su edificio me crucé con su hijo que salía con una mochila y, por supuesto, no me miró bien. Don Ernesto me contestó al interfono con su voz grave y subí al cuarto piso donde ya me esperaba con la puerta abierta. Debe medir 1.73 cm y pesar unos 112 kg pero es duro como una roca, una mole. Cuando entré y cerró la puerta me fijé en sus zapatos. Sus pies no son grandes pero si son gruesos hasta el punto que los zapatos los cede hacia el exterior, también por el peso corporal. Me preguntó si quería beber algo. “Un refresco de naranja, si tiene”. Nos dirigimos hacia la cocina y sacó una botella de whisky de la despensa y una Fanta de naranja de la nevera. Me dio un vaso y el se bebió un par de tanganazos invitándome a descubrir la casa. Dentro de su seriedad se le veía distendido. Estaba vestido igual que por la mañana. La rebeca de punto no le abrochaba por el tamaño de la barriga. Continuamente intentaba tapársela como para disimularla. Me fue enseñando todas las habitaciones hasta que descubrí que estábamos los dos solos.
Cuando llegamos a la biblioteca desplegué los apuntes y esquemas sobre la mesa y él me puso nuevamente su brazo encima de mis hombros. Yo no pude más y le puse el mio en su cintura. Mientras organizaba el trabajo se inclinó hacia delante y pude ver perfectamente su teta y parte de su barriga a través de su camisa semi abierta. Llevé mi mano hacia el siguiente botón por abrir y lo desabroché. Él siguió con las explicaciones pero entonces con la misma mano que le había desabrochado el botón de la camisa, le toqué la teta y le besé la mejilla. Entonces empezó a reír. “Ven aquí” Me cogió por el brazo como si fuera una marioneta y me llevó a un sillón sentándome en su muslo. Instintivamente llevé mi mano a su bulto, se lo toqué repetidamente y le saqué aquel pedazo de carne morcilla y los grandes huevos también no sin dificultad.
Yo vestía un chandal con una sudadera y me pidió que me lo quitara todo dejando a la vista mi escuálido e imberbe cuerpo. Me senté otra vez en su muslo, le terminé de desabotonar la camisa, cosa que me costó en la zona del ombligo debido a su gran volumen y empecé a pajearlo. No podía abarcarla con mi mano de lo gruesa que era. Era una polla muy grande y bonita. Él me metía un dedo en mi ojete mientras acariciaba mis muslos. Me acerqué y le di unos besos en la mejilla y fui acercándome a sus labios. Al principio me torció la cara pero estaba siendo tan cariñoso y tierno con él que me permitió robarle piquitos sin lengua mientras se los daba su pollon adquiria proporciones enormes. Entonces me levanté y le pedí bajarle los pantalones. Se desabrochó el cinturón y tiré de ellos y de los slips hasta dejárselos en los tobillos. Me senté encima de él y me agarré a su cuello y seguí robándole piquitos. Ya me lo permitía y disfrutaba de ello.
Quería que me iniciara. Sabía que me iba a partir el culo pero fui yo mismo el que me di la vuelta y cogí el tronco y me introduje la punta. Él no me forzó. Dejó que yo me la metiera pero cuando ya tenía la mitad dentro dio un golpe de cadera y caí sobre su mullido barrigón. Cogí sus brazotes e hice que me abrazara. Me sentía propiedad de Don Ernesto ya. Estuvimos así unos minutos. Él se movía ligeramente pero no quería follarme todavía. Fui yo el que lentamente empecé a bajar y a subir aquel pedazo de polla hasta que fui incrementando el ritmo habiéndome acostumbrado ya a su tamaño. Entonces me la saqué y me di la vuelta y me la volví a meter. Él me cogió por la cintura y me empezó a follar y yo empecé a gemir ante la follada de aquel macho gordo y fuerte. Me había iniciado la persona soñada.
Continuará…
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