El hermano mediano se folla al hermano pequeño (4)
Consigo, con drogas, que el pequeño Ibrahim se folle a su hermanito de 11 años Mohamed, y a ambos les guste la experiencia.
COMIDA
Ibra se sintió un poco mejor a la hora de la comida, y Mohamed despertó y se unió a comer con nosotros.
Con los tres en la mesa todo volvieron a ser risas, y estar locos de contentos. Pero ambos chicos ignoraban que iba a repetir lo de aquella mañana hasta que les doblegase.
Ellos eran felices de tener un nuevo padre, que les quería y pasaba tiempo con ellos. Su padre de verdad apenas le podían ver porque se pasaba el día trabajando para darles de comer, hasta que murió y les tocó mendigar en la calle.
Mohamed se fue a dormir la siesta después de comer como siempre hacía, y le hizo efecto el sedante en la cama, mientras dormía (lo cual me aseguraría que no se despertara mientras yo ‘jugaba’ con su hermano mediano).
–¿Estás bien Ibra? Te noto raro.
–No sé, papá. No me siento bien, como esta mañana.
–Eso es que no te has curado del todo… Igual solo era el efecto de la medicación que te dí esta mañana para bajarte la fiebre que te hacía parecer curado, y ahora, cuando se ha pasado, vuelves a notar que estás mal. Pero no te preocupes, mi hijo, que yo te cuidaré siempre cuando estés enfermo –le dije dandole un besito en la frente, y marché del nuevo por el botiquín.
Le recosté en la camita y saqué el termómetro otra vez.
–Vamos a ver si tienes fiebre –le dije– y le metí la puntita en el ano. Ahora no le pillé de improviso porque le avisé con anticipación. Por la mañana no había querido avisarle para que no rechazase el tratamiento. Pero como por la mañana lo había probado, y le gustó, ahora cuando le avisé de lo que iba a pasar no solo no hubo objeciones, sino que Ibra esperaba con cierta ansia que le metiese el termómetro en su ano.
Poco a poco se lo metí y noté que Ibra se iba empalmando –a este nene le gustaba que le metieran cosas en el culete– pero no dije nada. Hice como si no viera su erección, para no avergonzarlo, y actué como si fuera lo más normal del mundo que se empalmase metiendo objetos en su ano.
–Ya está
Ibra sonrió, de calma, de placer. No sé de qué. La vista de su pene, de su pitillo tieso, su culete, con las piernas hacia atrás tumbado de espaldas boca arriba en su camita, me estaba excitando. Pero no me iba a follar aún a este niño pequeño. Quería que él primero se follase a su hermano menor, que yacía dormido, echando la siesta, en otra camita.
En esa posición viendo su colita semierecta, su culo abierto por el termómetro, con sus piernitas hacia atrás, hacia la barriguita, tumbado mirando al techo, lo tuve un par de minutos hasta que el termómetro avisó y se lo saqué. Ibra notó un vacío.
Lo besé de nuevo tiernamente en su frente, bajándole las piernas. Le podía haber puesto sobre mi regazo pero preferí tumbarlo boca arriba en su cama y echarle las piernitas hacia atrás para a la par de meter el termómetro en el culete, ver su expresión facial ¡¡lo cual me excitaba!! Empalmadura que, en aquella posición que estaba, Ibra no se percató, porque sólo veía el techo y no mi bulto entre las piernas, mientras permanecía sentado a su lado.
-–Pues sí, sigues teniendo una décima. Pero no es nada importante. Espera que te pongo otro supo. Yo creo que con el de la mañana y este se te pase del todo y esta noche estés completamente curado.
Esta vez lubriqué mi dedo antes de coger el supositorio pasándoselo alrededor de su ano donde dejé los restos de la crema relajante y sensibilizante, y le metí el supositorio y mi dedo entero en su ano. Y se lo dejé allí unos instantes, lo que le puso el pene tieso a Ibrahim, mi quinceañera árabe.
Mientras, enfrente, yacía dormidito, roncando, completamente desnudo, su hermano pequeño.
Ibra, sin saber por qué, sintió que se excitaba al ver desnudo a su hermano.
No quiso pensar nada. Quizás delirios por la fiebre. Nunca había tenido un pensamiento tan raro. En estas que acaricié su próstata y gimió pensando otra vez qué bueno estaba su hermanito.
Se quiso quitar de nuevo ese pensamiento de la cabeza cuando le justifiqué.
–Es para que no se te salga. Te tiene que hacer efecto y deshacerse dentro. Igual esta mañana lo hicimos mal y por eso no he ha hecho efecto bien, del todo, y ahora recaías, te sentías mal, con un poco de fiebre.
El niño no cuestionó mis métodos. A lo largo de esos días me había ganado su confianza. Y cuando vio que era verdad que había rescatado a su hermano menor, estaba loco de contento conmigo. Él quería mucho a su hermano y, ante aquella tragedia, les había rescatado con vida a los dos, les había dado un nuevo hogar, una nueva familia. Y ahora no eran pobres. No tenían que preocuparse por buscar de comer ni mendigar. Vivían en un apartamento cómodo y elegante, donde a las horas de comer les llevaba la comida un servicio de habitaciones, con camas mullidas, videojuegos, televisor, una gran ducha con agua caliente –donde le lavaba su papá frotándole la roña–… papá que lo besaba a la hora de acostarlo. Tenían cero preocupaciones, todas las comodidades… nada que pedir, nada que decir, nada que quejarse, mucho que agradecerme… mis cariños… mis cuidados, mi tiempo con él.
Lo que no sabía Ibrahim es que les había drogado, adoctrinado y cambiando su cuerpo para el placer anal, cambiando sus zonas erógenas con mi gel crema. Y también ignoraba que aquel supositorio que le había inyectado en su ano no era como el de esta mañana, blanco marfil completamente, sino que era como una cápsula blanca y azul… y que se la había inyectado por el lado azul.
Ya habían pasado dos minutos y la cápsula anal de Ibra se había disuelto en su ano y empezó a hacer efecto. Saqué mi dedo, tras dos minutos tocando su próstata, de su culo, y me aparté. Ibra veía enfrente, en la otra camita, roncando, a su hermanito, con el culo en pompa y se calentó (por efecto de la droga que le había dado a lo largo de todo el día al desayunar y al comer, y por efecto de los supositorios que le había inyectado haciéndole creer que eran medicina para su presunta fiebre y su resfriado.
Ibrahim tenía la mente nublada y sólo podía pensar en el culo de su hermano, desnudito, enfrente de él. Algo que se repitía en su cabeza como eco, y que al principio le atormentaba, aunque intervine mientras veía que su pene estaba al 100% porque ya le estaba haciendo efecto el supositorio que le acababa de clavar en su ojete, e Ibra estaba como un potro salvaje que quiere coger.
–Ibra, es normal que quieras a tu hermano
-Mohamed es un buen niño, también te quiere
–Querer a los hermanos no es malo, acércate, dale un beso en la frente. Mira cómo duerme. ¡¡Qué guapo es!! ¡¡Qué buen hermano tienes Ibrahim!! ¡¡Cómo te quiere!! –le decía yo lavándole el cerebro que seguía obnubilado bajo el efecto de mis drogas–
–¡¡Qué contento se ha puesto esta mañana al verte!! Tú también estás muy contento de verle ¿no?
Dale un beso. Demuestra que le aprecias.
Ibra se cambió de cama y besó a su hermanito, que roncaba, efecto del narcótico que le había dado en la comida, plácidamente, y no se iba a despertar hasta dentro de un buen rato.
Cuando Ibra besó a su hermano pequeño en la frente, su polla se puso a cien (por efecto de la droga que le dí a la hora de comer en la comida y que él ignoraba).
Ibra, desnudo como estaba, se subió a la cama, y puso encima de la espalda de su hermano, al que acababa de besar en la frente empalmándose, y posó su pene en su rajita… manando presemen a borbotones, lubricando el ano de su hermano tanto, hasta que su garrote quinceañero traspasó el ojete del pequeño Mohamed. Era la primera vez en la vida que entraba algo en el culo del hermano, y era la primera vez que el pene de Ibra entraba en una cavidad. Siempre imaginó, cuando se cascaba pajas en su chabola, follando una conchita o grandes tetas como las de Irina… pero las pompas, el pompis de su hermano Moha, era como las tetas enormes de una mujer adulta. Y siempre había soñado en sus pajas, meter su pene entre unas tetas enormes de grandes en una cubana. No eran tetas, era el culo de su hermano pequeño, pero no pensaba con claridad lo que estaba pasando. Sólo sentía un gran placer. Su pene, tieso como nunca antes (por el efecto del supositorio azul), taladró a su hermano pequeño que gimió, aún en sueños, despertándose poco a poco, recobrando el conocimiento, porque había pasado más de una hora desde que yo lo había narcotizado a la hora de comer en su alimento, y se estaba pasando el efecto de la droga que le eché.
Ibra, con el pene clavado en el calentado culo de su hermano, sintió una sensación como nunca había tenido, y se lo frotó una y otra vez, clavándoselo más y sacándoselo. Se sentía calentito ahí dentro. Y su hermano –que poco a poco iba despertando de la anestesia– gemía de placer (porque yo llevaba días, mientras duró su estancia en ‘el hospital’ (nunca había estado en ningún hospital como nunca había habido un terremoto, y tampoco había muerto el resto de su familia: era yo el que me encapriché de ellos y les secuestré con mi equipo, llevándoles a mi isla)–, hipersensibilizando su ano con mi gel de placer.
–oh, sí… Ibra. Quiere a tu hermano. Demuéstrale cuanto le quieres… le amas… él gime de placer ¿lo oyes? Le gusta –seguí mi lavado mental
Ibrahim arreciaba las envestidas, porque notó que dentro profundo se sentía muy bien, pero que como se salía o no llegaba, tenía que sacar su pene y clavarlo con fuerza para llegar al fondo… pero aquellas nalgas gordas hacían que todo su cuerpo rebotara y se escapara del fondo del ano de su hermano, por lo que tenía que darse impulso de nuevo para llegar al fondo otra vez… Y su pene tocaba el fondo calentito de aquel culazo… Era como un juego, que repetía una y otra vez mientras su hermano yacía inconsciente en la cama… pero su hermano se recuperó y despertó dándose cuenta que algo pasaba. Tenía su hermano Ibra encima, clavándole la colita…
Pensó quejarse, pero se sentía bien. Le gustaba aquella extraña y nueva sensación que experimentaba por primera vez, de tener el pene tieso de su hermano taladrándole el culete. Y su hermano gemía. y cuando se lo clavaba él.
La estancia se llenó de gemidos. Yo estaba a cien contemplando aquella penetración. Pero Ibra se estaba agotando. Llevaba 20 minutos follando a su hermano menor, y cayó exhausto sobre su espalda en una estocada final en la que, cuando se la clavó al fondo, eyaculó como nunca antes.
El culo de Mohamed se llenó de leche calentita. Galones y galones. Y él notó que también se corría mojando las sábanas, empapandolas, y mojando su pancita con su propio semen. Era la primera vez que Mohamed había eyaculado ¡¡y había sido con el pene de su hermano clavado a fondo en su culete!
–Ahggggggggggggggg… ¡qué corrida!! Te quiero hermanito, le dijo a la oreja con su pene aún dentro de su culo manando semen a borbotones, ya como un peso muerto, agotado, sobre su espalda.
–Yo también a tí, Ibra –susurró el pequeño gustándole sentir el peso de su hermano agotado sobre él, el interior de su culo caliente lleno de semen, y como, poco a poco, se le iba deshinchando el pene dentro de su culo, a su hermano mediano.
Yo no pude más y me casqué una paja viendo aquella escena, corriéndome abundantemente.
Ibrahim aún permaneció unos minutos más con su pene lacio, dentro del culo de su hermano Mohamed, que, con una sonrisa de placer, yacía satisfecho y feliz. Nunca su hermano le había amado tanto.
FIN
como sigure