El justiciero
Saludos colegas pervers, esté es el segundo relato de mi regreso a esta deliciosa literatura. Toda mi biblioteca está en el enlace de mi nombre de usuario..
Me habían pedido mucho un relato así de “crudo”, aunque no es lo mío, la idea me gustó tanto que me toqué pensándola. Espero les guste. Recuerden narró en primera persona, pero son ficticios.
Mi nombre es Alfredo, tengo 25 años, soy moreno, cuerpo atlético y un chacal consumado, amante del sexo, pero también de la justicia jaja. Causé baja del ejército por mis métodos poco ortodoxos para castigar delincuentes, pero eso los aburrirá, vayamos a lo que les interesa. Siempre he creído que la maldad es innata, y un niño puede tenerla, la gente no quiere creerlo, prefiere culpar a los traumas, la familia y la sociedad, pero si todo está bien en el entorno ¿de donde carajos surge tanto mocoso desgraciado? Y llámenme loco, pero siento es mi deber dar un poco de luz a la justicia, y divertirme en el proceso jajaja.
Para tratar de corregir mi violenta manera de tratar delincuentes, un amigo me consiguió trabajo en un “tutelar para menores”, que no solo incluía la clásica cárcel para pubertos y adolescentes, sino un refugio más agradable para delincuentes más pequeños, que, aunque la ley prohibía encerrar, no impedía internar acompañado de psicólogos y guardias. El anexo del tutelar era como una escuela o campamento, sin las instalaciones grises de una cárcel, donde niños menores de 12 con delitos muy fuertes iban a rehabilitarse.
Yo por mi parte, como guardia, tenia acceso, no a sus expedientes, pero si a sus historias, que a continuación les platicaré, y entenderán porque les di justicia y “amor” (jaja) a tres mocosos hijos de puta.
- Noah, nueve años, diagnosticado con trastorno antisocial de la personalidad. Esta “internado” por actos violentos sin remordimiento y premeditados, desvivió al perro de su vecina, aventó por las escaleras a su hermanito de siete, trato de encajar unas tijeras a su maestra y lesionó la mano de su mamá. El pendejo reía, luego de lograr manipular con llanto falso a sus papás. Entró bravito al internado, agrediendo a la psicóloga.
- Ricardo, diez años, el peor de todos, este maldito bastardo, planeó con su hermanita de nueve años, desvivir a su hermanastra, solo para joder a su madrastra, una joven inocente y trabajadora que se había casado con el papá viudo de Ricardo. Un psicópata maldito que confesó su crimen sin remordimiento en el juicio, ante la suplica del papá que terminó solo. Se jactaba de que pronto saldría.
- Javier, once años, un fascista cualquiera, niño rico mimado que buleaba a sus compañeros becados en la escuela, con prejuicios racistas y clasistas, hasta que la maestra le puso un alto; en represalia el escuincle maldito lanzó por las escaleras a la profesora.
Aquí es donde les pregunto ¿Qué habrían hecho ustedes? Yo, llevar justicia en nombre de las victimas a estos infelices bastardetes. Cuando me enteré de sus historias, me rabié por completo, y se me escapó cualquier remordimiento para aplicar mis métodos poco ortodoxos.
Mi primera victima fue Noah; los sábados, para poderse ganar las visitas dominicales los niños (que no son muchos) reciben alguna tarea doméstica, y los guardias debemos acompañar a los “más peligrosos”. El trabajo de Noah, era ordenar los libros de la biblioteca, que estaba hasta el extremo del “internado”.
Cuando lo conocí obvio lo repudié, pero tenía un cuerpo muy “comodito”, flaquito con una cinturita que cabía perfecto entre mis manos, no mucho culo, pero suficiente para no ser desagradable a la vista, no entendía como un enclenque así sometió a dos adultos a su violenta personalidad.
Mientras trabajaba lo observaba lascivamente, quería desde un principio que se diera cuenta que yo no lo veía mas que como un juguete. Solo necesitaba un detonante, y consté que el lo dio.
Noah (lanzando los libros al suelo pateándolos) ¡Estoy harto, no quiero trabajar, recógelos tú!
Alfredo: No me importa escuincle, no estás aquí de vacaciones, estás aquí por ser un criminal pendejo.
Y empezó su espectáculo ridículo, volteo los ojos casi poniéndolos en blanco, trató de agravar su voz y me señaló amenazante
Noah: Tu cállate, porque si no haces lo que digo me vengare, a mi me van a creer porque soy niño
Alfredo: (sujetando violentamente de los testículos a Noah) Mira escuincle baboso, si los pendejos de tus padres te temían y los manipulabas es por imbéciles, pero conmigo no vas a poder
El niño me sostuvo la mirada y comenzó a fingir llanto mientras reía, era un maniático, pero yo soy más, lo metí al closet de la biblioteca, tapándole la boca y dándole una dormilona (golpe con el nudillo en el muslo que no deja marca), trataba de defenderse, pero nunca había conocido alguien con huevos que lo controlara.
Alfredo: A ver hijo de perra ¿te sentías muy cabrón agrediendo a tu maestra, tu mamá y tu hermanito? Que te apuesto está más sabroso que tú, solo eres un fideo que sirve como depósito de mecos
Noah: ¡Suéltame!
Tomé un trapo y le tapé la boca, pero sus ojos no perdían la mirada de lunático; le apreté con fuerza sus huevitos y entonces si cambio su expresión, por primera vez ese bastardo tenía miedo. Le bajé los pantalones y amarré las manos, comencé a chupar con intensidad su pitillo culero y sus huevillos, entonces por fin salieron lagrimas reales de sus ojos.
Alfredo: Esto escuincle pendejo, es por toda la gente a la que dañaste, bastardo maldito.
Y se la metí de un golpe (traía lubricante listo, no iba a dejar huellas).
El mocoso trataba de mantenerse fuerte, pero su resistencia solo me hacia desear entrar más en su culo; sus ojos intercalaban odio y desesperación, la misma que sus víctimas. Sobre el suelo, sacié con voluntad justiciera toda mi morbosidad sobre quien comete daño.
Alfredo: Mira perra, puedes sentir esto (tocando la panza de Noah), es mi verga dentro de tu cuerpo maldito, esto es la justicia ¿vas a seguir dañando a la gente y manipulándola?
El bastardo trataba ligeramente de contestar con la cabeza. Entonces aceleré los movimientos de mi pelvis, sin importarme el escuincle.
Alfredo: ¡Así perro maldito, así, es para lo único que sirves, que no se te olvide! ¡Ah, ahh, aggg, aaah!
Y preñé al mocoso, lo volteé, le di un beso, le escupí en la boca, y me bajé la erección masajeando mi verga contra su pitillo enrojecido.
Al día siguiente continué con el maldito psicópata de Ricardo, un niño aún más flaco y mas comodito que Noah, con un peinado relamido, frentón y sin culo, pero con una boquita suculenta, labios muy bien formaditos. Ese día, por tratar de escaparse (imbécil hasta para eso), no alcanzó a bañarse a la hora debida, por lo que tuvo que hacerlo después de la cena, si, iba a estar solito en el baño.
Cerré bien el acceso al baño, y lo espié mientras se bañaba, nada del otro mundo, era un morro más. Pero quería que me descubriera.
Ricardo: ¿Qué quieres aquí imbécil?
Alfredo: Jajaja, no mames escuincle, de verdad no sé como un enclenque como tu pudo someter a una niña más grande, se ve que el viento te tumbaría. Además, no te emociones, hay mil niños más sabrosos que tú, pero de algo servirás.
Ricardo: (Otra vez el showcito de la mirada matona, mientras toma su toalla) Te odio a ti y a todos.
Alfredo: ¿A dónde vas pendejazo? Tu boquita me sirve
Lo tomé de los brazos y le metí una estopa en la boca; estando desnudito y como no me atraía su culo plano, solo le metí el dedo índice, duró menos “resistente que Noah” porque inmediatamente lloró.
Alfredo: Te voy a hacer sentir el miedo que tuvo tu hermanastra perro maldito.
Lo lancé sobre el piso, cualquier lesión será obvio que se cayó accidentalmente jaja, comenzó a llorar y gritar
Alfredo: No te preocupes, ya no te meteré la estopa para callarte.
Le metí de un golpe la verga en la boca, sujetando sus brazos abiertos y usando el peso de mi cuerpo para que sus pataleos no me molestaran. Tenía unos labios frescos y deliciosos, y su boquita de escasos dientes era perfecta, porque se sentían como ligeros masajes a mi tronco. Las arcadas me excitaban aun más, aunque claro, de manera eventual lo dejaba respirar y vomitar.
Alfredo: Las psicólogas creen que hijos de puta como tu se curan con terapia, pero yo sé que tu necesitas sentir el terror que sintió tu víctima. Pero solo será hoy perra, porque te juro que te enamoraras de mi verga.
Ricardo (con la voz débil, por su garganta destrozada): perdón Marielita, perdón (su hermanastra fallecida), ¡mamá, papá!, Laura perdóname (su madrastra).
Alfredo: De nada sirve perro infeliz, sigue mamando verga, que solo para eso sirves.
Técnicamente lo cogí por la boca, ya débil lo arrodillé para mi comodidad, y le follé el hocico tan duro que vomitó tres veces más. Finalmente lo hice tragarse mis mecos.
Alfredo: ¡Oh, oh, si perro si, comete mis mecos, ahhhh!
Lo dejé caer y me oriné en él.
Finalmente recalé con el nefasto de Javier, el más grande, y como dicen por ahí, al fascismo no se le debate o tolera, se le aniquila.
A pesar de lo locos que estaba Noah y Ricardo, su castigo conmigo llego tan rápido, que no les dio tiempo de llegar al “cuarto de reflexión”, una habitación solitaria donde mandaban a los niños que seguían cometiendo estupideces en el internado. Ricardo fue el primer inquilino, por golpear a otro interno, acompañando su agresión con insultos racistas. Si, el pendejo no escarmentaba.
A este si lo iba a gozar más, el cuarto de reflexión está aislado, y a mi tocaba “velarlo” en las noches. Javier si estaba un poco más “sabroso”, se ve que era un niño deportista, sus piernas y glúteos estaban marcaditos.
Esperé a la media noche y me dispuse a entrar al cuarto de reflexión, con mi lampara observé que el mocoso dormía en calzones y ya con las primeras erecciones pre púber. Me empecé a tocar y desnudar, y puse mi erecta verga sobre su verguita parada, la cual reaccionó; le bajé sus calzones, y en vez de chupársela, se la jalé tan fuerte que despertó.
Javier: ¿Qué haces aquí maldito prieto y por qué estas encuerado?
Alfredo: ¡Pinche raciclasista pendejo, te voy a enseñar lo que un prieto te pude dar!
Le di un golpe ligero en la sien para desmayarlo, mientras lo amarraba de pies y manos, lo desperté con alcohol, e inmóvil, desnudo y sin poder gritar me veía con odio.
Alfredo: Si pendejo, mírame así, es lo único que tu y todos los de tu pútrida estirpe pueden ofrecer, odio, pero yo te voy a enseñar a respetar a todos los seres humanos, es más, después de hoy amaras a los prietos.
Como el si estaba sabrosón, me divertí lamiendo y manoseando su piernas, culo, cuellos, pecho y cara, le apretaba sus tetillas hasta que lloraba, mientras movía mi pito sobre el suyo.
Alfredo: ¿Te está gustando verdad pendejo? Ya sabía, detrás de esa parafernalia de niño rudo y creído, solo hay una florecita suplicando salir del closet. Nos vamos a divertir mucho entonces putito.
Después de 15 minutos de “frottage”, le metí los dedos en el culo, al tiempo de dárselos a probar, aprovechando el idiota para suplicar y ofrecer dinero. Lo calle dándole a mamar verga, al igual que Ricardito, hasta que vomitara.
Alfredo: Nunca en tu pútrida vida volverás a discriminar pendejo, Porque cada vez que lo hagas, en tu cabeza aparecerá esto.
Y se la metí de un golpe, embonando a la perfección mi verga en ese culito virgen, bien aprisionado entre esas acolchonadas nalguitas. A este lo gocé más, lo puse de perrito, de candado, de cucharita, lo senté en mi verga y de misionero, hasta que lo preñé.
Alfredo: Cada vez que discrimines, recuerda que un prieto te embarazo putito.
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