El Ladrón V
Aún con la mordaza en la boca lo único que pude hacer fue asentir con la cabeza. Él no dijo nada más y me empujó fuertemente hacia la cama. Me obligó a que me pusiera en cuatro y me abrió el culo con una de sus manos. Escuché que escupía y después un sonido húmedo….
Vi las fotos y me puse muy nervioso. Con las manos temblando, escribí una respuesta rápidamente.
“No es lo que parece, puedo explicarlo” le contesté. Pasaron unos minutos antes de que recibiera una respuesta.
“En unas horas llego a tu casa. Ponte lo que traes puesto en la foto”, me contestó. No supe que más decir, pero me quedé mirando las fotos y me di cuenta que acababa de meterme en un gran problema.
Saqué las cosas que había guardado. Me puse la ropa y la peluca y mientras jugaba en mi celular para distraerme, esperé a que llegara Alan.
Noté su llegada porque escuché la puerta de la entrada abrir y cerrarse. Me levanté del sillón donde estaba sentado, me miré en el espejo y rápidamente bajé para recibirlo.
En esta ocasión, Alan traía ropa deportiva y una gorra. La luz de la sala reflejaba el sudor que corría por su rostro.
—Estaba jugando un partido de futbol con mis amigos, pero tuve que abandonarlos antes de que termináramos. ¿Y bien? ¿Tienes algo que decir sobre las fotos que te mandé?
Había practicado las palabras que le diría, pero en ese momento solo pude decir:
—Lo hice por el trabajo. Sí no conseguía el cliente corría el riesgo de que me despidieran.
Noté que me miraba fijamente y que me recorría con todo mi cuerpo con sus ojos.
—Pero no dudaste ni un segundo en entregarte a otro, ¿verdad?
Se me acercó y con sus manos me tomó de la cintura. Estaba a punto de contestarle pero me interrumpió.
—Te perdono. A fin de cuentas, sé que te esforzaste en mantener tu promesa por complacerme a mí. Además, yo ya sé que eres una putita, pero también es tu deber decirme cuando vayas a darle la cola a otro. ¿Entendiste?
—S-si, entiendo. No volverá a pasar te lo juro.
—De eso no tengo duda— contestó mientras que metía su mano por debajo de la falda del vestido. —La verdad es que te ves deliciosa así y no me sorprende que hayas seducido hasta tu propio padre.
Yo no estaba seguro de qué Alan supiera que mi padre era el de las fotos, pero ahora me daba cuenta que siempre estaba un paso más adelante que yo. Despegó sus manos de mi y se bajó el short y la ropa interior. Su verga parada salió disparada al aire. No pude evitar mirarla, por más que quisiera evitarlo, no podía detenerme.
—Vamos nena, chúpala bien que no aguanto las ganas de cogerte así vestida.
Me puse de rodillas y comencé a mamarle la verga. Tenía un olor fuerte a sudor, consecuencia de que acaba de regresar de hacer ejercicio, pero en lugar de que aquello me detuviera, me calentó más y comencé a mamarla como si me estuviera comiendo una paleta. Comencé también a chupar sus huevos. Alan me tomaba de la cabeza y escuchaba como expulsaba aire por su boca a la par de mis mamadas. Yo me metía y sacaba de mi boca su verga y me esforzaba por lubricarla lo mejor posible. Después de un rato me detuve y me dijo.
—Vamos al sillón.
Él se sentó en el sillón que daba en dirección a la puerta con su verga parada al aire y los pantalones aún a media rodilla.
—Hoy no tengo la energía ni las ganas de abrirte un poco, pero quiero que tú te abras para mi. Acuéstate en el piso en frente de mi y así boca arriba quiero que te abras tu culito con tus dedos.
No dije nada pues sabía que si quería que me perdonara, tenía que hacer todo lo que me dijera en ese día.
Él se sentó sobre el sillón y yo me acosté sobre el piso y boca arriba frente a él. Me levanté la falda y abrí mis piernas. No me había puesto ropa interior así que mi culo y mi jaula de castidad quedaron expuestas.
Verlo desde abajo, yo acostado sobre el piso y con mi culo así me hizo sentir humillado. Lo miré y pude ver un rastro de burla en sus facciones.
—Creo que no va a hacer tanta falta que juegues con tu culito eh, puedo ver que aún sigues abierta de la cogida que te dio tu padre. Quién se hubiera imaginado que hasta hace poco aún estabas virgen y ahora cada vez eres más puta. Vamos, no me hagas esperar.
Me subió la sangre al rostro por vergüenza, pero hice mi mayor esfuerzo por olvidarme de eso. Chupé uno de mis dedos y comencé a meterlos en mi culo. Aún estaba abierto y lastimado de mi cogida anterior, así que fue poco lo que tuve que hacer para abrirme. Gemí un poco y sentí incomodidad, pero continué metiendo mis dedos en mi culo. Cuándo iba a meter el tercero Alan me detuvo.
—Suficiente, ya quiero cogerte. Así con él vestido, levántate un poco la falta y quiero que me montes.
Me puse de pié, levanté la falda como me indicó y traté de acomodarme lo mejor que pude encima de su verga. La tomé con mis manos y la puse a la entrada de mi culo. Sabía que me iba a doler y cuando empecé a bajar comencé a temblar un poco.
—No tiembles. Esto es lo que quieres y te toca aguantar zorrita. — me dijo Alan.
—Sí…ya voy. — le contesté en voz baja.
Llevaba un poco más de la mitad de su verga metida cuando Alan me puso sus manos sobre mis hombros y me empujó hacía abajo. A pesar de que no era la primera vez, la sensibilidad de mi cogida anterior hizo que sintiera que me iba a partir en dos. Se me nubló la vista y los primeros instantes fueron puro dolor.
—Vamos, muévete nena.
Me mordí el labio y comencé a moverme con la verga de Alan dentro de mi. El entumecimiento ya conocido eventualmente llegó y finalmente aquella sensación de placer. De mi boca salieron gemidos y comencé a moverme con más seguridad. Alan puso sus manos en mis caderas y me empujaba.
—Ufff sí nena, monta a tu macho. Demuestra por qué una maricona como tú sedujo a su padre macho, conservador y religioso.
Sus palabras me prendieron de alguna manera y comencé a darme sentones sobre su verga. Mis gemidos aumentaron de volumen con cada entrada que sentía de su verga. Alan me había levantado la falda y acariciaba mis nalgas. Me tomó de la cabeza, tomó la peluca que traía puesta y la aventó a un lado en el piso.
—¿Qué es lo que más quieres en esta vida zorrita? — preguntó Alan.
Lo miré a los ojos y ya sabía que respuesta esperaba, pero en esta ocasión me sentía más seguro de que también era la respuesta que yo quería.
—Quiero complacer a machos como tú.
Lo miré y vi que sonreía, pero no mientras me veía a mí, sino algo a mis espaldas. Volteé en la dirección de su mirada y vi que justo pasando la puerta de la entrada estaba mi padre observándonos.
Rápidamente me saqué la verga de Alan, me levanté y me acomodé el vestido lo mejor que pude. Cómo era posible que esto estuviera sucediendo.
—No es lo qué parece. — fueron las palabras que salieron sin pensar de mi cabeza. Claro que era lo que parecía, qué otra cosa iba a ser. Miré que mi papá me veía de pies a cabeza y después a Alan que aún tenía su verga dura.
—¿Hijo?…O debería decir ¿Diana? — dijo mi padre. Pude ver que estaba enfurecido, no solo por su rostro sino por la fuerza de su tono de voz.
— Déjame explicar — le supliqué.
—Ni una sola palabra quiero escuchar de ti. Vete a tu cuarto en este mismo instante. — ordenó.
Me le quedé mirando. Su enojo era visible y mientras tanto Alan sonreía ampliamente. Afortunadamente para mí, ya se había subido el short y cubierto su verga.
No dije más por la vergüenza y me subí a mi habitación. Cerré mi puerta pero aún así alcanzaba a distinguir las voces de Alan y mi padre. No podía distinguir lo que decían pero sabía que estaban conversando. Ya era mayor de edad, y si mi padre decidía correrme de la casa solo quedaba rogarle a Alan que me aceptara quedarme con él, pues todo el dinero que ganaba de mi trabajo legalmente iba directo a él.
Puse un poco de música para distraerme, pero no me fue posible. Finalmente después de aproximadamente una hora, tocaron mi puerta. La abrí y en frente de mí estaba Alan.
—Baja, tú padre quiere hablar contigo. — dijo aún con una sonrisa en el rostro.
En ese momento sentí mucho enojo porque en tan poco tiempo una sola persona había cambiado toda mi vida por completo. Pero no tenía más opciones así que bajé con él.
Tan pronto entré a la sala mi padre dijo.
—Ni una sola palabra mientras hablo yo. Es más, mientras escuchas lo que tengo que decirte quiero que termines lo que empezaste.
No entendí a qué se refería, pero vi que Alan se sentaba en el sofá dónde habíamos estado cogiendo y se sacaba la verga.
—No te hagas nena, escucha lo que tienen que decirte mientras comes tu paletita.
En ese momento comprendí que mi papá me había dicho que chupara la verga de Alan mientras él hablaba. Aún a mi edad, mi padre seguía imponiendo sobre mí y si quería salir bien de esta tenía que hacerle caso.
Me puse de rodillas en frente de Alan y comencé a comer su verga. Me sentía muy humillado. Yo chupándole la verga alguien pero por indicaciones de mi padre y todo mientras él me veía.
—Bueno, ahora que estás en ello hablemos — dijo. — Primero que nada, ya sé todo sobre ti, y lo que has hecho hasta ahora. Tengo mucha evidencia, pero creo que eso no te va a sorprender eso.
Yo seguía chupando la verga de Alan, y este empujaba más mi cabeza mientras que yo trataba de dirigir mi mirada hacía mi padre.
—Verás, tú me acabas de generar muchos problemas, pero también puedes convertirte en la solución a ellos. — dijo.
Yo no comprendía que problemas le podía haber ocasionado pero dejé que continuara hablando.
—Hoy en la tarde justo después de dejarte, Diana, fui a firmar los papeles de divorcio.
No sé cuál de las dos cosas me sorprendió más, la noticia o qué me me llamara por ese nombre.
—Después de lo sucedido, me di cuenta que necesito una mujer que pueda moldear a mi gusto y pensé en ti. De ahí mi decisión de separarme de tu madre.
El shock hizo que dejara de chupar la verga de Alan, pero con sus manos me lo impidió y comenzó a embestirme suavemente en la boca. Entre arcadas apenas pude escuchar el resto de lo que decía mi papá.
—No voy a mentir y decirte que descubrir quien eras realmente no me hizo dudar, pero hablar con Alan me ha ayudado a ver las cosas distintas.
Hizo una pausa antes de continuar mientras Alan continuaba empujando su verga en mi boca.
—Por ahora, te quiero pero como mi mujer, sin aspectos legales porque bien sabemos en qué posición estás respecto a eso. Alan aceptó dejarte por lo menos los cinco días de la semana conmigo y tú, bueno solo tienes dos opciones o aceptas o buscas otro lugar dónde quedarte.
En eso Alan sacó su verga de mi boca, y vi como se corría tirando todo su semen en el piso a un costado de mí. Alan me miró y me dijo con los labios que limpiara el piso. No lo pensé mucho y comencé a lamer el semen del suelo. Mi padre siguió hablando y me di cuenta de lo denigrante que resultaba lo que estaba haciendo.
—Si aceptas, todo lo que eras quedará atrás. Y aunque me conoces, lo qué pienso hacer contigo hará que te preguntes quién soy realmente. Ya no estoy dispuesto a perder más el tiempo, así que sí aceptas, te voy a convertir en mi hembra ideal y no habrá vuelta atrás para ti.
Alan se guardó su verga ahora flácida y se subió el pantalón. Lo miré y me sonrió. Me quedé de rodillas y dirigí la mirada hacia mi padre. En ese momento pensé que después de la traición que había sentido por parte de Alan, nada podría ser peor que tener que vivir con él, así que solo me quedaba una opción más.
—Acepto— contesté.
Alan se levantó del sofá y dijo.
—Bueno, creo que es momento de que me retire. Los dejo para que arreglen sus asuntos y nos vemos pronto, zorrita.
Caminó hacia la puerta, se despidió de mi padre como si fueran viejos amigos, y se fue.
Yo seguía de rodillas, en estado de shock y tratando de procesar todo lo sucedido. Estos últimos días de mi vida habían sido una serie de impresiones que aún me costaban entender.
Mi padre se levantó del sillón dónde estaba sentado y caminó hacia mi. Me puse de pie y dejé que me observara.
—¿Cuánto tiempo llevas tomando hormonas? — preguntó.
—¿Hormonas? Yo no tomo eso. — contesté.
El se rió y me dijo.
—¿Desde cuándo tomas la pastilla que te dio Alan?
Sentí que el enojo me invadía y mi humillación creció al saber que todo este tiempo Alan me había estando dando hormonas sin que yo lo supiera y que además yo había sido demasiado para tomarla sin preguntar bien qué era eso.
—Pocas semanas — contesté.
—Bien. Pongamos en claro algunas cosas. Primero, no eres mi esposa en el sentido de la palabra. Tampoco vamos a descartar esa posibilidad, pero vas a tener que esforzarte si tú sueños es algún día tomar el lugar de tu madre. — dijo.
Esperó a que asintiera para continuar.
—Por ahora, espero que cubras todas esas funciones pero sin el título. A partir de hoy jamás volverás a pensar en ser hombre. Claramente yo te ayudaré en ello. ¿Me entiendes?
—Sí — le contesté sin mirarle a los ojos.
—Comenzaremos por tu acta de nacimiento. Tengo contactos, y en este mismo instante ya se está arreglando tu cambio de nombre y sexo.
Seguro vio mi cara de espanto porque dijo:
— Además, ya no irás a la escuela, te dedicarás a la casa solamente y a complacerme. Eventualmente regresarás a tu trabajo en la compañía que estabas, pero será dentro de un tiempo. ¿Alguna pregunta?
—No, ninguna.
—Bien, habrá más cosas después, pero por ahora eso cubre lo esencial. Y ahora, antes llegar a cualquier cosas, me interesa ver tu compromiso. Si de verdad quieres esto, desnúdate en este instante y suplícame que te haga mi mujer.
En este punto, yo ya estaba resignado, no tenía otra opción y muy en mi interior sabía que era el hombre al que tanto aspiraba y que realmente todo lo que me había dicho me emocionaba.
Me deshice de todas la ropa que traía puesta y quedé desnudo frente a él. Mi verga estaba dura por la excitación pero aún continuaba en su jaula de contenida.
—¿Y bien? — preguntó.
Me tiré al piso y le dije.
—Por favor, hazme tu mujer. Quiero complacerte y que me conviertas en tu mujer ideal.
Me puse boca arriba, abrí mis piernas y acomodé mi culo. Me sentía ridículo, en cualquier momento se reiría de mí, pero estaba muy excitado y quería ver el deseo en los ojos de mi padre. Sacó su celular y me comenzó a grabar.
—Quiero entregarme a ti y que hagas lo que quieras conmigo. Por favor acéptame — le dije con tono de súplica.
—¿Qué estás dispuesta a hacer? — me preguntó.
—Todo, haré todo por que me hagas tuya. — dije.
Puso su zapato sobre mis huevos y mi verga enjaulada.
—¿Estás lista para renunciar a esto? — pisó más y más. Sentía dolor pero mi objetivo seguía siendo convencerlo de que yo era lo que le convenía.
—Sí, estoy dispuesta a todo lo que sean tus deseos.
Escuché que me escupía y segundos después sentí su saliva caer sobre mi pecho.
—¿Cómo se dice? — me preguntó.
—Graciaaas, mi amor. — ya no era más mi papá, así que ahora más valía acostumbrarme a decirle de otra manera.
—Así me gusta, ve aprendiendo cuál es tu lugar como hembra. Ponte de pie.
Me paré y esperé a que me diera indicaciones.
—Camina, vamos al baño de arriba.
Me fui por delante y sentí como me daba una nalga. Me la dio con mucha fuerza de tal manera que el dolor recorrió todo mi cuerpo.
—No puedo creer que todo este tiempo tuve estas nalgas a mi disposición y apenas lo descubrí. Además son perfectas para usarlas cuando tenga que disciplinarte.
Subimos las escaleras y entramos al baño.
—Siéntate ahí en la ducha y abre tus piernas en dirección a mi. Eso que tienes entre tus piernas de ahora en adelante va a ser tu clítoris, Quiero que lo muestres bien.
Hice caso a sus palabras y me senté en la ducha con las piernas abiertas mostrando mi pene enjaulado.
—Ufff, ya me he informado un poco y he visto que con las hormonas y las jaulas de castidad lo vamos a reducir más y más de tamaño, hasta volverlo diminuto. — dijo mientras me veía con ojos de deseo y malicia.
Yo lo miraba desde abajo, sentado en el piso de la ducha y con las piernas abiertas mostrando mi verga enjaulada. Vi que se desabrochaba el pantalón y sacaba su verga.
—Siempre quise hacer esto, pero mi exesposa nunca fue lo suficientemente entregada mí. Pero ahora que te tengo a ti, las cosas cambiarán.
Después de decir eso comenzó a orinar encima de mi. Apuntó primero a mi verga, después a mi pecho y finalmente a mi boca. De manera casi intuitiva la abrí y comencé a beber.
—Bieeen, así me gusta. Sí sigues así te irá muy bien. — dijo y se guardó la verga.
Yo me quedé como estaba, en la ducha acostado y con todos sus meados sobre mi cuerpo desnudo.
—Báñate y te estaré esperando en la habitación.
Cuando salió me paré y me bañé rápidamente. Limpié bien mi culo, y me puse del perfume de mujer que encontré en el baño. Mi ropa se había quedado abajo, me quedaba de opción salir sin ropa o con la toalla puesta. Pero, me sentía más decidido y opté por salir desnudo.
Entré a la habitación, la persiana estaba cerrada y no entraba luz por lo que no se veía casi nada, pero estaba seguro que no había nadie. Caminé hacia la cama y cuando ya había llegado sentí que me agarraban por fuerza de atrás. Abrí la boca para exclamar pero me metieron algo en la boca.
—Si te lo quitas te va a ir mal — escuché la voz de mi padre. Me tranquilizó un poco saber que era él, pero su tono de voz era más agresivo de lo normal.
Comenzó a tocarme por todos lados. Yo estaba de espaldas y no lo veía, pero me en eso me volteó. Tenía la ropa puesta y solo se veía el pantalón desabrochado y su verga parada de fuera. Esta estaba escurriendo líquido preseminal, lo tomó entre sus dedos y acto seguido me los embarraba en los pezones. Yo aún amordazado no hice ningún movimiento, pero sentí cómo se ponían mis pezones duros de la excitación . El corazón me latía a mil por hora entre el miedo y la anticipación.
—Mírame bien — dijo. — Este es un momento importante. Es la primera vez que te cogeré como mi hembra. Quiero que notes la diferencia entre tú y yo. — dijo.
En el silencio que siguió lo miré a la cara, su ropa aún puesta y su verga parada. Después me miré a mi, completamente desnudo, con mi pene enjaulado y sometido a él. No dije nada y él continuó hablando.
—Creo que ya te diste cuenta de tu lugar. Espero que comprendas que cogerte no equivale a hacerte el amor. Cuando quiera hacer el amor buscaré una puta por fuera, pero tú estás solo para complacerme y tú placer debe surgir de saber que yo estoy feliz y satisfecho. ¿Comprendes?
Me estaba sorprendiendo mucho esta faceta de mi padre. Pero siempre había sabido que era un macho y de alguna manera era lo que había estado buscando. Además, estaba en un punto de no retorno.
Aún con la mordaza en la boca lo único que pude hacer fue asentir con la cabeza. Él no dijo nada más y me empujó fuertemente hacia la cama. Me obligó a que me pusiera en cuatro y me abrió el culo con una de sus manos. Escuché que escupía y después un sonido húmedo. Supuse que se estaba lubricando la verga. Pasó poco tiempo y sentí algo en la entrada de mi culo. Mi cuerpo se tensó y después de tres intentos de meterla, sentí como me la clavaba hasta el fondo con fuerza.
No podía gritar, pero sí salieron lágrimas de mis ojos debido al dolor que se sumó con el de las nalgada que me dio. Pero no se detuvo y por el contrario continuó embistiéndome con una ferocidad que me sorprendió. Sentía el roce de su pantalón cuando topaba con mi culo cada vez que me la sacaba por completo y la volvía a meter. El dolor era más fuerte que el placer, pero entre las lágrimas pude ver que de mi verga estaba chorreando semen y no me había dado cuenta.
—Ufff, eres toda una zorrita, y si creíste que Alan era lo peor, es porque no te imaginas todo lo que pienso hacer contigo. Y ahora que aceptaste, no hay vuelta atrás.
Después de esas palabras sentí como se tensaba y de manera casi intuitiva apreté mi culo. Sentí su leche en mi interior.
—Cuando saque mi verga quiero que aprietes bien ese culo y no dejes caer ni una sola gota de mi semen.
No se esperó a que respondiera y me sacó su verga. Rápidamente apreté mi culo e incluso cambié mi posición para evitar que se me saliera el semen. Lo podía sentir en todo mi interior, y tenía ganas de expulsarlo pero tuve que contenerme.
—Parece ser que ahora sí quedaste bien desvirgada como se debe. Ve nada más como me dejaste la verga.
Dirigí mi mirada hacia su verga y vi que estaba cubierta de semen, pero también tenía un poco de sangre. Se acercó a mí y me quitó la mordaza.
—Gracias — le contesté.
—Que linda mi putita — dijo. — Ve al baño a limpiarte y después te vienes a la cama a descansar que mañana te quiero descansada.
Caminé al baño y durante el trayecto pude sentir como escurría un poco de semen por mi pierna. Me limpié lo mejor que pude, me miré en el espejo y me convencí de que lo que estaba haciendo era lo que siempre había querido. Cuando regresé al cuarto mi padre estaba acostado en la cama, desnudo aún con la verga sucia. No esperé a que me diera indicaciones y comencé a chuparla hasta dejarla limpia. Cuando terminé me dijo.
—Buenas noches, nena. No sabes lo feliz que estoy de tenerte.
Cerró los ojos y yo me acomodé a su lado hasta que el sueño y el agotamiento también se hicieron cargo de mi.
Gracias por leerme 🙂
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