El martirio de Sol
Continuación de la travesías de una niña de 10 años y su padre.
Papa apagó el motor. El aire dentro del coche se puso espeso, cargado de su presencia dominante. Me miró, y sus ojos eran dos pozos negros de desprecio lujurioso.
—Déjame ver ese horario de mierda, enana. A ver esa cartilla de putita estudiosa.
Saqué el papel con la mano temblorosa.
—Hasta l-las dos, Pá. Luego…
—Luego, una mierda —escupió, arrancándome el papel de las manos y arrugándolo para tirarlo atrás—. Te vas a ir a la biblioteca a restregar ese culo gordo contra la silla, ¿eh? ¿A calentarte el chochito pensando que alguno de esos meados te va a mirar? Te voy a decir una cosa: si algún gilipollas te dirige la palabra, y vuelves con el coño oliendo a algo que no sea a mi leche, te lo lavo con lejía. Te lo juro por tu puta madre ausente.
Su mano, grande y áspera, me agarró por la nuca y me acercó su verga; su olor a sexo y semen me golpeo en la cara
—Huele —ordenó—. Huele, huele mi verga, huela el olor de un macho . Este es el olor del hombre que te va a coger esta tarde. No el perfume de mierda de ningún niño.
—Sí, Pá —dije, sintiéndome diminuta y poseída.
—“Sí, Pá”, qué —replicó, burlón. Su otra mano bajó y metió los dedos bajo el elástico de mis bragas, encontrando mi coño con una intrusión brusca—. Conque sí, Pá… Mira esta mierda. Aparte de mi leche estas chorreada como una perra en celo. Y lo peor es que te gusta, ¿verdad? Te encanta que te trate como a un cubo de basura sexual.
—No… —susurré con miedo.
Él me dio una cachetada y me dijo- Te dije que serás mi perra y debes de comportarte como una, todo lo que yo te diga deberás obedecer con devoción.
-Nooo- grite y el me dijo:
-Bien entonces te romperé ese culo de perra. Y llamare al niño que te gusta para que vea como te reviento- Dijo con malicia y desprecio
Yo desesperada dije-Si me gusta como me tocas – avergonzada hasta la médula, y para convencerlo me empujé contra sus dedos.
—¡Más fuerte, guarra!
—¡SÍ, PÁ! —grité, y un espasmo de placer sucio recorrió mi vientre solo por la humillación.
—Eso. Así me gusta. Dame el teléfono, basura.
Se lo di. Lo revisó y se lo guardó en el bolsillo del pecho.
—A las cuatro en punto. Si te retrasas, te atas los zapatos con los dientes mientras me chupas la verga en el parking. Y te vas a tragar todo. Ahora, baja de mi coche. Y no camines recto. Anda con las piernas abiertas, que todos vean que te duele el coño por cómo te lo reventé anoche. Que sepan que ya tiene dueño.
Salí, tambaleándome. La brisa me golpeó entre las piernas, fresca sobre la humedad que había allí. Justo cuando iba a cerrar la puerta, su voz, baja y cargada de maldad, me alcanzó:
—¡Oye, Sol hijita!
Me volví.
—Hoy no vas a la biblioteca a estudiar. Vas a ir al baño, a encerrarte en un cubículo, y te vas a sacar de la mochila un consolador pequeño, morado. Que te compré. Y te lo vas a meter por el culo. Suave. Solo para ir abriendo. Porque esta noche, cuando te recoja, no vas a jugar con juguetes. te voy a usar, te voy a violar. Y te la voy a meter por ahí hasta que te salga por la garganta. Te voy a desfondar, muñeca. Te voy a dejar tan abierta que mañana vas a mearte encima sin poder evitarlo. Ese va a ser tu título de la escuela: “Puta Anal de Papá”. Ahora, vete. Y no me falles.
El coche arrancó y se fue. Me quedé allí, en medio del gentío, sintiendo sus palabras grabadas a fuego en mi cerebro y en mi cuerpo. Cada sílaba era un latigazo que me excitaba más de lo que podía soportar. Subí los escalones de la escuela con la cabeza baja, sabiendo que mi única lección real del día ya me la había dado él, en el asiento de su coche, con palabras sucias y promesas de una humillación todavía más profunda y dura.
Si quieren que siga escribiendo comenten y sugieran como les gustaria que continue, para inspirarme



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