El mejor hermano mayor del mundo II
Era el final del día más hermoso junto a mi Lu, pero el principio del amor con mis princesas. .
Mi hermosa hermanita estaba ahí, desnuda, temblando, con sus ojitos cerrados, su suave piel erizada, gimiendo mientras su mano acariciaba su pequeño y dulce tesorito. Pasé al menos 5 minutos pajeandome a su lado, viéndola en pleno disfrute de su primer orgasmo, jamás hubiera imaginado a mi princesa en esa situación, completamente sexualizada, ni mucho menos siendo yo el primer hombre de su vida, el dueño absoluto de su dulce inocencia y virginidad.
Me arrodillé a su lado y seguí mordiendo sus pezoncitos parados y mega sensibles, mientras acariciaba sus piernas, bañandolas de sus fluidos.
Ante cada mordisco y succión de sus deliciosos pezones, su cabeza se hacía para atrás dejando a mi merced su cuellito sobre el cual me abalancé y empecé a besar, chupar y succionar; mi mente ya no pensaba con claridad, solo quería dejar las marcas de mis labios en ella, que todos (y principalmente Leandro) supieran que mi bebita ya tenía dueño.
Logré mi cometido; varias marcas rojas se tatuaron en el cuello de la niña más hermosa del mundo. Saqué su manito de entre sus piernas y llevé sus dedos a mi boca para chuparlos y sentir ese dulce sabor, ella abrió sus ojitos y me miró, con una dulce y a la vez erótica sonrisa, a la cual respondí también con mi mejor sonrisa. Lentamente llevé mi mano a su entrepierna y la posicioné en su entradita. Me acerqué a su boca y comencé a besarla nuevamente, ella comenzó a llorar en silencio. Pasé mi lengua por su mejilla limpiando sus lágrimas, y llegué hasta su oído, estaba completamente seguro de lo que iba a hacer:
Yo: Te amo mucho, me enamoré de vos Lu
Lu: Yo también… Te amo mi amor… (dijo, quebrándose)
Escuchar esas palabras mi produjo una sensación indescriptible de amor y calentura; fui directo a su cuellito y empecé a morderlo y succionarlo, mientras mis dedos medio y anular se adueñaron ferozmente de su conchita, Lu solo lanzaba gritos desesperados de placer mientras se retorcía. De repente, sus uñas se clavaron en mi brazo, su boca emitía sonidos guturales, su espalda se arqueó y sus ojitos se pusieron en blanco; mientras mis dedos entraban y salían firmemente de su conchita, mi princesa estaba teniendo un nuevo y hermoso orgasmo.
Ver esa escena tan deliciosa aumentó mi morbo y mi calentura al máximo; sin dejar de penetrarla con mis dedos, me puse de pie y puse mi verga en su boquita, y de manera intuitiva (casi como si tuviera experiencia en deslechar hombres), Lu empezó a chupar la verga del hombre de su vida, respirando muy agitada, gimiendo, moviendo su lengua alrededor de los 19cm que se estaban adueñando de su boca. Su inexperiencia hacía que de tanto en tanto sus dientes entraran en acción y provocaran en mí verga dolor, dolor que era «castigado» con un aumento en la velocidad y profundidad de mis dedos en esa conchita hinchada de la humedad de sus fluidos.
Lu: diooooooos… Pará Ciro por favor! Me hacés doler amor…
Yo: Si no controlás esos dientecitos, tengo que corregirte mi amor…
Enterré mi verga en su gargantita, provocando una sonora arcada, claro, sin darle descanso a su vaginita y sin dejar de provocarle todo ese placer que tanto estaba disfrutando. Después de volver a sacarle jugos a esa delicia, le di un descanso para que recuperara algo de fuerza. Besé nuevamente a mi princesa y la tomé entre mis brazos para llevarla a mi cama, completamente desnudita, completamente mojada, completamente enamorada.
Yo: Te ves tan hermosa así, en mi cama…
Lu: Jaja, cuánto tiempo soñaste con tenerme así?
Yo: De verdad? Hace como dos años…
Lu: Te amo mucho…
Yo: Te amo mucho hermanita…
Se tiró encima mío y nos fundimos en un beso, los dos desnudos, mis manos acariciando su cuerpo, sus nalguitas. Sin dudas éramos la pareja perfecta; yo con 25, y ella mi noviecita, mi hermanita, de 11…
Nuestro tierno momento de pareja se vio interrumpido cuando mi verga empezó a endurecerse ante los ojos de Lu, quien con una hermosa sonrisa y una mirada llena de amor, dulzura y lujuria, empezó a pajearme lentamente, moviendo su manito de arriba a abajo, con suavidad, besando mi boca, mi cuello, mi pecho, y sin perder esa dulce sonrisa…
Lu: Te gusta amor?
Yo: Hmmm si… Me encanta bebita…
Lu: Del 1 al 10?? (digo aumentando la velocidad)
Yo: Aahhh… No amor… Pará…
Lu: Jaja, del 1 al 10 pregunté…
Yo: 10! 10 amor 10!!! (grité apretando los dientes)
Su manito se detuvo y haciendo un gran esfuerzo logré retener el orgasmo. Mi corazón y mi respiración estaban al 1000% mientras mi hermanita apoyó dulcemente su cabeza en mi pecho. Cerré mis ojos y puse mi mano sobre su cabeza, acariciando su cabello mientras recuperaba el aliento, pues haría que mi princesa pagara por su travesura.
Cuando su respiración se fue relajando, en clara señal de que estaba quedándose dormida, acomodé su cuerpecito desnudo sobre el mío, sus piernas abiertas dejaban su culito y su conchita completamente a merced de mi verga y mi lujuria. Mientras ella se empezaba a dormir, chupé mi dedo medio y empecé a jugar en su anito, haciendo círculos, punteandolo, y metiéndolo suavemente dentro de ella, y sus débiles gemidos no se hicieron esperar.
Lu: Amor, quiero dormir un ratito porfa… (dijo mi hermanita cansada)
Yo: Dormí tranquila muñequita, yo voy a seguir jugando con vos…
Seguí moviendo mi dedo dentro de su culito, mi verga empezaba a endurecerse debajo de su vientre mientras besaba y lamía sus dulces labios ante su hermosa sonrisa, pero el momento de ternura tenía que terminar, era el momento más importante, el momento de convertir a mi hermanita en mujer, el momento de adueñarme por completo de ella.
Tomé mi verga y la posicioné en la entrada de su conchita, ella levantó la cabeza y me miró a los ojos, al tiempo que yo empecé a meter mi enorme trozo de carne en la argollita de mi princesa.
Lu: Ay dios… Hmmm…
Dijo mi bebita mientras mi verga empezaba a adueñarse de se interior. Saqué mi dedo de su culito, lo chupé y empecé a recorrer con él, desde su dulce vaginita empalada hasta su nuca, esa suave cosquilla hizo que gimiera y su espalda se arqueara; oficialmente Lu era mía.
La tomé de la cintura con ambas manos, y besando su cuellito empecé a penetrarla, suavemente pero sin detenerme, esa sensación tan apretada era la gloria!
El sueño se le pasó en cuanto empecé a darle algo de velocidad a mi entrada, Lu empezó a agitarse, a apretar sus uñas contra mis hombros, sentía su cuerpecito temblando sobre mí, sin dudas ambos estábamos en el paraíso. Busqué su boquita y la besé con amor y pasión, metiendo mi lengua en ella, mordiendo sus labios mientras empecé a bombear con ganas, no podía distinguir si sus gemidos eran de placer o de dolor, pero poco me importaba, estaba haciendo realidad la fantasía de todo hombre de bien; me estaba cogiendo a mi hermanita menor, en mi cama, haciéndola mi mujercita.
Lu: AAAHH… AAYYHHMMM… AMOR… TE AMO… UUHHMMM…
Yo: Ahhh… Así… Te amo mucho mi bebita… Aahhh…
Nuestros gemidos debían escucharse por toda la casa, pero no me importaba, estaba en extasis, completamente dominado por mi calentura, y absolutamente enamorado de mi dulce hermanita.
Un ruido húmedo y una sensación algo caliente en mi abdomen y entrepierna empezaban a ser protagonistas de la situación, mirando a mi princesa con su boquita abierta y sus ojitos en blanco comprendí lo que ocurría, nuevamente estaba disfrutando de un orgasmo, aún más intenso que los anteriores, y supe que ese era nuestro momento.
Hice que Lu se sentara sobre mi verga, la tomé de esa hermosa cinturita ya empapada de sudor, y comencé a bombear con fuerza, con desesperación, con vehemencia, tenía a mi vaquerita en trance, gimiendo sobre mí, y mi verga completamente al límite.
Bombee una y otra vez, con fuerza, hasta que una sensación eléctrica recorrió todo mi cuerpo; al mismo tiempo que un gemido propio de un león rugiente, 6 potentes chorros de leche salieron disparados dentro de la conchita de Lu, rebotando dentro de su útero. Mi respiración y pulsaciones iban a mil, ella dejó caer su cuerpecito sudado sobre el mío. Me abrazó, la abracé, y nos quedamos profundamente dormidos, con mi verga dentro de su vaginita, con mi caliente y espesa leche escurriendo, imagínense qué imagen tan hermosa.
Nos dormimos, quizás por una o dos horas, me desperté y mi princesa seguía sobre mí, desnudita.
Besé su boquita y su frente, como el más amoroso de los novios, pero de inmediato mi paz se vio interrumpida; la puerta de mi cuarto (la cual si fueron observadores notarán que jamás me preocupé en cerrar) estaba cerrada, de manera perfecta y prolija, el abrigo que estaba colgado en ella no se había movido de ahí. En ese momento mi mundo se vino abajo, estaba condenado, mi descuido había hecho que firmara mi propia sentencia de muerte, o eso creía.
Lo que yo creí que era el fin de mis días, significó en realidad el comienzo de la mejor etapa de mi vida…
Wooooooooooooow! deliciosoooooo!
Por favor publica la siguiente parte que esta historia se pone más interesante