El mejor polvo que he tenido en un buen tiempo, me costó conseguirlo

Eric tiene dos balones de futbol que me vuelven loco.
Dos balones de fútbol

19 añitos recién cumplidos. Eric mide 1.70, trigueño, cabello lacio, corto a doble tono, un bigotito incipiente, labios y cejas gruesas. Ojos café. Tiene varios tatuajes interesantes. Piernas torneadas y un poquito de “baby fat” pero un pecho rico y marcado con caminito de vellos que baja hasta su pubis. Un aretito en cada oreja le hacían ver muy sexy.

Lo que más me gustaron fueron sus nalgas. Redonditas, paraditas, duras como dos balones de fútbol. Caminaba y ellas se remeneaban chocando entre sí y poniendo a volar mi imaginación.

Tengo 50 años y me arrebatan los chicos malos, como Eric, que hablan con su tono de chacal, masculinos y trabaja con las manos.

Cuando comenzó a trabajar conmigo inmediatamente puse manos a la obra. Me interesé en su vida y poco a poco fui ganando su confianza.

Un día que acababa de recogerlo en su casa, comenzó a caer una tormenta. Nos bajamos en mi casa y nos empapamos. No había llegado aún nadie y por lo que parecía, no iban a llegar los otros trabajadores temprano.

-Toma una toalla y si quieres pon tu ropa en la secadora para que tengas algo seco.

– Gracias jefe pero no hay problema.

Le presté un short y nos sentamos a ver la tele. Lluvia y brisa. De repente, se va la electricidad.

-ahora si nos jodimos, ni modo, a esperar.

-Si, cha, que aguacero. Y yo que quería trabajar.

Yo no podía apartar la mirada de sus piernas, muslotes que se jala el chiquillo. Vellitos bien enroscados y los dedos de sus pies se veían más deliciosos aún.

Al rato lo veo cabecear y se queda dormido. Yo también, del aburrimiento, me echo en el sofá de la sala. No habían pasado ni 5 minutos y le echo un ojo a Eric. Resulta que la pinga se le estaba parando y se le notaba el bulto debajo del short. Uff, que arrechera me entró.

-Jo jefe, no me mire así que me da es pena y sonríe  mientras se tapa con las dos manos el bulto.

– pena por qué, es de hombres eso, no?

-Si, pero como esta usted aquí, dijo.

Me puse de pie y me le acerqué, le quité las manos de sobre el short y comencé a sobarlo, muy lentamente. Le acaricié la trompa de elefante bajo la tela delgada y era una piedra lo que sentía. Los huevos eran redonditos y estaban encogidos.

Le bajé el short un poco mientras le sobaba los muslos. Una mata de pelos gruesos, negros, escondían una verga que parecía una pirámide, gruesa abajo y más puntiaguda arriba. Circuncidada, la pinga era oscura con la piel del prepucio más clara.

Inmediatamente comencé a pasarle la lengua suavecito por la cabeza del huevo y me metí ese bicho en la boca, esperando deleitarme con esa mamada y de repente… Chaz! Un chorro de leche espesa, gruesa, grumosa, salió disparada de repente y me la tira en la cara. Y luego otro y otro, parecía un frasco de yogurt roto.

Eric no había durado ni 2 minutos y torcía los ojos como si le estuviera exprimiendo la sangre de las venas.

-Chucha jefe, que cosa más rica, nunca me habían hecho eso así, disculpe jefe.

Un poco frustrado pero aún bien caliente, me lo llevé al baño y nos metimos en la ducha, con el agua caliente. La lluvia seguía cayendo y la casa estaba semioscura. Le restregué la espalda y comencé a acariciarle las nalgas. Suavecito, con gentileza. Estaban duras, justo como las debía tener un jugador de futbol. Le fui enjabonando toda la raja y tenía una rayita de pelos hirsutos, gruesos. Cuando lo enjuagué me arrodillé y comencé a morderle las nalgotas.

Comencé primero suave pero me fui emocionando hasta que ya no aguanté más y lo mordía con ganas. Cada vez que le hincaba el diente, Eric saltaba pero no se quitaba. Le agarré con las dos manos y separé sus cachetones hasta ver su huequito, oscuro, velludo, chiquitito. Le metía la lengua con suavidad y luego con más ganas. La verga se le paró inmediatamente y nos fuimos  a la cama.

Me dediqué tocarlo con fuerza, sintiendo ese cuerpecito juvenil y atlético. Le chupé las tetillas y tenían un sabor amargo. Se las apreté con intensidad y él se retorcía del placer y del dolor. Como no había electricidad, comenzamos a sudar y ahí si me emocioné.

Con fuerza le separé de nuevo las dos masas de carne de sus nalgas y mojé con mi lengua el hoyito negro y peludo. El sudor que le corría entre las nalgas desde la espalda hacía que brillaran y el culo sabía a macho joven, lleno de hormonas.

Le metí el dedo meñique en el culo y pasé mi lengua alrededor, con cariño pero con firmeza. El apretaba el culito bien duro, como queriendo resistirse, pero  cada vez lo tenía más mojado y mi dedo más adentro.

En un momento mi verga comenzó a rozarle el ojito del culo, y apuntando cada vez más. Ya sentía yo ese hueco lubricado y comencé a empujar con fuerza. Eric se quejaba y se movía pero la verga iba entrando un poquito más cada vez. La verdad es que sentía que estaba doliéndole pero que chucha, le segui dando y apretándole contra la cama hasta que sentí que me estaba chorreando la verga de leche, dejándosela todo adentro. Lo mire y estaba con los ojos húmedos pero satisfecho. Lo que seguimos haciendo lo contaré después.