EL PADRE DOMINADOR.  Pt. 1.: CAMILA.

Historia de un padre de una mujer transexual, empezando a desarrollar deseos lujuriosos por su hija, la que en realidad no considera su hija. .
Soy padre de una chica transexual. Fue muy duro ver que mi primer hijo, a quien llamé  Marcelo, pasaba a llamarse Camila. Siento cierto odio por Camila. No, no odio a Camila, la detesto. Ella me quitó a mi hijo, mi primogénito, con quien iba los sábados en la mañana a jugar futbol en el colegio. Me quitó la posibilidad de verlo crecer y convertirse en un hombre exitoso, me privó de la posibilidad de ser abuelo y de que mi apellido perdurase. Por eso y más, odio a Camila, que ya se contonea a sus 22 años como toda una mujer: labios carnosos, silueta delicada, unos seños voluptuosos recién implantados, que no son grotescos, pero son llamativos. Ella los quiso así y pagué por esa cirugía. También pagué por otra cirugía para hacer más femenina el área de su caderas las cuales, debo decir, son perfectas. Incluso, pagué por una cirugía para que tenga una voz más femenina y luego de años, la verdad es que tiene la voz de un ángel.

A veces me pregunto por qué accedo a sus deseos. Me pregunto por qué pago por sus cirugías, ya que con cada cirugía mi hijo desaparece más. Camila me arrebata el recuerdo de mi hijo. Tiramos a la basura todo recuerdo de él, puesto que a Camila le inquietaba verse como lo que era: un hombre.

Pero, en el fondo sé la respuesta: Camila me excita. Quiero poseerla, quiero tenerla como mi muñeca sexual, reducirla a una esclava para usar a mi voluntad.   Por lo tanto, tomé una decisión: Si yo pago por su transición, si yo pago por sus estudios, tengo todo el derecho a probar su cuerpo. Ese cuerpo existe gracias a mí y voy a cobrar.

….

La primera vez que tuve esta idea fue hace algunos meses. Camila me pidió que le pagara por otra cirugía: Algo llamado BBL. Como usualmente lo hago, accedí. Si bien siempre me ha generado cierto morbo tener a una mujer transexual disponible para mí, pues nunca he estado con una, aquella vez cuando la vi con su nuevo trasero, por primera vez algo cambio que tuve una idea que cruzo mi mente: Ella no es mi hija. Y como no es mi hija, puedo tener pensamientos lujuriosos y, más aún, puedo convertirlos en realidad. Desde ese momento ella se ha convertido en la estrella exclusiva de mis fantasías eróticas.

Cuando la miraba me preguntaba cómo sería la sensación de penetrar a esta desconocida que era de cierta forma, mi hija. ¿Me excitaría?. He imaginado que estamos en la mesa y la tomó por sus caderas. Ahí con violencia la pongo en posición para sodomizarla. Imagino la sensación de ir entrando en su culo, sus gemidos que se transforman en jadeos, su voz entrecortada que me dice “papito”. He imaginado esto y mucho más. He imaginado que ella es parte de un show en el que los hombres se masturban frente a ella y lanzan su semen a su rostro y cuerpo. Al final, su rostro está cubierto y yo mismo me masturbo frente a ella,  pongo mi verga en su boca y me lo chupa hasta que me corro. He imaginado que es una odalisca y hace un baile sensual. Yo estoy sentando y ella se acerca lentamente, pero decidida. Cuando está justo frente a mí, se sienta en mi verga y comienza a mover su culo de formar circular. No puedo ver su rostro, sólo sus ojos. Cuando siente mi verga dura, la introduce  en su culo y continua con su meneo, pero ahora más fuerte. Eleva sus brazos al cielo, cruza sus manos y hace un movimiento que hace que mi pija se hunda en su culo. El calor que siento al estar dentro de su culo es indescriptible. Ella empieza a acelerar sus movimientos, como si  con cada jadeo adquiriera mayor fuerza. Lo hace así hasta tener un orgasmo que la hace temblar. Cae rendida frente a mí. En ese momento yo me incorporo, la tomo con fuerza, la pongo contra la pared, abro sus piernas. Empieza a jadear nuevamente. Mi verga invade su culo. Empujo con fuerza, haciéndola susurrar «si, papito». Me corro en su culo. Para finalizar ella se arrodilla, besa mi pene y toma todo mi semen, mientras mi semilla se impregna en su culo.      Con estas ideas me masturbo en la cama, mientras mi esposa duerme al lado mío.

Estas son mis fantasías. Me gustaría preñarla de verdad, que mi semen la deje embarazada, pero eso no es posible con ella. Pero, si quiero poseerla en el mundo real deberá ser de una manera convincente. Después de todo, me ve como su padre.

Fin capítulo I.