El pequeño Uriel. Bodegón.
Las vergas de siempre..
La mañana transcurre con relativa normalidad. Sobre el viejo escritorio de aquella bodega, que servía como almacén múltiple, Uriel, acostado sobre su espalda, levanta al techo sus dos piernas, mientras las manos fuertes del profesor Mon le sostienen por los tobillos.
El rostro del profesor de educación física lucha por hundirse más entre las nalgas del nene, con su lengua aporrea el culo de Uriel quien se deleita con las habilidades orales del profesor.
Una puerta se abre sigilosamente, tratando de hacer el menor ruido posible, pero el material oxidado y la falta de un buen lubricado delatan cuando la puerta se abre y se cierra. Uriel voltea hacia donde da el pasillo y con su rostro encendido recibe al recién llegado. Un hombre entrado en edad aparece, sobando su paquete por encima del overol de trabajo. Se trata de Ezequiel, el hombre encargado de mantenimiento de la escuela. Un hombre mayor, que hace vibrar al pequeño Uriel cada vez que lo tiene entre sus manos o ensartado.
— Otra vez te me adelante cabron? — le cuestiona Ezequiel al profesor Mon mientras esté continúa con su rostro hundido en la entrepierna del pequeño Uriel. Su cabeza se mueve en muchas direcciones. De arriba a abajo, en círculos, hacia los lados con gran velocidad y en ningún momento Mon se despega para tomar aire.
Ezequiel se acerca hasta alcanzar una de las piernas del nene, la toma y se agacha un poco para estar cerca de la pantorrilla del nene. Acerca su nariz e inhala una buena cantidad de aire llenando sus pulmones. — utaaaa me encanta como huele este cabroncito… Putito — todo eso lo dice mientras retira el pantaloncillo deportivo del nene, que solo se sostenía de una pierna. — No me adelante, pendejo, te prepare el terreno — Mon por fin había separado su rostro del culo de Uriel. Y con ayuda de sus manos exponía el humectado (ensalivado) culo del nene. Abría el par de nalgas tersas dejando ver en primer plano un hoyo diminuto, pero listo para ser invadido. — muevete… — le dice Ezequiel a Mon dándole un empujon con su cadera, mientras que con una mano sostiene la base de su hinchada entrepierna y con la otra humecta con mucha saliva el glande rojizo.
A sabiendas de lo iba a suceder, el profesor Mon, se levanta del suelo y rápidamente introduce en la boca de Uriel, su masculina envergadura. Media verga fue a parar a la boca del niño, mientras el intendente se aferra a la cintura del nene acostado y de un envión le llena el culo a Uriel. El nene aprieta su culo tratando de evitar que tremenda verga gorda termine de introducirse. Pero poco puede hacer cuando dos hombres adultos lo toman entre sus manos. También trata de expulsar de su boca la verga blanca del profesor Mon. Gira su cuello pero la mano firme de Mon lo devuelve a la posición inicial y le hunde un poco más su verga joven. El nene siente llenos sus orificios. Uno más que el otro, pero eso solo el nene lo sabe cuál es.
Ezequiel se mueve rítmicamente tomando al nene de su pierna y cadera, no hubo necesidad de quitarse el overol de trabajo, la abertura de la cremallera es lo basta grande como para sacar por ahí toda su hombría. Mon por su parte, al igual que Uriel, solo lleva la camisa tipo polo color azul rey del uniforme y sus tenis para correr, es todo lo que le acompaña.
Uriel se ha acostumbrado a recibir tanto elogios como vergas. Es la forma en que un niño faltó de cariño de familia lo compensa. El fin de semana pasado Uriel había recibido durante dos días las vergas de su chófer y amigo. Al igual que la verga negra de un militar que el chófer había traído a su casa.
No habían pasado muchos días… dos solamente, para cuando nuevamente dos vergas adultas se instalan dentro de él.
Las embestidas de Ezequiel son más fuertes y aceleradas signo de que el hombre ya está a nada de depositar en el niño su caliente carga. — utaaaaaaa perra madre… Que rico… Te acabo de llenar…– fueron las palabras de alivio para el niño y Ezequiel. Quien de pie tiembla al dejar lleno de leche el culo de Uriel.
El cuerpecito del niño se afloja un poco permitiendo que Ezequiel sace de una su tolete mojado entre una mezcla de leche y saliva. Su culo aunque pequeño, muestra un elasticidad tal que un perfecto hoyo redondo queda en su cuerpo. Un hoyo que se cierra de a poco y escurre un pequeño hilo de leche recién exprimida.
— ya? Dame chance que yo si me voy a tardar — le reclama el profesor Mon al intendente, que introduce su flojo pene dentro de su overol y se va a sentar a un lado de ambos amantes. Saca una cajetilla de cigarrillos y se enciende uno. — no se puede fumar aquí adentro — le recuerda Mon a Ezequiel. Pero este hace caso omiso y le da una honda jalada a su cigarrillo.
Por su parte Mon vuelve a levantar las piernas del nene, exponiendo su pequeño sexo infantil y abriéndose camino. La punta de su pene, más pequeña que la del intendente hace contacto con las nalgas del niño y como si estás le indicasen por donde ir. La verga del profesor no encuentra obstáculo alguno, sino al contrario. Un terreno humectado y cálido va sintiéndose al ingresar al culo de Uriel.
Cuando el pubis de Mon se topa con las nalgas del Uriel un ahhhhh sonoro y cargado de placer inunda aquel bodegón. Mon cierra sus ojos, para concentrarse en el placer que rodea su verga. Su rostro se carga hacia abajo como mirando el escritorio pero sus ojos continúan cerrados. Uriel ve con sus ojos llenos de lágrimas como el rostro de su profesor favorito se contorsiona de placer. Una danza rítmica comienza entre ambos y el adulto es el que lleva.
Mon mueve su cadera al igual que su cabeza, en todas las direcciones. Arrastra el cuerpecito de Uriel hasta la orilla del viejo escritorio. Exponiendo aún más su cadera, quedado está en el vacío. Los brazos del profesor abrazan las piernas del nene, mientras la lengua del adulto se pasea tranquilamente por entre los dedos del pie derecho del niño. El compás entre ambas caderas es cadencioso. Un plas, plas, plas sereno interrumpía el silencio de aquel bodegón. Ezequiel no dejaba de mirar aquella escena. Muchos niños había visto pasar en sus años trabajando en aquel lugar, pero como Uriel muy pocos, casi contados con los dedos de una mano.
Mon al ser más joven que el intendente recuerda que ese es su primer culo de nene. Después de ver cómo un Uriel dos años más pequeño devoraba con hambruna la hinchada erección del adulto sentado a un lado de él.
La cadera de Mon se detiene y su abrazo a las piernas de Uriel es muchísimo más fuerte que al principio. Su rostro se levanta al techo mientras gruesos hilos de sudor escurren por su piel y cabello. Con un gemido ahogado, que Mon quisiera gritar, deposita una segunda carga de leche especial exclusiva para Uriel. Su respiración es fuerte y profunda.
El nene acostado, siente como el pene del profesor va perdiendo fuerza y grosor. Hasta el punto que en que este sale de su culo por efectos de la gravedad. El culo del niño vuelve a cerrarse con una rapidez fastuosa. No dejando escapar nada de la leche del profesor.
Levanta su cabeza y su cabellera enmarañada es notoria. El profesor lo agarra por detrás del cuello, lo levanta y le deja de pie bajando lo del escritorio viejo. La mirada del niño queda exactamente a la altura del sexo flácido del profesor. Ve una gota perlada en la punta del glande y recordado lo que su amigo el chófer se dice — nada se desperdicia — abre su boca y engulle nuevamente la verga de Mon.
Mon rie, con una sonrisa torcida mientras su cuerpo se tensa y convulsiona al sentir la lengua de Uriel en su sensible glande. El niño se deleita y deja extremadamente limpio el sexo del profesor. — a mi no me hiciste lo mismo — recrimina Ezequiel a un lado de ambos y Uriel no hace más que sonreír pícaramente.
Todos los presentes se acomodan sus ropas y después de ver que afuera no hay ojos indiscretos los tres varones vuelven a sus actividades cotidianas.
A la hora de la salida Uriel va arrastrando su mochila con rueditas — Uriel — se escucha en todo el lugar, todos voltean pues quien llama al niño se trata de uno de los profesores. Su nombre en Norberto, un tipo grande y corpulento. Con el habito del personal religioso que ahí da clases, se ve una figura colosal.
–mande profe norberto– el niño tiene dificultad para pronunciar la primera letra R en el nombre del profesor. — te sentaste en alguna charca? Muchacho. Que tú pantaloncillo de deportes se ve húmedo! — le cuestiona el adulto al niño y haciendo que el niño se gire, Norberto toca la tela del pantaloncillo y detecta efectivamente cierta humedad. Por inercia el profesor Norberto se lleva los dedos a la nariz y olfatea el aroma de la humedad en el pantaloncillo de Uriel.
Uriel sale corriendo hacia la salida pues del otro lado ve a su amigo, el chófer esperando lo. — ya llegaron por mí… — se alcanza a escuchar a la lejanía la delgada voz del niño. Mientras que en la cabeza de Norberto un montón de recuerdos de su juventud caótica se aglutinan, cuando el recuerdo de aquel aroma sigue llenando sus cosas nasales.
Como sigue?
Excelente relato. Como sigue?
Gran relato, me encanta como escribes… necesito mas.
Como sigue?
Delicioso mi telegram @Efnerfe es un niño en bicicleta con camiseta verde
No apareces.
Qué rica forma de escribir tienes.