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Dominación Hombres, Fetichismo, Heterosexual

El pueblo; Mi Karina

Después de mi primera experiencia sabía que ella debía ser solo mía.
*Este relato es ficción, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia*

 

No sé cómo lo hice pero llegué a casa luego de una media hora. Estaba temblando y sudaba a cántaros, en cualquier momento sentía que me iba a desmayar, habría llamado la atención de cualquiera si no hubiera regresado a casa a través del bosque.

Me encerré en casa unos días, no tenía nada de apetito y estaba muriéndome de los nervios. ¿Y si alguien me vio?, ¿y si la pequeña de alguna forma lograba reconocerme? Había fingido la voz durante el ataque pero no estaba seguro de si en algún momento dejé de hacerlo, entonces la niña me reconocería. Estaba paranoico, ni siquiera tenía ánimos de ver las fotos que le tomé con mi celular. Escondí la ropa interior que le robé, mi paranoia me gritaba que debía tirarlas, quemarlas, enterrarlas, pero no podía, en serio no podía despegarme de esa ropita interior.

Al final llegué a la conclusión de que no podía quedarme encerrado para siempre, por lo que me puse una gorra y lentes y decidí salir a caminar.

Para mi fortuna nada parecía ser diferente en todo el pueblo. No había charlas por la calle sobre un violador de niños, no había carteles de se busca, la escuela seguía su rutina sin cambios, todo estaba como si nada. Respiré aliviado, lo había logrado, había sucumbido a mis más bajos deseos, y no hubo consecuencias, eso solo me daba ganas de repetirlo de nuevo.

Primero que nada hice un viaje de compras fuera del pueblo para reabastecerme, tengo una camioneta para este tipo de viajes largos. Además de comprar cinta de ductos, compré un contenedor de plástico de unos 16 galones, madera, espuma acústica y cuerda.

Ahora que no fui atrapado creció dentro de mi una obsesión por ella, por la pequeña con la que había cumplido mi fantasía. Ella iba a ser mía, solamente mía.

Al volver a casa me puse a construir. Mi casa tiene un sótano que no usaba para nada, y ahora se convertiría en el nido que prepararía para ambos. Construí un cuarto rudimentario con la madera que compré, y tapicé las paredes con la espuma acústica, de esta forma nadie podría escuchar sus gritos. Ahora con todo esto listo, ya solo me quedaba buscar a mi tan ansiada presa.

Esperé hasta que fuera de madrugada y conduje hasta la dirección de la pequeña Karina. Era una casa de 1 solo piso y por suerte no tenía vecinos cerca. Aparqué en una zona oscura y estudié el lugar. Estaba demasiado oscuro como para ver hacia adentro, pero pude notar que había un par de ventanas abiertas, cosa común en estas fechas debido al clima cálido.

Estaba ansioso y desesperado. Una parte de mi gritaba que lo hiciera rápido, que caminara hacia adentro y simplemente la agarrara, pero mi parte más consiente sabía que debía ser más inteligente. Lo más prudente sería dar varios viajes para estudiar la casa, la rutina de la familia, ver si la dejaban sola, pero entonces no pude creer mi suerte.

Ahí estaba ella, mi pequeña Karina, caminando solita en la oscuridad de la noche con un largo camisón blanco, dirigiéndose a una letrina ubicada fuera de la casa. Era ahora o nunca, esperé a que la pequeña cerrara la puerta y entonces tomé la cinta, la cuerda, y caminé lo más sigiloso y rápido posible hasta ella, escondiéndome en donde estaría la puerta al abrirse. Entonces esperé, mi cuerpo temblaba y de nuevo sudaba a cántaros, pero ya no había marcha atrás. Al oír que la puerta se abría, esperé a que ella caminara un poco, y entonces rápidamente la agarré. Le tapé la boca con cinta y con toda la fuerza que pude logré atarle las manos. Ella forcejeaba intentando liberarse, pero no la dejé, la até de pies y manos para evitar que escapara y entonces la cargué en mi camioneta, encerrándola en el contenedor de plástico.

Era de madrugada, no había nadie en las calles, por lo que aunque manejaba a toda velocidad a mi casa con una niña secuestrada en la parte trasera de mi camioneta nadie me vio, quizás estaba de suerte o quizás el destino quería que esta pequeña fuera mi esclava para satisfacer todos mis deseos carnales.

Al llegar a casa bajé el contenedor, quizás era la adrenalina que corría mi cuerpo la cual hacia que no me pesara nada aquel contenedor, pero los movimientos bruscos hacían notar que la pequeña aún luchaba por liberarse.

Bajé al sótano y nos encerré en aquel cuarto improvisado. Al fin lo había logrado, ella era mía, solo mía. La saqué del contenedor y ella seguía retorciéndose, suplicando. Le quité la cinta que le había puesto en la boca y ella comenzó a gritar.

– MAMAAAAAAAA

Gritaba la pequeña en llanto, y yo la dejé. Sabía que nadie la escucharía, sabía que estaba a salvo y que no importaban sus gritos, nadie vendría a salvarla. Pasaron 10 minutos aproximadamente hasta que la niña dejo de gritar, seguramente se lastimaría la garganta por sus gritos, pero ese era el menor de sus problemas. Entonces ella me miró a los ojos, si, no le cubrí sus ojos a propósito, quería verla a los ojos de ahora en adelante.

– Me extrañarse, verdad?

Vi el pánico en sus ojos, seguía amarrada pero intentaba escapar. Yo ya no podía aguantar más. Saqué mi cuchillo y comencé a cortarle aquel camisón que cubría su delicado y hermoso cuerpo.

– No tienes nada debajo, eh, lo haces para provocar a los hombres para que vean lo puta que eres, verdad?

– Por qué hace esto, señor?, por qué me habla así?, por qué me lastima?

Le di una cachetada a la pequeña debía enseñarle su lugar de ahora en adelante.

– Solo hablaras cuando yo te diga, me entendiste, puta?

Le di otra cachetada para reafirmar mi autoridad. Ella volvió a llorar pero no dijo una sola palabra, solo se mantuvo callada mirando al suelo.

– Muy bien, muy bien putita

Le acaricié sus sonrojadas mejillas del golpe que les había dado, ella intentó alejarse pero yo no la dejé. Le desaté los piecitos y entonces le enseñé mi cuchillo, acercándoselo a los cortes que aún tenía en sus brazos.

– Recuerdas esto? Si intentas escapar, te va a doler mucho

Le dije amenazante y a juzgar por su mirada de terror ella lo entendió, sabía que no estaba jugando. Le desaté las manos y entonces ella corrió a una esquina de la habitación y se abrazó las piernas intentando refugiarse de mi. Aquello era muy tierno, pero sus juegos infantiles no me iban a impedir mi diversión. Comencé a desnudarme, mi pene estaba como una piedra de solo imaginar toda la diversión que iba a tener de ahora en adelante. Tomé una de sus manitas, ella se resistió pero entonces le di otra cachetada, ella me iba a obedecer si o si.

– Agárralo, puta, es para lo único que sirves en este mundo

Le ayudé a que me hiciera una masturbación que se sintió gloriosa. Ella temblaba y sus movimientos eran torpes, pero el morbo era más que suficiente para sentirme en el cielo. Sentía que acabaría pronto, por lo que la detuve, era la primera noche pero no por eso debía acabar así de rápido.

La agarré del cabello y con fuerza la puse boca abajo en el suelo. Ella volvió a llorar y suplicarme que no la lastimara, pero no le iba a hacer caso, no me importaba nada más que mis propios deseos.

De nuevo lo vi, su hermoso y redondo trasero, tan flamante como la primera vez. Era perfecto y ahora sería mío. Ella intentó liberarse pero yo la tenía bien sujeta, no la iba a dejar ir. Con mi otra mano puse saliva en mi pene y cuando ella sintió que yo acercaba la punta a su agujerito trasero, ella comenzó a retorcerse.

– NOOOOOOOOO, MAMIIIIIIIIII… MAAAAAMIIIIIIIIIII

– AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH

Grité mucho más fuerte que ella, le hice ver que no importaba cuánto se resistiera, nadie la iba a ayudar. Lentamente fui metiendo la punta de mi erecto pene en su enorme culo y ella se retorcía más y más. Estaba mucho más apretado que su vaginita, pero como la primera vez, nada me iba a impedir disfrutar de aquello. Con mucha paciencia fui introduciéndolo, milímetro a milímetro de placer incomparable. Ella lloraba y suplicaba pero a mi no me importaba. Usé más saliva, era más difícil de lo que pensaba pero no importaba, tenía todo el tiempo del mundo ahora.

Después de muchos minutos al fin pude meter 5 centímetros de mi duro miembro dentro de ella. Comencé a hacer un vaivén para aflojar un poco aquel agujerito, estaba en el cielo, con mi mano libre acariciaba aquellas enormes nalgas a mi merced. Ya no aguantaba más, pero en fin, ella no iría a ningún lado, ya no más, ella me pertenecía.

– Abre la boca puta, si no te lo tragas todo te voy a pegar, entendiste?

Ella sollozaba, pero luego de un golpe fuerte en el estómago ella se dio cuenta de que no estaba bromeando, la dejé en el suelo y comencé a masturbarme cerca de su rostro cubierto en lágrimas. Le abrí la boca y ella apenas tenía fuerzas para resistirse, entonces después de un par de minutos jalando mi miembro descargué toda la leche que había acumulado esos días. Ella regurgito, pero al ver que yo me preparaba para propinarle otro golpe hizo un esfuerzo por tragarse mi espesa leche.

– Bien hecho, puta, bien hecho…

Se notaba en su cara que quería vomitar, pero seguramente le aterraba saber lo que le haría si se atrevía.

Este era solo el principio de amaestrar a mi pequeña Karina, ella asumiría el papel de mi puta personal, le gustase o no. Tomé nuevamente mi miembro y comencé a rociarla con mi orina, no recordaba haber tomado tanto líquido pero supongo era la excitación de tenerla ahí solo para mi. Ella intentaba cubrirse pero era inútil, el chorro era tan fuerte que sus manitas no podían taparlo. Le mojé su carita, le eché en sus pechitos, su vaginita, e incluso logré que tragara un poco.

– A partir de ahora eres mi puta personal, entendiste?

Ella comenzó a llorar nuevamente, pero eso era lo de menos, tarde o temprano ella entendería que ese era su hogar ahora, ese era su oficio, y nada ni nadie me la iba a quitar de las manos.

98 Lecturas/27 mayo, 2025/0 Comentarios/por oyeforest
Etiquetas: culo, esclava, escuela, leche, metro, puta, putita, viaje
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