Él quiso recibir entrenamiento privado, y lo complací.
Un joven le pide al encargado del gimnasio que lo ayude a entrenar, el entrenador lo complace, pero a cambio de eso le come el culo, y lo pone a mamar..
Tengo un participante en mi gimnasio, que me dijo que desde que era pequeño nunca ha podido hacer bien, los ejercicios físicos, no importa lo mucho que se esforzase, por una razón u otra siempre le salían mal.
Para colmo de males, como en todo gimnasio, hay un grupo de hijos de la gran puta, que siempre que él se encontraba tratando de ejercitarse, cuando no era que le decían, señorita o jovencita, es que se ponían a vacilarlo, haciéndole vulgares insinuaciones.
Él es uno de los nuevos clientes de mi gimnasio, pero desde que lo vi, por primera vez, me llamó la atención, algo en él me atraía, aunque nunca se lo comenté.
Pero recientemente me pidió que le entrenase, pero de manera individual, sin la presencia de más nadie, ya que por lo que me dijo, hay un grupo de personas dentro del gimnasio, que se la pasaban vacilándolo, faltándole el respeto, tratándolo como si él fuera una chica.
Cosa que en parte no los culpo, ya que el cuerpo del es bien llamativo, y a simple vista, cualquiera lo puede confundir con una chica, por sus llamativas nalgas, estrecha cintura, su abundante y larga cabellera casi rubia, y unos pechitos que parecen téticas.
Luego de que llegamos al acuerdo que él entrenaría, después de que yo cerrase el gimnasio, le dije. “Ya sabes si te voy a entrenar, me tienes que obedecer en todo, y no te preocupes si al principio los ejercicios no te salen perfectos, lo primero es lo primero, y eso es que sepas seguir instrucciones, al pie de la letra.”
Desde las primeras sesiones, lo dejaba exhausto, por los tantos ejercicios que lo ponía hacer, pero como a la tercera sesión, comencé a corregir su postura, colocando mis manos ya fuera en sus muslos, sus brazos, su pecho y en ocasiones hasta en sus nalgas.
Cosa que me di cuenta, que lo ponía algo nervioso, el sentir como mis dedos presionaban su suave piel, y sus débiles músculos, ya en la cuarta sesión, apenas comenzó a realizar los ejercicios, lo detuve de inmediato, diciéndole. “No te estas esforzando demasiado, además esa ropa que traes puesta, lejos de facilitarte hacer los ejercicios, te obstaculiza. Así que quítatela, para poder determinar que realmente estás haciendo mal.”
Él, tardó unos segundos, pero de inmediato le recordé, que había quedado conmigo en seguir mis instrucciones al pie de la letra.
Por lo que, como a esa hora, no había más nadie en el local, rápidamente se quitó la holgada sudadera que cargaba puesta, por lo que algo avergonzado de su cuerpo, ya que además de ser sumamente pálido, sus pechos parecían más bien, un par de téticas.
En ese momento quedo únicamente con sus pequeños interiores puestos, los que se le enterraban entre sus nalgas, nuevamente comenzó a realizar los ejercicios, y en el momento en que se encontraba más concentrado, me coloqué de tras de él, lo agarré con fuerza, por las caderas, y pegando mi cuerpo al del, al tiempo que le dije. “Ahora separa las piernas, y comienza a agacharte lentamente”.
Cosa que fue haciendo al pie de la letra, pero apenas comenzó a realizar esa repetición, comenzó a sentir que, pegado a sus nalgas, había algo caliente y duro, justo cuando me iba a decir algo.
Sin más, ni más me separé del, indicándole que era lo que estaba haciendo mal, por vergüenza, o por tener la idea de que yo le había pegado, mi verga a sus nalgas, se quedó callado, pero a los pocos minutos, se lo volví hacer.
Apenas me coloqué tras del, y nuevamente lo tomé por las caderas, casi de inmediato comencé a pegar mi verga, a sus nalgas, las que apenas estaban cubiertas por sus pequeños interiores.
Pero a medida que él seguía realizando ese ejercicio, con sus piernas separadas, continuó sintiendo mi verga entre sus sudadas nalgas.
Quizás pensó decirme algo al respecto, cuando una de mis manos se deslizó de su cadera, a su miembro, que justo en ese instante, aunque pequeño, también lo tenía erecto.
Él no sabía que, hacer, si detenerse, o continuar con el ejercicio, hasta que de momento también comenzó a sentir como mis labios, mi lengua, y mis dientes, comenzaron a jugar con sus orejas, y nuca.
Lo siguiente que sucedió fue que en un abrir y cerrar de ojos, lo he despojado de sus interiores, y casi de inmediato coloqué mi erecto miembro por completo entre sus nalgas.
Al tiempo que con la mano que le tenía agarrado su pequeño miembro, lo comencé apretar, y a decirle. “Relájate, que los dos lo vamos a disfrutar” Él no sabía que hacer, cuando comenzó a sentir que mi verga comenzó a penetrarlo por el culo.
Pego un fuerte chillido, por el dolor, pero al mismo tiempo lo apreté con más fuerza contra mi cuerpo, y sintió como toda mi verga, lo penetró por completo, él se quedó como paralizado, pero a los pocos segundos, continué, diciéndole. “Ya se te va a pasar, pero ahora comienza a mover tus nalgas, putita.”
En su vida le había sucedido algo semejante, pero a medida que mi verga comenzó a seguir entrando, y saliendo de su culo, él como que instintivamente, comenzó a mover sus caderas.
Lo cierto es que ni idea tenía, como de momento se encontraba tirado sobre una de las colchonetas de ejercicio, moviendo sus sabrosas nalgas, al tiempo que una, y otra vez yo continuaba penetrándolo.
Lo apretaban contra mi cuerpo, podía sentir mi respiración sobre su nuca, y sus orejas, las que divinamente le mordisqueaba, a medida que no paraba de seguir enterrándole toda mi verga.
Cosa que le sacaba, involuntariamente profundos gemidos de placer, por su parte él seguía moviendo sus caderas, y restregándolas con fuerza contra mi cuerpo, voluntariamente quería sentir toda mi verga más, y más dentro de él.
Hasta que en una de esas lo apreté con tanta fuerza, que temí que lo fuera a partir en dos, por un rato ambos permanecimos tirados sobre la colchoneta, hasta que sintió que saqué mi verga de su culo.
Dándole una ardiente nalgada le dije. “Linda anda a lavarte ese culito, que aún no hemos terminado.”
Como pudo se puso de pie, y sin atreverse a decir nada, me obedeció, se fue al baño, ya se estaba enjabonando cuando entré a la ducha, y tras lavarme la verga, nada más bastó que le colocara una mano sobre uno de sus hombros, para que él sin oponer la menor resistencia se agachara, hasta que su boca quedó a la altura de mi verga.
Apenas él comenzó a restregar su cara contra mi verga, fui sintiendo como nuevamente se me ponía bien dura, y casi de inmediato lo puse a mamármela, a medida que el agua de la ducha nos caía a los dos encima.
De momento la extraje de su boca, y haciendo que él se recostase sobre el piso de la ducha, lo tomé por los tobillos, separé sus piernas, y tras pasarle algo de jabón por entre sus nalgas, lo volví a penetrar.
En esos momentos vi claramente como mi miembro era tragado por completo por su apretado culito, la excitación de él fue tal que apenas él agarró su pequeño pene, se vino de inmediato, a medida que yo continuaba, clavándole toda mi verga, una y otra vez, por su culo.
Luego me dijo que él nunca había pasado por algo semejante, pero esa primera vez, aun después de que me volví a venir dentro de él, fue él quien voluntariamente se dedicó a mamar gustosamente mi verga, hasta que me vine dentro de su boca, obligándolo a que se tragase toda mi leche.
Él continúa asistiendo al gimnasio, pero aparte del entrenamiento que le doy, en ocasiones pasa a la hora en que se encuentran todos los hijos de la gran puta que lo vacilaban, y le dicen cosas, esperando a ver quién de ellos se atreve realmente, a meterse con él.
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