EL SECRETO DE ALEX *
Un pequeño grupo de chicas abusa de un joven santurron..
– Alex. Necesito me acompañes, para sacar unas cosas. Por favor.
Decía la hermosa Natalia. Cuerpo delgado, trasero amplio, pechos medianos, blanquisca de piel y pelirroja.
– ¿Para que quieres sacar cosas? No estamos autorizados para sacar nada de ahí. Es más, tampoco podemos entrar.
Decía Alex. Hijo de una familia muy conservadora, de buenas costumbres.
Flaco, cabello corto y lacio, tez blanca, el cual cumplía las reglas con suma disciplina.
– Anda. Ven. No te va a pasar nada. No seas chillón.
Reclamó Ana. Piel morena clara, pechos chicos, delgada y trasero mediano.
– Esta bien. Pero no me haré responsable de alguna reprimenda. ¿Ok?
Al llegar a la bodega, los esperaba Martha.
Del mismo tipo de cuerpo que Ana. Salvo que Martha es la más alta de las tres.
– Bien. Iré a buscar una cuerda para amarrar el paquete. Que bueno que hayas aceptado venir Alex, realmente no pensaba que aceptarías.
Cuando Martha encontró la cuerda, las otras dos pusieron al muchacho contra uno de los pilares. Atandole las manos.
– ¿Que hacen. Estan locas? ¡Sueltenme!
– Lo lamento Alex. Pero es el último año que nos veremos y sabemos que eres perfecto para tener sexo contigo.
Dijo Natalia.
– No debes preocuparte hermoso. Aprenderemos juntos.
Decía Ana, acercándose a besar su cuello y masajeaba el bulto que no era indiferente al trato de su compañera.
– ¡Sueltenme, no pienso pecar con ustedes. Irán al infierno!
Gritó Alex.
– Bien. Pues te llevaremos con nosotras, pero antes tocarás el cielo gracias a las tres.
Respondió Martha. Que para ese entonces, ya había amarrado sus pies y lo comenzaba a amordazar con su pantaleta blanca .
– ¿Y bien. Quien empezará con la educación de este santurrón?
Preguntó Ana.
– Yo. Ya que fui la que lo convenció de venir.
Interrumpió Natalia.
Acercándose al temeroso muchacho.
Besó sus mejillas, frotando su pecho, sus brazos, pasando a su erecta hombría que sería estrenada, para bajar de golpe su pantalón y contemplar el tamaño de su carne.
– ¡Ay Alex. Vaya que la tienes grande. Nos vas a hacer muy felices! ¿O no chicas?
¡Siii! Gritaron las otras dos.
Hincandose frente al falo del joven.
Se lo llevó a la boca, mientras que con su mano derecha se acariciaba el coño por debajo de la falda, mientras Ana y Martha ya hacían lo mismo.
Alex no podía evitar sentir el placer que le otorgaba Natalia con su boca.
Él cerraba los ojos, pero ni así fue ajeno a lo delicioso que sentía en ese momento. Y más, porque al abrir los ojos, Martha y Ana se besaban y acariciaban llenas de calor.
Sus manos se recorrían mutuamente, despojandose lentamente de su uniforme escolar.
Para Alex todo aquello era maligno, lleno de lujuria y placer.
Natalia se puso de pie, dándole la espalda y llevando la erección del muchacho dentro de su depilada vulva.
Las dos chicas, se hicieron de un colchón improvisado, para que pudieran revolcarse a sus anchas.
Los coños de cada una eran lamidos con fervor, jugueteando con los clitoris, los dedos de Ana ya entraban en el culo de Martha.
Natalia se levantó un poco al sentir la fuerte descarga de Alex, que parecía que quería gritar y no precisamente por auxilio.
Unas estocadas más que se metió, para avisarles a las otras que era su turno.
– No creas que se a acabado. ¿Recuerdas la bebida que te di? Pues bien. Contenía algo para que no pierdas la erección de tu rica verga.
Dijo Martha. Que le desprendió la camisa y besaba su pecho.
Entre las dos chicas, peleaban con sus bocas por tener el glande del muchacho más tiempo adentro.
Natalia. Totalmente desnuda se tocaba los pechos y con la otra mano su vagina. Chupando su dedo con restos de semen que aún salían de su concha.
En lo que Ana chupaba la polla de Alex. Martha, saco de su mochila una correa de castigo, colocandosela a su compañero.
Ana le desató las manos y casi ahorcando al muchacho lo llevaron a su improvisada cama, volviéndolo a atar, pero esta vez con manos y pies de lado a lado.
La primera en montarlo fue Ana, que lo cabalga a con fuerza, en lo que Martha se hayaba prendida de la vagina de Natalia.
Ana se movía en círculos, volvía a las sentadillas, lengüeteaba los pezones del muchacho e intentaba basarlo.
– Te quitaré la mordaza, si gritas o muerdes te juro que te haré daño.
Obligó al muchacho a que sacara la lengua y así ella lo chupaba, luego le mostró como besar, después puso su pecho a que fuera chupado y luego el otro.
Ana. Pujando como si le hiciera falta aire, era señal de haber tenido un orgasmo muy grato.
Martha le ordenó a Alex chupar su vagina.
Natalia volvió a mamarle la polla y Ana se besaba con la chica sentada en la cara del chico.
Que rica leche. Exclamó la chica al tomar el líquido que expulsaba aquel trozo de carne.
Ahora Martha cabalgaba al chico, siendo menos ruda en sus sentadillas.
Al igual que su compañera, besaba al joven, diciendole toda clase de cosas.
– Quiero que me lamas el culo, si no lo haces te castigaré y creeme, no te va a gustar.
Así que simplemente Martha le puso el culo en la cara al chico y este obedientemente le chupo el culo.
Cuando ella sintió que ya estaba bien lubricado, sólita se perforó el culo.
Como Martha estaba de espaldas a Alex, las otras dos la inclinaron hacia atrás y comenzaron a darle un doble oral.
De vez en vez Ana chupaba un pezon y besaba a sus amigas.
– ¡Ay, aaayyy. Que rico, siento mis entrañas calientes. Si. Sigue así perro, peeeeeerrrrrrrrooooo!
Gritaba Martha al sentir su orgasmo, causado por la penetración anal y por el oral de sus amigas.
Girandose al muchacho, se fundieron en un beso muy cachondo.
Tanto que las otras dos se unieron a su amiga.
Los besos entre Ana y Martha subieron tanto de tono que se apartaron de Natalia, dejando que volviera a quedar encima de Alex. Jugaba con el pecho de él, para luego meter su lengua en cada oído, pasando la misma en toda su cara.
– Te diré algo. Me gustas mucho y ahora más viendo tu paquete.
Besándolo al término de lo dicho.
Siendo correspondida en aquel enredo entre lenguas.
Desatando sus manos, por fin Alex pudo acariciar por vez primera el cuerpo de una mujer.
Martha y Ana estaban muy concentradas en su 69, que no se percataron que esta vez Natalia y Alex yacían en una relación casi amorosa.
Alex se aferraba a los pechos de la chica, magreandolos por inercia.
También recorrió sus muslos, sus nalgas y demás partes de su cuerpo.
Con las manos firmemente en los pechos de su captora, Alex tuvo su última descarga con muy poco líquido ya.
Un último beso en sus labios y las tres chicas se colocaron su atuendo escolar para salir, dejando a Alex amarrado de los pies.
– No se te ocurra decir nada o te pesará.
Dijeron en coro las tres colegialas.
Terminó el ciclo y de ellas ya no supo nada. Vaya experiencia. ¿Como confesaré esto con el párroco, si lo disfrute mucho al final?
Se preguntaba aquel joven, por el cual muchos hubieran matado por estar en su lugar.
Ese sería su más grande secreto a guardar de por vida.
Vladimir escritor.
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