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Dominación Hombres, Heterosexual

El siguiente relato puede ser cierto o ficticio querido lector, Me llamo Ingry tengo 30 años, en esta ocasión contare mi inicio en el sexo y

Les contare como perdí la virginidad a mis 14 años en el cumpleaños 45 de mi padre con su amigo de 41.
«Gracias por venir» – me despedía de los invitados de la fiesta de cumpleaños de mi papá, con la sonrisa que la socialización me pedía. La verdad, ya me encontrabas aburrida, mi mamá ya se había ido a la cama, cansada de cuidar a los niños mas chiquitos que corrían por todos lados, y mi hermano se había ido con sus amigos, que seguro ya se encontraba fumando por ahí en la calle.

Mis ojos se posaron en las botellas de cerveza que aun faltando la mitad, se inclinaron por la gravedad en la mesa de la cocina. Decidí que ya era hora de que yo también me tomaría un descanso. Con la excusa de que me iba al baño, me deslice entre la gente, evitando a mi tía que se había emborrachado demasiado y que cada que me veía intentaba contarme sus penas de amores, la verdad, ya no podía mas de su dramatismo.

Cruzando el pasillo, noté que la puerta del baño de mi papá, el que se encontraba al final, estaba cerrada. Sin darle muchas vueltas, pensé que alguien de la fiesta se había adelantado a mi, por lo que me di la media vuelta y me dirigí al baño que había en la sala, el que mi mamá usa generalmente. Al abrir la puerta, me encontré con la sorpresa de ver a Libardo, el amigo de mi papá, con la verga en la mano, orinando en el inodoro. Me congele por un instante, mi cara se lleno de rubor y mis ojos se abrieron de par en par.

Libardo se volvió al escuchar el sonido de la puerta al abrirse, se sonrojo al verme y apresuro sus pasos para terminar de orinar. «Lo siento, Ingry, no sabia que ibas a entrar» – dijo con la cara de un niño que acaba de ser pillado con la manos en la masa, sin siquiera intentar ocultar su miembro.

Mi corazón latió de prisa, no por la situación, si no por lo que mi mirada no pudo evitar observar. Su verga era grande, muchísimo mas grande de lo que me hubiera imaginado, y ahí la tenían, a la luz del día, sin nada que la ocultara. 22 cm de pura virilidad, por lo que había escuchado de mis amigas, que me contaron sus experiencias con chicos mas mayores. Nunca había tenido la oportunidad de ver una, y la de mi hermano, bueno, eso ya era de la infancia, y no contaba.

Mi mente se encontró en un dilema, si correr a cerrar la puerta y disimular o si continuar mirando. Decidí la ultima opción, mi curiosidad se había apoderado de mi. Libardo, aun ruborizado, me miro y sonrió, «Veo que te ha asustado un poquito» – dijo con un tono pícaro en la voz. Yo no supe que responder, solo podía sentir la humedad en mis bragas.

Mi silencio pareció darle confianza, ya que se acerco lentamente a mi, aun sin soltar su verga que ya se había parado, y me tome la barbilla con sus dedos. «¿Te gusta?» – me susurro en el oído. Un escalofrío me recorrió el espinazo. «¿Porque me lo dices?» – respondí con una coquetería que no era normal en mi.

Con la excitación en mi cara, el tomo mi silencio por consentimiento. «Porque se ve que ya estás grandecita» – dijo, sus ojos bajando a mi pecho, que se movía ligeramente a cada respiración agitada que tomaba. Sus manos se deslizaron por mi cintura, y sentí sus dedos calentar la tela de mi vestido. Me acerque mas a el, mi cara ahora a la altura de su abdomen.

Pudo notar que mi respiración se aceleraba, mi pecho se levantaba y bajaba mas rapidito de lo normal. Con la punta de su dedo, empezó a dibujar círculos en mi cuello, haciéndome cosquillar y mi piel se erizó. «¿Por que no me dejas que te muestre lo que un verdadero hombre sabe hacer?» – propone con la confianza de un leon que acaba de cazar su presa.

Mi respiración se corto, mi corazón latió mas rápido aun y mi mente empezó a crear imágenes en mi mente que me llenaron de un calor que no sabia que existía. «¿Que quieres que haga?» – le dije con una dulzura en mi tono que me asustó. El sonrió y me acercó aun mas a su pene que ya se había endurecido de veras.

«¿No lo has notado, Ingry?» – dijo, acariciando mi mejilla – «Ya no eres la niña que jugaba conmigo en el patio, ahora eres una hermosa jovencita que merece sentir lo que la vida adulta realmente es.» Sus dedos se movían por mi cuello y bajaron a mi vestido, deslizándose por la tela que me cubría el pecho.

Mis ojos se cerraron de placer, no podía creer que estuvieran en la realidad, que mi imaginación no estuviera corriendo mas rápida que la realidad. El movía sus dedos con habilidad, acariciando mis pezones a través del vestido, haciéndome jadear suavemente. Sus manos bajaron mas, a la altura de mi cintura, y sentí la presión de sus dedos, desabrochándome el vestido con la destreza que solo los que saben lo que buscan poseen.

Con un movimiento rápido, me desabrocho el vestido, y lo dejo caer a mis pies. Estaba desnuda delante de el, mi pecho respiraba agitado, mis tetas pequeñas se erguían con cada inhalación que tomaba. Libardo me miraba fijamente, sus ojos brillando con deseo. Me acerque mas a el, mis manos envolvieron su miembro, que palpitaba en mis manos. El cerró los ojos y soltó un suspiro.

Su respiración era jadeante, su abdomen se movía con cada respiro que tomaba. Empiezo a masturbarlo lentamente, acariciándolo con cuidado, mis dedos recorriendo cada centímetro de aquello que era tan desconocido para mi. El gruño de placer y me empuja contra la pared del baño. Sus manos se mueven por mi espalda, bajando por mi espina dorsal, haciéndome cosquillar.

Con un movimiento repentino, Libardo me levanta y me sienta en la regadera. Su verga apuntando directo a mi cara. «¿Sabes lo que tienes que hacer?» – me mira con la mirada del deseo, mi respiración se agita. «Si, lo se» – respondo sin saber si mi propia boca me traicionaría. Comienzo a chapársela, su pene grande y duro en mi boca, mi saliva mojando su piel calienta. El gusto de su piel me emborrachó, mi boca se movió por si sola, saboreando cada centímetro de aquello que se movía entre mis labios.

Sus gemidos se escuchan en el silencio del baño, mi corazón latía al ritmo de la masturbación. Su miembro se balanceaba con cada movimiento que yo hacía. Me levanta la barbilla con la punta de su dedo, «Vamos, tienes que aprender a tragar» – me dice. Apretó los ojos, y con un movimiento valiente, decido tragar todo su miembro. Me siento inundada por su calor, mi garganta se adapta al ritmo, el sonido de mi tragar se escuchó en la habitación, mi nariz en su vello púbico.

Mis manos se deslizan por sus piernas, acariciando sus muslos, cada movimiento de mi boca mas profundo que el anterior. El se ve reflejado en el espejo, su rostro de placer y satisfacción me anima a continuar. De repente, siento su semen llenando mi boca, es cálido, espeso y salado. Me lo trago todo, sin dejar nada atrás, la sensación es extraña, desconocida, mas que excitante.

El se queda quieto un instante, jadeando, y me mira. «Eres una buena chica, Ingry» – dice con un tono cansado. «Gracias» – le digo con la boca aun llena de saliva, un sabor que no se me quita de la boca por un buen rato. «¿Ahora que?» – me inquieto, no sabia que mas podría pasar.

Sin perder la sonrisa, el me da un beso en la nariz y se acuesta en la alfombra del baño. «Ven acá» – me pide. Con un paso titubeante, me acerco a el, mi corazón latiendo mas rapidito que un conga. Me siento a su costado y el me abraza, me aprieta contra su pecho, su pene ya acomodado en mi estomago. «¿Te gusto?» – me dice con la cara pegada a mi oído.

Nuestros corazones latían al unisonó, podía sentir el suyo, suave y cadencioso, en mi oído. «Si» – susurro. El me mira a los ojos y sonríe, me levanta la barbilla con sus dedos y me besa. El beso es profundo, intimo, lleno de pasión. Sus labios se mueven contra los míos, su lengüita explorando mi boca, buscando mas de mi.

Mis manos se aferran a su cuello, a su barba me da un cosquilleo que me recorre todo el rostro. Me levanta y me pone de pie, su verga ya de nuevo erecta, la mira con deseo. «¿Te gustaría que te la meta?» – me dice con la seriedad de un doctor que me acaba de diagnosticar con el virus del placer.

Asiento, con la boca seca y el corazón que quiere salir por la boca. El me pone contra la pared, su verga apuntando directo a mi, mi vagina ya mojada por la excitación que sentía. «Vas a ser mía, Ingry» – me dice, y sin mas preámbulo, me empieza a penetrar.

El primer toque me da un shock, me duele, mi cara se tuerce y mi boca se abre en un grito ahogado. El se detiene un instante, «¿Te duele?» – me mira preocupado. «No, sigue» – le digo con los ojos llenos de lagrimas. El continua, lentamente, cada centímetro que avanza me provoca un placer que jamás hubiera podido imaginar.

Mis manos se aferran a la pared, mis uñas clavadas en la baldosa. Siento la presión en mi interior, cada pulgada que gana mi vagina se ajusta a su tamaño. Empiezo a mover mis caderas, buscando el ritmo que me hará sentir mas. El lo nota y empieza a moverse mas rápido, cada embestida mas profunda que la anterior. El sonido de nuestros jadeos se combina con el eco de la fiesta que continua afuera.

Mis piernas tiemblan, la sensación es tan intensa que quisiera que se detuvieran un instante, que se quede adentro mío. Pero el no para, su ritmo se acelera, sus manos aprestan mi cintura, levantándome cada que se adentra en mi. Siento que mi mente se desvanece, que la realidad ya no es mas que el y yo, aquel baño, la penetración que me acompaña.

Mis gritos se hacen mas fuertes, mi cara ya no es mas que un espejo de placer. La fiesta sigue afuera, la gente ríe y se divierte sin saber lo que estoy viviendo, sin saber que mi inocencia se desvanece en cada metida que el da. El me mira, sus ojos llenos de satisfacción, me acaricia la cara y me besa el cuello. Su aliento caliente me da la vida, me da la energía para continuar.

Sus manos bajan por mi espalda, mis nalgas se levantan y caen con cada embestida que da. Siento que mi primer orgasmo se acerca, la presión en mi vagina se acumula, mi clitoris palpita con cada caricia que le da. «Ahh, si, si» – grito, sin importarme el ruido que estamos haciendo. El me escucha y se apresura, su ritmo se torna salvaje, animal, el deseo que sienten los dos se transforma en un baile de pasión sin control.

Mis uñas resbalan por la baldosa, mi espalda se arquea, y el me sujeta con mas firmeza. La sensación de que me estoy a punto de venir es incontrolable, mi pecho se levanta y baja mas rapidito, mi respiración se agita. El me mira con ojos que parecen quemar, su sonrisa se ensancha y da un ultimo empujón, que me envía por el abismo del placer. Grito, mi vagina se contrae, siento la ola del orgasmo recorriéndome el cuerpo, la electricidad en cada poro de mi piel.

Libardo se detiene, sus ojos se cierran, y su miembro se empieza a mover con mas frenesí, sabe que estoy en el clímax y el quiere disfrutar de el. Su aliento en mi oído me enloquece, siento sus dientes clavándose en mi cuello, en mi hombro, en mi pezón. Grito mas, mas intenso, mas descontrolado. El empieza a moverse de nuevo, mas rápido, mas duro.

Mi primer orgasmo con un verdadero pene, mi primer orgasmo que no es solo en mis manos, mi primer orgasmo que no es solo en mis fantasías. El me llena con su semen, mi vagina se contrae alrededor de el, tomando todo lo que el me da. Me siento sucia, sucia y usada, y me encanta. La eyaculación de Libardo me provoca un cosquilleo que se expande por todo mi abdomen, bajando por mis piernas, que ya no sienten el piso.

El se queda quieto, adentro mío, jadeando, la cara roja, la barba mojada por mi sudor. Me mira, y en sus ojos veo la duda. «¿Estas bien?» – me susurra. «Si, estoy mas que bien» – le respondo con una sonrisa, que se me escapó sin querer. El sonríe y me besa en la boca, su sabor a mi propia humildad.

Nuestros cuerpos se desprenden, mi vagina se sienta vacía al salir el. Me mira y me da una palmada en la nalga. «Vamos, que la fiesta sigue afuera» – me dice con un tono que ya no era el del seductor, era el de un amigo que ya ha cumplido su deseo. Me siento insegura, no se si salir del baño o si continuar ahí, desnuda y a la merced de mi propia confusión.

El se viste, sin prisa, sin importarle que yo siga allí, desnuda. Me mira, su verga aun semidura, y sonríe. «¿Te gustaría que lo hiciéramos de nuevo?» – me propone. La tentación es grande, mi excitación no se ha ido del todo, mi mente aun juega con la idea de volver a sentir su miembro adentro mío. «No, por ahora no» – le digo, intentando que mi voz no temblara.

Me ayudo a vestir, suavemente, con la delicadez que no se si merezco. Me miro en el espejo, mi cara roja, mi cabello despeinado. «Eres hermosa, Ingry» – me dice. Yo no puedo creerlo, me siento sucia, usada, y el me ve hermosa. «Gracias» – balbuceo.

Nuestros pasos se acercan a la puerta del baño, el ruido de la fiesta se escucha mas cercano. Me da la mano, «Vamos a tomar un trago» – me propone. No se si quiero, no se si puedo. Pero hay una excitación en mi que no puedo negar.

Salimos del baño y me enfrento al salón, lleno de gente que no sabe que acaba de suceder. Me siento un poquito incomoda, mi vestido me pega a la piel, mi olor a sexo se desparrama por todos lados. Pero nadie se da cuenta, todos siguen riendo, bailando, bebiendo.

46 Lecturas/15 agosto, 2025/0 Comentarios/por Johan19
Etiquetas: amigos, baño, cumpleaños, hermano, mayores, padre, semen, sexo
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