(El silencio de los susurros) El Escondite Secreto
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Aun cuando el sol marcaba las siluetas de los chicos jugando en la calle. Jeffrey veía a los demás jugar, él estaba sentado en la acera, ajustó sus gafas y se levanta de sopetón. Ha llamado a su amigo, para jugar el juego. El juego del escondite secreto…
Bajamos por el desparramado terreno, ni tan muy lejos pero tampoco cerca, allá se veía la parte trasera del cobertizo del jardín. Una pequeña habitación posicionada verticalmente y a unos 15 metros de la casa de mis tíos.
Adentro solo había herramientas, y la cortacésped y suministros de jardinería. Lo que mucho no sabía, es que en el medio se podía levantar en forma de tapa al piso. Bajaba unos 5 metros hacia abajo, y era una azotea vieja; hecha antes de que mi tío comprara la casa. Nunca se le dio uso, sino hasta no hace poco, que sin que nos viera mi tío, no escondíamos allá abajo.
Detrás de mí iba Robert, tiene mi misma edad, ochos años. Tiene el cabello negro y grasoso, pecas en las mejillas y de ojos grises. A igual que yo, también era otro tímido niño que salía a jugar a la calle, nada más porque éramos obligados. Pero Robert me sigue también por otros motivos, hace dos semanas que ya lo he metido al escondite secreto, y le ha gustado.
¿Dónde está? – Musita Robert –sigue más abajo. Allá está, le digo y Robert me hace caso. Me siento en la escalera y en mi nariz el polvo de la tierra, se entrapa en mis fosas nasales. Solo tengo que agudizar mi oído y el ruido se hace visión, y a través de ellos lo imagino todo.
Adivinando en la penumbra, el niño va tanteando la oscuridad. Pronto unas manos gruesas le cogen sus manitas, le guía el paso y lo arrastra al fondo de su sombra negra. Robert cierra los ojos, para imaginarlo todo como la otra vez. Su nariz descubre esa esencia de adulto, al pegar su rostro en el abdomen lleno de pelos, siente el sudor en la cara. Le colocan una mano sobre la cabeza, y empuja hacia abajo, el chico aprecia el tumulto sobre el pantalón. Abre la boquita, y simula comerse el trozo que brinca con poder. Pronto la sombra, desabotona el jean, afinca el rostro del niño a la entrepierna enfurecida. El chico huele el aroma que desencadena el hombre, solito se pega al olor, la sombra cubre su rostro con ambas manos, unos de los dedos gruesos, le toca la quijada, le abre la boca y mete su pulgar adentro. El niño siente el sabor agrio y hasta metálico, luego una cosa más grande llena sus fauces. Le atrapa la nuca, y el empujón va hasta adentro, palpitando y abriendo. El sabor cambia, su lengua se abre y arrastra los grumos de una porra sucia, Robert aprieta los ojos, y mueve la cabeza como ya antes lo ha hecho. De ese modo su ávida boquita limpia la vergota que atraganta su mandíbula. La sombra se arquea, exclama placer y respira agitado.
Presiona con ambas manos, ahínca el pene, y hasta no llevarlo hasta la garganta, el niño escupe ahogado y con arcadas. Seguido se pone erguido de nuevo, abre la boquita y aprieta el tronco del miembro, chupa el glande y le saca suspiros intensos a la sombra que no muestra su apariencia.
Jeffrey sigue sentadito en la escalera, oye el ruido de como su amiguito chupa una porra de hombre. A su olfato llega el olor del cebo sexual, las arcadas las oye, su verguita se levanta, pero no tiene ganas de participar.
La sombra aprisiona al niño contra la pared, le pega la barriga peluda a la cara. Atraganta la boca del chico, aprieta su cara, y sin aviso, le acaba en la garganta. Robert siente como el semen del hombre le quema, saborea el sabor de la leche de macho ansioso y excitado, traga todo y su cuerpo esta rojo. Quemando por dentro, hundiéndose en el placer carnal, en un desconocido que no ha visto su rostro. Una sombra que cada tarde posible, le llena de semen su boca.
El sonido de las campanas me despierta, aun mi tío sigue dando el sermón de los domingos. Despidiendo a la congregación, con un versículo final… “Sabed que vuestro pecado os alcanzará…”
Estaba yo sentado en los últimos bancos de la iglesia, allá adelante, mis primos venían peleando, mi tía le jala la patilla al menor, y le da un manaso al mayor. Viéndoles venir, no percaté que mi tío había bajado del pulpito, y llego por detrás de mí, y sin darme el chance, jala mi patilla, y habla a mi oído… ¿Qué haces tú sentado aquí atrás? Umm… si yo te he dicho que te sientes adelante ¿ah?
Yendo detrás de mis primos, sobaba mi cuero cabelludo. Por dentro intentaba maldecir a mi tío, pero tenía miedo. Aun todavía era “un fiel” y eso no lo podía hacer, ni pensarlo siquiera.
Al llegar a la casa, mi primo el mayor de todos, estaba arreglando la camioneta. Vestía el jean degastado, no traía puesta la polera, solo dejando que el sol tostara sus musculo definidos.
Nos vio llegar, levanta la cara, y entrecerrando los ojos, me giña; yo sonrojo, y pienso que solo a él es que he querido, y al que sigo queriendo. A los demás no.
Por la noche, pregunto al vacío, porque mami y papi se ha ido. La repuesta es el silencio. Seguido me acuesto en la cama, me pongo de ladito, y veo a luna que no deja de verme desde afuera, a través de la ventana.
Tenía el sueño liviano, por eso he sentido cuando la sombra se posa detrás de mí. Coloca la almohada sobre mi cabeza, y susurra mi silencio. Ávido baja mi piyama, deja mi pompita desnuda, haciendo que mi rajita sienta un poco de brisa, en una noche de calor. Caliente como la porra que se posa en mi entradita anal, abriendo violentamente. Apagando mis aullidos con una mano rasposa, besa mi oreja y siento todo su esplendor, punzando mi interior.
Su aliento es ruin, bazofia mi cara, la escondo entre la almohada y de nuevo su vergota me la estanca en mi entrada, me ha de doler, y palpita su carne gruesa dentro de mí, que exhalo y pujo para poderlo sentir. Respingo mi culito hacia atrás, al no poder más, entrego mi placer a la sombra. Me uno a sus compas pélvico, mientras él mueve hacia adelante, yo me pego más hacia atrás, recibiendo su manguera gruesa, que abre mis fauces y así de tan rápido que comenzó, en tan poco tiempo cuando yo apenas es que estoy sintiendo, la sombra llena mi upite escocido, con eyaculadas internas apagando mi ardor.
En la mesa, cenaban el padrastro de Robert, la madre de este, en una cesta metía un pastel de frambuesa, que ha preparado para la reunión de la congregación que va ser en la casa de los tíos de Jeffrey. Robert también estaba sentado en la mesa, estaba por terminar de comer el último bocado de su plato de comida. Cuando la madre del niño, le pregunta si quiere ir con ella, por debajo de la mesa, el padrastro le aprieta la pierna. El niño que en ese momento bebía un vaso de agua, se ahoga y luego niega con la cabeza a la señora que lo mira parada desde el fregadero de la cocina. La mujer lo queda viendo, medio hace un mohín en su labios, y luego sacude la cabeza al mismo tiempo que sacude el trapo en sus manos.
El señor, un tipo de unos 38 años, eructa con chocancia, la mujer le acribilla con la mirada, luego dice el hombre; déjalo quieto mujer… el aun no quiere conocer al señor… se ríe grotesco. La mujer cogiendo la cesta, le señala con el dedo al muchacho, y le indica que suba a la habitación y haga las tareas. El chico sube a prisa, el hombre se levanta y antes de que su mujer salga por la puerta, la rodea por detrás, la aprieta y le roba un beso.
Intento… que seamos una familia normal –le dice ella dándole el frente.
Pero no puedes obligarnos aun ¿Qué te dijo tu guía espiritual?-responde el hombre.
Ella lo queda mirando a los ojos, y asiente cerrándolos. Luego le da un beso y se va a la reunión, antes de salir, le pide a su esposo que no deje salir al niño. Que se quede en la habitación.
Al verla ir lejos, el tipo, un hombre alto y medio flacucho, se raspa la media barba que le está creciendo, y luego aprieta su entrepierna por encima de vaquero.
Terminó de beber el jugo y deja el baso en el fregadero, lanza la mirada hacia al piso de arriba de la casa. Y antes de subir, primero se cerciora que su mujer se allá ido de verdad, y no resulte que regrese porque ha olvidado algo.
Al salir afuera, la tarde ya había entrado en penumbra. Ritchie sube a la alcoba de Roberts, al abrir la puerta, el niño estaba acostado en el suelo, no hacia ninguna tarea, solo dibujaba y coloreaba. Sube la mirada y ve a su padrastro a los ojos, este le giña y pasa adentro, y cierra la puerta.
Se sentó al lado del niño, lo dejo que terminara de colorear, mientras le paso la mano por las nalguitas. Robert siente miedo, pero no es primera vez que Ritchie hace eso. El manoseo de su padrastro en su pompita le hace sentir unas ganas de ir a orinar, pero no es exactamente eso, sino que es un cosquilleo intenso, que no sabe cómo desahogar aun.
Al finalizar de colorear, Ritchie le baja el pantaloncillo y hurga el culito del niño. Le abre las nalguitas y se queda mirando el rozado anito, sacude con los dedos, y luego se lleva el índice a la nariz, huele el aroma a limpio, le termina de sacar el pantaloncillo y el niño enmudecido hace caso a todo lo que el padrastro lo zarandea.
Desnudito de la cintura hacia abajo, el chico es acotado en la cama por Ritchie, le pone de perrito, y le saca la pompita hacia afuera, con ambas manos le manosea para de pompas blancas y redonditas, le abre y escupe en la rajita, con el pulgar lo penetra, lo circula por dentro y el chico apretando los dientes, deja caer a la cama, la parte superior de su cuerpo, agarra la sabana, empina más su culito hacia atrás. Ritchie se da cuenta que su hijastro está gustoso con los círculos que le hace su dedo pulgar. Le pone la mano en la cadera, y acariciando su espalda, el chico arquea su cuerpo y suspira al mismo tiempo que tiembla y se pasma.
El hombre lo único que hizo fue bajar la cremallera, saco su vergota empinada hacia un lado, jaló su prepucio y el glande rojo se prensó todo. Se escupe a la mano, y unta de saliva la cabeza. Seguido de esto, pone su porra en la entradita del culito del niño, presiona y el huequito que ya antes ha desvirgado, se abre y le chupa el glande. En silencio Ritchie exclama al cielo, luego baja la mirada de nuevo, y ve como todo su trozo de carne desaparece al ser devorado por el upite del chico.
El niño envuelto en algo que no puede evitarlo, jadea y mueve la pompa hacia atrás. El hombre le sujeta del cabello, y le agarra la cadera con una sola mano. Lo aprieta a su cuerpo y lo embiste seguidamente, hasta que le chasquido de su penetración se hace música encerrada en la habitación. Uniéndose con el olor del sexo, ambos gimen y el hombre se arrecha a todo esplendor. Jadea como la sombra, gime y escupe palabras obscenas. Culpa al chico de ser el provocador, le mete toda la polla adentro con un solo golpe pélvico, le espeta que se lo ha buscado, el chico con los ojos cerrados, aprieta y abre su culito; siente la dureza que atraviesa su esfínter. El hombre disfruta esos apretujaos, le manda más duro el garrote adentro. Y cayendo todo su peso sobre el niño, empina la pelvis hacia adentro, arquea su cuerpo y en ráfagas seguidas le llena todo el anito de semen al chico. Latiendo su porra, sacudidas y eyaculadas ardientes, inundan la cavidad anal del muchacho, que este no deja de apretar y exhalar un placer, con el estaxis privado de una fluidez corporal…
Queda inerte, ha igual que su padrastro tirado sobre él. El hombre aspira bocanadas de aire, saca su miembro viril aguado del anito del chico, medio ve, como le sale el semen que le ha depositado. Se queda un momento a su lado, esperando reponer fuerza y poder levantarse.
Antes de hacerlo, le besa los labios, Robert siente el sabor y olor del licor destilado. Cierra los ojos y no ve cuando su padrastro sale de su alcoba. Una vez solo, se tantea con los dedos, su rajita roja y encendida. Tiene babosito el culito, y con su dedo índice se penetra un poquito. Después de haber recompuesto fuerzas, el niño va al baño, expulsa la leche que Ritchie le ha acabado, y luego se da un baño.
Aún había sol en la tarde, veía a la sombra que estaba en la ventana de la alcoba de arriba. Estaba escondida detrás de la cortina, medio asoma la cabeza y luego asiente a mi mirada. Yo entiendo lo que quiso decirme; espera que le lleve esta tarde una presa al sótano que está bajo el cobertizo de jardín.
Solo espero que Robert venga esta tarde a jugar, sino me va tocar a mí, ser su presa. Y a mí no me gusta él. Me gusta mi primo el mayor de todos, el que acaba de llegar en la camioneta, se baja y me giña el ojo, luego entra a la casa. Austin mi primo de 25 años, es el que he amado en secreto, pero a la sombra que se oculta en el sótano, no.
Esa tarde no vino Robert, para suerte mía, tampoco tuve que bajar yo, porque tampoco pudo bajar la sombra. Dentro en la casa, en la sala, Abe y Addison peleaban en el sofá. Mi tío estaba en su despacho, leyendo la biblia para el sermón de que va dar el próximo domingo, mi tía en la cocina y Austin estaba arriba.
Me siento al lado de mi primo Abe, que tiene 13 años, esta se levanta y va a la cocina. Me quedo a solas viendo la tele, junto con Addison, que este tiene 19 años, es medio regordete, y su cabello rubio castaño le cae en los hombros. Mi tío me obliga llevar un corte parecido a los niños de la época nazi, pero a mí primo Addison, no le dice nada. O bien le dice, pero este no hace caso. Por ello le tengo odio, no a mi primo, sino a mi tío.
Addison comienza golpear mi brazo con sus dedos, le empujo para que deje quieto. Cuando llega de nuevo Abe, este se sienta en el medio de nosotros y ahí yo aprovecho de irme de la sala. Subo arriba y mi primo mayor que tenía la puerta medio abierta, lo veía vestirse y me provoca hacer de todo con él ahí encerrado en su habitación.
No entiendo porque si conocía a la sombra, la sombra cuando entraba por las noches a mi habitación, me cubría mis ojos con la almohada, y no dejaba que yo lo tocara o volteara a intentarlo verlo en la oscuridad. Esa noche entro, se acostó en mi cama, y yo de ladito siento su pene duro en mis nalguitas. Me baja el piyama solo hasta las puntas de las nalgas, escupe su mano y me unta de saliva, coloca si mástil, y tapando mi boca, me emburra todo adentro. Siento los pelos de su ingle tocar mis nalgas; comienza a meter y a sacar. Y su dura vergota lastima mi anito. Aplico la de siempre, dejo de pensar en el dolor, y relajo todo mi cuerpo. La sombra se sube todo sobre mí y su peso me hunde en la cama. Agitado mueve la pelvis, explotando mi culo, me penetra con sacudidas intensas, jadea en mi nuca, y apañando sus ruidos, muy pegadito hacia mí, me hunde toda su porra adentro, y siento como se expande acabando en mi culito abierto.
Esta vez no pude disfrutarlo como él, la sombra fue rápida y así de rápido salió de mi habitación.
Hago lo de todas las veces, me siento en la escalera, y oigo las arcadas y mamadas que da mi amigo Robert a la sombra. La tarde aún era joven, no había oscuridad, aunque el sol ya se ha ocultado. Robert chupa como becerrito, se atraganta, y la sombra lo pega contra la pared. Espero un poco impaciente, no porque esté esperando mi turno, sino que quiero salir rápido de este lugar asfixiante.
Cuando entraba al escondite secreto, cerraba la puerta del cobertizo. Debió ser el viento, pero la puerta del cobertizo se medió abrió, y dejo entrar un poco de luz hacia adentro. Lo que hizo aclarar la penumbra que arropaba el sótano. No estaba todo muy claro, pero sí que podía ver las sombras en el fondo haciendo sus cosas.
El sol debió de haber salido, por un último momento de su escondite detrás de una nube. Su brillo fue gradual y brusco, pero lo suficiente para ver lo que está sucediendo en el fondo..
No es una sombra, no es una sola… ¡Son dos! >>. Musitando a mis adentros, espabilo mis ojos al mismo tiempo que siento mi corazón acelerar, lo que yo creía ser una sola sombra perversa, resulta que hay otra, y ahora mismo está adentro con mi amigo y yo. El poco alumbrado esfumado vi lo que están haciendo a Robert… << no se oye nada… ¿Qué sucede? >> Me pregunto al mismo tiempo que voy poniéndome de pie, nervioso y temblando.
Al dejarlo Jeffrey andar solo, tanteando en la oscuridad. Robert siente las manos gruesas, que le atrapan las suyas. La sombra lo atrae hacia él, lo pega a su entrepierna y el chico siente como la erección le late en la cara. Al sacar el miembro viril, lo mete en su boquita, la sombra le empuja la cabeza, y lo atiborra hasta ahogarlo. El chico exhala y vuelve a chupar el glande, lo mame todo y aprecia como late en su lengüita ávida, limpiando esa cutre vergota que desde hace un tiempo ya ha venido mamando.
Cuando siente dos manos en sus hombros, el niño pensó que se trataba de Jeffrey, pero no fue así, era otra sombra y él se asustó. Como está mamando una porra, no le dan la oportunidad de preguntar, sino que la sombra le apoya la mano y no lo deja hablar. El otro que está detrás de él, se saca el mástil erguido, y el niño de haber salido de una porra, la otra se la meten rápidamente y el otro que ha llegado por detrás, le sujeta la cabeza y lo ahoga, cogiéndole ferozmente, mientras le agarra por el cuero cabelludo. Robert está asustado e intenta zafarse de los dos hombres, para así poder llamar a Jeffrey. Este oye las arcadas y el ruido que hace su amigo al mamarse una polla, pero no le da importancia, creyendo que tan solo es porque está emocionando por chuparse la vergota de la sombra.
El desconocido lo tiene mamando obligado, susurra y le jala del cabello, le aprieta la cara y Robert entiende que no puede gritar, ni hacer nada. Mientras, la sombra le baja el pantaloncillo, lo levanta por las pompas, y el niño queda como si fuese un puerco dando vuelta en asador de ladrillos.
Con la boca atiborrada, y con el culo que se lo están partiendo en dos. El chico gime desesperadamente, su amigo; quien lo invito a jugar el juego del escondite secreto, no hace nada y Robert se pregunta si será el consiente de lo que le están haciendo estos dos hombres en la oscuridad. Pero Jeffrey cree que todo está normal, hasta por un leve brillo de sol, medio alumbra el sótano y se percata como tienen a su amigo.
La sombra le daba duro por el culo, mientras el otro desconocido le mandaba toda la polla dentro de la boca. El desconocido es alto, de brazos gruesos, y eso es lo que alcanza a ver Jeffrey de él.
El niño en la escalera, se pone de pie. Le late rápido el corazón, y siente con los zumbos en sus orejas le van hacer caer por el miedo. Tratando de no hacer ruido con sus pisadas, Jeffrey va subiendo de espalda; no sabe que va intentar hacer para ayudar a su amigo, pero cuando ya está por llegar arriba la tapa del sótano se abre de sopetón…
Oigo cuando el carro se aleja de la casa. El hombre que estaba frente a mí, se veía era como una figura negra, pero toda su silueta la conocía yo. Y como no la iba a conocer, si tanta rabia le he tenido. Mi tío tenía las manos en la cintura, podía ver su incipiente calva, y aunque no veía muy bien, podía saberlo como estaba su ceño fruncido.
Bajo cada escalón con fuerzas, imponiendo esa misma autoridad y respeto parecido al de la casa y la iglesia misma. Mientras él iba bajando, yo iba bajando de espalda. Ahora los ruidos que hacían aquellos que están en el fondo, entendí que mi amigo estaba siendo obligado. Ahora si oía su sus sollozos, y yo también estaba a punto de estallar en llanto, pero mi tío al bajar la escalera, lo único que hizo fue… shht.
Y no proferí un grito.
De todas la veces que entre nunca supe que había una lámpara colgada del techo. Mi tío jalo el cordón y una luz difusa y amarilla escandalizo mis ojos. Me tapo con la mano y cuando ya puedo ver bien, antes de ver la cara de mi tío, veo a los dos que están cogiendo a mi amigo.
A la sombra yo lo conocía, fue el primero en meterse en mi habitación, al primero que le di una mamada, y el primero en meterla por mi anito. Después para librarme de él, por las tardes siquiera, cuando note que Robert se quedaba viendo a mis primos, le hice la invitación al escondite secreto. No hubo mucho de por medio, simplemente se dio y a mi primo le gustó. Entonces en un silencio cómplice, Addison le emburraba la verga a Robert, que yo siempre le ocultaba y no le decía de que quien se trataba, simplemente para la seguridad de mi primo.
Ahora el hombre que estaba metiendo la verga en la boca de mi amigo, jamás creía que el fuese capaz de hacer, y de hacerlo ¿Por qué no antes lo hizo conmigo? ¿O ya lo había hecho?
Cuando Austin ve a mis ojos, me giña como siempre, sonríe y baja de nuevo la mirada, apretando la cara de mi amigo lo está ahogando con su verga.
Al verle la cara a mi tío, se ha sacado la erección por la bragueta, se la enfunda con el prepucio y luego lo jala, mirando como sus dos hijos están sometiendo a Robert, mi amigo. Mi tío se mueve, y coge un banquito de una esquina, ese banquito no sabía que ahí estaba. Lo veo agarrarlo y cuando se sienta sobre él sus piernas quedan estiradas al suelo. Aun con la misma expresión de miedo que impone mi tío, ni siquiera me ve a los ojos, él está fijo mirando como el chico está siendo devorado por aquellos dos.
Levanta el brazo y me señala con el dedo índice, lo mueve hacia atrás y hago caso y me acerco a mi tío. Cuando estoy a su lado, con impotencia me mueve y me pone delante de él, me pone de espalda y jala mi pantaloncillo, con un pie me indica que saque todo mi pantaloncillo. Al quedar desnudito de la cintura para abajo, mi tío medio abre las piernas, me jala y me hace sentar encima de su regazo. Su elevada erección de un hombre de 46 años, se posa por encima de mis bolitas. Cuando mi tío acerca su aliento a mi cara, reconozco ese olor ruin; caigo en cuenta que mi tío es el que visitaba mis noches, se montaba sobre mí y me cogía fuertemente. Yo creía que era la sombra, mi primo Addison, pero no era el, o quizás algunas veces sí, y hasta otras veces era mi primo el mayor… seguro era por eso que siempre me giña el ojo.
Mi tío pone la cabeza del pene en mi entradita, susurra a mi oído, que ponga flojito. No hace falta que lo diga, solo dejo que ese intruso duro, penetre mi orificio, aprieto y respingo hacia atrás. Coloco mis manos en las rodillas de mi tío, echo mi cuerpo hacia adelante y él poniendo sus manos en mi cintura, levanta la pelvis y empieza darme duro, metiendo y sacando, hasta al fondo y sacándola toda, me penetra hasta apretarme contra su cuerpo. Con la mirada hacia abajo, veo es el piso y oigo los gemidos de mi amigo. Mi primo Austin le está emburrando una verga gruesa en su culo, mi otro primo le oprime la boca. Robert ya está desesperado, quiere gritar y Addison le estampa una cachetada. Llora y caya tapando su cara. Comienzo a llorar yo, mi tío me atrae a su pecho, pegando mi espalada, me empuja su dureza hasta al fondo, pegando sus bolas en las puntas de mis nalguitas, me habla bajito al oído, y me sostiene la cabeza, para que vea fijo, como a mi amigo lo están ultrajando mis primos.
Ves… por tu culpa él está sufriendo ¡tú lo infectaste con tu sodomía!
Sus palabras retumbaron en mi mente, luego en mi estómago, me hizo revolver. Y aun penetrado por mi tío, echo mi cuerpo hacia adelante y vomito en el piso. Siento como mi tío levanta la pelvis y la deja suspendida al aire. Toda su polla dentro, palpita y los trallazos me llenan mi culito de su semen caliente…
Mi tío fue el último en cogerlo, Robert estaba sobre el suelo, de largo a largo, veía sus ojos cristalinos, su nariz roja, su miedo en las pupilas. Temblaba y aguantaba el llanto. Yo estaba encima de las piernas de mi primo Austin, no me cogía, solo me tocaba por encima y me daba besitos en el cuello y en mi boquita. Luego acercaba su voz a mi oído, y me decía; buen hecho primito, darnos a tu amiguito fue lo mejor que pudiste hacer… lo decía risueño. Si antes deseaba, que mi primo Austin me hiciera el amor, ahora que estoy sentado sobre su verga flácida, sentía asco estar encima de él.
Mi tío golpeaba todo su peso contra el cuerpo de Robert, mi amigo me veía a los ojos, como culpándome de todo lo que estaba sucediendo. Y de hecho así lo sentía yo, y así era ¡es mi culpa!
Mi amigo recibió todo el semen de mi tío dentro de su culo. Vi salir la verga flácida de mi tío, lleva de semen y sangre también. Addison que se hacia la paja, se acercó y le escupió la leche en la cara. Austin tocando mis bolitas se reía bajito…
Estando en el funeral de Robert, el sínico de mi tío precedió el velatorio. Dio su espontaneo discurso, sobre la muerte y sobre la maldad en el mundo. Antes respetaba y no me atrevía de maldecir a en mis pensamientos a mi tío, pero ahí sentado en las sillas de la casa de los Dahmer, cada levantada de mano que daba mi tío lo maldecía en mis adentros.
Para asegurar mi silencio, cuando ya todos habían acabados sobre el cuerpo de mi amigo, que aún seguía con vida. Mi primo al que tanto amaba, me sostuvo la cabeza y me obligo a ver, lo iba hacer su padre. Mi tío cogió una pala y se la atesto en la cabeza de Robert. Mi amigo dio unas patadas como una gallina muerta y luego sus ojos se apagaron.
Desmalle en los brazos de mi primo. Cuando despierto estaba en mi habitación, Addison se acercó a mí, y me dijo… si tú llegas a decir algo, te vamos a encerrar allá abajo, con la boca tapada, y dándote golpes después que mi hermano y mi papá te hayan cogido a igual que yo…
Asentí nervioso y lo vi salir de mi habitación…
Y… ¿En que momento decidiste matar a toda tu familia? – pregunta el psiquiatra.
Le respondo…
En el entierro de mi amigo, prohibí llorar… no porque quería guardarle mis lágrimas de vergüenzas, sino porque mis primos y tanto mi tío a cada rato lanzaban la mirada a mis actos. Pero algo sucedió, cuando ya la urna estaba bajando al hueco, detrás del padrastro de mi amigo, ahí estaba Robert. Vestido como ese último día de su vida, sin antes que le rasgaran su ropa.
Subió la mirada a la cara de su padrastro, luego me vio a mí, y lo entendí que quiso decirme… su padrastro fue el primero en abusar de él… fue como si dijera, no tienes la culpa tú, fue culpa de él, por enseñarme antes del tiempo los placeres del cuerpo. Yo busque mi desgracia…
– ¿Pero aun así tú no dejaste de tener culpa? –Interrumpe el doctor.
– No. Siempre me he sentido culpable, aun todavía.
– ¿Y porque esperaste dos años para cometer la masacre? –
– Las pesadillas doctor… las pesadillas me persiguen…
– Tú has dicho que, solo tu tío y tus dos primos fueron los abusadores. Pero, ¿Por qué asesinaste también a tu tía y a tu otro primo? –
– Doctor…
– ¿Sí?
– ¿Debería yo haber sido un par de ásperas garras?
Corriendo por los fondos de mares silenciosos…
El Marques
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