El tío del Furgón escolar (Parte2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Desperté a las 6 de la mañana luego de una extraña pesadilla: Estaba en medio de un campo, completamente desnudo, y atado a un árbol.
Devon aparecía con su pene colgando entre sus piernas y apuntando amenazadoramente a mi entrada.
Tocaba mi cuerpo susurrando cosas horribles, y comenzaba a embestirme sin siquiera lubricar.
Mi cuerpo despertó cubierto en sudor y casi aún sintiendo las ficticias caricias.
Todavía tenía el recuerdo de su grueso pene en mi culo, decorado por unas gotas de dolor y un poco de extraño placer.
Mover las piernas causaba punzaciones de dolor, y sentía una extraño malestar a la altura de mi bajo vientre.
Por un momento entré en pánico y comencé a llorar.
No quería tener que volver a repetir el momento, pero no podía hacer nada para evitarlo.
Devon me tenía en sus manos, y sus ordenes causaban un extraño efecto en mí.
Pero yo no era gay.
tenía a Laura.
Tenía que inventar algo para no tener que venirme del colegio con Devon.
Irme con él no era el problema, pues nos íbamos con muchos niños.
Pero devuelta, yo era el último en quedar.
Piensa, Martín, piensa.
No podía contar con mis amigos, y sabía que mi madre intentaría averiguar si lo que inventaba era cierto o no, por lo que tenía que tener un cómplice o una coartada.
Pensé y pensé, hasta que la alarma sonó.
La idea cayó por arte de magia y me vestí cruzando los dedos para que mi madre me dejara.
-Mamá, ¿Qué debo hacer para que suspendas el castigo? -pregunté esperando internamente que me diera la respuesta que presagiaba.
-Fácil, tienes que aumentar tu promedio.
Mínimo que vengas con un buen resultado en las próximas dos evaluaciones que tengas.
Desde que comenzaste a ir a tantas.
-Bueno, siendo así -la interrumpí-, quiero pedirte que me des permiso para quedarme después de clases donde un compañero que me ayudará a estudiar.
-Ah, ¿Si? ¿Quién? ¿David? -carcajeó.
-No, Dimitri -respondí.
-¿Y ese quién es? -preguntó interesada.
-Pues un compañero, es el mejor de la clase.
-¿Y de cuando hablas con él? -comenzaba a hablar desde el escepticismo.
-Mamá, si no me crees no te preocupes.
Cuando salgamos de clases le pediré que te llame y te confirme, y, si aun no quedas conforme, le puedo pedir que uno de sus padres te hable.
-¿De verdad? -preguntó claramente sorprendida.
-Si, mamá.
Es en serio –me senté con dramatismo-.
Entendí y acepto mi castigo.
Pero quiero reparar lo que hice para que me lo suspendas luego.
-Genial, no sabes lo feliz que me pone que por fin hayas entendido –dijo con alegría-.
Pero si me mientes, me encargaré de que vayas en furgón hasta que termines la universidad, ¿oíste?
-Fuerte y claro -más vale que Dimitri acepte.
Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para evitar que mi culo sufriera aquella invasión.
Y, además, esperaba que el estudio me sirviera para no volver a ver a Devon jamás.
Desayuné con un poco de optimismo y mentalizado en que lograría convencer a Dimitri de ayudarme con el estudio.
Las evaluaciones que venían era la de Física y la de Biología.
¡Dios! ¡Física! Moriré.
Biología no era muy compleja, pero genética me confundía un poco.
Tenía que irme bien, no podría aguantar mucho tiempo a solas con Devon.
Un sonido afuera me sacó de mis pensamientos y me indicó que mi transporte ya había llegado por mí.
Mi epigastrio se contrajo y mi corazón comenzó a palpitar desesperado.
Respiré hondo y, dándole la más creíble sonrisa a mi madre, me despedí.
Cuando atravesé la puerta y lo vi, sentí una horrible corriente bajando por mi columna que se introdujo en mi trasero y me provocó el doloroso recuerdo del día anterior.
-Que deportivo –observó Devon cuando me vio.
-Tengo entrenamiento –dije rápidamente y me dirigí a la puerta.
-¿No me vas a saludar? -preguntó tendiendo su mano con una sonrisa siniestra.
Sus dientes perfectamente blancos se asomaron.
La barba en el hueso de su mandíbula se veía ordenada y masculina, y resaltaba el blanco de su sonrisa.
-Hola -saludé con velocidad y me dispuse a retomar el camino, pero él me sujetó y me apretó con fuerza la mano.
-¿Por qué tan esquivo? -preguntó con cinismo-.
¿Te quieres hacer el desentendido?
-¿Qué? No -respondí incómodo.
-Más te vale –dijo acercándose a mi oído con misterio-.
Recuerda que ahora sólo eres mío.
Y, por tu bien social, espero que no digas nada.
Su agarre se soltó y me metí al furgón sin decir nada.
Más que la magnitud de sus palabras, era la forma en que lo dijo, que me dejó completamente en shock.
Tenía que irme bien si o si en las próximas evaluaciones, no creía soportar más lo que él me hacía sentir.
Su mirada penetrante me perseguía por el espejo retrovisor, mientras que en mi interior se luchaba una gran batalla.
¿Por qué me producía tantas cosas? ¿Qué tenía su gruesa y ruda voz que provocaba que mi piel se erizara? ¿Cómo era que sus ojos calaban tan profundo en mi piel? Necesitaba estar con Laura y recordar lo que realmente me gustaba.
Apenas llegamos al colegio, me bajé y me perdí en el mar de gente.
Busqué con la mirada y en segundos encontré el cabello color fuego de mi novia.
Pero estaba en un rincón alejado, junto con Freddy.
-Laura, necesitaba hablar contigo –dije acercándome con intención de estamparle un jugoso beso.
-Yo igual –dijo poniendo distancia.
La miré confundido-.
Es sobre Freddy.
-Ya.
Los vi ayer -suspiré-.
Pero no te preocupes te perdono.
-No entiendes, Martín -acarició su cabello-.
Freddy y yo estamos juntos ahora.
-¿Qué? ¿Es una broma? Pero Laura.
creí.
-me acerqué intentando tomarla de los hombros.
-¡Hey! Aléjate, campeón -se interpuso Freddy-.
Ya oíste a la dama.
-¡Bórrate, idiota! -le espeté en la cara-.
No estoy hablando contigo.
-Martín, lo siento, pero ya no siento las mismas cosas por ti –dijo Laura, aunque su cara no concordaba con lo que decía-.
Ya está dicho, terminamos.
Freddy la tomó del brazo y se la llevó.
La furia se apoderó de mi pecho y se combinó con la tristeza y el orgullo destruido.
Me acerqué a mis amigos en búsqueda de apoyo moral, pero cuando vi sus caras patéticas me arrepentí.
Ellos no eran mis amigos y nunca lo fueron.
Tome la poca dignidad que tenía y la llevé hasta el salón.
Caminé por entre las mesas y me senté junto a Dimitri.
-¿Tu duermes aquí? -pregunté-.
Todo el mundo está afuera aún.
-Adentro o afuera, estaré solo igual -respondió-.
Por lo menos aquí estaré cómodo.
¿Y tú? ¿Por qué estas aquí?
-Lo mismo que tú, al parecer -contesté.
-¿Estas bien? -preguntó preocupado-.
Tienes la mirada extraña.
-No, no estoy bien -respondí-.
Nada está bien.
Nunca había estado peor.
-Hmm, déjame adivinar -colocó su mano bajo su mentón-.
¿Laura?
-Ni me la nombres –dije sintiéndome enfermo.
-Que mal –me palmeó la espalda-.
¿Puedo hacer algo por ti?
-No, gracias -respondí, aunque me rectifiqué al instante-: De hecho si, si puedes.
-¿En serio? Lo pregunté por educación solamente.
No creas que iré a hablar con ella, me destruirían -dijo preocupado.
-No, no.
No es nada de eso -sonreí-.
Es algo que sí está dentro de tus posibilidades y que, de hecho, sólo tu puedes hacer.
-¿A sí? -preguntó desconfiado-.
¿De que se trata?
-Me gustaría que me ayudes a estudiar para las evaluaciones que vienen, ¿Puedes? -pregunté con una mirada suplicante-.
¿Por favor?
-¿Por qué? ¿Desde cuando te interesa estudiar?
-Desde que descubrí que he desperdiciado mi tiempo con gente que no vale la pena y he descuidado lo que realmente importa -contesté-.
Y desde que me enteré que sólo así podré librarme del furgón escolar.
-Bueno, pero si ya dejaste tu amistad con los otros ¿Qué tan terrible es que sigas viniéndote en el furgón?
-Muy terrible -respondí con gravedad-.
¿Puedes o no?
-Eh, bueno, sí, claro -respondió justo cuando la profesora entraba.
-Genial, iré a tu casa entonces –dije.
No alcanzó a replicar pues la profesora comenzó a hablar.
Las manos me sudaban, el plan estaba funcionando bien después de todo.
La clases fueron terminando, hasta que llegamos a la clase de deporte.
Salimos al gimnasio, Dimitri y yo, y nos fuimos a los camarines a guardar nuestras cosas.
El sistema en el colegio era que nosotros debíamos hacer deporte junto con los cursos C y F.
Y, además, nos subdividíamos entre quienes estaban en el equipo de voleibol y quienes estaban en otros equipos o, simplemente, no estaban en ninguno.
Demitri era un ejemplo de eso último.
-Martín -me llamó el entrenador-.
Ayer hablamos con los demás del equipo y decidimos hacer un cambio en la capitanía.
-¿Qué? -pregunté desencajado-.
¿Eso que quiere decir?
-Que ya no eres capitán, genio -contestó David risueño.
-No me digas -ironicé-.
¿Y quién es ahora?
-Freddy -contestó el entrenador.
Freddy se irguió orgulloso.
Laura lo miraba con admiración desde la distancia.
Fue cuando me di cuenta de todo.
Hice un paneo alrededor y vi la malicia en los ojos de mis antiguos "amigos".
-¿Sabe qué, entrenador? Renuncio –dije.
A todos se les cayó la mandíbula.
-¿Qué? No puedes hacer eso.
Si es por lo de la capitanía, lo siento, pero tus compañeros decidieron.
-No puedes irte, Martín -dijo David, visiblemente preocupado-.
En dos días tenemos que jugar con el colegio Ingles.
-Eres un pilar fundamental, Martín, no puedes irte –dijo el entrenador.
-Lo siento, renuncio.
No puedo seguir aquí, no vale la pena.
Nada de lo que digan hará que cambie de opinión.
Diciendo eso, me giré y me fui a las gradas.
No iba a continuar con ese juego.
Estaba aburrido de seguir aparentando.
Nunca fui yo, sólo era mi estatus social lo que acercó a esos chicos y lo que me dio una oportunidad con Laura.
Ya no quería seguir siendo lo que no era, con amigos interesados, con una novia superficial.
De hecho, ahora me sentía libre de ser yo mismo, sin tener que preocuparme de no hacer cosas que pudieran ensuciar mi reputación.
Respiré hondo y me sentí bien.
Sobretodo cuando vi las caras de preocupación del equipo al entender que se les había ido uno de sus jugadores más importantes.
Vi a Dimitri haciendo ejercicios con los demás que no estaban en ningún equipo y me uní a ellos.
La hora se pasó volando y el timbre de salida sonó.
Nos dirigimos a las duchas pero Dimitri sólo tomó sus cosas y salió.
-¿Vamos? -preguntó.
-¿No te ducharas? -pregunté de vuelta.
-¿Y arriesgarme a que uno de tus amigos me acose? No gracias -respondió-.
Me ducharé en mi casa.
Si quieres, puedes hacerlo allá.
Pero vamos rápido, mi hermana está por llegar.
-Esta bien, voy –Y fui a buscar mis cosas.
Alcancé a ver a Freddy duchandose.
Un culo perfecto y una espalda muy trabajada.
Su cuerpo estaba surcado por músculos que brillaban por el agua.
Su pene grueso estaba rodeado por una masculina mata de pelos, al igual que sus ligeramente morenos testículos.
A pesar de estar delicioso, yo la tenía más grande que él.
Salí y me dirigí donde Dimitri.
Nos quedamos esperando y aproveché de contarle bien lo sucedido con el equipo.
Al cavo de unos minutos, un Mini cooper cabriolet apareció y se estacionó frente a nosotros.
Quedé impresionado, nunca había visto un Mini cooper descapotable con tanto estilo.
El color rojo y negro brillaban de limpio, y la chica en el deslumbraba con su belleza.
-Hola -saludó Dimitri-.
Natasha, él es Martín, un amigo.
Martín, ella es Natasha, mi hermana.
-¿Amigo? ¿Y ese milagro? Suban, mamá estará feliz –dijo.
-¿Feliz? -pregunté.
-No le hagas caso –dijo Dimitri, avergonzado.
-Nunca lleva amigos -respondió Natasha.
Sonreí, aunque luego sentí un poco de pena por él.
Literalmente era el chico invisible del colegio, y no podía entender por qué.
Natasha tenía el pelo igual de negro que su hermano, con la misma piel blanca, pero con unos risueños ojos cafés.
Sobre su pecho colgaba una credencial y supe que era pediatra, aunque, físicamente, no parecía ser mucho más grande que nosotros.
Anduvimos cerca de 20 minutos, hasta que llegamos a un particular condominio.
Mis ojos salieron de sus cuencas cuando vi las hermosas casas que ahí habían.
El auto se detuvo una casa color café claro, de dos pisos.
Tenía un enorme jardín con muchos árboles nativos y flores de muchos colores.
Las ventanas tenían curiosas formas dándole un aspecto muy original.
-Dile a mamá que iré donde José Patricio, nos vemos a la tarde –dijo Natasha mientras nos dejaba-.
Adiós, Martín.
Fue un gusto conocerte.
Comenzamos a caminar por el antejardín y no pude evitar hacer la pregunta:
-¿Por qué estas en ese colegio? Es decir, se nota que está muy por debajo de esto -señale las casas a nuestro alrededor-.
No sabía que tu familia tenía tanto dinero.
Si los del colegio supieran.
-Pero no sabrán, ¿verdad? -me preguntó seriamente.
-Claro que no –dije rápidamente-.
Aunque, subirías muy rápido la pirámide social.
-¿Y que saco con eso? ¿Tener amigos como los que tu tenías? No, gracias.
No estoy preparado para tener amigos por interés -dijo-.
A menos que sea académico -sonrío mirandome.
-Sí, ya.
entendí.
No era necesario recordarme mi vida pasada -sonreí.
-Voy a ese colegio porque papá salió de ahí -respondió de forma solemne-.
Llegó hasya aquí gracias a que se esforzó y luchó.
Salió de un barrio del cual no todos logran salir, y cumplió sus sueños.
Murió cuando tenía 6 años.
El cáncer fue el único obstáculo que no logró vencer.
-Oh, lo siento -palmeé su espalda.
-No te preocupes -sonrió-.
Fue hace mucho.
Ir a ese colegio me hace sentir más cerca de él.
Entramos a la casa y casi caí en depresión al ver lo hermosa y grande que era.
Mi casa completa cabía dentro de su living.
Bueno, nunca tanto, pero era muy grande.
La reacción de su madre fue muy similar a la de su hermana, aunque un poco más efusiva.
Le faltó tomarnos una foto para completar la escena incomoda.
-Dimitri nunca había traído un amigo antes –dijo fascinada-.
Tanto que le digo que le hace bien tener amigos y salir de vez en cuando.
-Mamá.
deja de avergonzarme –imploró Dimitri-.
Martín sólo viene a que le ayude con cosas del colegio.
-Pero igual, por algo se empieza –caminaba de un lado a otro poniendo cosas sobre la mesa para que comiéramos algo.
Su cabello castaño y ondulado me mareaba de tan rápido que se movía-.
Podrías pedirle a él que te acompañe al ortodonsista pasado mañana.
-No creo que quiera –dijo.
-Eh, si quiero –Dimitri me miró sorprendido-.
Ya no tengo amigos, ¿recuerdas?
-Oh, genial -aplaudió su madre-.
Mi niño se verá hermoso sin los brackets.
-¿Se los sacarán? -pregunté-.
Genial.
Te haría bien un fashion emergency.
-¡Sí! Yo le he dicho lo mismo -.
-Martí, deja de darle ideas -refunfuñó Dimitri-.
Además, no va conmigo.
Soy un chico nerd, es mi escancia.
-Puede segur siendo nerd, pero con estilo.
No porque te vistas diferente significa que vaya a cambiar tu personalidad -argumenté.
-Bien dicho –dijo su madre-.
Pues está hecho.
Pasado mañana les pasaré mi tarjeta para que lo pasen bien y para que tú, Martín, te encargues de poner bien guapo a mi bebé.
Minutos después, y luego de haber llamado a mi madre, nos encontrábamos en su habitación estudiando.
Ya me había regañado por lo que había logrado con su madre, pero, de todas formas, el compromiso ya estaba hecho.
Lo primero en tratar fue ciencias.
Pero, por un momento, me distraje viendo sus tiernos ojos grises.
-… XXY es el de Klinefelter.
¿Oíste? -preguntó trayéndome a la realidad.
-Sí, lo siento –me revolví incómodo.
¿Qué me estaba pasando? ¿Era posible que estuviera comenzando a sentir cosas por Dimitri? Devon me había dejado muy desequilibrado.
-¿Y que te resulta más complejo? -preguntó.
-¿De esto? Hmm, se me hace más complejo recordar todo.
Son muchos mutaciones y síndromes.
-Entonces debes cambiar el modo de estudio -chupó la parte trasera del lápiz que usaba-.
Haz un cuadro con cada síndrome y anota sólo las características que lo diferencien de los demás.
Así sólo estudias de eso y te evitas leer todo el capitulo.
Debes hacerte un pequeño resumen de todos los conceptos que no entiendas, se te hará mucho más fácil estudiar.
Con los textos muy largos se te va la atención y luego no entiendes nada.
Le hice caso y anoté en la esquina de la hoja un recordatorio para hacerlo cuando llegue a casa.
Luego continuamos con física, mi perdición.
Por más que me explicaba no lograba entender nada.
Formulas y más formulas, y formulas que salían de otras formulas.
H-O-R-R-I-B-LE.
-No logro entender –dije entrando en colapso.
-Sé que es complicado, pero es cosa de tiempo y esfuerzo –me animaba Dimitri.
-Soy un idiota, eso es lo que sucede –me levanté enojado conmigo mismo-.
Me irá horrible.
-No, tranquilo -.
Me tiré sobre su cama y comencé a llorar frustrado.
Las lágrimas salían sin que pudiese detenerlas.
Si me iba mal, tendría que aguantar pasar más tiempo con Devon y seguir siendo su juguete sexual.
Ya me había librado hoy de serlo pero, ¿cuánto tiempo más iba a poder evitarlo? Mañana nos volveríamos a ver.
En mi pecho sentía la opresión por el miedo de estar sólo en ese furgón.
Dimitri se acercó a mí y me abrazó con amabilidad.
Hundí mi cara en su cuello y respiré su delicioso aroma.
La tranquilidad me invadió y me sentí seguro.
Lentamente fui calmándome y retomando la compostura.
-¿Por qué estás así? -preguntó-.
¿Tanta importancia tiene esa estúpida evaluación?
-Demasiada -respondí.
-¿Repetirás el año?
-No -.
-¿Entonces?-.
-Es solo.
Es importante -contesté dudoso-.
Para mi es muy importante.
No preguntó más.
La tarde pasó y pronto tuve que irme.
Natasha se ofreció a llevarme a casa, no sin antes confirmar con su madre el compromiso de acompañar a Dimitri.
Llegué a casa, y luego de contestar mil preguntas de mi madre, pude llegar a mi habitación y dormir.
o eso intenté, porque el pánico que me producía ver otra vez a Devon me consumía por dentro.
A la mañana siguiente, cuando me despedí de mi madre, luego de decirme que llegaría tarde del supermercado, y me dirigí a mi transporte, no tardó en abordarme.
-Ven –me llamó a la puerta del piloto-.
¿Qué sucedió ayer?
-¿Por qué? -pregunté fingiendo que no entendía.
-No te hagas el gracioso.
¿Por qué no te viniste conmigo?
-Ah, es que me fui a estudiar donde un compañero.
-¿Sí? ¿Quién?
-Dimitri -.
-Ah.
¿El nerd?
-No le digas así.
Es un muy buen chico y.
-.
-No me interesa –me cortó-.
Lo único que me importa es que mis huevos estan llenos gracias a que tú no me dejaste vaciarlos en ti.
-Yo.
-me quedé en blanco.
Su mano acarició su entrepierna con descaro.
Por suerte, desde donde estaba, sólo yo podía ver esa acción.
-Ya te dije que debías obedecerme –me gruñó-.
De hoy no te salvas , ¿Oíste?
-Sí -respondí resignado.
-Ahora vete a tu lugar –dijo-.
Ah, y antes de que se me olvide.
No quiero verte con ese tal Dimitri.
No me da buena espina.
El viaje se me hizo eterno, y no estuve tranquilo hasta que estuve sentado junto a Dimitri.
Mi mente no estuvo atenta a la clase, y sólo pensaba en lo que iba a suceder después.
-Dimitri, ¿Puedo ir hoy a tu casa? -pregunté en un afán de lograr zafarme de Devon otra vez.
-Oh, no, lo siento –dijo lamentándose-.
Hoy es el cumpleaños de mi cuñado y no estaremos en casa.
Era oficial: estaba muerto.
Y, como suele suceder cuando no quieres que suceda algo, el tiempo pasó rápido y ya me encontraba en la salida del colegio.
Los ojos azules de Devon brillaron cuando me vieron al llegar.
Con una sonrisa macabra me hizo subir a su furgón y emprendimos el regreso.
Cada niño que bajaba era como la cuenta regresiva a mi muerte.
Por cada kilometro mi corazón aumentaba más sus latidos.
Y, cuando ya quedaba el último, sentía que mi corazón iba a salir de mi boca.
Anduvimos unos minutos más y torció hacia el mismo lugar que habíamos visitado anteriormente.
Se saboreaba los labios con un nivel de morbo casi palpable.
-E.
es -aclaré mi garganta-.
¿Es necesario todo esto?
-No dijiste eso la última vez -respondió.
-Es que.
No lo sé.
No sé que sucedió.
Todo fue tan rápido.
-Te recuerdo que tú provocaste todo esto -sonrió mientras se bajaba y rodeaba el furgón-.
Tu me provocaste.
Comenzó a acercarse como un tigre asechando a su presa, y me tomó de la corbata.
Se sentó y me arrastró hasta que quedé entre sus piernas, igual que la última vez.
Me quedé sin hacer nada, mirando al suelo, pero Devon no iba a tener mucha paciencia.
Un golpe a la altura de mis orejas me hizo reaccionar.
Respirando entrecortadamente, levante mis manos y las llevé hasta el botón de su pantalón.
-Ese es mi chico –se burló.
Sus dedos jugaron con mi cabello y mis oídos, acariciándome cómo su fuese su mascota.
Cuando bajé su bóxer, rápidamente me saludó su candente erección.
Su glande brillaba ansioso, con un fuerte color rojo y ya con una gota de humedad.
Lentamente se fue desabotonando la camisa, dejando ver su abdomen plano, surcado por un grueso camino de vellos que iba de su ombligo hasta su pubis.
Sus tetillas rosadas provocaban morderlas, pero en mi no surtían mucho efecto.
El miedo me tenía casi paralizado.
Su mano se fue a mi nuca y comenzó a acercarme a su glande.
El calor que emanaba lo sentí en mis labios, y su masculino aroma inundó mis fosas nasales.
Abrí la boca antes de que me obligara hacerlo, y poco a poco fue hundiendo su pene allí.
Acarició mi mejilla con falsa ternura, se relajó en el asiento y disfrutó de lo que hacía.
Su glande entraba y chocaba en mi paladar y mejillas, y succionaba con intensidad para que se corriera y todo terminara.
Pero sólo era el inicio.
Me ordenó que lamiera sus peludos huevos y chupara el tronco de su verga.
No dudó en sermonearme si algo no cumplía con sus expectativas.
Me tomaba del cabello y me alejaba de su pene, golpeaba con el mi cara y mejillas, y luego volvía a introducirlo en mi boca.
-Desnúdate -ordenó-.
Rápido.
Torpemente comencé a quitarme la ropa bajo su intensa mirada, mientras se masturbaba disfrutando del espectáculo.
Cuando estuve sin pantalones ni bóxer, me detuve.
-Sácate todo –dijo-.
Te quiero desnudo de pies a cabeza.
Me incorporé nuevamente y comencé a sacarme el suéter y la camiseta.
Ahí estaba, completamente desnudo para él, indefenso y sin escapatoria.
Bueno, escapatoria si tenía, pero algo dentro de mí me detenía.
El poder que ejercía Devon sobre mí me paralizaba, y un pánico se apoderaba de mi cuerpo al solo pensar en desobedecerlo.
Su agarre me sacó de mis pensamientos.
Me obligó a ponerme en cuatro y comenzó a comerme el culo.
A la primera lamida mis piernas temblaron, pero una fuerza extraña me impedía a sentir cosas placenteras, sólo había temor.
Sentí su lengua invadir mi cavidad anal y, a los segundos, noté su dedo intentando entrar.
Un ardor me hizo dar un pequeño gemido, recordando que mi culo aún no estaba completamente curado de la sesión anterior.
-Por favor –dije sin evitarlo-.
Ten cuidado.
-No es momento de quejas -contestó-.
Quédate en silencio.
Flojito y cooperando.
Logró introducir su dedo hasta los nudillos y jugó con el dentro de mí.
Volví a gemir sin poder reprimir el dolor.
-Por favor –me lamenté-.
Me duele.
-Te dije que te callaras –me nalgueó con fuerza-.
¿Eres idiota? ¿O te caíste de cabeza cuando bebé?
Su voz me decía que estaba cabreado pero el dolor proveniente de mi interior gritaba auxilio y no podía ignorarlo.
Saco su dedo y lo cambió por su lengua dándome un pequeño respiro.
Pero a continuación arremetió con dos dedos y fue inevitable gemir otra vez.
-Ay –me quejé-.
Me haces daño.
-¿Daño? -preguntó-.
Eres una nena llorona.
¿Quieres daño? Yo te lo daré.
-¡No, por fav.
! ¡Aah! -grité.
Introdujo sus dos dedos sin el menor cuidado.
-Ahí tienes dolor –dijo con voz satánica-.
Y te prometo que no parará.
Por suerte tu madre llegará tarde y no verá cómo te voy a dejar.
-¿Qué dices? -pregunté con miedo.
-Hoy te dejaré claro quién manda -respondió-.
Y no le dirás nada, ¿verdad? Sabes muy bien que no te conviene hacerlo.
No alcancé a decir nada, pues sus dedos hicieron un rápido movimiento dentro de mí que provocó que el aire escapara de mis pulmones.
Con su mano libre empujó mi espalda y me obligó a que mi pecho tocara el asiento, dejando que mi culo quedara totalmente expuesto a sus atrocidades.
Sus dedos entraban y salían sin ningún cuidado.
Su lengua jugaba en mi interior y lubricaba para que tuviera mejor movilidad, y no tardó en introducir un doloroso tercer dedo.
Mis lágrimas brotaban en silencio mientras él hacía lo que quisiera con mi culo.
Cuándo noté que su glande rondaba mi ano, sólo respiré profundo y me entregué a sus deseos.
Un gruñido visceral salió de mi boca pero fue atenuado por el grito de triunfo burlesco de Devon.
Sus manos se aferraron a mis caderas y empezó a taladrarme sin piedad.
Hablaba cosas extrañas, llenas de morbo y lujuria, y sólo se detenía para darme alguna nalgada o para decirme que me callara.
Jugó con mi cuerpo como si fuera de papel.
Me colocó bajo él y disfruto viendo mi cara de dolor mientras me penetraba.
Abría mi boca y escupía en ella en un acto cruel y humillante.
Sacaba su pene y disfrutaba viendo mi dilatado ano, escupía en el y volvía a penetrarme.
Luego, cuando pensé que era el fin, decidió salir de mi culo.
Enderezó mi cuerpo y lo dejó a la altura de su baboso y rojo pene.
Casi podía ver cómo palpitaba y cómo el vapor salía de el.
-Abre la boca -ordenó-.
Hoy tendrás el placer de probar mi nutritiva leche.
Espero que te guste, porque, de ahora en adelante, será tu recompensa.
Abrí mi boca y esperé a que hiciera su movimiento.
Sin perder tiempo me la metió.
Sentía mi culo boquear y palpitar del dolor: eso dolería por unos cuantos días más.
Cuándo su pene tocó mi úvula le reflejo del vómito se activó.
Devon lo ignoró de forma olímpica.
Tomó mi cabeza y me obligó a tragar más y más, pero mi cuerpo se resistía.
Sentí mis ojos estallar y pronto estaban llenos de lágrimas.
Los valiosos segundos que su glande se retiraba, un ataque de tos me invadía e intentaba respirar con desesperación.
Pero Devon no se rendía, estaba decidido a que toda su verga entrara en mi boca.
-Respira profundo –dijo con una media sonrisa.
Y sin más, introdujo su pene en mi garganta.
Gimió cuando logró que su pubis hiciera contacto con mi nariz, mientras el dolor invadía toda mi tráquea.
Sentí que el aire me abandonaba y no volvía a entrar y comencé a desvanecerme.
Sacó su pene en ese momento y esperó a que me recompusiera, para luego volver a arremeter contra mi.
De ahí en adelante, sólo dejé de pensar.
Mi mente salió de mi cuerpo y me quedé cómo un muñeco de trapo.
Sus huevos golpeaban mi mentón y su glande chocaba más allá de mis amígdalas, y Devon disfrutaba cómo si estuviera en un parque de diversiones.
El poder y el control que tenía sobre mi, lo excitaba de una manera casi inexplicable.
Prácticamente él estaba viviendo su más profunda y horrible fantasía sexual.
Estaba haciéndome lo que, quizás, siempre quise hacer pero nunca pudo.
Estaba desahogando conmigo sus más oscuros deseos.
Segundos después, explotó en mi boca.
Chorros y chorros de un muy espeso semen fueron a dar a mis paredes bucales.
Y, al no detenerse, provocó que parte se derramara por mi boca y cuello.
Cayó rendido y aún temblando.
Su sonrisa de satisfacción no lograba irse de su cara.
Sólo su respiración agitada se oía en el ambiente, mientras yo yacía a un costado sin saber que hacer.
El sabor de su leche estaba en toda mi boca, y su humedad recorría mi mentón y cuello.
-Más vale que te lo tragues todo –dijo riendo-.
Lo estuve guardando estos días sólo para ti.
Estiro su mano e introdujo el semen que había escapado a mi boca.
No tuve más remedio que tragar todo.
Se ordenó la ropa, y se levantó a duras penas.
La sesión lo había dejado exhausto.
Salió y retomó su lugar frente al volante.
Lentamente y sin decir nada, comencé a vestirme.
Tanto mi culo cómo mi garganta dolía.
Intenté hablar pero mi voz salió extraña, por lo que prefería guardar silencio.
Mientras avanzábamos, limpié mis lágrimas e intenté volver a mi saturación de oxígeno normal.
Al llegar a mi casa me bajé y me dirigí a mi puerta, sin mirar a atrás.
-Mañana nos veremos de nuevo –dijo Devon de forma sínica.
Lo ignoré y entré.
La rabia y la frustración brotaron de mi cuerpo y corrí a mi habitación.
Odié a mi madre, odié a Devon, odié a todos.
Todo mi cuerpo gritaba de dolor y no era capaz de pronunciar una palabra sin arrepentirme de hacerlo.
Entré a mi baño y llené la tina, me sentía sucio.
Lloré hasta que el agua se enfrió y luego me salí.
Miré al espejo y me regañé.
No es culpa de Mamá, jamás hubiese pensado que todo esto terminaría así.
Ella sólo quería darme una lección, intentando corregir mi comportamiento.
El único culpable era yo.
Si le hubiese hecho caso, si me hubiese aplicado en el colegio, en vez de perder el tiempo con los que creí eran mis amigos, todo esto no hubiese pasado.
Esto tiene que terminar.
No puedo seguir permitiendo que Devon haga lo que quiera conmigo, pero no puedo hacerlo solo.
Pero mañana tenía planes con Dimitri, y no tendría que volver a quedarme solo con Devon.
Un día de descanso.
Un día para recuperar mi cuerpo y pensar en algo.
Bajé, me preparé un té con miel y limón para aliviar mi garganta, y me encerré en mi habitación.
No saldría de allí hasta tener un plan.
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