Emocionado le dije al viejo dueño de la casa. Papito dame más duro, entiérramelo todo, este culito es solo tuyo.
Un joven que se pierde manejando, al oscurecer llega a la casa de un viejo, al que le pide que lo deje pasar la noche, el viejo acepta, emborracha al chico, al que le sale lo maricón y el viejo lo usa como si fuera una puta……
Me había perdido, y debido a lo oscuro de la noche, ni idea tenía de cómo regresar a la carretera principal, me encontraba en una zona rural, bien apartada de todo.
Mucho más temprano, por querer conocer la región, salí a dar un recorrido, y me perdí, ya había oscurecido, cuando finalmente encontré una pequeña casa de campo, por lo que le pedí al señor que vivía en ella, que me dejase pasar la noche, frente a su casa, dentro de mi auto.
Al principio pareció no agradarle la idea, hasta que le comenté quien era mi padre, y que es el dueño de una de las haciendas más grandes de la región, aunque eso me pareció que tampoco le importó mucho, pero finalmente me dijo que sí.
yo estaba loco de contento, dando saltitos de alegría, y cuando me preguntó que, si deseaba cenar, más contento me puse, ya que de verdad tenía hambre, durante la cena, le comenté que yo estaba pasando las vacaciones en la finca de mi padre, pero que por lo visto me había perdido, al no conocer la región.
Él por aquello de ser un buen anfitrión, me invitó a tomar algo que resultó ser un aguardiente, que el mismo preparaba, y después de unos cuantos tragos, me comencé a sentir algo mareado.
Ya llevábamos un rato bebiendo, cuando se desencadenó una fuerte tormenta, con mucha lluvia, fuertes truenos, y rayos, como había dejado la ventana de mi auto abierta, apenas comenzó a caer el fuerte aguacero, salí corriendo a cerrarla, pero al regresar estaba completamente mojado de pies a cabeza.
El dueño de la casa, me propuso que, para no resfriarme, me quitase la ropa, que él me iba a dar una toalla para que me secase, y una vez que escampase, buscara en mi auto algo de ropa para cambiarme.
Quizás por lo mucho que ya había bebido, sin pensarlo mucho más ni más, me desnudé completamente, de espaldas a él, y comencé a secar todo mi cuerpo, y posteriormente mi largo cabello.
Y a todas estas, mientras que yo me secaba, me dio la impresión de que el tipo ese en lo único que él se fijaba era en mis nalgas, que en todo momento le estuve mostrando, pero sin darme cuenta, se los juro.
Lo más graciosos de todo resultó ser que cuando me coloqué la toalla, en lugar de ponérmela a la altura de la cintura, como normalmente lo hago, me la coloqué a la altura del pecho.
Fue cuando el viejo me comentó, que de no saber que yo era un chico, al verme así, y de espalda, él fácilmente hubiera pensado que yo era una chica, en ese momento me sentía tan y tan mareado, que al escucharlo decirme eso, no se me ocurrió nada mejor que decirle en un tono de voz afeminado. “Sus palabras me causaba bastante gracia.”
Él no hizo más comentarios, pero si me siguió ofreciendo de su aguardiente, y cuando ya había dejado de llover, le comenté que iría a buscar algo de ropa a mi auto.
Pero al ponerme de pie, al parecer me encontraba tan mareado, que necesité de su ayuda para caminar, el señor me sujetó con sus brazos, agarrándome por la cintura, por lo que le di las gracias, y apenas comencé a caminar, la toalla se me desprendió, quedando completamente desnudo entre sus brazos.
Tanto él como yo nos sorprendimos, más aún cuando no sé cómo, ni por qué, yo comencé a restregar mis nalgas contra su cuerpo, al mismo tiempo que comencé a decirle que me soltase, que no me fuera a violar, que jamás nadie me había comido el culo.
No sé qué otras tantas tonterías comencé a decirle, cosas que lejos de hacer que él me soltase, lo que provoqué fue que se excitase, y comenzó apretarme contra su cuerpo.
Cuando casi llorando, logré zafarse de sus brazos, pero con lo ebrio que me encontraba, di un par de pasos, y luego un tras pie, por lo que caí al suelo, quedándome bocabajo tirado en el piso.
Con mis piernas abiertas, mostrándole no tan solo mis nalgas, sino que también mi abierto culito, quizás en otro momento, él ni tan siquiera se hubiera interesado, ni en mirarme.
Pero en ese momento, con lo bebido que él también se encontraba, al verme así, se ha bajado los pantalones, y dirigió su verga, al centro de mis nalgas, y sin pérdida de tiempo, me ensartó.
Mientras que yo daba gritos de dolor, y llorando con voz afeminada, le pedía una, y otra vez que me lo sacara, mientras que él me decía, una y otra vez. “Deja de llorar y mueve ese culo, maricón”.
Por un cortó rato tras enterrarme todo su pedazo de carne, me quedé en silencio, y cuando él comenzó a meter, y sacar toda su verga de mi culo, yo no sé por qué comencé a menear mis caderas, de manera rítmica, y bien sabrosa.
Al poco rato, ambos disfrutábamos al máximo de lo que estábamos haciendo, en ese momento me dijo que hacía tanto, y tanto tiempo que no tenía sexo, mientras que yo, no dejaba de decirle. “Papito dame más duro, entiérramelo todo, este culito es solo tuyo”.
Cuando finalmente se vino, fue dentro de mis nalgas, en cierto momento, me apretó con tanta fuerza, que pensé que estaba a punto de partirme en dos, entre sus brazos.
Al sacármelo, en medio de la fuerte lluvia que volvió a caer, salí al frente de la casa, y agachándome como si estuviera cagando, expulsé todo lo que me había dejado dentro.
Cuando regresé nuevamente mojado, con mis mojadas manos lavé su verga, y casi de inmediato sin que él me dijera nada, me dediqué a mamársela, hasta que se le volvió a parar, y nuevamente me la volvió a enterrar.
Al día siguiente, cuando desperté, me di cuenta de que estábamos en su cama, él se encontraba aun sobre mí, fue cuando, me dijo. “Realmente pareces una mujer, con tu largo cabello castaño, y tus paradas nalguitas”.
Yo no supe que decirle, en mi mente me preguntaba a mí mismo como era posible que hubiera dejado que me diera por el culo, no una sino dos veces y que encima de eso, voluntariamente me pusiera a mamar su verga.
Apenas él se levantó, y vistió, yo entré a la ducha, y tras darme un buen baño, aparecí vestido en la cocina, como si no hubiera sucedido nada entre nosotros, con una gran sonrisa me despedí, y le di las gracias, por todo.
Camino al pueblo me decía a mí mismo que no lo volvería a pasar por ese sitio, pero antes de que pasara un mes, no sé de dónde se me antojó volver a ver al viejo.
Tras darnos unos cuantos tragos, y prender un cigarrillito de los artesanales, que yo llevé, me solté el pelo, y me puse un lindo vestido floreado, que había llevado, y al rato volvimos a disfrutar de un lujurioso sexo.
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