En la cárcel III: Nuevas sensaciones
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Pasado un par de días aprendí la mayor parte de las rutinas. En los pasillos debía caminar unos pasos detrás de león, sosteniendo su bolsillo derecho, debía mirar al piso, no podía hablar si el no me lo permitía y sobre todo, en las duchas yo debía estar delante de el, utilizando la misma lluvia, debía higienizarlo y cuando íbamos o veníamos al sector con solo una toalla, el me sostenía de la muñeca ya que no había bolsillo que sujetar.
Solo usaba el baño cuando él no estaba, y hacía todas las tareas, lavar, doblar, acomodar sus cosas y tender las camas. En el comedor, comía a su lado, un cuarto de la ración, sin postre, ya que él se comía el resto, porque no permitía que pierda mi silueta.
Durante esos días el aprendizaje fue duro, León me dio muchas bofetadas con distinta intensidad, si caía al suelo también me pateaba. Si lo hacía en público contaba con el vitoreo de los presentes, mientras los guardias se limitaban a reír.
Trabajaba en la lavandería de la cárcel, eran las únicas horas que estaba medianamente lejos de León, ya que el trabajaba en mantenimiento a unos 20 metros de mi. En la lavandería también estaba Héctor a quien conocí en el traslado y algunas personas más. El tenía mi edad y había corrido la misma suerte que yo, a los dos se nos notaban los moretones con ese vacío en la mirada. El era propiedad de el gitano, jefe de una banda que no estaba tan aliada con el león. En el comedor nos encontrábamos cada uno sujeto del bolsillo de su dueño y los dos padecíamos la misma situación.
Por lo empleados mas antiguos me enteré que León es el líder de la banda más peligrosa de la cárcel que maneja el tráfico de cosas, drogas y alcohol, asociado a dos líderes de bandas más, que se había ganado el respeto de todos con actos salvajes de violencia y que era toda una leyenda.
León había sostenido su palabra de no cogerme, pero me obligaba a practicarle sexo oral dos o tres veces por día, me sobaba el culo frente a todos pasando a ser el blanco de todo tipo de burlas y humillaciones. Un día en que me vio hablando con Héctor, me dijo que por el momento no le dirigiera la palabra, que hasta que no lo pasen a su lado, “era la puta del enemigo”. Yo asentí y obedecí lleno de temores. Así pasó la primer semana dentro de la celda con León, casi sin hablar y cuando lo hacía mi voz se la notaba irreconocible, se había transformado en frágil y baja.
El domingo de visita, León me hizo hacer horas extras en la lavandería impidiéndome ver a mi padre, lo cual acepté porque tampoco quería que me vea en ese estado como un zombi. Estaba muy tranquilo en la lavandería, me mantenía en silencio al lado de Héctor quien respeto mi decisión de no hablarle más. Apenas había pasado una hora del trabajo cuando la reja de acceso se abrió y entró caminando el gitano, me atemoricé ya que nunca lo había visto allí, al mirar la cara de Héctor supe que algo pasaría.
Si bien tenían una altura similar, la espalda ancha fortachona y la cara macabra del gitano, lo hacía ver mucho mas grande. Lo dio vuelta apenas unos pasos alejado de mi y aunque no quise mirar, cuando mi compañero se agachó, la vista se me fue hacia el pene del gitano, segundos antes que Héctor se lo metiera en la boca. No era largo el pene, pero si ancho, lleno de pelos.
El gitano apoyó sus manos a la pared, mientras Héctor hacía su trabajo, metiéndose todo el miembro en la boca y sacándolo mucho mejor que yo, mucho más dócil y quizás solo con la vergüenza de sentir que yo estaba mirando de reojo. Luego el gitano lo levantó, lo dio vuelta, tomo fuertemente de la cadera y le bajó los pantalones, este emitió un quejido pequeño. En ese momento el gitano giró su cabeza y me miró a los ojos. Rápidamente bajé la cabeza y me alejé unos pasos, escuchando al gitano decirme que si quería también me podía dar pija.
Me alejé de ellos quedando al lado de las maquinas lavadoras, donde no podía verme, mientras un guardia me miraba con desprecio. No tardó mucho en escucharse por todo el lugar los quejidos de Héctor ante las embestidas del gitano, cada vez que sacaba su miembro un suspiro doloroso salía de la boca de su presa y cuando se la metía, lo hacía con tanta fuerza e intensidad, que se escuchaba como una cachetada el contacto de su cadera en los glúteos de Héctor.
No tardó mucho, pero si lo suficiente como para que los temores se vengan a mi mente y me atormenten, el gitano gimió largamente, y casi al instante se escuchó como subió su cremallera y caminó hacia la salida, en ese momento se acercó a mí, comenzó a hablarme socarronamente mientras se aproximaba. En ese momento la sensación de indefensión fue infinita, hasta que un guardia advirtió lo que pasaba y lo sacó.
Apenas entró León a la celda terminada la visita, sentí que todo el temor vivido durante todo el día por la visita del gitano se había dispersado, verlo me causo una emoción insoportable para mí, no podía creer que me sienta tan aliviado ante la presencia del ser mas sádico que conocí y que hacia conmigo lo que se le ocurría. Apenas me miró, sentado en el borde de la cama, comencé a llorar, el venía con unas cajas que seguramente había dejado mi padre, apoyó su mano en mi mejilla y yo inconscientemente me apoye en ella y le narré lo sucedido entre lágrimas sobre la misma mano que me pegaba fuertemente cada vez que cometo algún error.
Cuando terminé de narrarle lo sucedido percibo en su mano olor a sexo y vagina, en ese momento entendí que él había recibido también una visita y me brotó una especie de sentimiento contradictorio, que cuando me dijo que me acueste que mañana lo resolvería, se volvía cada vez más real y en cuanto me di cuenta que no iba a someterme oralmente, esa alegría que debería haber sentido, eran solo celos y deseos.
Al otro día, confundido por lo ocurrido la noche anterior con mis sentimiento, fuimos directamente a las duchas, al no obligarme a practicarle sexo oral, volví a sentir una cierta frustración, pensado que quizás me entregaría a el gitano. A medida que avanzábamos los miedos se hacían más gigantes hasta que llegamos a las duchas, donde estaba el gitano su puto y todos los secuaces de León.
Apenas entro él, apartaron al puto del gitano y sin poder reaccionar, velozmente, Leon le propinó una brutal trompada que le estalló la cara, aunque el gitano quiso responder, León ya le había dado otro golpe y otro más. Cada vez que el gitano caía al piso con la cara llena de sangre y el cuerpo colorado de los golpes, la salvaje fuerza de León lo hacía levantar para seguir pegándole hasta que vencido e inconsciente, el gitano cayó al piso recibiendo unas patadas bestiales.
Todo ocurrió tan rápido que recién cuando acabó, pude ver a León esta vez como un bestial gladiador, con su respiración agitada, sus puños todavía cerrados, mirándome. Un cosquilleo me atravesó el cuerpo y me erizó la piel. León se agachó, y viéndolo apenas reaccionar, en ese momento le dijo "nunca te atrevas a mirar a mi puta". Quedé pasmado, aturdido y sobretodo, comencé a tener sensaciones que no podía negar, que afloraban en todo mi ser como despertando un secreto que ni yo conocía.
En ese momento, hizo una seña y acercaron a Héctor, lo tomó fuertemente del brazo, asegurándose que el gitano lo vea, le apoyo la cara del muchacho contra la pared, mientras la lluvia de la ducha caía en su cuerpo, con una facilidad pasmosa le separó las piernas, le grito al gitano que mire y de un empellón le ensarto todos los 23 centímetros de largo y los 7 de ancho haciendo que el muchacho gritara del dolor ante un nuevo tamaño más generoso que su violador anterior. Pero en ningún momento Héctor se resistió, simplemente se dejó llevar..
Los secuaces de León le levantaron la cara al gitano, mientras su puto era sodomizado sin contemplación, serruchado salvajemente, sin ningún tipo de contemplación ni espera, hasta acabar copiosamente. Apenas le sacó el miembro del culo, el muchacho se desvaneció. León me miró a los ojos.
Yo, seguía pasmado sin poder procesar todo lo que había pasado y sobretodo sin poder reprimir los sentimientos que emergieron al ver a León defenderme.
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