Entrando al Negocio Familiar 1
Por cuestiones de la vida, me veo obligado a entrar al negocio familiar que me termina gustando mucho más de lo que pensé..
Mi padre se encontraba en deuda con mi tío, y para saldarla, propuso que yo colaborara en los negocios de este último. En aquel entonces, yo tenía unos 22 años y apenas entendía en qué consistía el misterioso emprendimiento de mi tío. Sin embargo, estaba claro que se trataba de algo sombrío y clandestino, ya que nadie en la familia podía ofrecer una explicación coherente acerca de su ocupación. A pesar de ello, todos sabíamos que nadaba en una considerable prosperidad económica.
Recuerdo cómo mi padre, visiblemente preocupado, le rogó a mi tío en el día que llegó por mí: «Te suplico que no pongas en peligro su vida». Mi tío simplemente esbozó una sonrisa y le respondió: «De aquí en adelante, lo que le suceda a mi sobrino ya no es tu preocupación». Con esas palabras, me indicó que lo siguiera. Confieso que la ansiedad me invadía. El futuro era incierto y mis expectativas eran vagas. ¿Drogas, tal vez? ¿Acaso me convertiría en un sicario?
Me encontraba en el asiento trasero del lujoso automóvil de mi tío, sumido en un torbellino de interrogantes mientras él empezaba a brindarme las primeras instrucciones. «Lo primero y más crucial, Julián, es que no debes comentar absolutamente nada acerca de lo que ocurra dentro de esta casa. Esto es de una importancia suprema si deseas garantizar tu propia vida», declaró en un tono tan grave que me resultó imposible no percibir su seriedad. Mi garganta se secó al instante.
«En segundo lugar, quiero que tengas claro que soy tu jefe. Mis órdenes no admiten cuestionamientos, sino obediencia absoluta. Tu papel aquí no involucra emitir juicios, expresar opiniones ni plantear preguntas. ¿Está esto completamente claro?», asentí con un gesto y respondí con un tímido «Sí, tío».
«Durante los primeros días, permanecerás a mi lado en todo momento. Será cuestión de observar y colaborar en las tareas que te encomiende, sin embargo, no te asignaré responsabilidades significativas. Mi objetivo es que asimiles en qué consiste nuestro negocio, qué actividades realizamos y cómo las llevamos a cabo».
Durante unas horas, nos desplazamos por un camino desconocido que nos alejaba cada vez más de la ciudad. Finalmente, llegamos a un lugar con un alto muro y portones que se abrieron ante nuestra llegada. Guardianes armados custodiaban el lugar, y sentí que me encontraba en medio de una trama de narcotráfico en una telenovela. El chofer estacionó el auto frente a la entrada de una imponente mansión. Uno de los guardias abrió la puerta desde fuera, permitiendo que mi tío saliera. «Sígueme», me ordenó, y así hice, acompañándolo hacia el interior. Adentrándonos en la mansión, quedé impresionado por la opulencia que la rodeaba. Una mujer se aproximó a nosotros, asumí que era su asistente o secretaria.
«Buenas tardes, jefe. El Señor Montenegro está a punto de llegar para su cita de las 4 pm», informó. «Perfecto», respondió mi tío. «Lo recibiré en mi despacho.» Continuamos hacia una especie de oficina o biblioteca, y yo lo seguí. Se acomodó en un lujoso escritorio de madera y me indicó: «Estarás presente en la negociación que está por llevarse a cabo. Permanecerás de pie detrás de mí, observando y escuchando sin intervenir de ninguna manera. Ni siquiera gestos, Julián. Quiero que mantengas una expresión seria e imperturbable, sin importar lo que presencies o escuches. ¿Comprendes completamente?» «Sí, tío», respondí. Continuó: «Será aquí donde demostrarás si posees la entereza que este trabajo requiere.» Justo en ese momento, sonó el intercomunicador. «El Señor Montenegro está aquí, jefe.» «Que pase», ordenó mi tío. «Julián, toma tu posición.» Me situé en posición detrás de él, y la puerta se abrió. Un hombre de entre 50 y 60 años entró. Su aire y elegancia delataban claramente su riqueza y poder. Su manera de vestir, su porte, su mirada y su forma de moverse lo identificaban. Sin embargo, lo que más me impactó fue su apariencia física. A pesar de su edad, el Señor Montenegro irradiaba una atractiva presencia. Su rostro denotaba rasgos marcados y una mirada penetrante que contrastaba con su cabello plateado perfectamente peinado. Su cuerpo denotaba cuidado y robustez, dejando claro que mantenía una condición física excepcional para su edad. Se detuvo frente a mi tío con solemnidad y no fue sino hasta que estuvo justo frente a él que esbozó una sonrisa y le tendió la mano. «Ernesto, qué alegría poder saludarte después de tanto tiempo.»
«Igualmente, Señor Montenegro», respondió mi tío. «Por favor, siéntese.» Los dos tomaron asiento y comenzaron a conversar, ignorando completamente mi presencia. Supuse que los clientes de mi tío estaban acostumbrados a que él tuviera siempre un asistente o colaborador a su lado, por lo que no necesitaba hacer ninguna aclaración. En algún momento de la charla, la secretaria de mi tío entró con dos vasos de whisky y los dejó sobre la mesa antes de retirarse sin decir una palabra. «Bueno, Señor Montenegro», dijo mi tío tras unos minutos. «Cuénteme qué es lo que lo lleva a requerir de nuestros servicios en esta ocasión».
En ese instante, el señor Montenegro dirigió su mirada hacia mí por primera vez, sosteniéndola durante unos segundos, como si mi presencia lo hubiera incomodado. Luego, volvió su atención hacia mi tío. Aunque me resultó complicado mantener la compostura, logré controlarme. «La razón por la cual me encuentro aquí es esta», anunció, colocando una fotografía sobre el escritorio. Mi tío tomó la imagen y la observó detenidamente. Desde atrás de mi tío pude observar la foto de un jovencito hermoso de unos 12 o 13 años. Era un niño bastante guapo de tez blanca y cabello negro.
“Es mi nieto,” dijo con una sonrisa orgullosa el señor Montenegro. “Se llama Diego. Mi hija mayor lo tuvo en su adolescencia y está a punto de cumplir los 13 años.” Mi tío solamente guardaba silencio dejando que el señor Montenegro se explicara sin interrupciones. “Desde mas pequeño supe que sería muy guapo y todo un rompecorazones. Pero fue hace unos seis meses atrás que me empecé a obsesionar con él y lo único que puedo pensar cuando lo miro es en como me encantaría violar su culito virgen.”
Por primera vez empecé a entender de qué iba todo esto. Debo admitir que las palabras que acababan de salir de la boca de este señor mayor pero bastante atractivo me tomaron por sorpresa. Pero siendo yo un hombre adulto que también encuentra atractivos a los jovencitos de edades preadolescentes, no pude evitar excitarme un poco. Mi tío siguió en silencio escuchando con suma atención lo que le explicaba el señor Montenegro.
“Hace un par de meses, instruí a mi equipo para que intervenga su teléfono celular. Mi intención era descubrir todo lo que veía, con quién hablaba y qué cosas le interesaban. Descubrí que, aunque ante todos se nos muestra como un niño sumamente educado y dulce, no deja de tener la calentura típica de un jovencito de su edad. Mira pornografía todos los días. Y hasta tiene una novia… una niña compañera de colegio de su misma edad que lo trae loco.” Esto último, lo dijo con una sonrisa que parecía ser de orgullo. “Según los mensajes que se mandan, ambos quieren perder su virginidad este fin de semana en una actividad del colegio. Por eso quiero que actúes antes, Ernesto. Quiero ser yo quien le rompa ese culito antes que el tenga su primer encuentro sexual. Quiero sentir que soy yo quien le arrebata su inocencia.”
Hubo un silencio. Llevé mi mirada sin mover la cabeza una vez más a la fotografía que estaba en el escritorio y pude contemplar con mayor detenimiento la carita de aquel jovencito. Se miraba sonriente e inocente. Casi angelical. Y justo en ese momento, sentí como se me empezaba a poner duro el pene. Me excitaba la idea de que un jovencito heterosexual fuera penetrado a la fuerza por su propio abuelo. Pero, ¿Por qué este señor venía a contarle todo esto a mi tío? ¿Qué esperaba que hiciéramos nosotros?
“Muy bien,” habló por primera vez en largo rato mi tío. “¿Cómo desea que procedamos?” El señor Montenegro le dio un sorbo a su vaso de whiskey. “Le enviaré el horario de mi nieto de la próxima semana. El momento ideal para que lo secuestren es cuando sale del colegio y se dirige a su práctica de fútbol. Una vez lo tenga secuestrado, quiero que lo preparen como lo hicieron con el hijo de mi secretaria la última vez.” Trague saliva. Esta no era la primera vez que mi tío y este señor habían hecho un trabajo de estos. “Una vez preparado,” siguió, “quiero ser yo el primero en violarlo. Sin embargo, después de haberlo estrenado quiero ver como lo siguen violando.”
Mi tío, quien estaba tomando notas en su computadora le preguntó con mucha normalidad “¿Desea que sea alguien en específico? Tengo disponible para esta semana a varios colaboradores que ya han trabajado con usted.”
El señor Montenegro lo pensó un rato. Luego dijo “Elija a los cuatro mas dotados. Con la verga mas gruesa.” Mi tío por primera vez levantó sus cejas demostrando un leve asombro. “No quisiera cuestionar su decisión, señor Montenegro, pero tratándose de su nieto me siento en la obligación de advertirle que una sesión de 5 violadores puede lastimarlo de forma irreversible y puede que no resista.”
“Resistirá.” Dijo tranquilamente el viejo adinerado. “Necesito que ese día sienta que no es más que una perrita nacida para darle placer con su cuerpo a machos de vergas grandes y gruesas.” Me excitaba la forma tan vulgar en la que de pronto hablaba ese señor. “Y no se preocupe por el costo. Entiendo perfectamente que al haber cuatro colaboradores los precios se elevan.”
“Muy bien,” dijo mi tío con una sonrisa terminado de escribir en su computadora. “Esta misma noche le envío el plan detallado y le llamaré en cuanto tengamos listo a Dieguito.” Ambos se pudieron de pie y se estrecharon la mano. “Que tenga feliz tarde.”
El señor Montenegro salió de la biblioteca y mi tío y yo quedamos solos otra vez. Mi tío me miró a los ojos y me dijo “No estaba seguro si tendrías el estómago para este negocio, pero ya veo que no solamente lo soportarás, sino que lo disfrutarás.” Señaló mi evidente erección. Yo solamente sonreí. “De esto se trata mi negocio Julián. Hago sueños de viejos pervertido en realidad. Tomamos sus fantasías mas retorcidas y con gran discreción y profesionalismo las traemos al mundo real. ¿Estás listo para tu primera experiencia presenciado una violación grupal?” me preguntó mientras se acercaba a mí con la foto de Diego en su mano. Mi pene se puso aun mas duro imaginando todo lo que le esperaba a ese niño en los próximos días.
“Si tío,” contesté con una gran sonrisa.
Uuff… que delicia de relato, me encanta tu forma de escribir.
Excelente relato. como sigue?
Uuff… que fantasía de relato, has conseguido que disfrute con mi paja.
que llegue la segunda parte pronto, esta historia promete bastante!!!
Hola no inventes que rico espero que sigas escribiendo más