Escena de una Violación.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por IraqiZorro.
Chicago – Illinois.
10:38 p.m.
Will salió del bar tropezando con la entrada, acababa de cerrar un trato para su jefe. La calle estaba desierta y su departamento a unas cuantas cuadras, así que aceleró el paso. Había caminado varios minutos cuando distinguió una silueta acercándose.
—¡Hey, hermano! —le habló un tipo rubio desde el otro lado de la acera—. ¿Tienes la Hora?
Recién había mirado su reloj cuando un hombre rapado lo desequilibró por la espalda, mientras el Rubio se acercaba para cogerlo de las piernas. Will forcejeaba con pies y hombros, pero lo tenían bien afianzado. Entraron en unos almacenes arrojándolo a una pila de cajas. Con el cuerpo quejumbroso se incorporó arremetiendo un golpe sobre la cara de uno. El Calvo sujetó de los cabellos a Will y estampó su cara contra una columna. Cayó al suelo y le enrollaron las manos con cinta. Lo levantaron hacia un muro quitándole sus pertenencias. De un tirón forzaron su pantalón hasta las rodillas. La tela quemó a Will desde las caderas. Sus ardidas nalgas quedaron expuestas, y sin pensárselo dos veces, el Rubio le embutió la lengua.
—¿Qué? ¡No! —dijo con asco—. ¿Qué putas haces?
Apretó sus nalgas para quitarse de encima al Rubio.
«¡Clic!» Un flash iluminó a William.
—¡Par de guarros maricones!
—¿Cree que le guste esta foto a su hijo? —sonreía.
—¿Qué? —le decía atónito—. ¿Qué mierda estás diciendo?
—Ver a su padre en estas condiciones no es sano para los hijos.
—¡Déjate de mamadas!
—Sólo hago mi trabajo.
—¿Trabajo?
—Y uno bien pagado —dijo poniendo a Will de rodillas—.
El Calvo bajó su cremallera y con un chorro amarillo le quitó la sangre de la cara.
«¡Clic!»
—¿Qué mierda te pasa? —se apresuró a escupir.
—Tal vez esta sea para su esposa —amenazó sonriente—. Le sorprendería saber cuantos trafican con esto por internet.
—¿Qué? —dijo nervioso—. Escucha. Si quieres dinero puedo darte. Puedo darte dinero, pero déjame tranquilo.
—Lo siento —respondió sarcástico—, pero me pagan por adelantado.
—¿Cuánto quiere? Lleguemos a un acuerdo.
—¿Quiere un acuerdo? —preguntó serio— Aquí está mi acuerdo, ¿usted o su hijo?
—¡Hijos de puta! —gruñó tratando de zafarse del Rubio.
—¿Entones su hijo?
Hubo unos segundos de silencio.
—Dejen en paz a mi familia —respondió cabizbajo.
—Entonces asumo que la diversión es para usted —ironizó bajando su cremallera—. Abra la boca William.
La orina gorgoteaba en su garganta.
«¡Clic!»
11:51 p. m.
Habían tumbado a Will sobre un barril. El rubio presumía un tatuaje que le caía hasta su desnudo trasero. Aferrándose a su ingle colgaba una venosa pija. Se dispuso detrás y presionó su verga contra el sonrojado culo. Difícilmente entraba la punta cuando sintió un tirón que le cerraba el paso.
—No. Por favor —bufaba con los dientes apretados—. No quiero hacer esto.
El Calvo se acercó siseando a Will y como si fuera un cachorro, le palpó la cabeza.
—Tranquilo, tranquilo. Usted puede muchacho.
Con gruñidos, William estrujaba su cara.
—¡Vete a la mierda!
—Usted puede muchacho. Aguante un poco.
—¡Para! —suplicaba a regañadientes—. ¡Detente por favor!
Con los escasos centímetros que tenía adentro, podía sentir la palpitante brecha resistiéndose a lo inevitable.
—¡No lo hagas, por favor!
—Aguante un poco William —dijo arrullandolo—. Un poco más.
Repentinamente, la apretada mueca de Will había sido cambiada por una desencajada boca de ojos saltones.
—¡Oh… no! —alcanzó a decir.
—¡Oh sí! Te acabo de romper el culo —jadeó el Rubio violentamente—. Oh, Dios. Qué rico está aquí dentro.
Su esfínter estaba desgarrado y lo único que podía hacer era tratar de aguantar el llanto. Centímetro a centímetro sintió cómo sus venas cedían el paso. No pronunciaba mas que rabiosos berridos mientras lo brutalizaba. Ya no era dueño sobre su cuerpo, sentía un abismo resquebrajando sus muslos, separando violentamente la distancia entre sus nalgas. Mientras el Calvo con felicitaciones, seguía tomando fotografías.
El rubio sentía vibrar todos sus músculos. Las nalgas se le empezaban a poner duras del esfuerzo, tuvo que coger a Will por la cadera para empezar a usar sus bíceps. El corazón le bombeaba suficiente sangre para seguir adelante.
Las gotas de sudor que bajaban por su frente lo volvían loco; era igual que estar peleando. Si cerraba los ojos aparecía un boxeador con los puños en alto, arremetiéndo contra él, sudando por el cuello, defendiendo su abdomen, defendiendo su entrepierna.
El olor de sus axilas lo transportó hacia unos vestidores. Mientras todos se duchaban, olfateaba los calzoncillos de sus compañeros, ese hedor de orina era la firma de los hombres. Un manjar para conocedores.
Instintivamente agarró los cojones de Will. Para él los testículos eran la parte más importante del hombre. Si dejabas que otro te tocara las pelotas sin hacer nada, entonces no los merecías. Jugueteó con ese par entre su mano, los estrujaba para escuchar los quejidos de su esclavo.
Su verga escurría en todas direcciones. Sus muslos abofeteaban a Will mientras sus bolas se estrellaban en las nalgas. Ni las bolas, ni la polla de William, eran mas que adornos colgando en lo que alguna vez había sido un macho.
—¡Oh, sí! —gruñó el rubio—. Vas a quedar bien preñada.
—No. Por favor —dijo entre convulsiones—. ¡Para ya!
—No tengas miedo a decir que te gusta. Yo sé que te encanta —afirmó—, estoy sintiendo cómo me lo pides.
Will desbordaba una espuma de rabia. No tenía identidad. «¿Y si la gente se entera?», «¿Qué clase de padre voy a ser?», «Yo tuve la culpa», «¡Soy un puto marica!». Las lágrimas de impotencia entristecieron a Will, quitando la poca resistencia que le oponía a su agresor.
—¿Te diste cuenta maricón? —le murmuró el rubio en su oído—. No eres más que un culo abierto.
De un navajazo cortó la cinta que ataba a William.
—¿No quieres escapar? —dijo nalgueándolo repetidamente.
Las manos de Will habían caído al suelo, sin hacer intento de algo.
—¡Mierda! ¡Qué rico coño!
Unas convulsiones tensaron al rubio. Sin poder controlarse apoyó todo su peso hacia el frente, depositando su leche muy profundo. Desde sus exaltados hombros le resbalaba sudor cayéndole a sus glúteos. Se desacopló de William, goteando líneas espesas al suelo.
—Hey hermano, tienes que ver esto —le dijo al Calvo.
—Madre mía…
—Creo que cabe una cerveza ahí dentro. ¿No hermano? —se burló el Rubio—. Abre la boca. No puedo ponerme los pantalones con la polla sucia.
02:17 a.m.
Estaban listos para dejar el lugar; pero el rubio seguía en cuclillas junto William.
—Me está dando lastima, hermano.
—No nos pagan por la lástima —respondió saliendo del almacén.
—Ningún hombre con los cojones bien puestos se habría dejado abrir el culo —dijo abandonándolo.
«Tiene razón». Pensó Will mientras contemplaba el cuchillo que tenía al frente.
Hola. Gracias por leer mi relato; no olviden dejar un comentario. En verdad lo aprecio.
Aquí pueden leer otra de mis historias. 😉
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