Esclavizado en un campamento de verano – (3)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Capítulo 1: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-31586.html
Capítulo 2: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-31727.html
Continuaré esta saga de relatos eróticos luego de que haya pasado casi un año, lo que pasó es que no tuve tiempo en poder editarla para compartirla con ustedes.
De igual forma, los capítulos anteriores aún están en la página, y pueden acceder a ellos con los links que dejé arriba!
Voces desde el pasillo que gritaban "¡A desayunar! ¡Todos al comedor!" me sacaron del más profundo de los sueños.
Abrí los ojos y miré alrededor, la habitación estaba vacía.
Estaba helado, había dormido toda la noche medio húmedo por la leche de Roberto y destapado, la piel me tiraba por la lefa reseca.
Me senté en la cama frotándome los ojos y en mitad de la habitación estaba mi ropa, una camiseta, unos pantalones cortos y mis zapatillas.
Otra voz: "¡vengaa todos a desayunar!".
Miré la hora, las 8:35, "¡mierda!" pensé, me he dormido y necesito ducharme.
Entré en el baño rápidamente, me quité los calcetines que estaban totalmente tiesos y me di una ducha lo más rápidamente posible.
Me jodió no tener tiempo ni para pajearme, pero es lo que había.
Sin siquiera atarme las zapatillas y aun medio empapado, cerré la habitación vestido con lo que me había dejado Roberto y bajé a toda prisa al comedor, cuando llegué todos estaban terminando, cogí mi desayuno y me senté en la mesa habitual junto a mi compañero.
-¿Ves lo que te decía? Si no le despiertas por la mañana se queda dormido y mira con que pintas viene jejejeje- dijo Roberto dirigiéndose a otro chico enfrente de él
El otro chico esbozó una sonrisa cómplice y siguió desayunando.
-Gracias por despertarme -le dije por lo bajo y con cierto tono de recriminación
-Lo siento -me dijo de forma falsa- pero seguro que hoy no has tenido tiempo de lavarte los calcetines jejejejeeje
Cuando estábamos próximos a terminar de desayunar, el monitor que habitualmente hacía los anuncios, hizo lo propio:
-Hoy tendremos talleres, concretamente un carrusel de talleres, desde ahora y hasta la hora de comer, juntaros los grupos, que todos pasaréis por todas las actividades
Nos juntamos todos en la entrada y salas anexas, los monitores fueron distribuyéndonos por las distintas actividades.
Había cinco talleres, dos de manualidades, uno de marquetería, uno de barro y otro más de informática, así que nos juntaron en grupos de diez, o lo que es lo mismo dos de cinco para compartir taller e ir rotando juntos toda la mañana.
-¡Os distribuiréis el grupo 1 con el 10, el 2 con el 9, y así sucesivamente! –anunció una de las monitoras
Hice cuentas… yo estaba en el 4, así que me tocaba con el … oh, no –pensé– con el 7, el grupo de Roberto y sus amiguitos (el rubio de las adidas y el moreno de las puma, como los llamaba para mí).
Ya dentro de los talleres fue mejor de lo que pensé, me pasé la mañana observando a los amigos de Roberto, estaban mortales, siempre que podía les echaba un ojo, su culo, sus piernas, mmmm y unos calcetines frescos.
en un momento determinado, Roberto me pilló mirándolos de reojo, y se me acercó.
Yo estaba moldeando una vasija de barro y estaba embadurnado.
-Luego hablamos tú y yo –me dijo al oído, y continuó hasta el otro extremo de la estancia
Me puse tan nervioso que eché a perder la vasija y me gané una regañina del monitor que nos estaba explicando.
Era media mañana y procuré centrarme en las actividades del día y no lanzar más miradas furtivas a los amigos de mi compañero.
La comida transcurrió normal, todos hablaban de lo que les había parecido el carrusel de talleres, lo que les había gustado, lo que no, y alguna que otra anécdota, como cuando a mí se me estropeó el barro.
Esperaba que Roberto hiciese algún comentario jocoso o me hiciese algún gesto pero no pasó nada.
Cuando estábamos acabando, el monitor que era jefe de mi grupo, desde la mesa de los monitores se levantó.
-Como ayer tuvo mucho éxito la película después de cenar, ahora pondremos otra para los que queráis, los que no, podéis iros a dormir la siesta o lo que queráis, como es sábado os dejamos la tarde libre hasta la cena, y esta noche después de la cena, ¡nos vamos de fiesta!
Una explosión de júbilo y alegría surgió por todo el comedor, ya era sábado, cómo pasaban los días, y la gente tenía ganas de divertirse.
-¡Calma, calma!- dijo intentándose hacer de nuevo con el protagonismo –levantad ahora las manos para ver cuántos queréis ir a ver la película
Roberto levantó la mano, no me lo podía creer, le miré con cara de incrédulo, pero no me devolvió la mirada, así que levanté también la mano, me apetecía ver una película y hacer algo distinto, para variar.
En la sala de audiovisuales, me senté con mi grupo, con quien por cierto, había hecho buenos amigos, y Roberto se sentó con sus dos guapos amigotes.
La película tenía algún que otro año, de Mel Gibson, una en la que secuestraban a su hijo.
Consiguió que más gente durmiese en la sala de la que se había ido a dormir la siesta, aunque por alguna razón, Roberto no parecía perder detalle.
Cuando acabó, salí de la sala y me puse junto con mis compañeros a charlar sobre la película y alguna escena absurda, cuando noté cómo alguien me daba un golpe.
Era Roberto, cómo no, queriendo captar mi atención, y lo consiguió el suficiente tiempo como para que viese el gesto que me hacía con la cabeza y un dedo señalando hacia arriba, mientras caminaba hacia las escaleras.
Se acabó el descanso, pensé.
Me despedí de mis compañeros, quedando con ellos que por la noche nos veríamos y lo pasaríamos bien de fiesta, y cogí el camino hacia mi habitación.
Nada más entrar en la habitación me encontré a mi compañero con el armario abierto rebuscando en él, no presté mucha atención a qué hacía, cerré la puerta con llave, como era costumbre, y me agaché a desatarme los cordones de las zapatillas, para ir desnudándome.
-No te quites nada- me dijo de repente
Yo ya me había desatado los dos cordones y me disponía a sacarme las zapatillas y paré en seco.
-Pero, cómo, ¿no quieres que me desnude?
-No, ahora no
Como me sobraba tiempo reparé en lo que hacía, rebuscaba entre mis cosas, como buscando algo.
-¿Qué buscas?- le pregunté con más curiosidad que otra cosa
-Esto –dijo enseñándome un objeto– ¿Es tu cartera no?
-Sí, sí lo es, ¿vas a robarme?
Me la tiró al suelo y cerró el armario con llave.
-¡Cógela! Nos vamos de compras
No entendía nada, ¿de compras? Qué podía querer comprar, era algo que no podía imaginarme, pero cualquier cosa mejor que quedarme toda la tarde a solas con él, seguramente acabaría lefado de arriba abajo y quisiera salir de fiesta en esas condiciones.
Cogí la cartera, la metí en el bolsillo y salimos de la habitación como dos buenos compañeros, la gente iba y venía por los pasillos, algunos se acababan de despertar de la siesta, otros subían a continuarla después de la película.
-Qué pena no estar ahí cuando te des el tortazo –dijo un monitor dirigiéndose a mí con el que nos cruzamos por el pasillo
-¿Eh?
-¡Los cordonesss! dijo mientras se alejaba
-¡Aaah!
Me paré en seco y me puse a atarme los cordones, Roberto continuó caminando hasta que se percató que no iba a su lado y entonces paró y se giró.
-¡Serás idiota!
Salimos a la calle, y aunque le pregunté qué quería comprar no me lo dijo, no sabía muy bien si era porque no lo tenía muy claro, o porque quería realmente mantenerlo en secreto hasta el último momento.
Parecía saber dónde dirigirse, la ciudad donde estábamos no era muy grande, y ya el día que nos conocimos en el autobús fanfarroneó que se la conocía bien.
Llegamos a un centro comercial, yo casi iba detrás de él siguiéndole, me hizo entrar en un par de tiendas de deporte miraba cosas de escalada, pero no terminaba de encajar las piezas.
A la salida de la tienda tenía cara de frustración, me hizo caminar por los pasillos del lugar hasta que se quedó clavado mirando un escaparate.
Me puse a su lado, miré, era una tienda de tatuajes, y piercings.
No dejaba de ver algo, yo miraba donde él.
-¿Te gustan los tatuajes?, está chulo ese del dragón en la espalda- le dije haciéndole referencia a una foto a la que parecía estar mirando
-Me gusta eso- y apuntó con el dedo, yo lo seguí
-¿El tatuaje de la serpiente en la pierna?
-No, lo que está entre las dos fotos
Yo miré, entre las dos fotos no había nada, solo unas esposas que parecían decorativas.
-Si solo hay unas esposas- le dije con incredulidad
-Exacto
Y por primera vez en toda la tarde me miró y esbozó una sonrisa, una de esas sonrisas que tanto miedo me daban, después de cada sonrisa de esas la cosa nunca acababa bien.
-¡¿Quéeeeeee?! ¿No estarás pensando en comprar eso?
-No
-Joe menos mal –dije aliviado
-Lo harás tú –me dijo de golpe– y yo te esperaré aquí viendo cómo lo haces.
-Pero…
-¿Si? –dijo haciendo el gesto de sacar una fotografía con los dedos.
-Nada, nada
Bajé la cabeza y entré en la tienda, un hombre grande, vestido con cuero, perilla y lleno de tatuajes estaba detrás del mostrador.
-Hola chico –dijo con una voz ruda y grave– ¿En qué puedo ayudarte?
-Hola –dije tímidamente– me gustaría unas esposas como las del escaparate
-Esas son de exposición, solo me quedan esas y no te las vendo, pero tengo un pack manos y pies, las de los pies son un poco más grandes, claro para los tobillos –dijo mientras sacaba de debajo del mostrador una caja pequeña–Además, te salen mejor de precio, solo 30 euros
Joder, pensé, me quedaba 50 euros después de la última excursión para el resto de los días.
-Me las llevo –le dije firmemente, poniendo el billete en el mostrador
-¿Vas a atar a tu novia muchacho? Jejejeje
-Si, si jeejeje es su cumpleaños, le daré una sorpresa –la que me habían dado a mí, pensé
Me metió la caja en una bolsa blanca y salí con ella reencontrándome con Roberto que esperaba mirando el escaparate.
En ese momento comprendí porqué estábamos mirando las secciones de escalada de las tiendas de deporte, miraba las cuerdas y sabía de sobra que no me llegaba el dinero para comprar ese tipo de cuerdas.
-Has tardado mucho –me recriminó
-Es que no tenían simples, como las del escaparate, así que me ha vendido un pack para manos y pies
Miró la caja dentro de la bolsa y le cambió la cara, otra vez esa sonrisa terrible
-¡Genial! Por fin haces algo bien, volvamos al albergue
Si la ida fue prácticamente en silencio, la vuelta no fue mucho mejor, no dejaba de pensar en las canalladas que podría hacerme ahora Roberto teniéndome esposado, aunque realmente, y por mucho que pensara, ni podía acerarme.
Ahí estaba otra vez, frente a la 213 esperando que mi compañero girase la llave y entrásemos.
Aún faltaba un rato para la cena y el rato prometía de todo menos aburrido.
Nada más entrar y tras cerrar con llave, abrió el armario y me quitó de un tirón la bolsa con las esposas.
No me dijo nada aunque sabía de sobra lo que tenía que hacer, me empecé a desnudar mientras el abría la caja con las esposas y desvelaba todos sus misterios.
Me desaté los cordones, le miré como esperando que de nuevo me dijera que no me quitase nada, pero estaba muy ocupado con sus nuevos y caros juguetes.
Metí como era costumbre mi camiseta, pantalón y zapatillas en el armario y después de cerrarlo le acerqué la llave gateando.
-Déjala en mi mesita
Lo esquivé no sin mirar de reojo las esposas, dejé la llave donde me indicó, y me quedé observándole.
-¿Qué te parece si las probamos? Ponte de pie y date la vuelta, manos atrás
Enseguida me levanté y le di la espalda.
Dejó las más grandes encima de su cama y me agarró una muñeca, torpemente me cerró un lado de las esposas.
Después me cogió el otro brazo y terminó de atarme.
-Siempre he querido hacer esto –me dijo
Por alguna extraña razón, al oír las esposas cerrarse y sentirme atado por primera vez mí polla reacción alegremente.
Roberto se colocó delante de mí y al verla sonrió.
-¡Vaya, también te gusta que te aten! Vaya putilla estas hecha, ¡seguro que te encantaría que esto te lo hiciera alguno de mis amigos, que te vi como los mirabas!
No dije absolutamente nada, pero acertaba de lleno.
Cogió las otras esposas, se arrodilló delante de mí, y cuidándose de que las esposas siempre pillasen el calcetín, me las colocó.
-No quiero dejarte marcas –dijo con un tono condescendiente
-Gracias –dije tímidamente
Se sentó en la cama como observándome.
-Arrodíllate y límpiame las zapas
No sin dificultad me puse de rodillas, aquello empezaba a ser incómodo de verdad, me tiraban los brazos y apenas podía separar los tobillos unos pocos centímetros.
Comencé a lamerle la puntera de ambas zapatillas, los cordones, ambos empeines, dejándoselas limpias, como solía hacer, aunque esta vez con una postura desconocida, incómoda y a la vez excitante.
-No está mal, ¿te gusta así?
Yo seguí lamiendo sin hacerle mucho caso a lo que me estaba diciendo, pero esta vez quería respuesta.
Me cogió del pelo y me levantó la cabeza.
-¡Auuuuch!
-¡Te he preguntado si te gusta!
-Sí, sí.
me gusta
Me miró la polla que estaba a reventar, no había tenido tiempo en el día ni para aliviarme por lo de la noche anterior, y ya estaba otra vez.
-Claro que te gusta, no ha estado tan mal el paseo, ¿no crees?
Se levantó y con mi cabellera que seguía entre sus manos.
Aguantando el grito me puso en pie, y se colocó detrás de mí.
Empezó a manipular las esposas hasta que las abrió de un lado.
-Túmbate en tu cama –me dijo sin más
Medio a dando saltos de una forma ridícula conseguí recorrer los pocos centímetros que me separaban de mi cama y sentarme en ella, subí los pies y me recosté.
Roberto tiró del brazo que aun tenía las esposas y me lo llevó a la cabecera de la cama, donde había barrotes, yo sin que me dijese nada subí el otro brazo.
-Bien, eso es, que no te tenga que decir nada
Pasó las esposas por detrás de los barrotes y me la volvió a atar, comprobó que todo estaba bien atado y se dirigió a mis pies, me soltó las esposas de un tobillo de un lado y las pasó por los barrotes.
-¿Sabes lo que me dio la idea de atarte?
-No –le dije mientras miraba como manipulaba las esposas
-La película que nos han puesto, esa donde secuestraban al chico, y el chico se pasa la mitad de la peli atado a una cama, me hizo pensar jajajaja
No dije nada, la verdad es que la escena a mí también me había dado mucho morbo, lo que no podía imaginarme es que acabaría igual que el crío de la peli.
Roberto acabó de cerrar las esposas.
-Intenta moverte –me ordenó
Moví los brazos y patalee un poco pero las esposas aguantaban, era lo menos que esperaba después de pagar 30 euros por ellas.
Roberto sonrió.
-Bueno, no está mal del todo.
Me miró pensativo, como si estuviera decidiendo qué hacer conmigo, de repente, se sacó las zapatillas con los pies y se subió a la cama y se sentó encima de mí con sus pies a cada lado de mi cabeza.
-Me vas a limpiar ahora los calcetines, que igual luego cuando lleguemos de fiesta estoy muy cansado y no me apetece
Dicho lo cual me puso ambos pies con los ya más que conocidos calcetines, encima de la cara con la nariz en medio, húmedos y calientes y empezaban a no oler como el primer día.
Aun tenían restos de las experiencias pasadas y algo me decía que los vería aun más sucios.
Empezó a restregármelos por la cara y el pecho, yo saqué la lengua y lamí tanto como me dejaba la poca movilidad que tenia, casi era él el que pasaba sus pies por encima de mi lengua.
-Eso es, sé más concienzudo, no quiero que me huelan nada cuando me quite las zapatillas
"Pues cámbiatelos" pensé, aunque lamía con más ganas, estaban realmente ricos y la postura me estaba gustando, no solo a mí, sino también a mi polla, que la notaba durísima y ya goteaba.
Roberto se acomodó y rozó con su culo mi polla, eso me puso a 1000 pero a él le puso de mal humor.
Se levantó de cuajo y me miró la polla que babeaba, se tocó el pantalón corto y se lo había empapado, se lo quitó con asco luciendo los mismos bóxer blancos del día anterior y un enorme y marcado paquete.
-Eres un perro baboso y asqueroso, te dejo que me limpies los calcetines y me lo pagas así
-Perdón n.
no quería –le dije– de verdad, ha sido sin querer
Mi polla goteaba como un grifo estropeado, me dolían los huevos de tanta excitación, desde el día anterior, sus dos amigotes y esto último, era la gota que colmaba el vaso, y nunca mejor dicho.
Roberto cogió la llave del armario y lo abrió.
Sacó mis zapatillas y lo dejó abierto.
Se acercó y me puso una en la cara.
-Las tuyas también apestan, deberíamos enjabonarlas ¿no crees?
Me metió la polla en una zapatilla y empezó a frotármela.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaah para para –le supliqué– no quiero pringar la zapaaaaa
-Si necesitas aliviarte te ayudaré, para eso están los amigos –dijo con sorna mientras aceleraba el ritmo
-AAAAAaaahh, nooooo, ¡noooo!
Aunque intenté aguantar todo lo que pude empecé a lanzar chorros de lefa llenándome la zapatilla con mi leche.
-Eso es, vacíate del todo
Dejó la zapatilla visiblemente empapada por dentro y cogió la otra.
-Creo que aún queda algo
-No, no, para, para por favor –le imploré
Me colocó la zapatilla seca en la polla y empezó a frotar de nuevo.
Me había bajado un poco la erección después de correrme pero el insistió hasta que la recuperé casi toda, y la verdad es que tenía ganas de más.
-Ufffff no sigas, por favor no sigas, otra vez no
Como vio que esta vez tardaba más, se sentó en la cama mientras me pajeaba con la zapatilla empezó a restregarme el calceto húmedo por la cara y el pecho, mi polla recuperó todo su tamaño y él lo notó porque aumentó el ritmo.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaah
Cerré los ojos mientras me volvía a correr como un loco, una corrida brutal, casi tan grande como la primera, incluso se escapó un hilillo que me mojó los huevos.
Estaba exhausto del todo, no podía más.
Roberto dejó la zapatilla en el suelo y se quitó el bóxer, su polla salió disparada en busca de libertad.
-Ya te he aliviado, espero que ahora no vayas goteando como una perra, y ahora devuélveme el favor
Se subió a horcajadas encima de mí y empezó a golpearme los labios con la punta del capullo, yo abría la boca y sacaba la lengua intentando que me pegase con la polla en la lengua.
De repente me la metió, yo chupaba como un loco cada gota que conseguía extraerle.
-Mmmm si si joder que rico, sigue sigue
Seguí mamándosela con total dedicación, hasta que decidió apollarse en los barrotes y empezar a follarme la boca largo rato mientras gemía, de repente le vi abrir los ojos y luego la boca, y empezó a correrse de forma brutal, llenándome mi boca con su leche.
-Oooooooooooooooh mmmmm, trágatela toda.
No pensaba desperdiciar ni una gota, tragaba, succionaba y limpiaba y así hasta que quedó completamente exprimido.
Se la sacó de mi boca y se puso de pie.
-No está mal, me voy a dar una duchita que esta noche salimos de fiesta
-Pero suéltame ya ¿no?
-No, te vas a quedar ahí un rato, amortizando tú compra jajajaja
Caminó hasta que le perdí de vista y se metió en el baño.
Me quedé atado saboreando los últimos restos de lefa que quedaban en mi boca.
Al rato salió y se vistió poniéndose elegante, con un polo negro y un pantalón vaquero blanco, estaba de miedo, me acababa de follar y ya me apetecía otra vez.
Se acercó sin decir nada, olía genial, le miré, pero pasaba del todo de mí, me quitó las esposas y se las llevó al armario, yo me bajé de la cama y me puse a cuatro patas.
Me sacó un pantalón vaquero de mi maleta y una camisa de manga corta y me las tiró al suelo.
-¿Te vale con esto?
-Si, si, eso mismo – le dije sin prestar demasiada atención
Cerró el armario con llave, se calzó y se marchó sin más.
Me puse de pie y me vestí, me senté en la cama para ponerme las zapatillas y cuando las cogí recordé lo que había pasado hacia unos minutos.
Estaban completamente lefadas y el armario cerrado.
Bueno, no me habría dejado sacar otras igualmente…
En la cena no dijo ni media palabra, le bajé la llave de la habitación, y al finalizar nos mandaron esperar en la puerta para salir de fiesta.
Pasé la noche con los pies completamente empapados en mi corrida, sobre la 1:00 coincidimos los que ya eran mis amigos y yo con Roberto en el mismo bar, pero él no estaba con sus habituales amigos, si no con una chica del campamento dándose el lote en la esquina.
Me sorprendió verle así, pero no menos que cuando salió agarrado de la mano y se paró a hablarme.
-¡Hola! Me alegro de verte –dijo muy alegremente
-Hola –dije un poco cortado, la verdad es que dudaba horrores que se alegrase de verme
Me metió sin que nadie se diese cuenta la llave de la habitación y la del armario en el bolsillo y me dijo al oído
-Hoy no duermo en la habitación –esbozando una sonrisa pícara
Pude ver que iba muy borracho, de ahí el error de darme también la llave del armario, o eso pensé.
Se marchó con aire triunfal del bar.
De vuelta en el albergue subí y abrí la habitación, se me hacía raro que no estuviera Roberto esperándome.
Abrí el armario y lo primero que pensé fue en desnudarme, pero qué demonios no me obligaba nadie.
Se me ocurrió coger la cámara, quizás si pudiera borrarle el video… pero se había adelantado, la tarjeta de memoria de la cámara no estaba.
Derrotado por el intento fallido, me quité la camisa y la guardé, me desaté las zapatillas y me las quité, los calcetines estaban completamente empapados en lefa y sudor.
Seguro que no se da cuenta pensé, me los quité y los tiré al fondo del armario y me puse otros iguales que tenía en la maleta limpitos, que gusto, me saqué el pantalón y lo metí en el armario quedándome en bolas.
Entré en el baño para una meada de última hora y me encontré los deliciosos bóxer blancos que Roberto llevaba por la tarde tirados en una esquina.
Dude si ponérmelos pero no creía que fuese a venir por la noche, así que me metí en la cama con su bóxer y mis calcetines limpios en lo que parecía sería una noche tranquila y seca.
Espero que les haya gustado el relato, pueden dejar su opinión y crítica en los comentarios, y si quieren o no que continúe con la serie!
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