Esclavizado en un Campamento de Verano – 4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
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Capítulo 2: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-31727.html
Capítulo 3: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-44862.html
La luz se colaba por la persiana de la ventana de la habitación, la estancia poco a poco se fue iluminando.
Esa mañana de domingo yo fui el madrugador, me desperté temprano, cosa muy poco común en mí que no solo dormía bien si no que además tenía un sueño muy profundo, demasiado incluso.
Roberto cumplió su palabra y aquella noche no fue a dormir a la habitación, había ligado con una morenita y debía estar muy ocupado, y a mí no hacían más que pasarme por la cabeza las escenas de la tarde anterior, esposado a la cama y con los pies y la polla de mi guapo compañero en la boca.
Realmente había sido genial, había fantaseado alguna vez con algo similar pero la realidad, una vez más, superaba la ficción.
De vez en cuando me magreaba el paquete, mi polla estaba encantada de haber tenido un alojamiento cinco estrellas para aquella noche.
El bóxer blanco de Roberto era todo un lujo, al igual que la noche que pasé: calcetines limpios, tapado y seco, algo que nunca pensé que echaría de menos.
Se empezaron a escuchar ruidos de gente hablando en las habitaciones, y poco después las duchas de los vecinos, que realmente eran ruidosas, cosa que decía mucho de mi sueño, era a prueba de bombas.
Aquella mañana no quise desperdiciar la tranquilidad y el tiempo del que disponía y mucho menos la erección.
Me metí la mano en el bóxer y comencé a pajearme con los ojos cerrados fantaseando al principio con Roberto, su deliciosa polla y sus fantásticos calcetines a los que tanto cariño y odio estaba cogiendo.
Pero mi mente calenturienta fue a más y los dos amigotes suyos se hicieron un hueco en mi fantasía, el rubiecito de las adidas y el moreno de las puma.
Aquello desencadenó una corrida tan rápida que no tuve tiempo ni de levantarme, no fue muy abundante debido a la gran paja de la que fui víctima la tarde anterior, pero lo suficiente para pringar el bóxer.
-Ooh.
mierda –dije en voz baja– a ver qué coño hago ahora
Me levanté y me fui al baño, me saqué el bóxer y lo lavé como pude, lo escurrí, hice una bola y lo tiré junto a la bañera.
-Eso es –me dije, como si pudiera oírme alguien
Realmente era un plan perfecto, si me preguntaba por qué estaban empapados le diría que se mojaron al ducharme por la mañana y no tendría más remedio que creérselo.
O al menos, eso pensé.
Me duché y elegí yo mi ropa esta vez, una camiseta azul y un pantalón corto deportivo azul también, aunque por precaución no me puse calzoncillos, no sabía cuándo aparecería Roberto.
Las zapatillas parecían haberse secado, la verdad es que estaba haciendo calor esos días, así que me las puse.
Olían raro, quizás tuvieran la culpa tanta lefa y tanto sudor resecos.
Como cada mañana, los monitores avisaron a voz en grito que bajásemos todos al comedor a desayunar, y tras recoger todo y dejar la llave del armario puesta, lo hice.
Esperaba ver la imagen de cada día, con Roberto haciéndome señales para ocupase mi sitio, pero Roberto no estaba.
No en el sitio habitual, se había sentado en el lado opuesto con la morena de la noche anterior y parecían estar muy distraídos, llevaba exactamente la misma ropa que cuando me dio la llave estando en el bar, no tenía ni idea de dónde había dormido y, francamente, me importaba muy poco.
Después del desayuno, como cada mañana los monitores anunciaron la actividad de la jornada que no era otra que pasarlo en un bosque cercano en plan día de campo, donde comeríamos y pasaríamos el tiempo haciendo diversas actividades al aire libre.
"No estaba mal para ser domingo", pensé.
Fuimos saliendo a la entrada y reuniéndonos con nuestros compañeros de grupo, y fue cuando se me acercó Roberto.
-Oye tú, dame la llave de la habitación –me dijo con un tono que distaba mucho del tono amable y condescendiente de la noche anterior
-¿Qué tal la noche? –le pregunté para aparentar normalidad delante de mis compañeros
-Bien, la llave –me dijo sin más
Se la di, y en poco más de diez minutos bajó vestido de corto y con el pelo húmedo, era evidente que se había duchado y cambiado.
Yo no esperaba tener más contacto con él esa mañana, pero se acercó de nuevo.
-Toma la llave, llévala tú, no me apetece cargar hoy con ella
-Claro, no hay problema –le dije sin más, y se la recogí
Sin tiempo para cambiar una sola palabra más se fue a su grupo de nuevo, el cual me percaté que pertenecía su nueva novia.
Quizá me deje tranquilo ya, pensé, cosa que por un lado agradecía, y por otro sentí algo parecido a celos.
El día fue de lo más tranquilo, el bosque estaba a unos pocos minutos del albergue y podíamos hacer todo tipo de deportes al aire libre y talleres.
Mi compañero parecía haberse olvidado absolutamente de mí, por más que miraba siempre estaba con su amiguita demasiado entretenidos para enterarse de que el mundo continuaba a su alrededor.
No perdí detalle tampoco de sus amigotes que participaban en casi todas las actividades, recordé la paja mañanera y a veces tenía que girarme para que no se me notase el bulto en el pantalón.
Era el inconveniente de ir sin calzoncillos.
El monitor de mi grupo nos dijo que por la noche nos la dejarían libre, y que no habría actividades alternativas.
Genial, pensé, seguro que yo si tengo una actividad alternativa, y no dejaba de pensar en las esposas.
Pero no fue así, después de cenar Roberto y su novia se marcharon agarraditos y no supe más de él.
Confuso y sorprendido por la nueva situación, no había hecho planes, así que me reenganché con mi grupo y pasamos la noche en una terraza de un bar cercano.
Conseguí olvidarme de todo, y cuando llegó la hora de ir a dormir subí las escaleras sin la sensación de otros días, la de que me iba a ser usado y sometido de la forma que a mi compañero le diese la gana.
No había dado señales de vida desde que se fue, entré en la habitación y dejé la puerta sin cerrar, por si volvía.
Esperé un rato, hice tiempo leyendo una revista de instalaciones juveniles de la red de albergues en la que estábamos alojados, y decidí acostarme.
Me quité las zapatillas y las dejé tiradas en mitad de la habitación, no creía que esta noche tampoco fuese a aparecer él.
Dejé la camiseta dentro del armario y al entrar en el baño me encontré con otra agradable sorpresa, junto a los bóxer blancos prácticamente secos había otros, negros.
Mi polla dio un respingo, ¡no me lo podía creer! Otra noche que disfrutaría de unos bóxer de mi compañero.
Me saqué los pantalones cortos, los metí de cualquier manera en el armario, y me puse esos deliciosos bóxer negros.
Aunque teníamos una talla similar estos me estaban súper apretados y marcaban muchísimo paquete.
Apagué la luz y me metí plácidamente en la cama, el día había sido largo y estaba cansado, además igualaba, si es que no mejoraba, las condiciones de la noche anterior, con lo que no tardé en quedarme plácidamente dormido.
Pero la placidez no duró hasta la mañana… un portazo me devolvió al mundo de los despiertos con tal velocidad que tardé unos segundos en saber qué pasaba.
La luz estaba encendida cuando abrí los ojos y alguien había entrado, era Roberto.
No debían ser más de las cuatro o las cinco de la madrugada.
Daba vueltas en la habitación con visible gesto de enfado y mascullaba cosas como “será zorra”, “estrecha de mierda”, “hija de puta” y otras expresiones que no logré entender.
Cometí el lamentable error de preguntarle.
-¿Qué te pasa? –le dije con los ojos aún entornados por la luz y algo desorientado
-¿Que qué me pasa? La zorra de Erika, que es una puta estrecha de mierda –dijo malhumorado
Erika, pensé, por fin le puse nombre a la misteriosa novia de mi compañero.
-Casi dos días detrás de ella –prosiguió con idéntico tono– y lo más que he conseguido es que me la coma en el parque donde hemos estado hoy
-Vaya, que zorra –dije tratando de ser condescendiente
-Tú verás –dijo mientras daba vueltas de un lado para otro de la habitación mirando a los lados y diciendo toda clase de improperios– si será creída, se piensa que por estar buenísima ya puede ir de calientapollas, toda la noche en ese estúpido parque haciendo el gilipollas y de repente “me quiero ir a dormir cariño” –esto último con un tono ridículamente agudo, a la vez que gracioso
-Vaya, lo siento –no sabía qué decir, y realmente sus fracasos amorosos me daban igual
-Y lo que más me jode es que encima … –pero no acabó la frase.
Se tropezó con una de mis zapatillas que había dejado descuidadamente por mitad de la habitación y casi se da de bruces contra el suelo.
-¿Pero qué mierda hace esto en mitad de la habitación?
-Lo, lo, sien, siento –dije tembloroso, nada bueno podía venir después de lo que acababa de ocurrir
-¡Recoge esta mierda tuya ahora mismo! –me ordenó tan cerca de mi cara que casi podía oler la colonia de Erika
Salté de la cama tan rápido como pude, cogí las zapatillas y fui hacia el armario.
-¿Qué haces con eso puesto? –me dijo tono de recriminación
Me dio otra vez esa sensación de no quedarme una sola gota de sangre en la cabeza.
Me paré en seco y me miré, llevaba el bóxer negro.
SU bóxer negro.
Me giré y le vi la cara, no era buena, no, que va.
-No será ese mi bóxer, ¿verdad?
No dije nada, pero caminó hacia a mí, yo cerré los ojos pensé por un momento que me iba a dar un bofetón o algo peor, pero pasó de largo y entró en el baño.
-Sí, es el mío –dijo desde dentro
Yo me lo quité tan deprisa que debí batir algún ridículo record, se lo dejé encima de la cama, pero cuando salió del baño ni siquiera se fijó, fue directamente al armario y rebuscó, se agachó y tiró detrás de él unas de las esposas provocando un ruido metálico poco habitual.
No podía ver lo que hacía, ya que la puerta del armario me tapaba la visión, pero cuando volví a verle, la poca sangre que me pudiera quedar en la cabeza se esfumó.
Había encontrado los calcetines sucios.
Con una mano sujetaba las otras esposas, concretamente las de las manos y mis calcetines de días atrás.
-Estoy fuera un día y mira con lo que me encuentro –dijo tirándome los calcetines a la cara
-No, bueno… es que… –pero no había justificación posible, me había pillado y por partida doble, esto no pintaba bien.
-Ven aquí, y no te olvides tus apestosas zapatillas
Las recogí y se las acerqué.
-Mételas ahí –me dijo señalándome la parte de abajo del armario
Me agaché a dejarlas y cuando me incorporé me cogió del brazo derecho con fuerza y me colocó las esposas.
Tiró del otro extremo y me hizo caminar de vuelta a la cama, me empujó y caí de lado aunque me seguía sosteniendo el brazo.
Me esposó las manos a los barrotes de la cama quedándome sentado y apollado contra la pared.
-Robert, tío, perdona, no te pongas así, no ha sido para tanto
-¡Calla! Y túmbate boca arriba –mientras él volvía a por las otras esposas
Me coloqué como pude boca arriba, las esposas no me daban mucho juego.
Estaba atemorizado, nunca había visto a Roberto así, aunque también era verdad que solo lo conocía desde hacía pocos días.
Volvió con las otras esposas y uno de mis calcetines, cosa que me pareció extrañísima.
Dejó el calcetín encima de mi barriga y me ató los pies a la cama igual que lo hizo dos tardes atrás.
-Te voy a dar tu merecido por desobediente y por osado, no tenías suficiente con mis calcetines que también querías mis bóxers, puto marica
Estaba realmente asustado, había elegido el peor momento de todos para enfadarle.
Cuando terminó de cerrar las esposas de los pies cogió el calcetín que estaba encima de mí y lo estiró, me lo colocó alrededor de los huevos y la polla e hizo un nudo.
Y lo apretó.
-AAaaaaaammmm –grité, pero con la mano me tapó la boca
-Calla marica, o despertarás a todo el albergue
-¿Pero qué haces? Estás loco –le dije cuando me quitó la mano– ¡quítame eso joe que duele mucho!
-Te aguantas, eres un perro baboso y no quiero que manches todo
Me agarró de un lado de la cintura con las dos manos y me volteó dejándome boca abajo.
Se puso en la cabecera de mi cama delante de mí, sin quitarse los cordones se sacó una zapatilla, yo tenía la mejor posición para no perder detalle, se sacó la otra me levantó la cabeza tirándome del pelo y ahogó mi grito poniéndomela en la cara.
Una oleada de aire con olor a pies de Roberto me alcanzo de lleno.
Mi polla, a pesar de las ataduras reaccionó tímidamente.
-¿Te gusta esto verdad? Eres una putita y esto te mola
-Sí, sí – dije tímidamente, aunque el sonido quedó amortiguado por la zapatilla
-Pues hoy no habrá calcetines
Tiró la zapatilla a un lado y con la mano que dejó libre se sacó la polla que aún estaba morcillona.
-Abre la boca, ¡zorra!
Tan pronto la abrí me la metió entra.
Empecé a chupársela como sabía hacer y no tardó en crecer hasta los 15 centímetros a los que me tenía acostumbrado.
-Muy bien, así así, mmm, la verdad es que la chupas de miedo.
Empezó a babearle y con cada gota que le salía le describía un círculo en la punta del capullo, eso sabía que le volvía loco.
-Siiii eso esoooo mmmm, lo haces mejor que Erika, mucho mejor, eres realmente bueno.
Seguí chupándola hasta que me la sacó de repente de la boca.
Cogió mi otro calcetín sucio y se puso delante de mí.
-Abre la boca
-¿Qué vas a hacer? –le pregunté con más curiosidad que otra cosa
-Abre la puta boca y calla
La abrí y me metió el apestoso calcetín que llevaba días de trabajo y muchas corridas en sus costuras.
Cogió su zapatilla y me la ató alrededor de la boca, cada bocanada de aire que tomaba olía a sus pies.
No podía hablar, solo mirar, se dio la vuelta y se fue al baño, estaba completamente intrigado, dónde iba, ¿me dejaría así?
Después de unos instantes que me parecieron eternos apareció con un desodorante de roll on, con mí desodorante.
Y no era bajo y gordo, sino alto y delgado… "Oh, no", pensé.
-Mmmmmmmm –empecé a gritar y a patalear, pero las esposas aguantaban como bien habíamos probado tiempo atrás.
El sonido que pude emitir fue prácticamente imperceptible debido al calcetín y a la zapatilla
-Tranquilo, si esto a los maricas os gusta.
Yo seguí dando ridículos gritos y pataletas inútiles, gustar o no, no me habían dado por culo nunca y no quería que fuese así mi primera vez.
Se puso delante de mí, se terminó de quitar los pantalones y el bóxer, que ese día era azul, y empezó a pasarse la punta de la polla por la tapa del desodorante empapándolo con babas, mientras yo miraba impotente lo que estaba a punto de pasarme.
-Vamos allá, no te haré esperar, que seguro lo estás deseando –dijo con tono irónico
Se subió a la cama y colocó sus piernas a los lados de las mías, me separó un poco las nalgas y me lanzó un salivazo al ojete que hizo que diese un respingo.
-Tienes un culito de niña, ¿sabes?
Eso viniendo de Roberto me lo tomé como un cumplido, incluso le gustó a mi polla, pero lo que venía a continuación no lo tenía muy claro.
Me puso el desodorante en la entrada del culo y empezó a apretar, yo cerré el culo todo lo que pude, pero él apretaba más.
Empezó a dolerme, paró y me lanzó otro salivazo esta vez más cargado.
Volvió a lo suyo con el desodorante apretando más y más.
-Será mejor que te relajes –me dijo dándome un par de palmadas en el culo– no te servirá de nada resistirte, has sido malo y te voy a castigar como mereces
No sé cómo, pero esas palabras surtieron el efecto deseado y dejé de apretar, el dio un leve empujón más y entró unos pocos centímetros.
-MMMMMMMMMMMMMMMM –me dolía, me retorcí entero, me puse tenso, apreté con fuerza el calcetín de la boca
-Ya está, ha costado, pero ya está –dijo con aire triunfal
Empezó a moverlo en círculos y a apretar poco a poco, cada centímetro que me metía me dolía horrores, poco a poco fue metiéndolo todo hasta que no quedó más.
Se puso de pie y caminó enfrente de mí con una mano se pajeaba y con la otra me agarró del pelo y me miró.
-¿Te ha gustado eso, putito?
-Mmmmmm –movía la cabeza negativamente, me estaba doliendo, para nada me estaba gustando
-Pues yo creo que sí, y si no, te gustará ahora, cuando te la meta
-Mmmmmmmmm –me puse tenso, creí que rompería las esposas, pero que va, mis 30 euros funcionaban a la perfección
Volvió a subirse en la cama, yo pataleaba todo lo que podía y un poco más, pero todo era inútil.
Empezó a sacarme el desodorante lentamente, el dolor fue dando paso al placer.
Cerré los ojos, realmente no estaba tan mal, pensé, dejando escapar un leve gemido.
-Al final te va a gustar, ya verás.
Y hoy yo no me voy a la cama sin follar
Dicho lo cual terminó de sacarme el improvisado dildo y me metió el capullo de golpe.
-Mmmmmmmmmmmm
-Calla puta, voy a follarte tu culito de nena te guste o no
Continuó apretando, la verdad es que la tenía aun más gruesa que el desodorante y el dolor era terrible, por más que me intentaba relajar dolía.
Cuando me la metió toda, se inclinó sobre mi espalda y me tiró del pelo hacia atrás.
-¿Te gusta mi polla eh? –me dijo al oído
-Mmmmmm –para ya, trataba de decir, pero no sonaba a eso precisamente.
Me sentía lleno, con ganas de cagar, era una sensación extraña, pero el dolor fue desapareciendo en parte porque no se movía.
De repente se incorporó, me agarró de las caderas y empezó a bombear, sacaba un poco, y metía, sacaba un poco y metía.
Un vaivén que empezó a gustarle a mi polla antes que a mí: se me había puesto dura, y algunas babas me mojaban la barriga.
El invento de Roberto del calcetín había fracasado.
-Mmmm que culito tan rico tienes, y yo perdiendo el tiempo con Erika teniendo el polvo en casa
Yo empecé a gemir, visiblemente, el aumentó el ritmo, notaba cómo sus pelotas golpeaban con mi culo repetidas veces, hasta que de pronto me agarró con mucha fuerza y redujo el ritmo hasta casi pararse, noté cómo se me llenaba el culo de leche caliente.
-Aaaaaaaaaaah –medio gritó, medio gimió por lo bajo
Se quedó unos instantes con su polla en mi culo y la sacó lentamente, caminó hasta la cabecera de la cama y me arrancó su zapatilla de la cara.
-¡Escupe el calcetín! Que ésto está más rico –me dijo sujetándose la polla delante de mi cara
Me lo saqué de la boca como pude, empujando con la lengua y Roberto no tardó en metérmela en la boca.
Estaba medio lefada aún, lamí los restos con total dedicación, mientras él me acariciaba la cabeza.
-Buen perro, eso es –me dijo
Me la sacó y se volvió a poner el bóxer.
-Bueno, todavía queda un poco para el desayuno –dijo mirando la hora– vamos a dormir un poco
-Si, como quieras, pero suéltame, ¿no?
-No, te quedas atado, eso por ponerte mi bóxer
-Pero Robert, tío, no me hagas esto por favor –supliqué, aunque sin mucha esperanza
-No pienso desatarte, así más te vale dormirte, quedan apenas tres horas para levantarse
Se metió en la cama y apagó la luz.
Yo intenté girarme y ponerme boca arriba o de lado, pero las esposas me tiraban de los tobillos y de las muñecas, hasta que conseguí una postura mínimamente cómoda y me quedé dormido.
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