Esclavizado en un Campamento de Verano – 5
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Rikoooo.
Capítulo 1: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-31586.html
Capítulo 2: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-31727.html
Capítulo 3: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-44862.html
Capítulo 4: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-45557.html
Una vez más me desperté sobresaltado por un portazo.
Esta vez la luz de la habitación no estaba encendida, aunque el cuarto estaba ligeramente iluminado por la luz que dejaba pasar la persiana, que estaba a la mitad.
Lo primero que vi fue la cama vacía de mi compañero, supuse que acababa de marcharse y le dio gran publicidad al evento.
Me coloqué boca arriba con la mirada clavada en el techo y frotándome los ojos, el culo me molestaba un poco y me escocía ligeramente una muñeca en un lateral, sin embargo no tenía las manos atadas ya, las esposas no estaban, miré a mis pies y tampoco estaban, ni las esposas, ni los calcetines.
Donde sí había un calcetín era alrededor de mis huevos y mi polla.
–Joder –dije en voz baja– ¿cómo puede ser que no me entere de nada?
Roberto se había levantado, duchado, vestido, me había desatado y quitado los calcetines mientras yo estaba durmiendo como un tronco.
Quizás fuese por la paliza de hacía pocas horas, pero el caso es que no me enteré de nada.
Desaté el calcetín de mi polla y lo tiré al suelo, las duchas de las habitaciones colindantes empezaron a sonar.
Me senté sobre la cama y observé el suelo: había una camiseta, un pantalón corto y dos calcetines, el que acababa de tirar y el que usó de mordaza Roberto mientras me follaba el culo.
Entré en el baño, esta vez mi compañero no había sido tan descuidado, no había ningún bóxer junto a la ducha.
"Qué lástima" pensé, a pesar del duro castigo me seguía dando morbo olerlos a primera hora de la mañana.
Cuando salí de la ducha me fui hasta la cama, me puse el pantalón corto, la camiseta y no tuve más remedio que ponerme los calcetines que tanto trabajo estaban teniendo últimamente, tenían algunos cercos, y las plantas estaban realmente curradas, por no hablar del olor.
Empecé a buscar las zapatillas pero no había, busqué debajo de las camas, junto a los armarios, en el baño, nada.
–¡Será cabrón! –dije cerrando los ojos y mordiéndome el labio con gesto de enfado, estaba claro lo que ocurría.
No me había sacado las zapatillas del armario, y era evidente que no había sido un despiste casual.
Los monitores como en cada mañana empezaron a dar voces para que bajásemos al comedor.
Me miré los calcetines, encima no estaban lo que se podía decir muy presentables, llevaban trabajo de varios días, y lefadas de mi compañero y mías.
Pensé en no bajar, pero seguramente el monitor de mi grupo preguntase por mí y me subiesen a buscar a la habitación y conseguiría meterme en un lío a mí y a mi compañero, así que no tenía opción.
Salí de la habitación y traté de aparentar total normalidad, bajé las escaleras de los dos pisos saludando sólo a aquellos compañeros que me saludaban, pude ver como algunos se fijaban en mis pies.
–Bonitos calcetines –me dijo un chico adelantándome y bajando las escaleras con prisa
Cuando dobló la escalera y miró arriba para mirarme, me sorprendió ver que quien me había dicho eso no era otro que el moreno de las puma, uno de los amigotes de Roberto.
No le respondí, no tuve tiempo, para cuando mi cabeza había generado una respuesta él ya estaba lejos para oírla.
Aunque había algunos chicos y chicas que bajaban en zapatillas de estar en casa a desayunar, y algunas, desde luego eran de lo más ridículas, nadie había ido más allá y bajado en calcetines, y la noticia corrió como la pólvora por todo el comedor.
Cuando me senté a la mesa todos me miraban o inclinaban la cabeza para comprobar si era verdad que Marquitos, como me llamaban algunos, había bajado en calcetines a desayunar.
–¿Porqué bajas descalzo? –me preguntó una compañera nada más sentarme
No tenía ni idea qué contestar, la verdad no había pensado que tendría que responder ese tipo de preguntas.
Yo crucé los pies y los eché todo lo que pude para atrás, debajo de mi silla, tratando de que fuesen lo menos visibles posible.
–Puessss –no sabía que decir, notaba como la sangre me subía a la cabeza.
–¿Otra vez has perdido las zapatillas? –esa voz me sonaba.
era Roberto
Giré la cabeza y se estaba sentando junto a mí, en el que era su sitio habitual antes de su romance con Erika, con una sonrisa burlona y una expresión que transmitía lo bien que se lo está pasando.
–Sí, sí, eso me temo –dije avergonzado– solo encontré una y no tenía tiempo de buscar la otra.
Fue lo mejor que pude improvisar y aunque no resultaba creíble del todo parecía haber aclarado las dudas.
–Si quieres te dejo yo unas –se ofreció otro comensal, con el cual había hecho buenas migas, ya que además estaba en mi grupo
–No será necesario –se adelantó Roberto a mi respuesta poniéndome el brazo amigablemente sobre el hombro– Ahora le ayudo a buscar la zapatilla que le falta jejejeejeje
Yo le miré, no podía entender nada, pero aquella expresión no se le borraba, se lo estaba pasando en grande humillándome en público.
Cuando la conversación pareció desviarse hacia otros temas, aproveché y le pregunté:
–Podías haberme sacado las zapatillas del armario, ¿no? –le dije por lo bajo
–Se me olvidó –dijo esbozando una sonrisa
Claro, se le había olvidado, no había duda alguna, pensé irónicamente.
Cuando acabamos un monitor hizo el pertinente anuncio del día.
–¡Hoy por la mañana visitaremos un par de museos muy chulos que tenemos por aquí cerca, así que en quince minutos estaros en la entrada, aprovechad para subir a por cámaras de fotos o a poneros las zapatillas! –esto último mirándome
Una carcajada general estalló en el comedor, la noticia se había difundido y todos me miraban a mí y a mis pies.
Yo sonreí para quitarle hierro, pero me delataba el color de mi rostro que dudo que alguna vez hubiera estado más rojo.
Subí las escaleras detrás de mi compañero en silencio, entramos en la habitación y abrió el armario, en ese momento un par de esposas se cayeron al suelo, Roberto ni se inmutó, sacó su cámara de fotos y me tiró al suelo las zapatillas.
–Ahí tienes, tus queridas zapatillas, y recoge eso, es tuyo a fin de cuentas
Sin decir nada me agaché y las volví a meter en el armario.
–La próxima vez que vuelvas a cambiarte de calcetines o a desobedecerme igual bajas al comedor con menos ropa aún, ¿está claro?
–Sí, ssí, no volverá a ocurrir –le dije desde el suelo mientras me ataba los cordones
Era evidente que había sido una demostración de fuerza en parte y una venganza por mi osadía de cambiarme los calcetines, quise ponerme unos limpios y lo que conseguí por eso fue tenerlos más sucios y encima que los viese todo el campamento.
Estaba claro que Roberto iba muy en serio.
Cuando bajamos a la entrada a esperar la salida hacia los museos, algunos todavía me miraban los pies, a ver si se prolongaba el momento divertido, pude oír algunos comentarios como "ya se las ha puesto",
"no va descalzo" o "ya se ha despertado".
El resto de la mañana fue más normal, visitamos como nos habían prometido dos museos, uno de ciencias donde podíamos tocar y probar cosas y otro más aburrido de historia de la ciudad en la que nos encontrábamos.
Roberto parecía haber roto con su novia porque ya ni hablaba con ella, pasó la mañana con sus dos amigotes y en especial parecía enfrascado en una conversación con el rubito de las adidas.
El tema estrella de aquel día a la hora de comer no fueron mis calcetines, afortunadamente, si no el planetario del museo de ciencias.
Había gustado mayoritariamente.
El plan de la tarde era algo distinto, nos habían dejado hasta media tarde de siesta y el resto de la tarde, con el sol ya más bajo, haríamos deportes variados, como en días atrás.
–Hoy me apetece dormir la siesta, esta noche no dormí demasiado –dijo Roberto mientras subía las escaleras
Habíamos terminado de comer, y yo iba detrás de él como era costumbre.
El anuncio me sorprendió, yo también tenía sueño y me apetecía dormir un rato.
Entramos en la habitación, me abrió el armario y se sentó en la cama.
Yo procedí con el ritual de costumbre, quedarme en calcetines y meter la ropa en el armario.
–Saca las esposas y póntelas –me dijo antes de que cerrase el armario
-Pero Ro…
No acabé la frase, la mirada que me lanzó fue suficiente.
Saqué las esposas de las manos primero, me las puse con cierta torpeza, era la primera vez que las manejaba porque siempre me las habían puesto.
Saqué las otras, cerré el armario con llave y me la puse en la boca.
Me senté en el suelo como pensando de qué manera me las pondría mejor, y siguiendo los pasos de mi compañero en mis anteriores ocasiones me las puse encima del calcetín para evitarme roces.
Ya a cuatro patas, fui hasta donde estaba Roberto con mucha dificultad, a pequeños pasos, eso parecía divertirle mucho que no quitaba la sonrisa de la cara, similar a la de la mañana.
Cogió de mis labios la llave y la metió en el bolsillo de su pantalón corto.
–Quédate como estas, ahora vengo
Atravesó la habitación abrió la puerta y salió cerrando con llave.
Me quedé mirando al radiador que había entre ambas camas y al suelo, de lado opuesto a la puerta.
No sabía dónde había ido Roberto, me había dicho que quería dormir la siesta y no entendía el porqué de esta situación.
No pasaron ni dos minutos y la puerta se abrió de nuevo, lentamente, y se volvió a cerrar con llave
–Vaya, era verdad –dijo una voz que no conocía
Me giré tan rápido como me permitieron las esposas y se me heló la sangre una vez más, empezaba a estar harto de esa sensación.
Ahí estaba, plantado delante de la puerta el rubito de las adidas mirándome y sosteniendo la llave del cuarto.
Vestía lo mismo que durante la excursión, una camiseta amarilla, un pantalón de deporte blanco y unos calcetines nike amarillos, eso junto con las adidas blancas, lo hacían de lo más apetitoso y mi polla también estaba de acuerdo conmigo.
–Pero… –no fui capaz de articular palabra
–Así que eres verdad que eres el perrito de Roberto, la verdad es que no le creí hasta que esta mañana accidentalmente le vi el video que te había grabado
"Será cabrón" pensé, maldito Roberto y su puta cámara.
Caminó hacia a mí, se agachó y me cogió de la barbilla.
–Por cierto, me llamo Mario –dijo echándose a un lado la melena rubia que le tapaba unos preciosos ojos azules
–Yo Marcos –le dije tímidamente, pero estaba absorto mirándole los ojos
–No, tu eres un perrito y no tienes nombre –dijo con tono chulesco y apretándome la barbilla
Se sentó en mi cama, aquello realmente me gustó.
Me cogió del pelo y me hizo inclinar la cabeza hasta sus zapatillas.
–Bueno Roberto siempre luce unas zapatillas limpitas cada mañana, y después de ver el video entiendo porqué, así que empieza
Levanté la cabeza girándola negativamente.
El volvió a cogerme de los pelos y esta vez me acercó la cabeza a la suya.
Esta vez, se apartó la melena de la cara con un movimiento del cuello.
–Roberto me ha dicho que eres muy obediente, y que si no te portas bien conmigo se lo diga, el sabe qué hacer.
–Está bien, está bien –dije resignado y bajé la cabeza a sus zapatillas
La verdad es que me encantaban, eran las superstar blancas con las rayas negras, un 44 que llevaba días mirando a lo lejos y ahora estaban a pocos centímetros de mi lengua.
Empecé a lamérselas con ganas, estaban algo sucias, no habían tenido tanto mantenimiento como las de mi compañero.
Pasé la lengua por cada raya negra de abajo a arriba, la puntera, la lengüeta, todo.
–Muy bien, la verdad es que lo haces genial, me están quedando como el primer día
Le hice un trabajo perfecto.
Las dos quedaron impecables.
–Porqué no continúas con los calcetines, llevo un par de días sin cambiármelos jeejejeeje.
"Ya ves tú" pensé, mi compañero llevaba desde el comienzo del campamento con los mismos.
Le desaté lentamente los cordones y se la saqué, el olor era delicioso, aquel rubito olía de maravilla, me la quitó y me la apretó contra la cara.
–Me han dicho que esto te gusta, ¿verdad?
–Sí, mucho –dije simplemente mientras olía aquella zapatilla
Tiró la zapatilla a un lado y me puso la planta del calcetín en la cara.
Estaba húmedo y caliente, algo sucio aunque al ser amarillo casi no se notaba, me empapó la cara con su sudor y empecé a lamérselo, él empezó a reírse, mitad de satisfacción mitad de cosquillas.
Empezó a frotarse el paquete, que no tardó en hacerse notar, el pantalón blanco que llevaba marcaba todas las formas.
–¡Vamos, quítame la otra! –me ordenó
Le dejé el pie en el suelo y me puse a desatarle lentamente los cordones, de vez en cuando miraba para arriba, la visión era excelente, estaba frotándose el paquete y mirándome a través de su melena rubia con esos preciosos ojos azules.
Ya no se molestaba en apartársela de la cara.
Metí un dedo en la zapatilla, estaba igual de húmeda y caliente que la otra, con la otra mano levanté el pie y tiré sacándosela lentamente y mostrando el calcetín amarillo en todo su esplendor.
Se lo lamí provocándole esa risita otra vez, yo estaba a mil, mi polla estaba encantada con aquel festín que me estaba dando.
–Que suerte tiene Roberto, eres un perro de primera –dijo con tono amable
Yo no hablé ya que estaba muy entretenido, sentado sobre mis talones le había levantado los pies y le lamía ambos dedos gordos a la vez, el paquete de Mario no hacía más que crecer y crecer.
De repente se la sacó, nunca había visto una cosa igua, le medía 19 cms y era algo más gruesa que la de Roberto, empezó a pajearse mientras me miraba lamer.
–Me han dicho que la chupas bien, ¿es cierto eso?
No lo dudé, me abalancé sobre ella, la descapullé y empecé a darle lametones, él se inclinó hacia atrás y apoyó la cabeza contra la pared.
–Mmmmm era verdad –dijo dejándose hacer con una expresión de completa felicidad
Yo lamí casi con ansiedad, era de largo, y nunca mejor dicho, la polla más grande que había tenido en la boca y no quería desperdiciarla.
Él empezó a gemir, disfrutaba con cada lametazo que le daba.
Aumenté el ritmo y empecé a mamársela con más velocidad.
–Ufffff tíooooo –dijo a cerrando los puños con las sabanas dentro
Su polla babeaba casi como la mía, empecé a masajearle los huevos mientras chupaba más y más deprisa.
–Paraaa paraaa tioo que me corrooo, paraaaa
Pero no solo no paré sino que aumenté un poco más el ritmo, con el efecto deseado.
–Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah
Empezó a correrse de forma brutal chorros y chorros de leche salían, casi no daba abasto, tragaba tan rápido como podía, a veces se me escapaba por la comisura de los labios, lamiendo y tragando cada gota blanca que salía de ese excepcional pollón.
–Mmmmmm que ricooo llevaba días sin pajearme –dijo abriendo los ojos y mirándome con cara de cansancio
Se metió la polla en el pantalón y se quedó mirándome, yo seguía sentado sobre mis talones.
–Tengo que venir de visita más a menudo –dijo con una sonrisa– Ponme las zapatillas, que me marcho
No sin pena comencé a ponérselas, era menos divertido que quitarlas.
Cuando terminé de atarle los cordones, se levantó y salió de la habitación cerrando con llave tras de sí.
Me metí en el baño y aprovechando la enorme erección me pajeé no sin dificultad por la esposas, y esperé sentado en la cama a que mi compañero llegase.
Cuando oí abrir la puerta me puse rápidamente a cuatro patas.
Esta vez sí era él.
–¿Qué tal perro?, ¿cómo fue la siesta? –dijo sonriendo.
–Bueno, no he dormido demasiado
–¿Te ha caído bien mi amigo Mario? A él le has caído muy bien jejejejeje
–Sí, la verdad es que sí –dije tímidamente
Me desató las esposas y abrió el armario, sacó mi ropa y me la tiró al suelo.
–Vístete, los monitores han dicho que en diez minutos estemos abajo.
Estuvimos casi tres horas jugando a todo tipo de deportes, los chicos éramos más de futbol y las chicas de baloncesto y voleibol.
Después de darnos una ducha bajamos al comedor a cenar, desde luego si querían agotar a la gente, lo consiguieron, todo el campamento incluidos monitores estábamos agotados.
Tras la cena, la actividad fue película, pero esta vez era obligatoria para todo el mundo y luego hubo que comentarla en grupo.
No sentó muy bien la obligatoriedad de la actividad, pero yo la agradecí, porque sabía lo que tenía una vez traspasado el marco de la 213 y estaba realmente cansado.
De vuelta en la habitación Roberto entró y tras abrirme el armario, fue derecho a la cama dejándose caer boca abajo.
Yo procedí con mi obligación habitual de desnudarme y ponerme la llave en la boca después de cerrar el armario y se la llevé gateando hasta la cabecera de la cama.
–Déjala encima de la mesita, y dame un masaje en los pies –dijo mientras se sacaba las zapatillas con los pies– los tengo reventados de tanto correr.
Caminé a cuatro patas hasta los pies de su cama, le cogí cada pie con una mano y le masajeé las plantas con los dedos gordos haciendo círculos, no tenía ni idea de hacer masajes, pero pareció gustarle porque a los pocos segundos se quedó profundamente dormido.
Le di un beso en cada planta tratando de aspirar la mayor cantidad de olor de sus calcetines, y me metí en la cama.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!