Esclavo Doméstico. parte 1
Parte uno de la historia de cuando hacía todo por mi amo perezoso, humillandome anteel poder de un Amo fuerte y que me veía como nada más que un juguete de su propiedad. Todo le pertenecía a él, hasta mi casa..
El día que tanto había esperado por fin había llegado. Inmediatamente llegó a mi casa, todo se incendió de dominación, de poder, de su vibra. Soy hombre, tengo 25 años, 4 años menos que mi amo. Mi casa, mi sueldo, mi cuerpo, y todo de mí ahora le pertenece y este es el inicio de la vida que elegí vivir.
Al cerrar la puerta estaba yo, su esclavo, justo como me dijo que lo esperara: con nada más que una pantaloneta y recién bañado. Inmediatamente, y sin pensar ni un segundo dijo:
-De rodillas, esclavo, ya.
No había terminado la frase y yo ya estaba de rodillas ante mi dios, mi rey, mi dueño, me pegó una fuerte cachetada que hizo que cerrara los ojos y mi cara girara.
-Guíame a mi habitación
Lo guíe de pie y pareció sentir agradable la habitación que había preparado para él, parece haberle gustado cómo había ordenado esa habitación para él, para su comodidad, aunque nunca lo dijo. Se sentó en la cama para comprobar que el colchón fuera de su pleno agrado y yo me quedé de pie con las manos atrás como habíamos acordado.
-Qué esperas para quitarme los zapatos y las medias? – y me dio otra cachetada, esta vez no tan fuerte
Con la rapidez de un resorte nuevo me tuvo de nuevo de rodillas, esta vez estaba quitándole los zapatos que puse a un lado de la cama en perfecto orden y dentro de los cuales metí las medias que también le había quitado y me quedé ahí sufriendo su indiferencia mientras se ponía cómodo. Luego de unos minutos de estar de rodillas, con las manos atrás y la cabeza gacha para mantener la mirada en el suelo por fin inmutó palabra nuevamente:
-De pie
Igual de rápido podía pasar de estar de rodillas, a estar de pie. Y así me revisó, sin poder mirarlo fijamente o mantener la mirada en él. Levanté los brazos para revisar que los vellos de las axilas estuvieran a ras como todas las partes del cuerpo, luego me revisó la boca (Que dejó llena de sus escupas), los oídos, la lengua, el ombligo. Luego me di la vuelta, y estuvo escupiéndome un poco, me bajé la pantaloneta y quiso revisar primero mi culo, que hizo que abriera hasta que el ardor fuera casi insoportable y no pude evitar un quejido en un susurro; luego me giré de frente después de dejarme las dos nalgas rojas y dolorosas “para que no puedas sentarte” dijo con rabia, y una vez de frente me revisó el pene, y que no tuviera abundantes vellos allí. Con la misma importancia prestada hasta ahora se volvió a recostar en la cama, tomó su celular y me chasqueó los dedos señalando sus pies descalzos dándome la orden de iniciar con el masaje descansado y reconfortante. Me quedé allí con el masaje en cada planta cerca de 30 minutos, que se me pasaron volando por la perfección de momento, durante la hora que estuve allí él no se inmutó, no le importó que yo estuviera, no hizo gestos, no le importaba nada. Luego, sin más, me ordenar comenzar a mojarle los pies, yo no creía que fuera a darme ese privilegio; me ponía un poco triste que en cerca de 2 horas yo no había ni siquiera probado su cuerpo, no sabía a que sabía. Pero la felicidad me duró poco, porque después de tenerlos medianamente húmedos me ordeno ir a hacerle el almuerzo porque dijo que moría de hambre y tuve que bajar desnudo a prepararle su comida. Fue específico en que debía prepararle alas BBQ con un jugo de mora helado, recién hecho y con 4 cubos de hielo, así que ahí estaba yo preparándole lo que él quería. En mitad de la preparación, escuché las palmas de mi dueño y, justo como estaba, sucio en las manos y todo, corrí para atenderle y me pidió encender el televisor y pasarle el control para tenerlo cerca (cabe aclarar que el control del televisor estaba ubicado en la mesa al lado de la cama, con lo que no tenía que estirar mucho la mano para alcanzarlo) cuando terminé bajé de nuevo para seguir pero con pocos minutos de diferencia me llamaba para que cambiara el canal, para que subiera o bajara el volumen, entre otros caprichos. Siempre que llegaba a la habitación después de su llamada, me paraba erguido y decía “¿me llamó, señor?”, porque hacía parte de las reglas.
Pronto el almuerzo para él estuvo listo y lo subí en una bandeja, él se sentó y yo ubiqué la bandeja encima de sus piernas, para que todo le quedara bien, mientras que comía yo estaba mojando de nuevo sus pies. Cuando terminó, recogí y rápidamente subí de nuevo para continuar con sus pies, pero me pidió que le bajara el jean que traía, obviamente obedecí encantado pero recibí muy poca ayuda para bajarlos, lo que me causó varios golpes e insultos por mi lentitud e ineptitud, al final terminé con la cara completamente roja pero triunfal. Ahora debía masajearle las piernas hasta que él se cansara. Estuvo jugando en el celular, respondiendo mensajes, ojeando el programa de televisión, todo. Después de una hora más, él consideró que ya era hora de otro nivel y me hizo quitarle los bóxer, que fue una lucha un poco menos tediosa que el Jean, y luego tuve que olerlos y describirle el olor. Soltó el celular y puso a que le mojara el pene, pero si metérmelo a la boca para absolutamente. Escupía por toda parte para que yo limpiara: en el suelo, en su cuerpo, en la habitación. Los únicos escupitajos que no podía limpiarme eran los que proporcionaba en mi cuerpo, que fueron bastantes. Al igual que en las acciones anteriores, él parecía no prestarme atención, no se inmutaba, no me prestaba atención. Se durmió por un buen rato, mientras que yo hacía mis funciones, yo era solo un juguete que estaba allí desde siempre y al que él ya estaba perfectamente acostumbrado. Esto fue exactamente lo más cerca que estuve de su pene en mi boca.
Después de despertar de la minisiesta, me dijo que quería ir al baño, y lo acompañé como perro faldero a cuatro patas, lo esperé fuera del baño y cuando volvimos a la cama, los pies estaban muy sucios
-Ves todo esto? -Me preguntó mostrando el polvo recolectado por sus pies, yo asentí- Es tu culpa, en esto se ve lo mal que aseaste después de que te dije que debía estar impoluto el suelo, ahora verás.
Y me hizo limpiarle la planta de los pies por otro buen rato hasta que quedaron relucientes y mi saliva quedara sabiendo a polvo semanas enteras y luego como castigo me puso a lamer el suelo para también dejarlo limpio. Puso, gracias a esta falta de respeto, una nueva regla en el contrato: Limpiaría con la lengua todo el camino por el que fuera a recorrer. Me aterraba esta parte, aunque en el camino de limpieza me daba golpes fuertísimos que me hacían retorcer: En los testículos, en las nalgas, en la cara, me llegó a pisotear la lengua en muchas oportunidades, tanto que si tuviera una lengua larga, se pararía encima; Hubo un tiempo en el que se sentó en dorso para enviar un audio, pero me advirtió que no podía parar, por lo que debía transportarlo. En ese momento que serví como silla y caballo a la vez lo sentí sentado completamente, con toda la fuerza de su cuerpo en mi dorso, los pies elevados del suelo y cruzados, casi no puedo hacer la trayectoria completa porque se perdían mis fuerzas. Pero sin duda, que fue el juguete de mi amo me daba la fuerza necesaria.
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