Esclavos (de los supositorios) (I)
En mis años de investigación en el laboratorio había descubierto dos cosas: el secreto de la eterna juventud (por eso yo no envejecía) y que había descubierto una droga de esclavitud que insertaba en los muchachos en un supositorio cuando tenían aproximadamente 8 años.
Lo que nadie en la isla sabía es que en mis años de investigación en el laboratorio había descubierto dos cosas: el secreto de la eterna juventud (por eso yo no envejecía) y que había descubierto una droga de esclavitud que insertaba en los muchachos en un supositorio cuando tenían aproximadamente 8 años (o a otros años después). Esta droga, al contrario que las drogas de sumisión con las que controlaba a todos los chicos de la isla, me daba el completo control de los niños de los que me encaprichaba, ya que la misma les convertía en adictos de una manera muy fuerte, lo cual los convertía en sumisos, porque yo era el único que tenía acceso a esos supositorios en la isla.
Si un niño recibía ese supositorio (disfrutaba metiéndoselos yo) con 8 años, un año después la droga duplicaba su adicción y con 9 años necesitaban dos. Puede no parecer mucho, pero cada supositorio duplicaba la dependencia y el número de dosis, con lo cual esos chavales dependían de que yo les diese ‘el antídoto’, que era un nuevo supositorio que duplicaba la adicción. Y si a los 9 años necesitaban dos supos al año (uno cada 6 meses), si empezaba a suministrárselos a los 8 años a los 10 años de edad ya necesitaban cuatro (uno cada tres meses), y a los once años seis supositorios anales (uno cada dos meses), y a los 12 años, cuando los niños empezaban a florecer sexualmente ya necesitaban de mí todos los meses, por lo que los muchachitos me buscaban una vez al mes para que les insertase mi dedo (u otra cosa) en sus anitos, convirtiéndolos en mis esclavos sexuales.
La droga era tan poderosa que a los 13 años necesitaban un supositorio cada 15 días, con lo que me venían a visitar más… y a los 14 años tenía a muchos niños cada semana para que les suministrase su dosis anal.
A los 15 años podía bien insertarles dos supositorios a la vez cada semana o me venían a ver cada semana dos veces. Ver esos anos y meterles mi dedo con un supositorio me excitaba. El poder que tenía en mis manos de controlar sus jóvenes cuerpecitos, y ver cómo se empalmaban cuando les metía mi dedo en su ano, me ponía a cien. Era un gran depravado, he de reconocerlo. Y tener a esa serie de siervos sexuales dependiendo de mí y de mi droga me subía el ego. Mi poder era absoluto sobre estos muchachos.
Con 16 años ya necesitaba 4 dosis a la semana… y con 17 años necesitaban un supositorio cada día. Los chicos deambulaban por la isla libremente pero caían rendidos a mis pies ya que me suplicaban que les diese su supositorio anal. Era tal la dependencia que podía chantajearles como quisiera y hacer lo que quisiera con ellos una vez al día.
El problema es que esta droga que había descubierto tenía un efecto secundario que no había logrado doblegar… con lo que a los 18 años ya mis esclavos sumisos necesitaban dos supositorios al día… y a los 19 cuatro… y a los 20 años 8 (que normalmente administraba de cuatro en cuatro dos veces al día), con lo que tenía esos cuerpazos completamente desnudos exponiéndome su ano, rogándome que les metiera mi dedo por el culo dos veces al día para darles su dosis de supositorio… Podía follarmelos… cascarles pajas… hacer lo que quisiera, porque ellos me iban a suplicar que les diera su medicación e iban a hacer lo que yo quisiera para lograrla… porque sino morirían. Con muchos de estos chavales ya me cansaba. A parte al crecer ya no me excitaba tanto con ellos, y los despreciaba rechazándolos… pero los había vuelto yonquis de mi ‘medicina’ con lo que a los 21 años ya necesitaban meterse ellos mismos un supositorio cada dos horas… y a los 22 uno cada hora haciéndoles completamente dependientes de mi droga. Mis esclavos, que tantas horas de placer me habían proporcionado, que tantos momentos sexuales grandes mes habían dado en su adolescencia y pubertad, ahora ya no me atraían pero dependían de mis supositorios y de ese efecto secundario que duplicaba cada año la dosis que iban a necesitar. Este era un efecto no deseado de la droga, y no lo había logrado revertir tras años de investigación. Sí había descubierto unas inyecciones que incrementaban el poder de los supositorios… es decir, a los 22 años un chaval que llevaba adicto a los supositorios desde los 8 y que ya necesitaba un supo cada hora, podía ponerse una inyección al día… pero como esta droga duplicaba su dependencia a los 23 hacía que necesitasen dos… a los 24 años tres, a los 25 cuatro… A los niños con los que me encaprichaba de pequeños, les convertía en unos putos yonquis de mierda a los veintitantos años… y estos veinteañeros se convertían en una escoria que ya no servían para ningún propósito en la isla, por su drogodependencia… por lo que muchos ya no llegaban a los 18 años de vida, falleciendo antes… Era un efecto secundario no deseado, pero no había encontrado ninguna otra droga de esclavitud como aquella, y como yo era muy sádico seguía aplicándosela a los niños de los que me encaprichaba sabiendo que firmaba una sentencia de muerte y que tras unos años de placer acabaría con su vida.
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