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Dominación Hombres, Gays, Infidelidad

Espiando a Eric

Si me vas a matar, por favor déjame chuparte la polla antes de morir.
Ahí estaba Eric, como cada mañana, trotando solo sobre el pasto húmedo del campo de béisbol. Lo sigo en silencio, deslizándome entre los árboles, respirando apenas para no delatar mi presencia. Me sé de memoria cada uno de sus movimientos: el modo en que su pecho se agita, cómo sujeta la botella de agua y bebe de ella, dejando que una gota resbale por su cuello hasta perderse bajo su camiseta.

Eric es el capitán del equipo de béisbol de la universidad. Compartimos clases, sí, aunque para él yo apenas sea una sombra en el borde de su visión. Está bien así. Prefiero observarlo sin filtros, sin la máscara que todos llevan en público. Mide un metro ochenta exactos; lo sé porque he calculado la diferencia de altura entre la mía y la de él. Tiene un lunar diminuto en el cuello, un pequeño detalle que sólo alguien como yo podría apreciar de verdad. Siempre viste en tonos neutros, como si no quisiera llamar la atención… pero conmigo no puede ocultarse.

Su cabello corto y su piel canela dorada por el sol lo hacen ver salvajemente sexy. Su cuerpo atlético y su mandíbula marcada son casi una provocación, una invitación que sólo yo he sabido escuchar. A veces, cuando corre demasiado cerca de mi escondite, contengo el aliento… y me pregunto si alguna vez sentirá mi mirada clavándose en su nuca. Si, en alguna parte de su alma, sabrá que ya es mío.

Después del entrenamiento, cuando él se dirige a las duchas, deja su ropa tirada cerca del baño, casi como si fuera un rastro de migas de pan que me guía hacia él. Aprovecho cada oportunidad para acercarme sigilosamente y examinar con una obsesión morbosa su uniforme de béisbol, impregnado del sudor de su cuerpo. Pero lo que realmente me llena el alma es su ropa interior. Él no usa bóxers; prefiere calzoncillos más abiertos, estilo brief, y eso me deja sin aliento. En ocasiones, cuando el diminuto baño esta vació, me acerco lentamente y robo su ropa interior, sintiendo como la textura me roza gracias al tejido. La llevo a mi nariz y aspiro profundamente, intentando capturar cada esencia de su aroma. Huele a él, a su masculinidad, a mi pequeño secreto. A veces, deseo poder quedarme así, para siempre, con su ropa interior en mis manos, pero debo apresurarme, antes de que salga de las duchas.

Él tiene una novia llamada Amanta, una chica insoportablemente hermosa. Esa puta tiene toda la suerte del mundo, y en las profundidades más oscuras de mis pensamientos, a veces deseo verla sufrir, pero también deseo estar en su lugar. Una vez, mientras caminábamos hacia la clase, Eric me miró con sus ojos color avellana. Sentí una oleada de emoción tan intensa que pensé que mi corazón iba a estallar. La forma en que me observó, como si estuviera viendo algo que realmente anhelaba, me dejó con una leve erección. En ese momento, una parte de mí deseó poder besarlo, y que fuera solo mío.

En otra ocasión, después del entrenamiento, aproveché para dirigirme al baño donde él estaba duchándose. Ahí, pude ver su ropa interior, esta vez de color negro, un tono que me encanta. Me imaginé cómo se vería luciendo esa prenda, cómo se ajustaría a su cuerpo. Tomé el calzón y lo llevé a mi nariz, inhalando profundamente. El aroma era adictivo, un poco de orina, pero eso solo lo hacía más real, más excitante.

Mientras estaba perdido en mi fantasía, noté que la puerta de la ducha no estaba bien cerrada; estaba entreabierta. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Me acerqué un poco más, y a través de la entrada, pude ver su espalda ancha y musculosa. Bajé la vista lentamente, y allí estaba su culo, completamente redondo y, al parecer, ligeramente rasurado. Era una visión que me dejó sin aliento.

Volví a llevar su calzón a mi nariz e inhalé con fuerza, dejando que el aroma llenara mis sentidos. Me sentía drogado, completamente embriagado por la situación. Mi verga reaccionó al instante, endureciéndose por el espectáculo que tenía ante mis ojos. Cada detalle, cada sensación, me tenía al borde del éxtasis.

Esto era una señal del destino, una oportunidad que nunca se repetiría. Sentí que el universo me estaba dando luz verde para satisfacer mis más ocultos deseos. Comencé a tocar mi verga dura a través de la tela de mi pantalón, el placer recorría mi cuerpo mientras disfrutaba de la vista. La euforia me invadía, y cada segundo parecía eterno.

De repente, Eric se giró. Mi corazón se detuvo por un instante. La vista era mucho mejor de lo que había imaginado. Pude ver su pecho, sus pectorales completamente duros, su abdomen plano y definido. Pero el plato principal era su jugosa verga, que con solo verla sabía que sería deliciosa. Era hermosa, morena, con un tono increíble, larga y gorda. No tenía ni un solo defecto. Era perfecta. Comencé a olfatear el calzón con más fuerza, dejando que el aroma llenara mis sentidos. Era increíble, una mezcla de excitación y prohibición que me llevaba al límite.

—¡¿Qué mierda?!— La voz masculina y molesta de Eric rompió mi fantasía. No supe cómo reaccionar; había olvidado por completo que podía verme. En el momento en que se giró, me encontró con el pene erecto y su ropa interior en mi cara. La vergüenza y el pánico se apoderaron de mí, pero también había una parte de mí que sentía una morbosa satisfacción por haber sido descubierto en mi acto más oscuro y perverso.

— ¡¿Esa es mi ropa interior?! —gritó Eric, sus ojos llenos de rabia y sorpresa. Nunca antes lo había visto tan molesto, pero incluso en ese estado, completamente desnudo y chorreando agua, era una visión intensa y sexy. Cerró la llave de la ducha y salió del baño de un portazo, dejando un silencio ensordecedor detrás de él.

Di unos pasos hacia atrás, torpemente, y caí al suelo, aún completamente erecto y con su ropa interior sucia en la mano. Eric se acercó rápidamente, sus movimientos eran precisos y llenos de furia contenida. Se agachó para tomarme del cuello, su agarre era fuerte y duro, doloroso pero excitante. Sentí cómo su mano apretaba mi garganta, cortando mi respiración por un instante.

—¡Maldito maricón, ¿te estabas masturbando mirándome?! —vociferó, su voz llena de desprecio y furia. Escupió en mi cara, y el acto, aunque humillante, se sintió increíblemente romántico. El calor de su saliva en mi piel, la intensidad de su mirada, todo me llevaba a un estado de éxtasis de locura.

—Si me vas a matar, por favor déjame chuparte la polla antes de morir —dije, mi voz temblorosa pero llena de deseo. Mis palabras salieron sin pensar, impulsadas por una mezcla de miedo y lujuria. La idea de que mi vida terminara en ese momento, mientras cumplía mi más oscuro deseo, me parecía una forma extraña y morbosa de redención.

— ¡¿Pero qué dices, puto asqueroso de mierda?! —Sentí que sus manos ásperas apretaban más mi cuello, y por un momento, pensé que mi vida iba a terminar. La falta de aire me nubló la mente, pero también intensificó cada sensación, cada detalle de su presencia sobre mí.

—Eric… te gusta el béisbol —dije con mi último aliento, intentando ganar tiempo—. Vistes colores neutros… pero… te favorecen los tonos oscuros por tu piel bronceada. Vives cerca de la universidad… por eso… sueles trotar en el campus todas las mañanas —logré articular, sorprendiéndolo.

Eso desconcertó a Eric, y su agarre se suavizó lo suficiente como para permitirme respirar de nuevo. La liberación fue instantánea.

—¿Cómo mierda sabes todo eso? —preguntó Eric, mirándome ahora con una mezcla de preocupación y confusión.

—Es que tú… —Esta era mi oportunidad, y por alguna razón, esto me daba más miedo que todo lo que había hecho hasta ahora—. Tú… me… —La palabra me estaba ahogando mucho más que su agarre—. Me gustas —logré decir finalmente, dejando que las palabras salieran en un susurro tembloroso.

Eric me miró completamente confundido, su expresión oscilando entre el asombro y la incredulidad. Seguía desnudo, y aproveché para echar un vistazo rápido. Su verga, a pesar de estar dormida, era enorme. Fácilmente medía unos quince centímetros, y no podía imaginarme cómo sería al estar completamente erecta, poderosa y lista para la acción

— ¿Yo te gusto? —repitió Eric, su voz llena de incredulidad. Lo miré y vi que estaba sonriendo, pero era una sonrisa perversa, llena de una mezcla de desprecio y curiosidad morbosa.

— Sí, me gustas mucho —dije tembloroso, mi voz apenas un susurro. Era como si estuviera en un sueño, una fantasía que se volvía realidad, y me sentía flotando en las nubes.

— ¡¿Y acaso piensas que yo soy un maricón como tú?! —gritó, sus dientes apretados con rabia. Pude ver la furia en sus ojos, pero también una chispa de algo más, algo que no podía identificar del todo—. Sabes, cuando entré en la universidad, había un ritual de iniciación en la hermandad en la que estoy. Consistía en encontrar un maldito chupa pollas como tú y hacer que se arrepienta de haber nacido. Así que ya tengo experiencia en torturar maricones como tú —añadió con una sonrisa malvada.

A pesar de sus palabras, no tenía miedo. Sabía que Eric era impulsivo cuando estaba molesto, pero también había una parte de mí que deseaba ser parte de su juego perverso. Empecé a desabrocharme el pantalón, bajándolo lentamente. Eric pudo ver mis boxers color blancos, aunque ya no estaba erecto, seguía algo excitado, y la situación solo aumentaba mi deseo.

— ¿Qué mierda haces? —preguntó Eric, su voz llena de sorpresa y confusión.

— Si vas a torturarme, quiero que sea estando los dos desnudos —dije, mi voz firme a pesar del miedo y la excitación que sentía. La situación era peligrosa y prohibida, pero también increíblemente erótica. Quería llevar mi fantasía al límite, sin importar las consecuencias.

—¡¿Crees que esto es un juego?! —preguntó, su voz llena de desprecio. — ¡¿Cuántas veces has olfateado mi ropa interior?! ¡¿Cuantas veces me has espiado, maldito lame bolas?!

Sentí cómo el rubor subía a mis mejillas, pero mantuve su mirada. Eric me miraba con asco, y eso ocasiono que mi pene sintiera una leve erección —Yo… no podía evitarlo —admití, mi voz apenas un susurro. —Eres tan… perfecto. Tu cuerpo, tu forma de moverte… me vuelves loco.

Eric soltó una risa burlona. —¿Perfecto? Eres patético. Pero tengo que admitir que tienes agallas. —Se acercó un poco más, su voz bajando a un tono más peligroso. —¿Sabes cuántas veces he querido darle una lección a alguien como tú? Alguien que cree que puede espiar y manosear mis cosas sin consecuencias.

— Lo siento —dije, mi voz llena de arrepentimiento, pero también de deseo. Lo miré a los ojos, pude notar como me seguía la mirada—No podía controlarme. Me obsesioné contigo.

Eric me miró con una mezcla de asco y excitación. —¿Obsesionado? Eres un puto pervertido. Pero ahora que estás aquí, semi desnudo y a mi merced, tal vez debería enseñarte una lección que nunca olvidarás. —Se acercó aún más, su voz bajando a un susurro amenazante. —Tal vez debería hacerte sentir lo mismo que siento yo cuando te veo rondando alrededor, como una sombra asquerosa.

—Hazlo —dije, mi voz llena de desafío. —Hazme lo que quieras.

Eric me miró con una mezcla de desprecio y deseo. —Eres un maldito enfermo —dijo, pero había una chispa de algo más en sus ojos. Algo que me hizo pensar que tal vez, solo tal vez, él también sentía una atracción oscura y prohibida. —Pero si eso es lo que quieres, lo tendrás. Pero no te equivoques, esto no es un juego. Esto es una tortura. Y vas a aprender lo que significa estar a mi merced.

Eric se acercó a mí y me bajó completamente el bóxer, revelando mi erección. Sus ojos se estrecharon con una mezcla de asco y curiosidad mientras observaba mi excitación.

— ¡Qué asqueroso! —dijo, pero no apartó la mirada. Su mano se movió rápidamente y agarró mi verga con un agarre fuerte y doloroso. A pesar del dolor, la sensación era increíble. El contraste entre el dolor y el placer me dejó sin aliento.

— No te rindes, maricón —dijo con una sonrisa perversa, disfrutando de mi incomodidad. De repente, su otra mano se dirigió directamente a mi culo, dándome una fuerte nalgada. El sonido resonó en las duchas, tan fuerte que estaba seguro de que se podía escuchar afuera. La marca que dejó su mano ardía, pero también me excitaba más.

El dolor y el placer se mezclaron en una oleada que me hizo gemir. Mis sentidos estaban en alerta máxima, cada nervio de mi cuerpo vibraba con una intensidad que nunca había sentido antes. El placer era tan abrumador que mi pene comenzó a liberar un poco de líquido preseminal. Eric me miró asqueado, notando la mancha en su mano.

— ¡Qué asco! —exclamó, molesto—. Tengo un poco de tu asquerosa leche en mi mano —dijo, pero había una chispa de excitación en sus ojos que no podía ignorar.

— Abre la boca —ordenó, acercando sus dedos llenos de mi líquido preseminal a mis labios. Obedecí sin dudar, sintiendo la mezcla de su piel y mi esencia en mi lengua. El sabor era extraño, pero también increíblemente erótico.

Eric observaba cada uno de mis movimientos con una mezcla de desprecio y fascinación. Podía ver cómo su propio cuerpo respondía a la situación, a pesar de sus intentos de ocultarlo. Su respiración se volvía más pesada, y sus ojos se oscurecían con un deseo que no podía controlar.

— Eres un maldito putito —dijo, pero había una nota de admiración en su voz. — Pero parece que te gusta esto, ¿verdad? —preguntó, su voz bajando a un susurro amenazante. — Te gusta ser mi juguete, ¿no es así?

Asentí, incapaz de hablar, mi mente y mi cuerpo completamente dominados por la situación.

—Eric, por favor —dije casi susurrando, mi voz llena de súplica y desesperación. —Déjame chupar tu polla. Déjame sentir el sabor de tu verga. He estado meses imaginando tener tu trozo de macho en mi boca. Por favor, Eric, quiero sentir tu verga en mi boca.

Eric sonrió, una sonrisa perversa y llena de desprecio. —Qué patético —dijo, su voz llena de desdén. —Pero parece que te gusta suplicar, ¿verdad? —Se acercó aún más, su presencia imponente y amenazante. —Ponte de rodillas y ruega por chupar mi verga, asqueroso maricón.

Me dejé caer de rodillas, el frío del suelo contrastando con el calor de mi cuerpo. Mis ojos estaban fijos en los suyos, buscando cualquier señal de consentimiento o rechazo. La situación era humillante, pero también increíblemente erótica. La mezcla de miedo, deseo y vergüenza me tenía al borde del orgasmo.

—Por favor, Eric —dije, mi voz temblorosa. —Déjame chupar tu polla. Quiero sentirte en mi boca, quiero probar tu sabor. He soñado con esto durante tanto tiempo.

Eric me miró con una mezcla de asco y excitación. Su mano se movió lentamente hacia su verga, acariciándola. Pude ver cómo se iba endureciendo, respondiendo a la situación. La tensión en el aire era insoportable, y cada segundo parecía una eternidad.

—Muy bien, puto —dijo finalmente, su voz llena de desprecio. —Pero si haces un solo movimiento en falso, te arrepentirás. —Con esas palabras, se acercó ya con su verga completamente erecta. Era impresionante, larga y gruesa, y la visión me dejó sin aliento.

Me acerque, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, y el aroma de su excitación llenaba mis sentidos.

Con esas palabras, me incliné hacia adelante. Rocé suavemente la punta de su verga con mi lengua, saboreando el líquido preseminal que ya se había formado. El sabor salado y amargo llenó mi boca, y la sensación de tenerlo en mis labios me llevó a un estado de éxtasis perverso. Eric gimió ligeramente, a pesar de su intento de mantener el control.

—Mmm, eso se siente bien —dijo, su voz entrecortada. —Pero no te detengas ahí, maricón. Quiero sentir tu boca alrededor de toda mi polla.

Obedecí, abriendo la boca y tomando su verga lentamente, profundizando cada vez más. La sensación de tenerlo en mi boca era abrumadora, y cada movimiento de mi lengua y mis labios parecía intensificar el placer. Eric gemía y respiraba con dificultad, sus manos agarrando mi cabello con fuerza.

—Así, justo así —murmuró, sus caderas comenzando a moverse al ritmo de mis movimientos. —Eres un maldito experto en esto, ¿verdad?

Cada sonido que salía de su boca, cada gemido y suspiro, me impulsaba a seguir, a dar lo mejor de mí.

—Eres un puto asqueroso —dijo, pero había una nota de admiración en su voz. —Pero maldita sea, sabes cómo chupar una polla.

Mientras continuaba devorando su polla de forma desesperada, su teléfono comenzó a sonar insistentemente. Eric arrastró su pantalón sucio con el pie, acercándolo a él, y tomó el teléfono del bolsillo, sin dejar de gemir de placer. Mi boca se movía con una determinación feroz, provocando oleadas de éxtasis en su cuerpo.

—¿Sí, amor? —respondió, su voz temblorosa por el esfuerzo de mantener la compostura. Comencé a chupar más fuerte, sintiendo cómo su miembro se endurecía aún más en mi boca. Cada lametón y succionada era una declaración de mi deseo incontrolable.

—Lo sé, llego tarde a nuestra cita… —susurró, tratando de ocultar su agitada respiración. Aceleré el ritmo, mi lengua danzando alrededor de su glande, saboreando cada gota de su deseo. Escuché cómo su gemido se intensificaba, y su mano se aferró con más fuerza al teléfono.

—Ha pasado algo en el equipo de béisbol. Sabes que te amo mucho y prometo que estaré pronto contigo —dijo, su voz quebrándose al final mientras luchaba por mantener la conversación. Mis labios se cerraron aún más alrededor de su polla, chupando con una intensidad que bordeaba lo primitivo. Sus caderas comenzaron a moverse involuntariamente, buscando más profundidad, más placer.

El teléfono cayó al suelo mientras él agarraba mi cabeza con ambas manos, guiándome con desesperación. Me sumergí aún más en mi tarea, mi boca y mi lengua trabajando en sincronía para llevarlo al borde del éxtasis. Sentía su cuerpo tensarse, cada músculo estremeciéndose de placer. Sabía que estaba cerca, y mi deseo se intensificó, buscando su liberación.

—Amanta, lo siento… —jadeó, su voz entrecortada mientras su cuerpo se convulsionaba con el orgasmo. Me entregué por completo a él, sintiendo cómo su leche caliente llenaba mi boca. Su gemido final fue un grito de liberación, y cuando retiro su pene agotado y satisfecho, supe que había logrado lo que me proponía: poseerlo, aunque fuera por un breve instante.

Sentí una satisfacción retorcida, una dicha oscura, sabiendo que aunque su corazón perteneciera a otra, su cuerpo —su voluntad—, en ese instante, había sido sólo mío.

Mis ojos brillaban mientras me mantenía sentado en el suelo del baño. Eric se vistió con torpeza, sin mirarme, como si temiera reconocer lo que acababa de pasar. Salió apresuradamente, casi tropezando, como si huyera, había desparecido el Eric dominante que era hace unos instantes, y solo quedaba un chico arrepentido, eso me hizo sonreír. Yo me quedé allí, quieto, saboreando el momento, como un depredador después del banquete.

Fue entonces cuando lo noté: su móvil, olvidado en el suelo frío. Lo tomé con manos temblorosas de excitación y lo desbloqueé. La imagen de su novia sonriéndole me recibió, ignorante, patética, una perra que habían olvidado.

Pobre idiota. No importa cuánto lo ames. No importa cuánto intentes aferrarlo. Esta vez, Eric fue mío. Mío en formas que tú jamás imaginarás. Y lo mejor de todo… es que este secreto, este pequeño momento compartido, se quedará enterrado entre nosotros. Al menos, hasta que yo decida lo contrario.

749 Lecturas/28 abril, 2025/6 Comentarios/por Escritornocturno
Etiquetas: baño, culo, metro, orgasmo, puta, putito, puto, universidad
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6 comentarios
  1. elchicotwink19 Dice:
    29 abril, 2025 en 12:22 pm

    Como sigue?

    Accede para responder
  2. Christian_22_Tw Dice:
    29 abril, 2025 en 2:35 pm

    Excelente relato, como sigue?

    Accede para responder
  3. Do-Dohe Dice:
    29 abril, 2025 en 2:59 pm

    Que gran relato, así si da gusto masturbarse. Estoy ansioso por leer mas.

    Accede para responder
  4. ItLuca_27 Dice:
    29 abril, 2025 en 3:22 pm

    Como sigue?

    Accede para responder
  5. Toreando Dice:
    1 mayo, 2025 en 6:46 am

    Me diste mucho placer que eyaculada dios gracias seguí porfavor 🤜🏻🤛🏻

    Accede para responder
  6. Santypedro83 Dice:
    2 mayo, 2025 en 2:05 am

    Pufffff, una delicia de relato amigo 🤤🤤🤤🤤🤤🤤🍆🍆🤤🥵🥵🥵🥵🥵 que rico macho te comiste, hasta me corrí 💦💦💦💦 dime qué sigue o hay más que leer, saludos

    Accede para responder

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