Estrella estrellada
Inexperto buscando ser Influencer pierde la perspectiva y … ¡algo mas!.
Ahí estaba yo, con mis pantalones abajo arrollados en mis tobillos. Entiendo muy bien lo ridículo que podría en un momento verme, pero eso no me importo en lo más mínimo. EN las paredes del baño solo rebotaban los sonidos de mi cuerpo chocando contra el piso.
De una me estiraba lo más que podía para alcanzar a ver mi culo lleno de hermosas florecitas tratando de encontrar el mejor ángulo que mi cámara pudiera captar. La verdad es que no era muy común que yo hiciera tal cosa, pero desde que últimamente había descubierto la pasión de exhibirme en línea y de lograr los mas variados comentarios que me aplicaban en conocida red social, yo me esforzaba cada vez más por agradar a mis seguidores. Aquel reto se me había colocado entre ceja y ceja y tomarme una foto en mi lugar de trabajo en calzones de vieja no seria ningún problema.
La propuesta, aunque al principio descabellada me retumbo en la cabeza y acabo de convencerme. ¿Por qué no? ¿Qué perdería? Lo estuve tramando por varios días con extrema cautela. Fue así como pude darme cuenta de que esa hora podría ser el momento perfecto ya que todos salían a comer y la oficina se quedaba sola. De todos modos, no soy estúpido así que me había encerrado en el baño de la oficina para hacer mis fechorías. El estarlo planeando con tanta antelación hacia que la adrenalina corriera por mi sangre. Toda la mañana había estado al máximo de excitación y esas, si precisamente esas, pantaletitas blancas con dulces florecitas mostraban ya una fuerte y sucia mancha húmeda al frente de ellas producto de mi excitación varonil. Debo confesar que toda la mañana desde el mismo momento en que me las puse se me paro la verga. Jamás pensé que pudiese ser tan excitante. ¡UFF! Que delicia sentir el suave algodón recorrer mi piel y acomodarse de manera justa. Que contraste con el amplio espacio que llevan mis calzones y sentir mi pene aprisionado por la suave tela. Paso a paso me recordaban que estaban allí y aunque sentía cierta incomodidad al caminar y a decir verdad mas de una vez tuve que buscar la manera de disimuladamente sacarme el calzón de ahí en medio porque se me metía de manera misteriosa recordándome aquella travesura en pos de complacer a mis seguidores. ¿O seria acaso el hecho de simplemente atreverme a hacer algo que nunca había hecho?
Rápidamente eche un vistazo. Ya contaba creo que con una veintena de fotos que registraban el suceso. Después tendría tiempo de revisarla y seleccionar las mejores, así como de recortarlas y difuminar el fondo para evitar ser reconocido. No fuera a ser el diablo. Más no contento se me ocurrieron un par de poses más y acto seguido me dedique a acomodar el celular de tal manera que se captara mi mejor ángulo. SI seguro que desde ahí mis nalguitas lucirían a full enmarcadas en las pequeñas y dulces flores estiradas de la pantaletita robada a mi prima menor.
En aquellos pensamientos me encontraba cuando repentinamente la puerta crujió haciendo un extraño chirrido seguido de un:
– ¡Ah cabrón! – que retumbo en mis oídos quebrándome el alma.
Ni tardo ni perezoso voltee hacia la puerta de entrada solo para encontrarme con mi peor pesadilla hecha realidad.
Si, ahí, justo ahí parado en la puerta el estúpido de Ramiro volteaba a verme con cara de estupefacto la cual cambio en un par de segundo a una sonrisa burlona llena de una mirada sarcástica de ya me chingue a este cabrón.
Yo, por otro lado, me apendeje en grado máximo. No se si fue la sorpresa ya que según yo me había asegurado de cerrar aquella maldita puerta de manera precisa. Obvio, no contaba con que la chapa se encontraba rota justo ese día. No se si era más bien el hecho de que justo Ramiro el ser mas odiado en aquella oficina fuese quien se apersonara encontrándome ridículamente echado en el piso con los pantalones abajo enseñándole el fundillo a la cámara. No sé. Pero sentía mi cuerpo pesado y falto de respuesta. En ese momento hubiese querido ser Flash y salir de ahí corriendo para que cuando Ramiro reaccionara yo me encontrara carcajeándome de su cara a kilómetros de ahí, pero la realidad fue aplastante y demoledora. Fueron las fuertes pisadas de Ramiro acercándose las que me sacaron de mi letargo. Dando manotazos desesperado trate de ponerme de pie. EL maldito azulejo resbaloso del piso y de las paredes jugaba en contra mía haciéndome caer nuevamente.
Apenas si alcanzaba torpemente a doblar mis rodillas para empezar a ponerme de pie cuando una fuerte patada de Ramiro en mi trasero me proyecto nuevamente al piso. Apenas si pude alcanzar a meter mis manos para no romperme el hocico en el frio azulejo resbaladizo.
Intenté recoger mis rodillas nuevamente, pero esta vez mi pantalón enrollado me lo impedía. AL tratar de voltear para ver que podía hacer, me encontré con que Ramiro hábilmente pisaba mis torcidos pantalones obligando a mis pies quedarse quietos en la posición deseado por él. Aun así, yo desesperadamente jalaba mis pies tratando de recobrar alguna compostura, pero ni mi cuerpo ni mi mente funcionaban adecuadamente. EN ese momento solo parecía un títere descompuesto a quien los hilos del destino no le respondían adecuadamente.
FFFFFFiiiiiiuuuuuuuuuuuuu- un agudo y estruendoso silbido salió de los labios de Ramiro rompiéndome los tímpanos al rebotar en aquellas vacías paredes.
Fiuuuuuuu…..FFFFiiiuuuuuuuu- volvió a insistir mientras yo me tapaba los oídos para que el agudo sonido no me taladrara los tímpanos.
EN menos de un segundo mi situación empeoró. Ya estaban ahí los fieles compinches de Ramiro: Neto y Chava. Sus fieles seguidores y perros con los cuales contaba al cien por ciento y quienes diario le celebraban sus estúpidos comentarios y bromas de mal gusto.
-¡No mames!-dijo uno.
-¿Qué pedo wey?- dijo el otro mientras se acercaban con cara de curiosidad queriendo descifrar lo que sucedia.
Fueron tan solo milésimas de segundo antes de que estallaran en sonoras carcajadas mientras apuntaban con su dedo flamígero hacia mi persona tirada en el suelo.
– ¡Pártele la madre! – dijo Chava pensando que por alguna razón yo me le había puesto al brinco a Ramiro quien obvio tenía fama de golpeador.
– ¡Jajajajajajaaja!- se carcajeaba Neto y a duras penas pudo balbucear- ¿Cómo le bajaste los pantalones? ¡Jajajajajaajajaja! ¿O se le cayeron de puro miedo? ¡Jajajajajajajajaja!
-¡¡NO mames!! Trae calzones de vieja. – espetó alguien haciendo que mi humillación creciera – ¡Trae el culo floreado!
Los siguientes momentos sellarían mi destino. Con una frialdad extrema y sabiéndose dueño y señor de la situación Ramiro se inclino y a pesar de mis esfuerzos por evitarlo, con ambas manos tomo mis pantalones y acabo de arrancármelos de mi persona. Lo hizo con tal seguridad y fuerza que junto con ellos salieron volando de mis pies mis zapatos también quedándome yo tan solo con mi camisa del uniforme y mis tan preciadas y delicadas pantaletitas floreadas de algodón.
Como ya había mencionado, Ramiro era el amo y señor de aquellas bestias. Tan solo basto con una mirada y un movimiento de cabeza para que Neto volteara y viera mi celular en el lado opuesto. Sin dejar de carcajearse caminó hacia el y lo tomo entre sus manos para sin ningún reparo empezar a revisar y al ir pasando sus dedos por la pantalla incrementar una por una sus sangronas carcajadas que era el sonido retumbante en aquel olvidado inodoro de oficina.
Riéndose sardónicamente caminaba paso a paso pasando de foto en foto acercándose a Ramiro mientras no paraba de decir:
– Jajajajaja, no mames, jajajjaja, mira eso, jajajajaja, ¡que puto!
Cuando estuvo lo suficientemente cerca Ramiro le arrebato el teléfono y yo desde el suelo aún solo podía observar como sin cambiar de expresión Ramiro pasaba su dedo por la pantalla y mi oscuro secreto quedaba expuesto ante él.
En un reflejo automático y tal vez como sentido de sobrevivencia me fui poniendo de pie ya que Ramiro estaba absorto viendo mi teléfono y se había descuidado de mí. No es que tuviera como que mucha oportunidad de hacer algo frente aquel grupo ni tampoco lo hice como acto deliberado. Creo que solo fue un vano intento de ganar compostura en aquella embarazosa situación en la que solito me había metido.
Cuando termino de ver las fotos, supongo, Ramiro volvió a verme con una mirada que de haber sido navaja me hubiera traspasado el cuerpo. De todos era sabido como Ramiro se las daba de machito y con sus bromas y comentarios solo exudaba homofobia así que aquella situación creo que le venia como anillo al dedo a sus mas perversas intenciones.
– Guárdame esto bien – le dijo a Neto extendiéndole mi teléfono mientras que con la otra mano aventaba mis arrugados pantalones de vestir hasta el pasillo que quedaba fuera de las instalaciones sanitarias donde cometería su atroz voluntad.
Después de aquel gesto, yo podía adivinar por su mirada lo que me esperaba. Aquel mataputos conocido por su firme tozudez seguro me descuartizaría a golpes. Por mi mente pasaban ya imágenes de mi ensangrentado rostro a primera plana en todos los periódicos de la provinciana ciudad en la cual vivía.
Paso a paso el avanzaba. Paso a paso yo retrocedía. Retrocedía y retrocedía hasta que… EL frio azulejo le anuncio a mis aplastadas nalguitas que el camino se había terminado. Aun en contra de mi mismo me pegue como lapa a las frías baldosas tratando ingenuamente de desaparecer de aquel lugar. Mis manos en un principio pegadas a la pared se proyectaron hacia adelante en un vano intento de tratar de protegerme ante los posibles puñetazos que ya veía caer en mi cara. ¿Quién me lo hubiera dicho? La realidad seria mucho peor.
Rápido, Fuerte, Certero
SI, no existe manera de explicarlo. No lo vi venir. Simplemente un golpe seco en el estomago hizo que se me saliera el aire de mi cuerpo y en consecuencia mi cuerpo se proyecto hacia adelante. Me sentí morir en un segundo.
Sin darme un segundo de resuello sentí la mano de Ramiro jalar mis cabellos y proyectarme entre sus piernas aprisionando mi cuello justo debajo de sus huevos.
– ¡Este es tu lugar, puto! – dijo pretendiendo que yo le escuchara mientras todo mi ánimo solo se concentraba en tratar de halar aire hacia mis pulmones para tratar de sobrevivir.
Su par de piernas aprisionaba mi cuello como dos pilares hechos de cemento macizo. Mis ojos solo se podían clavar en el suelo frente a mí. Mi campo visual estaba entorpecido por la situación. Solo alcanzaba a ver las duras baldosas que tan solo regresaban mi imagen burda y distorsionada reflejada en ellas. Aún así, podía yo ver claramente la cara de terror que se reflejaba ante mis ojos. Mi boca entreabierta tratando de darme el suficiente aire para poder sobrevivir a mis captores.
Ramiro empezó a caminar obligándome a seguirle. A cada paso que daba sus piernas me aprisionaban cortándome la respiración en momentos por lo cual yo solo trataba de resollar cuando me lo permitía. Mis piernas después de haber estado en el frio suelo trastabillaban tratando de seguirle el paso a mi victimario. Pero, ¿adonde me llevaba? ¿Seria capaz de…? Temblé ante la incertidumbre y mas temblé al pensar en lo peor que se me ocurría a mi en ese momento. La verdad fue que pensé que Ramiro me aventaría al pasillo así en calzones exponiéndome a ser la burla de la oficina. Ya veía a todos riéndose de mi. Bonita manera de perder mi trabajo. Estúpidamente con mis ojos intente buscar donde habían caído mis pantalones en el vano intento de recuperarlos en cuanto Ramiro me pateara fuera del baño y entonces trataría de huir de el tan pronto como me fuera posible. ¡Que equivocado estaba!
Ramiro me llevaba como corderito al matadero, pero en lugar de dirigirse hacia la puerta como ya había supuesto, dio vuelta y se dirigió hacia un lado donde se encontraba la barra de lavamanos haciéndome trastabillar y casi quebrarme el cuello al no poder dirigir certeramente mis movimientos.
Con gran parsimonia llegamos al borde del mueble y Ramiro deposito sus grandes nalgas asentándose en el borde del extenso lavamanos quedando mi cabezota por debajo del mueble de baño. Fue hasta ese momento que empezó a dirigir el gran espectáculo que mi trasero expuesto les ofrecería en aquella tarde laboral.
– A este puto le gusta andar enseñando las nalgas. – les dijo a sus amigotes – Hay que ayudarlo a que se le pongan bonitas.
Y diciendo y haciendo sin ningún reparo me estampo una sonora nalgada con toda su fuerza que a pesar del amago en el que me tenia me hizo respingar y pegarme con uno de los cantos del lavamanos.
En menos de lo que te lo cuento una lluvia de fuertes y sonoras nalgadas acribillaron mis nalgas.
– ¡Ay, ay, ay! – empecé a gimotear mientras nalgada tras nalgada mi piel empezaba a arder como si de un incendio se tratase.- ¡AY! ¡No! ¡No! ¡YA! ¡Porfis!
– Shhhhh – salió de mi garganta cuando el castigo sin razón alguna se extendió y ya los manotazos no caían únicamente en mis nalgas que de seguro estarían para ese momento completamente rojas y tratando de darme una lección de vida empezaban a caer hacia los costados en un lado, así como en la parte trasera de mis piernas ardiéndome como nunca en mi corta vida.
Ante aquel castigo reaccione. Admito que no fue la idea mas brillante de mi vida, pero creo que fue mas un vano intento de sobrevivencia que otra cosa. No sé porque pensé que podría hacerlo, pero de la nada se me vino a la mente y de manera decidida alce mi mano coronada en un puño y según yo con toda mi fuerza trate de faulearlo para poder quedar libre.
Aquella maniobra solo quedó en un intento fallido. Ágil y veloz, Ramiro, encabronado, tomo mi mano y en una maniobra cruel me doblo el brazo haciéndome una de esas llaves de lucha. ¡Acabe peor! Ahora no solo era dominado por el fuerte agarre de sus piernas literalmente bajo sus huevos, sino que también sufría de un horrible dolor en el brazo, principalmente en el hombro, el cual era provocado cuando Ramiro forzaba mi miembro hacia mi espalda jalándolo en dirección de mi cabeza.
– ¡¡AHORA SI TE VOY A CASTIGAR PENDEJITO!! – alcance a escuchar mientras las nalgadas habían cesado me imagino por orden suya.
Mis oídos aguzados escucharon como sin soltarme de mi aprisionado agarre, Ramiro con una mano se deshizo de su cinturón y dándoselo en la mano a Chava le ordeno de manera por demás autoritaria:
– ¡CHINGATELO!
Ni en mis mas terribles pesadillas pude alguna vez imaginar dicho tormento. Tan solo escuche el silbido del cuero cruzando el aire y repentinamente tomo forma en mi cuerpo pegándose a cada milímetro de piel acometida.
– ¡¡¡ZAS!!! – retumbo el sonido del cuero castigando mi enfundado y chulo culo.
Como si de un vil chiquillo mocoso se tratase el tronador castigo fue seguido de un profundo berrido mío que sin pena alguna salió de lo más profundo de mi ser.
¿Cómo podría ser de otra manera? En escasos segundo estaba yo cambiando de ser estrella de redes a convertirme en presa de escarnio publico pues esta por demás decir que aquellas agudas hienas disfrutaban de mi tortura y no cejaban de proferir cuanta sandez se les venia a la mente.
Extrañamente a su comportamiento, Ramiro no profería palabra alguna que no fuera tan solo dar órdenes a sus compinches. Mientras ellos seguían carcajeándose y ofendiéndome al por mayor. Ramiro tan solo me sostenía en posición relajando ligeramente sus músculos tan solo para cambiar en micrones de posición y poder seguir sosteniéndome con el culo expuesto. De vez en vez apretaba las piernas ahogándome como queriéndome imponer su presencia. EN otros microsegundos cambiaba la posición del agarre tan solo para retomarme y agudizar mi pena haciendo que mi brazo me recordara quien mandaba en ese momento.
¡Zas!
¡Zas!
¡Zas!
Mi culo ardía en llamas. El grueso canto del cinturón se me incrustaba en la piel lastimándome como nunca mientras la delgada punta del mismo llegaba a partes inusitadas las cuales hasta ese momento jamás pensé que existieran.
¿Cuántos fueron? No lo sé. Da lo mismo. ¿Diez? ¿Doce? ¿Veinte? El castigo fue cruento y brutal. ¿Qué mas da? Lo único que sé es que, en ese momento, a pesar de todo y de creerme mayor de edad, ese día realmente perdí mi inocencia y mi creencia de vivir en un mundo color de rosa.
– Mira, mira – decía uno de ellos apuntando con el dedo a mis castigadas nalgas.
– ¡Ahora si le crecieron!
– Jajajajaja. Va a tener que echarse pomadita.
– ¿Contara como accidente laboral? – decía muerto de la risa el pendejo de Salvador (Chava).
Yo me sentía desfallecer. Lo único que quería era largarme de ahí en ese momento. SI pudiese habría desaparecido en aquel mismo instante, pero…
Sin dejar de soltar mi brazo apalancado, Ramiro me soltó del agarre de sus piernas. Ingenuamente respire aliviado. Pensé que todo había terminado y que tal vez con algo de pulla simplemente terminaría yéndome a casa con el culo rojo sin poder sentarme en una semana. Ya lo oía venir. Entre el y sus compadres me dirían mi suerte y probablemente hasta me amenazarían si decía rajarme con algún jefe.
Ramiro solo me soltó para entonces agarrarme del pelo y posicionarme así empinado en el lavamanos de piedra dura y fría. Me obligo a acomodarme entre jalones de pelo y retorcedura de brazo. Jamás imagine lo que estaba por venir.
Tan solo escuche claramente como soltó mis cabellos y como el sonido de su cremallera del pantalón provoco en mí el mayor miedo que jamás halla sentido en mi puerca vida.
Puedo jurar que claramente escuche como deslizo su miembro fuera de sus ropas. Me estiró un poco cuando se jalo para alcanzar sin reparo el dispensador de jabón al cual bombeo unas veces y supongo que en aquellos eternos segundos se embadurno la verga para cometer su delito.
SI, tal cual, su delito. EL delito del cual fui víctima.
– ¡Bonitos calzones! – fue todo lo que me dijo al oído mientras los jalaba hacia un lado dejándome totalmente descubierto y a su merced.
La sentí. La sentí totalmente caliente. La sentí como un hierro en la forja. La sentí preparándose y posicionándose para acometerme. La sentí en la mera entrada siendo dirigida hábilmente por su mano. Me punteo. Me rozo haciéndome saber que seguía a continuación.
Y después.
DESESPERACION simple y llana desesperación.
Así. En un solo movimiento. EN un solo acto. EN un solo segundo.
Así de fácil perdí mi virginidad ese día por andar tonteando y tratar de conseguir seguidores en las redes sociales.
El dolor fue agudo y total. Una ola de dolor baño todo mi cuerpo en un instante.
Mi boca se abrió, pero no dejo escapar sonido alguno. Cansada ya de berrear tras las fuertes nalgadas recibidas mi garganta se resistió a quejarse. Tan solo mis cuerdas vocales se rasparon estrepitosamente provocándose un doloroso pero silencioso daño.
Mi cuerpo se tenso por completo. En un vano intento de escapar medio patalee mientras aquel trabuco se apoderaba de mi totalmente. En su esfuerzo por poseerme Ramiro proyecto sus fuertes y gruesos huesos pélvicos sosteniéndome por completo mientras mi brazo libre manoteaba desesperadamente y mis piernas libres sin suelo que les estorbara se tensaban como cuerda de violín tratando de deshacerse de aquella horrible sensación de sometimiento total.
¿MI culito? Mi anito grito desesperadamente tratando de expulsar al invasor sin conseguirlo. Punzó. Me avisó de su presencia. Me gritaba desesperado que le ayudara. Sus vanas exigencias fueron ahogadas sin reserva. La dura piedra del lavábamos se me incrustaba en los muslos y estomago impidiéndome desmayarme y devolviéndome a la cruel realidad de lo que me sucedía en ese momento.
EL maldito Ramiro no contento con su fechoría me soltó un instante tan solo para con sus callosas manos jalar mis nalgas hacia los lados exponiendo por completo mi agujero y acometer su grueso tronco unos milímetros más poseyéndome por completo. EL brazo con el cual me había tenido apalancado tanto tiempo estaba tan muerto como mi alma. Dejo de pertenecerme y Ramiro con desmedida gracia tomo mi otro brazo aplicándome la misma suerte.
Con la mano que le quedaba libre volvió a halar mi pelo haciéndome levantar la cabeza y ser testigo de mi sacrificio.
¡Ahí! Ante mí. Enmarcado en el espejo individual podía yo ver claramente su cara de odio exactamente enmarcada junto a la mía. Mi cara. Una cara lloriqueante. Una cara disminuida. Una cara que no me pertenecía y que precisamente no era ya mi cara. Una cara roja con ojos hinchados de tanto llorar en tan corto tiempo. Una cara llena de mocos de un chiquillo mocoso y llorón. Una cara descompuesta. Una cara que no le pertenecía al hombre que había sido hasta ese momento.
Aun así, pude apreciar como mi cara cambio cuando Ramiro sin compasión alguna me barreno totalmente. Sentí como si una aplanadora me cayera encima. Sentí todos y cada uno de sus kilos aplastarme con varonil fuerza total.
Ramiro me acometió mil veces por segundo. Mi flor se abrió para el por completo. Las punzadas de auxilio que mi culito me mandaba y que en un momento al abrirme por primera vez podía claramente sentir se concentraron un mar de angustiosa sensación que acribillaba mi cerebro indistintamente.
Lo peor de todo ese doloroso momento era la angustia y la humillación interior. Ramiro clavaba su pene dentro de mí, pero al mismo tiempo clavaba su mirada en mi alma devastada. Ni por un segundo dejo de mirarme. Se sabia dueño absoluto y su cuerpo trabajaba en automático.
Sin pestañear constantemente me reiteraba en absoluto silencio:
-Mírame.
-Mírate
– ¡Mira donde estas!
– ¡Mira cómo te tengo!
– ¡¡ERES MIO!!
– De ahora en adelante ¡¡Me perteneces!!
Me faltaba el aire. Su presencia tanto física como mental me asfixiaban. Me sentía morir. El ardor de mi trasero se multiplicaba un millón de veces cuando su piel se frotaba contra mis castigadas nalguitas, las cuales tenía ya al rojo vivo.
El tronco de Ramiro se cimbro escupiendo su veneno dentro de mí. Con un animalesco alarido y sin importarle quien le oyera, Ramiro consumo su fechoría. Adentro de mi quedaron sepultados esos hijos suyos que jamás nacerían.
Y simplemente tal y como entro salió de mi ser en ese momento. Esta vez fui yo quien grito al dejarme ese hueco literal en mis entrañas. Debo confesar que su retirada me provoco un dolor tanto físico como mental. Era como si se hubiese adueñado de una parte de mi y ahora me dejara un gran vacío difícil si no imposible de llenar nuevamente.
Se retiro de mi y con una profunda mirada de desprecio me aventó a los perros.
– ¡Toda suya! – les dijo.
Tal y como si se tratara de una manada de chacales tanto Neto como Chava se me echaron encima. Se fueron sobre de mi o mejor dicho sobre mi cuerpo. Sus cuatro manos me apresaron. Sus cuatro manos me recorrieron. Pero aquellas no fueron remotamente caricias. Eran garras desgarrándome. Apretujándome. Sin ninguna distinción me recorrían apretando mis carnes. Pellizcándome. Azotándome y haciéndome saltar.
Me tiraron al suelo y se tiraron sobre mí. Me mordisqueaban salvajemente mi cuerpo y se ensañaron con mis incipientes chichitas. Mis pezones fueron castigados a mordiscones.
– ¿Quieres ser vieja? ¿Quieres ser vieja? – repetían una y otra vez mientras me acometían.
-Esta nomás la traes de adorno. – me dijo uno al momento de tomar mi verguita achicada por el miedo y retorcérmela como si fuera un juguete de plástico.
Chava fue el primero de los dos. Tomo mis tobillos y apartándolos lo mas que pudo me abrió en canal con su obscura pero cabezona verga que entro como cuchillo en mantequilla.
A pesar de, o tal vez consecuencia de, mi culo me dolía sobremanera. No lo disfrute. Solo lo sentía adentro de mi pero extrañamente no sentí lo que Ramiro me hizo sentir. Solo me sentía como un cuerpo ajeno. Me dolía, pero era como si ese dolor no me perteneciera.
Neto desesperado no se detuvo a esperar y de manera por demás brusca jalo mi cara y dándome otro fuerte jalón de pelos acribillo mi boca con su miembro.
¿Te lo puedes imaginar?
¿Puedes verme ahí tirado en el suelo siendo destrozado por dos hienas humanas?
Chava era maligno. Tomaba mis piernas y las separaba como queriendo partirme en dos sin dejar de atormentarme metiendo su cosa dentro de mi alcanzando lugares insospechados. En ratos maliciosamente me daba palmadas en mis huevos provocándome un tormento que me aflojaba para tenerme a su entera y total disposición. Mientras yo me defendía como podía tratando de resollar en los escasos momentos que la verga de Neto me daba oportunidad de respirar para poder seguir sobreviviendo.
Esta vez lo sentí todavía más. Y lo sentí porque Chava sin compasión me forzó a echarme aún más hacia atrás hasta casi ahogarme con mi propio estomago mientras el se hundía dentro de mi y su pulsante fierro se descargaba por completo en mi agujero.
A pesar de todas las veces que había entrado y salido, Chava como desquiciado seguía queriendo meterse más profundo mientras su liquido blanco y espeso me inundaba en lo mas profundo de mi ser.
Neto por su parte me seguía acometiendo. Mientras mi culo seguía abrazando la verga de Chava exprimiéndole hasta la última gota, Neto se había excitado y ayudándose con su mano se apresuro a llenarme las tripas.
¡Ahh! ¡¡AHH!! ¡¡¡¡AAAAHHHH!!!!
Sus líquidos me ahogaron. Solo sentí ese chorro caliente dentro de mí. Mis papilas “gozaron” de su néctar por primera vez dejándome esa sensación amarga por largo tiempo.
Debido a su apresuramiento y queriendo obtener, creo, mayor placer, Neto disparo parte de su caldo espeso en mi cara.
Un par de churretones se deslizaron por mi rostro quemándome y marcándome para siempre.
Tan exhaustos quedaron ellos como yo que por unos instantes los tres quedamos tirados en aquel suelo frio.
Por unos momentos TODO quedo en silencio total.
*****
Los pasos de Ramiro volvieron a romper el encanto. Se acerco a mí y tomándome nuevamente del cabello me volvió a empinar en el mismo lugar en el que me había sometido anteriormente.
Jalo mi calzón haciéndome daño y escuche como lo rompía a pesar de tenerlo yo todavía puesto. Me jalo aun mas hacia el y se limpio su verga con mi tela floreadita.
Después de eso, me hizo calzón chino y jalando mi calzón me lo metió en medio de mi hendidura hasta mas no poder.
Se agacho y quitándole rápidamente las agujetas a uno de mis zapatos hizo una especie de nudo forzando al calzón chino a permanecer en su lugar. Después, una sonora cachetada depositada nuevamente en una de mis nalgas me hizo respingar.
– ¡LARGATE! – me grito señalándome la puerta abierta con uno de sus dedos.
Mi cuerpo crujía en cada movimiento y con toda la rapidez de la que fui capaz recogí mis zapatos y corriendo lastimosamente recogí mi pantalón hecho todo un ovillo.
El reloj marcaba ya los últimos minutos y alcance a escuchar voces por las escaleras. Como pude me escurrí hacia el área de limpieza y en una oscura esquina con muchos trabajos destrabé mi pantalón y me puse mis zapatos. Caminaba con dificultad al tener que sostener uno de ellos que tendía a salirse de lugar por la falta de agujetas mientras el maldito calzón floreado se me incrustaba en el fundillo a cada paso que daba como para no dejarme olvidar lo que me acababa de pasar.
Sali de ahí huyendo, escapando aterrorizado. Me prometí a mí mismo que jamás regresaría a ese lugar. Me encontraba exhausto. Quería llegar lo más rápido a mi casa así que trate de llamar un Uber…
– ¡MALDICION, mi teléfono estaba…!
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