Estrene chibolito peruano
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kknero.
Estaba un poco cansado de las mismas relaciones, con mis 40 años no me veo mal, blanco rapado, barba candado color castaño y una apariencia que llaman oso. Además de un aire árabe. Pero desde que me divorcie empecé a renovar el asunto gay buscando en los llamados videos o donde se dan las películas de “ambiente”, muchachos al paso a quienes permitía succionar mi pene de mas de 18cms a cambio de venirme en sus bocas y follarlas rudamente.
Pero necesitaba algo más puro, más emocionante y menos subte. Empecé a cavilar como encontrar un muchacho menos recorrido en el ambiente, al cual pudiera penetrar con confianza y hacer de el mi compañero de juegos. Para esto puse un aviso en Internet, buscando “un amigo sexual” a quien ayudar. De los que me agregaron al Messenger, me impresiono Fernando, su conversación era diferente y algunos de nuestros gustos, como leer eran comunes. Nos citamos esa misma tarde para ubicarnos en la puerta de un supermercado de un barrio modesto.
Al verlo llegar vi un niño bastante alto, decía tener 18 años pero tenía un rostro de Peter Pan andino muy interesante, muy niño en apariencia a pesar de haber cumplido ya 18. Delgado y de cabello estaba vestido de negro imitando las tribus urbanas pero con una mirada campesina encantadora. Me contó que era de Huancayo, los andes centrales y que vivía con su madre y sus “hermanitos” a quienes ayudaba. Me éxito su timidez y su fragilidad, le dije para ir a un bar y acepto. En el taxi empecé a meditar a que tipo de bar iríamos. Me decidí por uno abiertamente gay, una cabina que había conocido hace poco y fuimos para allá. Temía asustarlo pues el no parecía tener experiencia al respecto, sin embargo quería jugar rápido y no equivocar el juego. Definir la situación y pasarla bien con este efebo de Lima que me estremecía el pene.
Llegamos al bar y comprobé que los ahí reunidos miraban con deseo mi presa, el aire heterosexual de Fernando y el rostro de niño bueno hacían de el un codiciado trofeo en ese lugar. La conversación fluyo rápidamente, me sorprendió su cultura a pesar de lo limitado de su origen Nos ubicamos en un ricon oscuro y empecé a frotar levemente su pene, encima de un jean ajustado que tenia, que dejaba ver levemente su paquete. Se dejaba hacer con timidez y me contó algo avergonzado que había tenido una experiencia hace mucho tiempo con su primo. Experiencia en la cual se habían chupado las pingas brevemente con temor a ser sorprendidos pero no habían pasado más allá de caricias.
Cuando supe esto, estaba mas seguro del camino a seguir y empecé a besarlo, a besar esa boca que parecía más de una chica por su belleza que la de un muchacho. Luego con cierta habilidad dirigí mis manos hacia sus nalgas donde comprobé con agrado eran duras y turgentes. No contento esto metí las mano entre su pantalón y empecé a llenar mis manos de esas inmaculadas nalgas lampiñas. Mi pene estaba a mil, así que lleve su mano a mi zona caliente, se dejaba hacer y tocaba mi pinga con mucha inexperiencia pero también con deseo. Le dije para ir al cuarto oscuro y acepto.
Ya en ese lugar podíamos sentir la respiración de los otros ocupantes, sus quejidos de placer y una actividad sexual muy amplia. Le baje el pantalón y empecé a tocar esas nalgas con mayor libertad alternando con su pene para no bajar la excitación. Lo bese con pasión e hice que deslizara sus labios hacia mis tetillas las cuales empezó a succionar mientras sostenía mi verga con ambas manos. Me decía que no imaginaba que tendría un pene así, grande y grueso. Que le producía temor. Sin embargo cuando baje su cabeza hacia el, empezó una mamada turgente, muy humedad, delicada pero eficaz. Estuvimos un corto tiempo así hasta que los otros ocupantes del cuarto empezaron a deslizar manos como quien quiere participar de la fiesta y decidimos dejarlo.
Volvimos a la barra del bar y ahí le propuse ir a una habitación privada, dentro del mismo bar alquilan cuartitos así que fuimos. Una vez ahí se desnudo rápidamente dejando ver un cuerpo espigado, delgado formado y moreno. Los glúteos muy tersos y suaves me enloquecían junto con el sabor de su piel tan delicado. Empecé a besarlo por todos los rincones de su cuerpo y el solo cerraba los ojos. Luego puse mi pene en su boca y empezó a mamarlo con la misma delicadeza pero me desesperaba no se lo tragara todo y solo succionara brevemente el glande.
Lo voltee y empecé un beso negro que pareció sacarlo de cuadro pues comenzó una paja frenética y a gemir. Mi lengua exploraba sus vírgenes pliegues, morenos de niño andino, con sabor a culo juvenil. Intentaba meter infructuosamente mi lengua pero casi no ingresaba pues el orificio de mis deseos se veía pequeñísimo.
Entonces puse mi verga en la entrada lo unte con mucho lubricante e intente penetrarlo, no se podía y creo que resistía un poco a pesar de que besaba su espalda y lo masturbaba. Intente de nuevo con algo de violencia e ingreso el glande ante lo cual arqueo la espalda y lanzo un grito. Lo tranquilice y lo bese pero estaba muy adolorido.
Cambiamos de posición y puse sus piernas sobre mis hombros, el verme precia excitarlo más y la penetración fue un poco más permitida, pero solo ingresaba la cabeza de mi gruesa verga.
Al final lo volví a voltear y olvidando toda piedad le inserte mi verga, grito y se removió un poco pero logre ingresar y vencer su duro esfínter. Empecé a bombear mas de la mitad de mi verga mientras el gemía y decía sentir mucho ardor. Gritaba que lo saque pero mi pasión era tal que era imposible tomar en cuenta sus gritos. Estuve unos minutos bastante largos en ese anito delicioso hasta que lo sujete fuertemente por las caderas, lo atraje hacia mi, y en medio de sus ayees de dolor y ya mezclados con placer inserte sendos chorros de esperma en sus anteriores vírgenes entrañas.
Fernando era mió, me deje caer sobre su espalda y le di una última cabalgada antes de dejarlo ir. Me retire y me miraba adolorido pero se podía ver en sus ojos felicidad. Mi amoratada pinga por el esfuerzo le llamaba la atención pero miraba vergonzosamente.
Al salir del bar ya casi todos se habían retirado, pero la mirada del dueño del local denotaba que sabia que Fernando había dejado su virginidad en ese cuarto que yo me llevaba como trofeo de mi dura verga
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