FABY A SUS 14, CONOCIÓ EL ORGASMO EXORCISTA
Sin decirlo ni siquiera pensarlo, ella se quitó la ropa para quedarse solo en calzones. Sus sutiles senos mostraban un incipiente pezón rosa, pero el volumen de esas chichis, era suficiente para deleitar al mejor paladar. .
FABY A SUS 14, CONOCIÓ EL ORGASMO EXORCISTA
La descripción de mi relato implica la necesidad de meterlos en contexto, para que comprendan mi sentir y mi proceder. Y sin entrar en detalles personales les diré que esta niña no se casó, pero tuvo dos hijos de distintos padres. La hice promiscua al encenderle el furor uterino.
No obstante, el relato es verídico y este recuerdo al escribirlo me provocaba erecciones que tuve que calmar con la puta de mi secretaria a quien le encanta escuchar mis andanzas y disfrutar con la verga dentro mientras le voy dictando.
Hace ya algunas décadas, cuando andaba entre mis 19 o 20, trabajé como Prefecto en una escuela secundaria en la Ciudad de México. El Prefecto es una especia de maestro de apoyo, que hace las veces de vigilante de la conducta del estudiantado; es decir que se tiene mucho contacto con los adolescentes y con las profesoras maduritas y quedadas que ven en un joven soltero una pequeña luz de esperanza… estúpidas, pero si les di fierro a algunas.
Para ese entonces yo ha había tenido buen sexo y experiencia en dar placer a las mujeres pues, de entre otras, tuve una hermosa y candente amante doce años mayor que yo; norteña, grandota y verdaderamente fogosa. Esta mujer me enseñó muchos trucos y me indujo por el camino de la explotación y el abuso a las mujeres. Pero de ella hablaré en otra ocasión.
Pero entrando en materia, de entre las niñas del colegio, destacaba una por su sensualidad, hermosura y picardía Fabiola, quien a pesar de sus 14 años ya era motivo de disputa entre los muchachitos y deseo inconfesable de los profesores. Esta chiquilla sabía lo que provocaba y procuraba exhibirse y llamar la atención, lo cual incomodaba a las profesoras y a sus compañeritas. La falda del uniforme debía terminar apenas arriba de la rodilla, pero esta muchacha se levantaba el dobladillo utilizando unos broches que le permitían enseñar los torneados muslos y esas lindas pantorrillas, y al sentarse o subir las escaleras los espectadores podíamos ver los calzones que le apretaban esas apetecibles nalgas; ocasionalmente, al verla sentada de frente podía notarse esa delicada raja que dividía sus labios vaginales.
Para los días de “educación física” utilizaba un short blanco muy ceñido que revelaba la panocha y el culazo que se cargaba. Para hacer más impresionante su apariencia, las medias blancas (como de futbolista) se las extendía hasta arriba de las rodillas, dando con esto un dramático efecto de mujer fatal. Era excitante hasta la locura, exacerbaba el deseo por ella y se sentía feliz con dicho efecto. Su rostro de muñeca y sus ojazos moros terminaban por hacerla un botín para los hombres y auguraba que su virginidad no llegaría nunca a su cumpleaños número 15.
Basándome en la experiencia de lances anteriores y con la necesidad de saciar el morbo que desarrollé por mamarla y cogérmela, investigué todo lo que a ella concernía; era hermosa pero también una verdadera pendeja, sus calificaciones eran insuficientes para terminar la secundaria y yo tenía acceso a todos los exámenes finales e incluso a su expediente escolar.
Efectivamente, soy un caliente incorregible y, en aquella época, mi lascivia y concupiscencia estaban en el máximo nivel, la reata la traía parada todo el tiempo; estar en esa escuela era como haber entrado a la dulcería. Por la lujuria de esos años, y por lo caliente que me resultaba reventarle la concha a otra niña, decidí desvirgar a Fabiola, clavándole la verga sin piedad alguna y mamarle y lamerle todo ese voluptuoso cuerpo. Sus incipientes tetitas, pronto serían estrenadas por mi boca, mis labios y mi lengua rasposa como de gato harían un exquisito trabajo.
La llamé para comentarle que los exámenes serían muy difíciles y que muy pocos alumnos podrían con ellos, y yo esperaba que ella saliera avante. Por supuesto que me confesó que no podría con ellos y me suplicaba que le ayudara. Decidí mañosamente darle clases particulares durante los descansos y por las tardes en la biblioteca o en algún otro lugar. Al comportarme yo como un caballero decente, agradable y esplendido me fue tomando confianza y afecto, hasta que se convirtió en un sentimiento de loco amor adolescente.
Empezamos a besarnos en mi auto, lo que facilitaba el cachondo manoseo que le prodigaba; ya en confianza, me pedía besos más fuertes y apasionados y que la apretara contra mi pecho. Yo no desperdiciaba el momento y la besaba con la boca abierta y metiéndole la lengua hasta las anginas; ella se excitaba de manera muy cabrona.
Una de esas tardes, no hicimos estudio y la llevé a una calle desierta, la besé y le acaricié la panocha, le levanté la blusita y el corpiño, para poder mamarle las tetas y tragarme esos pezones adolescentes. Mi mano derecha que acariciaba su conchita, sintió como su calzón ya estaba empapado de sus jugos vaginales, su aroma era dulce y delicado, pues sus hormonas aún estaban en trabajos de desarrollo. Era normal que suspirara y gimiera de vez en vez, mientras la tocaba, sus contracciones eran fuertes, pero aún no podían llamarse orgasmos.
Me bajé del auto para ir hacia su puerta, la abrí y le pedí que se recostara en los dos asientos, le levante las piernas y le bajé la pantaleta hasta medio muslo y me dirigí hacia su pocito del amor con una lengua ya entrenada y muy rasposa, le primera lamida fue directa a su clítoris, se sacudió como si hubiera recibido una descarga eléctrica, era brutal la tremenda mamada que estaba recibiendo, pero debo aclarar que para un mayor gozo con ambas manos le abría su bizcochito, al tiempo que mi lengua muy mojada entraba y salía de manera frenética de ese pocito, me recordó la escena de la niña del exorcista metiendo y sacando la lengua; ahora sí le produjo su primer orgasmo en forma.
Con un gemido sordo, empujó mi cabeza y con un par de lagrimitas de delirio, me dijo que nunca había sentido un placer tan intenso. Me bajé a ver sus orificios y noté que ambos eran de un color rosita tan delicado que se antojaba seguir eternamente pegado a ella. Mi pene estaba a tope, y los testículos dolían.
Le pedí que se subiera su ropa interior y que se arreglara el cabello, ya era hora de llevarla a su casa. Ella no quería, me propuso que me la llevara para siempre y que hiciera de ella lo que yo quisiera. Yo no iba a cargar con una chavita tan particular, pues seguramente ella iba a terminar como piruja, era carne para lobos.
Entendió que debíamos ser prudentes para poder seguir juntos. Se sonrió y me dijo que parecía que estaba poseído por la forma en que la tomé y por que mi rostro se había desencajado y mi respiración era salvaje. Le seguí la idea y le expresé que ella era mi exorcista. Me dijo que con un par de veces más, seguro me liberaría de mis demonios. Ambos nos reímos.
No obstante, me faltaba darle verga hasta llenar y romperle el culo a vergazos, además, aún no me había mamado la reata y lo tendría que hacer y tragarse el chorro de semen que habría de dispararle. Al igual que a otras, la iba a hacer mi puta y me llevaría en sus recuerdos como el hombre que la hizo hembra.
Pasaron dos días en los que en la escuela solo nos vimos sin hablarnos, pero para la hora de la salida, se me acercó para pedirme que el sábado nos juntáramos desde muy temprano, pues ella había conseguido permiso para hacer tareas escolares en la casa de una compañera. Seguro, mi enorme verga sería su compañera por muchos meses. Ese sábado, la invité a desayunar para hacer tiempo y esperar a que los moteles de carretera fueran aseados y pudiéramos estar cómodos para la inauguración de su primoroso sexo; ahora sí iba a sentir el pito en todos sus orificios, yo estaba decidido a romperle el himen y el ano ese mismo día.
Camino del motel, ella tomó la iniciativa plantándome un beso al tiempo que me ponía la manita en medio de las piernas, buscaba ya me chile para conocerlo de una buena vez. Con la mano derecha la acerqué hacia mí y poder acariciarle las nalgas tan firmes y redondas que seguramente había heredado de su madre, según se podía adivinar cuando pasaba por la nena a la escuela.
Por ser menor de edad, tuve que disfrazarla de mujer, con una gorra, lentes obscuros y mi abrigo; lo que al final no fue necesario ya que el encargado de los cuartos ni siquiera la vio, nos abrió la cortina de acceso a la habitación, me bajé a pagar y el tipo se fue ofreciéndome cualquier cosa que requiriera desde comida hasta drogas. Las calenturas son cabronas y el deseo se engrandece dándole al cuerpo lo que pida, siendo bueno o siendo malo. La vida es ratito y desperdiciarla en la moralina de perdedores, nunca lo hice ni lo voy a hacer.
Total, si mi vida es un pecado, no me importa; al final Dios me perdona.
El motel al que llevé a Faby está alejado de la ciudad, pero de verdad es muy lujoso y cómodo. Al subir a la planta alta de la habitación asignada mandé a la chica por delante, tanto para verle el culo cómo para acomodarme la verga que ya la traía muy dura y me incomodaba por lo ajustado del pantalón. La cama era enorme y la luz que entraba por el ventanal era hermosa permitía admirar en detalle la hermosura de esa chiquilla que me iba yo a chingar.
Sin decirlo ni siquiera pensarlo, ella se quitó la ropa para quedarse solo en calzones. Sus sutiles senos mostraban un incipiente pezón rosa, pero el volumen de esas chichis, era suficiente para deleitar al mejor paladar. Me quité la camisa y los zapatos, ella suplicó que me desnudara por completo para conocerme de cuerpo entero, solo sonreí y me acerqué a ella para que antes de llevarla a la cama, pudiera yo abrazarla y acariciarla a mi antojo. Me hizo que me acercara a la cama y se tiró ella de espadas, abría las piernas para invitarme a chuparle el coño como se lo hice en el carro. Me acoté a su lado, la abracé por las nalgas, le metí la lengua en la boquita y empecé a tocarle su puchita. Su ropa estaba ya mojada y sus manos me buscaban la bragueta, me puse en pie, le arranqué los calzones y me saqué la verga totalmente erguida, las venas que rodean mi pene estaban al máximo, la cabeza de mi glande estaba roja y empezaba a gotear el líquido preseminal. Ella se sorprendió y pronunció en voz bajita que “eso no iba a caber en su cosita”.
Me acosté entrelazando las manos atrás de mi cabeza y le pedí que me apretara el pene y lo besara, abrió los ojos, pero obedeció sin hacer manifestaciones de asco o repulsión. Le ordene que se metiera la verga en la boca y lo chupara cómo yo la había chupado a ella, entendió que las mamadas deberían ser recíprocas para equilibrar el placer que los amantes se prodigan. La hice girar y montarme de manera tal que su panocha quedara en mi boca y mi endurecida verga seguía en su boquita. Ese 69 fue delicadamente delicioso, ya estábamos verdaderamente excitados ya había llegado el momento de penetrarla.
Me bajé de la cama y del pantalón que estaba en el suelo saqué un pequeño tubo de lubricante, le pedí que se acostara y abriera las piernas, me hinqué para mamarla de nuevo y ella se relajó, con el lubricante bañe mi pene y a ella prácticamente le vacié el resto en su pepita, le dije que se abriera los labios y levantara más las piernas a fin de que su cadera ubicara su pocito del amor en condición de recibir ese liquido que abría de lubricar la entrada y le llegara en abundancia hasta el himen.
Le bajé un poco las piernas y al momento de explicarle que eso iba doler un poco pero que se convertiría con ello en mi mujer, asintió levemente con la cabeza. Le acomodé la cabeza del chile en la vulva y después de un par de movimientos le clavé la verga hasta la mitad. Gimió por el dolor, pero no dijo nada, le pedí que aguantara para que nuestros sexos se acostumbraran y el dolor se fuera. Reinicié mi mete saca y ella se empujaba hacia mí, alentándome a enterrársela hasta el fondo. Al meterla hasta el tope, sentí su angostura como algo que ninguna otra mujer me había hecho sentir. Se la saque un momento para que lo tenso del momento se desvaneciera.
Después de algún tiempo nos volvimos a besar y la volví a clavar hasta los güevos. Empecé a bombear de manera acompasada, pero con mayor velocidad y fuerza, ella gemía y yo le aventé cinco chorros de esperma. Sus jugos y mi leche se habían combinado y le escurrían por el coño.
Descansamos una por ahí de una hora y volvimos a mamar ya coger cómo si hubiéramos estado juntos por mucho tiempo. El estreno de esa perra fue endiabladamente maravilloso. Su culito lo rompí después y le enseñé lo que sólo yo le haría sentir, mi lengua helada en su ano; se volvió loca.
Mayo 2023.
Wooow!