Fantasías con mi putita: Día de limpieza.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por UruHot.
Llegó cinco minutos antes de la hora pactada. Abrí la puerta y le di un momento para aprontarse mientras fui por unos artilugios para la sesión.
Él se sacó sus zapatos, medias, pantalón, buzo y camisa; su ropa interior era la tanga negra. Le hice separar un poco las piernas y mantenerse quieto de pie. Bajé su tanga y, para su sorpresa, comencé a calzarle nuestro nuevo juguete: un cinturón de castidad. La llave y una pulsera adornaban mi tobillo derecho. Él me miraba de reojo, sorprendido, agradecido. Tomé otra prenda imprescindible para ese día.
-Puta, hoy te toca con delantal.
-Sí, Señora, lo que ordenes.
Le quedaba precioso, negro, con pechera, cortito, y voladitos blancos.
Como su cola estaba en proceso de entrenamiento aún no tenía un consolador definido. Tomé una zanahoria cubierta con un forro, lubriqué su cola, y la introduje. Todas sus partes y objetos quedaban más o menos recubiertos por esa diminuta tanga. El toque final, sus zapatos clásicos negros de taco alto.
-Ahora sí estás pronta. Hoy te toca limpiar y sin sacarte o que se te escape nada.
-Sí, Señora. Gracias por dejarme servirte.
Luego de buscar los productos de limpieza y una escoba, fue al dormitorio. Limpiar los muebles es fácil. Se complicó cuando tuvo que tender la cama. Él es alto, más los tacos, más la zanahoria y la verga aprisionada, y tener que agacharse para acomodar las sábanas, ubicar las almohadas, que quede perfecto y mantener su compostura, fue algo difícil.
Siguió por el baño. Fue bastante rápido. Talvez como no lo vi mucho allí, se acomodaba la zanahoria introduciéndola más adentro para asegurarse que quede ahí y complacerme. Mientras tanto, yo daba vueltas por la casa y lo veía sin hablarle porque, generalmente, es bastante obediente y autodidacta.
Cuando le tocó limpiar la cocina, lo tenía cerca. Se la veía algo mejor entre platos y ollas. Yo miraba televisión tirada en el sofá pero quería diversión.
-Mucamita puta, dejá lo que estés haciendo, lávate las manos. Vení y sentate conmigo.
Caminaba tratando de ser lo más femenina posible aunque le era costoso hacerlo bien. Al sentarse, se hundió más la zanahoria.
-Qué bien limpiás, mucamita. Te merecés un descanso y un rato de mimos.
-Sí, Señora, como digas.
-Vení, puta, sentate bien.
Le levanté la falda del delantal. Si no fuese por el cinturón, esa pija estaría explotando de calor. Corrí la poca tela de la tanga y comencé a acariciarle los huevos. Más difícil que limpiar era que controlara la respiración. Junté sus piernas y me senté sobre él, de frente. Los dedos de mis manos se mezclaban en su cabello cano. Tomándolo así de la cabeza empecé a besar su cuello y a moderlo suavemente. Seguía por su cara, lamiéndolo, besándolo, cruzando nuestras lenguas como dos lesbianas.
Me mojé toda de sólo besarlo y tenía ganas de más. Comencé a moverme arriba suyo como si esa pija estuviese libre y a punto de penetrarme. Mi mirada demostraba toda la lujuria que sentía. Otra vez estaba peleando contra tu cuerpo.
Saqué su delantal para dejarle el pecho al aire. Fui directo a sus tetillas. Primero las pellizcaba antes de comenzar con el jueguito de ir besando su cuello. Bajaba hasta morderlas, chuparlas, besarlas, y volverlas a morder. Me saqué la remera y tocaba mis lolas. Su mirada era desorbitada, podía leer en sus ojos las tremendas ganas de chupar mis pezones. Lo hice desear, las tocaba y las juntaba para que parecieran más grandes aún. Junté mis pezones erectos con sus tetillas, y ese roce más el movimiento nuevamente, hacían que la putita quisiera estallar con toda su leche. Mientras, yo respiraba y gemía como si tuviese su pija adentro. Pero esto era sólo un descanso.
-Muy bien, mucamita, ya tuviste tu rato de mimos.
-Sí, Señora, gracias.
Le vuelvo a poner el delantal y salgo de arriba de él.
-Volvé a tus tareas.
-Sí, encantada, Señora.
Su cara no era tan complaciente, prefería seguir siendo mimada y aguantar. Yo seguí mirando televisión, y de a ratos la veía limpiar. Se perdía mi mirada en su cola donde, de a poco, se hundía más su tanga, y su forma torpe de andar pero con la voluntad de aprender y consentirme.
-Mucamita, vení –le dije cuando tenía todo limpio, y lo hacía contenta porque todo quedó brillante e impecable-
-Señora, ¿qué deseabas?
-Trae una de esas tazas que limpiaste y quedate de pie frente a mí, –cumplió ansiosamente- hay algo que te falta limpiar.
Su cara de sorpresa fue inevitable. Saqué de la tobillera la llave para su liberación y me abrí de piernas. Me acerqué más, contemplando esa verga húmeda y chiquita, abrí el candado y le quité el cinturón.
-Aaaaah… -dijo en un suspiro-
-Te quedó por limpiar mi concha, que bastante mojada la dejaste. Y estoy segura que sos tan puta que te vas a acabar.
-Sí, Señora, es cierto.
-¡Te lo permito! Pero juntalo en la taza que trajiste. ¿Entendiste, puta?
-Sí, Señora, te lo agradezco.
Se arrodilló frente a mí. Ya en la primera lamida tenía el clítoris duro. Con su habilidosa boca, corría la piel que lo cubre y pasaba la punta de la lengua sobre él. Lo chupaba, recorría mis labios y los besaba tal como si fuese mi boca. Metía su lengua en mi conchita dejando la mitad de su cara empapada. Su excitación llegaba al límite. Su respiración entre mis piernas me indicó que estaba teniendo su merecido orgasmo. Jamás dejó de chuparme pero algo se movió para obedecer y juntar su leche en la taza, dejándola a un lado. Todo mi cuerpo reaccionaba ante sus chupadas, la piel erizada, la respiración profunda… Lo tomé de su cabeza tirando de su pelo para que le fuese imposible apartarse y entre gemidos y gritos me acabé en su boca…
Él siguió con su lengua caliente pegada a mi cuerpo y limpió todo como debía…
-La verdad que te portaste muy bien, putita. Así vestidita de mucama vamos a compartir una merienda.
-Sí, Señora –dijo con una sonrisa-
-Así que ahora me preparás un café para mí, y uno para vos con tu leche.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!