Fantasías con mi putita: Jugando con su cola.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por UruHot.
Te dejo sólo en tanga, esa tanguita negra que te hace una cola hermosa. Caminás en cuatro hacia mí y, por la situación, ya tenés esa pija al palo. Te obligo a quedarte así y empiezo a tocarte despacito, tu pelo, tu pecho, tu espalda… esa verga húmeda. Tomo un pañuelo y te vendo los ojos. Sigo tocándote suavemente.
-Mirá si serás puta, estás tirando la cola cada vez más atrás.
-Si Señora, soy muy puta, quiero entregarte mi cola.
-¿Quiero? ¡Claro que me vas a entregar tu cola! Pero la que quiere soy yo, te quiero bien puta.
Cuando te digo eso me pongo detrás tuyo, te tomo de tus caderas, apoyo mi pelvis en tus nalgas y simulo penetrarte con movimientos cortos y repetitivos.
-Ayyy, Señoraaaa -me decís- por favor, me voy a acabar.
Te doy una nalgada y dejo de tocarte.
-¡No te vas a acabar, puta! Eso lo decido yo. Y ya sé que estás caliente, no soy estúpida, me doy cuenta.
Te dejo solo por unos minutos. No me ves. Sentís que me alejo por el ruido de mis botas. Prestás mucha atención queriendo adivinar lo que hago. Vuelvo y empiezo a recorrer tu tanga, desde adelante donde siento tu bulto hasta atrás donde ese hilo dental separa tus nalgas.
-No te permito acabarte, ¿entendiste, puta?
-Si, Señora.
Me siento detrás de vos y te dejo la verga y los huevos fuera de la tanga. Mientras los acaricio, también voy remplazando el hilo dental por mi dedo medio. Te siento temblar. Es una mezcla de temblor, respiración entrecortada, excitación, sumisión, y obediencia: todo eso.
Mi mano sube y baja en tu cola. No sé si te das cuenta pero seguís llevando la cola hacia atrás, estás deseando tener ese dedito adentro. Se te nota a flor de piel que estás luchando con vos mismo. Sabés bien tu lugar, sos una putita obediente pero se te hace difícil conseguir un equilibrio con tu cuerpo. Querés obedecer y querés acabarte. Cuando se te escapa un "aaaahh", saco mi mano de tu miembro repentinamente y lo envuelvo en una pequeña toalla bastante fría… lo que traje cuando sentiste mis tacos alejarse.
-Aaaaah, gracias, Señora… Soy una puta tan caliente que lo necesitaba.
Mmm… tus palabras me llenan de placer. Esa entrega hace que me moje más, estoy toda húmeda con muchas ganas de sexo oral. Saco la toalla, tu calentura algo bajó.
Te dejo la tanga a la altura de las rodillas y quito mis manos de tu cuerpo. Me encanta verte así, humillada y entregada.
Busco un lubricante y unto un poco en tu cola. Está muy frío y te volvés a sorprender, con los ojos vendados estás mucho más atento a sentir. Mi dedo vuelve a tu cola, esta vez con más intenciones de entrar. Te siento respirar más rápido pero no por acabarte sino por la sensación de estar dominado y con un pequeño miedito ante un posible dolor. Hago círculos y tu cola parece ceder… Te escucho bien bajito:
-Ah, ah, ay, ay…
Además, te siento moverte de adelante hacia atrás, como si quisieras que ya te estuviese penetrando. Mi dedo entra hasta la mitad de la uña pero eso es muy importante. Saco el dedo y pongo más lubricante, con menos vueltas entra hasta la primera falange. Siento que con mucha fuerza y por mucho placer apretás la cola.
-¿Te duele?
-No, Señora, me gusta.
-¡Entonces aflojá, puta! -te digo mientras te doy otra nalgada sorpresa- Sino no puedo seguir.
-Si, Señora, perdón.
Muevo mi dedo un poquito hacia adelante y hacia atrás. Quiero ir ganando terreno en ese lugar tan íntimo de mi puta. Estoy completamente mojada, me calienta mucho desvirgar tu cola. Entre mis pequeños movimientos y los tuyos, luego de un par de minutos, entra todo mi dedo. A veces me lo apretás pero te das cuenta y antes de pedir perdón o de que te diga algo, dejás de hacerlo. Te gusta, ¡te encanta! Expresás tu entrega en un suave “mmm… síiii” que decís al ritmo de tu respiración. Tu cola ya se acostumbró al dedo medio izquierdo de tu Señora.
-Ahora me vas a regalar tu placer. Acabate.
-Sí, Señora.
Mi dedo sigue ahí, por hoy será sólo uno. Envuelvo tu pija dura y ardiendo con mi mano derecha. Muevo ambas manos. Estás siendo penetrada y masturbada, lo ideal para una puta tan caliente como vos.
-Aaaah, aaahh, aaaah, siiii…
Y así te siento gemir. Yo muerdo mi labio inferior del morbo que me produce la situación. No aguantás muchos minutos y gemís más fuerte, respirás agitadamente y te movés vos también porque te gusta ser mi puta.
-Aaaaaaaaahhhh…
Te acabás… derramando toda tu leche en el piso.
Quito las manos de tu cuerpo, te saco la venda, me siento delante tuyo y te llamo.
-Vení, puta. Chupame toda.
Caminás en cuatro hacia mí, otra vez, con la calentura a flor de piel. Tu lengua curiosa, mojada con mis jugos, juega con mi clítoris bien grande y duro. Lo chupás como a un caramelo. Te agarro del pelo y te pego la cabeza a mi cuerpo para que no detengas ese oral hasta que me acabe en tu boca. De esa manera es imposible que puedas pronunciar un “gracias”. Tu agradecimiento se nota en tus lamidos, esa lengua y esos labios que saben moverse muy bien.
Mis pezones están duros, los toco e imagino que tu pija debe estar al palo otra vez.
-Aaaaah, síiii, puta, ¡chupá, puta!
Entre esa calentura y recordar la experiencia reciente, me acabo en tu boca. Luego me limpiás con todo el ancho de tu lengua… Tragás mis jugos y volvés a lamer… Mmm… Me levanto del sofa, quiero bañarme, no sin antes darte una orden:
-Putita…
-Señora -decís levantando tu mirada-
-Tu leche también tenés que limpiarla.
-Ya mismo, Señora.
-Y hacelo rápido. Te espero en el baño.
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