Finalmente me di cuenta de que no odiaba a los maricones, sino que los envidiaba.
Un tipo finalmente descubre que no odiaba a los maricones, sino que todo lo contrario los envidiaba, al punto que le encontró el gusto a que le dieran por el culo, lo pusieran a mamar, y vestirse de mujer..
Desde que era bastante joven, y hasta que comencé a trabajar, algo que no soportaba era a los maricones, homosexuales, gays, o locas, o como quieran decirles.
Quizás por mi profunda educación religiosa, para mi todos ellos, representaban algo extremadamente aberrante, por lo que, para mí en esos momentos, su sola existencia era algo pervertido, contra natura.
Ya trabajando en más de una ocasión, me las ingenié para que despidieran, a más de uno de esos chicos del trabajo, todo comenzó a cambiar una noche, en que asistí a una despedida de soltero.
Aparte de que no conocía realmente ni al novio, ni tampoco a la novia, llegué a esa fiesta, invitado por un invitado de otro invitado, la cosa es que ni el que me invitó a mi llegó, y el que lo invitó a él tampoco.
Pero a pesar de ese pequeño detalle me quedé, ya que aparte de estarla pasando de lo mejor, la bebida corría a chorros.
Cuando de tanto beber, y estar actuando como si la fiesta fuera mía, comencé a comportarme de manera extraña, digo, normalmente no me interesaba en ningún otro hombre, pero no sé qué me pasó, que me llamó tanto la atención uno de los amigos del novio, que no dejaba de estar a su lado, y celebrar cualquier tontería que él dijera.
Hasta que alguien me comentó, que el chico ese me gustaba, lo más sorprendente de todo fue, que le respondí que sí, seguramente por lo borracho que me encontraba.
Decir eso y que alguien me comenzara a tocar las nalgas, por sobre la tela de mi pantalón, y el que yo comenzara a actuar como si eso me agradara, como que fue una misma cosa,
Yo sé que debí detener eso de inmediato, pero no sé qué me pasó que, en lugar de parar y retirarme, lo que se me pararon fueron mis nalgas.
Así que, en lugar de oponerme, y retirarme a mi casa, dejé que quien sabe quién, continuase acariciando mis nalgas y algo más, al punto que cuando esa persona me sugirió que lo acompañase hasta una habitación, no me opuse en lo más mínimo, y muy complacido le acompañe.
Ya dentro de dicha habitación, de inmediato comenzó a besarme al mismo tiempo que me bajó mis pantalones e interiores, quedando mis paradas nalgas por completo desnudas.
De inmediato comencé a sentir una verga bien dura y caliente que sabrosamente que me la pasaba por entre mis nalgas.
Pero cuando hizo el primer intento de penetrarme, el dolor fue tal, que dando gritos y llorando le pedí que se detuviera, al tiempo que me sentí extremadamente frustrado, porque esa verga no me podía entrar.
Mi acompañante contrario a mí, no se conformó con lo sucedido, sino que se dirigió al baño adjunto a esa habitación y regresó, con un tarro de crema, la cual sin demora alguna comenzó a embadurnar todo mi culo, en especial mi apretado esfínter, el que poco a poco fue dilatando, introduciendo varios de sus dedos.
Al poco rato sentí como su buen trozo de carne ya sin tanto dolor se abría paso entre mis nalgas, ya me entraba divinamente toda su verga por mi culo.
A los pocos minutos, al levantar la vista que me encuentro de frente con otra erecta verga, a la altura de mi boca, por lo que sin nadie me lo ordenase, o me lo dijeran de inmediato me dedique a mamarla.
A medida que uno me penetraba una y otra vez, yo movía mis caderas, y le continuaba mamando su verga al otro.
Los dos no dejaban de preguntarme si eso me gustaba, a lo que yo como pude, con una enorme verga dentro de mi boca, les respondía que me encantaba.
A medida que siguió pasando la noche, me quitaron toda la ropa por lo que quedé completamente desnudo, luego no se a quien se le ocurrió que me vería más lindo si me ponía unos pantis y un apretado sostén.
Lo que yo encantado de la vida, de inmediato me puse esas prendas íntimas, al tiempo que hablaba, actuaba y movía mi cuerpo como si realmente fuera una mujer.
Así que mientras alguien continuaba clavándome por el culo, a no sé quién yo gustosamente le mamaba su verga comportándome como toda una puta.
Moviendo mis nalgas, pidiendo que me siguieran penetrando, de lo borracho que estaba no recuerdo precisamente cuantas veces eso pasó, pero sí sé que fueron muchas.
Al despertarme al día siguiente, tenía mi culo adolorido, y chorreando leche, pero si eso hubiera sido todo, digamos que no me hubiera afectado tanto.
Pero aparte de eso, la gran cantidad de semen ya seco que me chorreaba por los muslos y en gran parte de mi rostro, era señal más que evidente de que más de uno de los asistentes a la despedida, me habían usado como a una mujer.
Lo que terminó de descojonarme, fue que ya no estaba completamente desnudo, al rato de despertarme, preguntándome a mí mismo que había pasado.
Me encontré con varias prendas íntimas femeninas puestas, lo que me hacía ver completamente ridículo.
Una señora que se estaba haciendo cargo de la limpieza, al parecer me dejó pasar la borrachera, pero al verme despierto me entregó toda mi ropa, viéndome como si yo fuera un completo pervertido.
Durante el resto de la siguiente semana lo pasé solo, y culpando a todos los presentes en dicha fiesta, de lo que me había sucedido.
Hasta que finalmente acepté, tener gran parte de la responsabilidad de lo que me había pasado, por haberme emborrachado con un montón de extraños.
Por un tiempo procuré no pensar más en eso, pasaron las semanas y tras salir algo tarde de mi trabajo, decidí refrescarme un poco tomándome unas cervezas, en un bar camino a mi casa.
Ya en el bar, me quedé en la barra y pedí una cerveza primero, luego otra y así, hasta que el cantinero, me comento que ya me encontraba borracho, por lo que se cobraba cada vez que me servía la siguiente, no fuera a ser que se me antojase marcharme sin pagar.
Ya tenía como un par de horas bebiendo cuando tomó asiento a mi lado, un extraño y me buscó conversación, realmente no me acuerdo ni de qué hablamos, de lo que si me acuerdo fue que, al ir al baño a orinar, él entró y también se puso a orinar junto a mí.
Apenas sacó su verga de inmediato me llamó la atención, y cuando se dio cuenta de eso, me preguntó que, si se la quería mamar.
Yo no le respondí nada, simplemente me agaché y tomándola entre mis dedos me dediqué a mamársela, hasta que él mismo me pidió que me detuviera.
Al regresar a la barra, me invitó a que lo acompañase a un callejón de tras del bar, no tuvo ni que decirme para que, ya que, tras terminar de beber mi cerveza, lo acompañé.
En el callejón, yo mismo me bajé los pantalones y casi de inmediato sentí su verga atravesando mis nalgas, fue una experiencia increíble, sus gruesos brazos me apretaban contra su cuerpo, mientras que yo meneaba mis caderas restregándolas contra él.
Hasta que, de momento, nada más bastó que apenas él tocase mi verga, para que yo de inmediato me viniera.
Finalmente, después de un buen rato, él se vino por completo dentro de mi culo, ya estaba por subirme los pantalones cuando sentí el cañón de un arma contra mi cabeza, y su voz que me decía. “Maricón quítate toda la ropa, o te dejo seco de un tiro.”
No me quedó más remedio que obedecerle, y una vez que se marchó, con todas mis pertenencias, me quedé llorando como un verdadero marica, hasta que un par de tipos, que parecían estar tan borrachos como yo, me encontraron, completamente desnudo, sentado sobre una caja de madera, llorando mi desgracia, en medio de ese oscuro y solitario callejón.
Al verme se me acercaron y ya a mi lado, me preguntaron que me había sucedido, y a pesar de mi borrachera, les dije sin entrar en detalles, que me habían asaltado.
De inmediato uno de ellos me preguntó si me habían comido el culo, por lo que muerto de vergüenza y sin dejar de llorar le respondí que sí.
Todo iba de lo mejor, hasta que el otro tipo se puso a orinar casi frente a mí, debió ser la manera en que me le quedé viendo su verga, que su amigo se dio cuenta de que pata yo cojeaba, y sin perder el tiempo me preguntó. “¿Te gustaría que los dos te diéramos por el culo?”
El que estaba orinando se sorprendió al escuchar a su amigo, pero cuando yo de lo más emocionado olvidándome de lo que me había pasado, con un tono de voz bastante afeminado, le respondí que sí.
Su sorpresa se tornó en deseo, y sin demora al que había estado orinando, comencé a mamar su verga sin importarme lo que había estado haciendo segundos antes, mientras el otro me hizo separar mis piernas y de igual forma me clavó su verga.
Es cierto que su olor a orín, y lo sucio que estaban los dos, era algo evidente, pero lo que yo deseaba era que me volvieran a clavar otra verga por el culo, hasta en cierto momento, hasta bebí de sus canecas de ron al tiempo que uno de ellos sabrosamente continuaba dándome por el culo sin reparo alguno.
Al día siguiente me despertaron y me di cuenta que me encontraba en medio de ese sucio callejón, con todo mi cuerpo completamente desnudo, hediondo y lleno de orines, a sexo, a sudor, a sucio.
En fin, esos dos hicieron conmigo lo que les vino en gusto y gana, dejándome finalmente tirado sobre un sucio cartón.
Al parecer alguien al verme tirado en el callejón llamó a la policía pensando que estaba muerto, me llevaron a un hospital y les dije que tres tipos me asaltaron a punta de revolver y cuchillos.
Además de amenazarme con matarme, a la fuerza entre los tres me habían sodomizado en contra de mi voluntad, desde luego que al escucharme decir eso, en el hospital me inyectaron contra todas las enfermedades infectocontagiosas de transmisión sexual.
Ya en mi casa, me di cuenta de que no debo beber, porque termino dejándome dar por el culo al primero que me lo pide, pero a un y a sabiendas de que eso me sucede.
Al mes no pude aguantar más las ganas de tomarme, aunque fuera una sola cerveza, y tras hacer el firme propósito de que sería una sola, salí de casa, y en el primer supermercado que encontré abierto entré y mientras realizaba la compra me fui bebiendo varias cervezas, el resto me las pensaba llevar para casa para seguir bebiendo solo.
De regreso a mi casa, me topé con un joven vecino, al que conocía de vista, es decir sabía que vivía en el vecindario, y siempre me había llamado su pinta, alto con ajustados pantalones vaqueros, en que el bulto entre sus piernas siempre sobresalía, su camisa negra, casi completamente desabotonada, mostraban sus firmes pectorales, algo me decía que él como que no era muy santo, precisamente.
El tipo se me quedó viendo de manera extraña, y sin que él me hiciera ningún comentario, le pregunté que, si gustaba de una cerveza, a lo que de inmediato me respondió que sí.
De camino a casa, nos fuimos bebiendo cada uno una cerveza, así que ya en mi casa, tras invitarlo a entrar, le di otra cerveza, al tiempo que ya yo andaba tomándome la cuarta o quinta.
Pensé prender la tele, pero decidí conocer un poco más a mi invitado, y al preguntarle a que se dedicaba, sonriendo me dijo sin vergüenza alguna que él se dedicaba a ser acompañante sexual, de hombres y mujeres.
Fue cuando le pregunté cuanto cobraba, y al decirme la cantidad, mientras me terminaba de tomar mi sexta cerveza, le pregunté de la manera más desvergonzada, si le gustaría darme por el culo, él como que no se esperaba esa pregunta de mi parte, y nuevamente sonriéndose me respondió que sí.
Así que en la misma sala me he quitado toda mi ropa frente a él, y me acosté sobre el sofá, fue cuando me tomó por los hombros y haciendo que me sentase, me dijo. “Pero antes me agradaría que entrásemos en calor.”
Tras decir eso, colocó su boca contra la mía plantándome un tremendo beso de lengua, el que yo disfrute plenamente, ya que mientras me besaba, comenzó acariciar todo mi cuerpo, en particular mis nalgas.
Haciéndome gemir de placer, cada vez que rozaba con sus dedos mi esfínter, al poco rato con mis dedos lentamente fui bajando la cremallera de su pantalón, hasta que finalmente liberé todo su miembro, y sin demora alguna me lo he llevado a mi boca, poniéndome a mamar por un buen rato hasta que el mismo, me dijo que ya estaba bien.
De inmediato me volví acostar sobre mi sofá, pero él insistió en que nos fuéramos a mi cama, obedeciéndolo, lo llevé hasta mi dormitorio, y ya en la cama, actuando de manera bien femenina, me puse en cuatro patas, y hasta embadurné mi esfínter con algo de vaselina, esperando comenzar a recibir su verga dentro de mi caliente culo.
Él sin pérdida de tiempo me ha ensartado divinamente, y mientras yo restregaba mis nalgas contra su cuerpo sentía como él me apretaba con fuerza contra su cuerpo.
A medida que me fue metiendo y sacando su verga, me comenzó a decir que tenía un culo bien sabroso, lo que en parte me llenó de orgullo, y luego me comentó que tenía un amigo que, de seguro, me gustaría conocer.
A lo que yo como si fuera una mujer le respondí que estaría encantada de recibirlos a los dos, cuando él quisiera.
Esa noche mi amante me puso en diferentes posiciones, en las que repetidamente metía y sacaba su caliente verga de mi cuerpo, hasta que ya yo no pudiendo aguantar más me he venido sin querer.
En la mañana al despertarme, me encontré todavía con mi amante sobre mí, ya no podía negar lo evidente, ya que bueno y sano, al despertarlo, simplemente me puse a mamar su verga, hasta que se vino dentro de mi boca.
Mi amante, se dio un baño y quedó en volver a la noche acompañado de su amigo, bien le pude decir que no, pero ya sin estar borracho, me había comportado como a esos a los que siempre desprecié, fue cuando me di cuenta de que realmente no los odiaba, simple y llanamente los envidiaba hasta ese día.
En que finalmente acepté que bebía para no responsabilizarme de mi conducta, pero tras esa repentina toma de conciencia, me bañé y me fui a trabajar.
Al salir de mi trabajo pasé por un centro comercial, y entrando a una de las más grandes tienda compré un sin número de ropa íntima femenina, con la excusa de que era un favor que estaba haciendo a mi supuesta esposa.
Todo había cambiado, en la tarde al regresar a casa, arreglé todo para recibir a mis invitados, por lo que depilé todo mi cuerpo, me duché y me puse unos apretados pantis, unas medias con liguero, así como un sostén de copa doble A.
Cuando mis dos invitados llegaron, los recibí usando una fina bata casera de seda, me sentía un poco nervioso, pero al ver el pedazo de verga del acompañante de mi amante, mis nervios desaparecieron.
Esa noche como muchas otras, disfruté de una buena doblé clavada, chillaba como toda una loquita, pidiendo que me dieran más y más duro, y mamando sus vergas haciéndolos venirse dentro de mi boca, tragándome toda su leche.
A medida que entre ambos me seguían clavando sus vergas, reconocí que realmente no los odiaba a los maricones, simplemente los envidiaba.
Por lo que siempre que me vienen a visitar me pongo prendas femeninas, las que, en casa, aun estando a solas me gusta usar.
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