Follado por un oso (9)
Cuando yo estaba siendo follado por animales en la zona de ‘La Granja’ de ‘el complejo’ pasando mis pruebas para ser dador, en el apartamento de al lado había otro candidato: John, que elegiría ser follado por un zorro y un gran y salvaje animal: un oso.
Cuando yo estaba siendo follado por animales en la zona de ‘La Granja’ de ‘el complejo’ pasando mis pruebas para ser dador, en el apartamento de al lado había otro candidato: John. (El complejo de ‘La Granja’ era como un gran circulo donde había múltiples apartamentos donde nos alojábamos, individualmente y sin vernos, ni oírnos, estando recluídos en soledad, los candidatos a ‘hombre de negro’, para pasar las pruebas)
John era un chico rubio de 29 años, pelo lacio, delgado y una polla más larga de lo normal, larga y delgada, larga aún sin empalmar. Y él de niño al ver cómo se le había desarrollado el miembro –más largo que lo normal para otro chico de su edad–, ya se había decantado por ingresar en la academia para ser ‘dador’ de ‘el complejo’.
Los dadores o candidatos no nos conocíamos, y es más, nunca nos veríamos ni nos cruzaríamos en los pasillos de ‘La Granja’. Estaba todo programado por ordenadores controlados por no sabemos quien, para que esto no ocurriera. De hecho yo, durante toda aquella mi estancia de meses que serían más de un año, siempre estuve solo. La soledad era parte de la prueba, vivir recluido y aislado. Pero en aquellas instalaciones con tantos animales sitos en el centro, había alrededor un pasillo en circulo con diferentes apartamentos donde residíamos los diferentes candidatos.
Cuando una puerta se abría no se podía abrir otra a la vez: sólo cuando el chico ya estaba dentro de las galerías de ‘La Granja’. Y nunca podían coincidir dos con el mismo animal a la par.
Cuando yo estaba siendo follado por un cerdo, en el cubículo de al lado John, que también llevaba semanas en esta zona de ‘el complejo’, había elegido que sería follado por un zorro. Le pareció un animal muy sexy y había visto varias historias y videos porno de un zorro como protagonista. De hecho había fantaseado metiéndose un but plug anal con cola de zorro en su apartamento, y se había puesto a cuatro patas teniendo una gran erección con sus fantasías…
El zorro en realidad era un animal más corpulento que un perro, pero a la vez parecía más ágil. Y ese lado salvaje lo hacía especial…
El zorro rojo se acercó al trasero de John y se puso sobre él. Él no lo había visto y le pilló por sorpresa. Sintió las garras sobre su espalda, el precioso pelo del animal rozar su cuerpo, y de repente el pene clavársele en lo más profundo de su ano en un rápido movimiento…
Fueron 30 intensos minutos de cópula en el ano de John…
Alguien, desde lo alto, en una cabina de cristal, estaba observando esto y estaba disfrutando del morbo que ver la escena de John y el zorro, apareando, le estaba dando.
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La siguiente prueba que John pasó fue casi simultánea a cuando yo estuve con el tigre. Mientras yo acababa de entrar al cubículo donde me iba a follar el tigre, John accedió a la zona de animales y eligió el oso. Entró por el mismo pasillo turquesa que yo. Cuando yo ya me había internado en el laberinto llegó él a la recámara donde se le dio una piel de oso para que se protegiese la espalda de las garras del animal. También tuvo que ponerse una bola roja en la boca.
John había tenido la triple opción de elegir entre un oso negro o americano (que llegan a pesar hasta 300 kilos), un oso pardo, (que llegan a pesar 600 kilos), o un oso polar, que estaba en unos intermedios 450 kilos. Se decantó por el blanco. Si bien le atraía mucho el oso pardo 600 kilos le parecieron demasiados para su delgaducho cuerpo.
John quedó encaramado a una especie de potro siendo atado por unos arneses mecánicos de manos y pies por los tobillos, a las patas del mismo, antes de oír un gruñido a sus espaldas. Ahí apareció el macho ursido a dos patas, buscando hembra en celo, y oliendo a John (el spray que habían echado en su espalda) y creyendo que era hembra a dejar preñada, se encaramó encima de él taladrándole el ojete. Parecía un hombre grande, gigante, que lo estaba follando…
Aquel pene medía por lo menos 24 centímetros y era súper ancho… Pero lo peor era el ímpetu del fiero animal que lo estaba montando poniéndose en pie sobre su ano expuesto.
John no paraba de gritar… pero la bola roja que tenía metida como arnés en la boca impedía que pudiese emitir palabras, solo gruñidos que el oso interpretó que eran del placer que estaba dando a su ‘hembra’. Las dos patas del oso estaban en la espalda de John… que empezó a echar lágrimas de dolor de la violenta y fiera penetración. …lo que no sabía John era que la eyaculación del oso en su culete aún tardaría media hora.
continuará
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