Follado por un toro (y 10)
Desde que me cogió el caballo habían pasado 5 meses y mi esfínter anal ya se había recuperado y vuelto a su posición. Bueno, casi. No me había quedado completamente cerrado, como antes. La follada fue tremenda y los músculos de mi ano se habían quedado un poco dados de sí.
Desde que me cogió el caballo habían pasado 5 meses y mi esfínter anal ya se había recuperado y vuelto a su posición. Bueno, casi. No me había quedado completamente cerrado, como antes. La follada fue tremenda y los músculos de mi ano se habían quedado un poco dados de sí. De hecho al principio se me hacía difícil retener dentro de mís heces, por lo cual entendí perfectamente la utilidad del butt plug (con la decorativa -casi ridícula- cola de caballo). Lo que creí que era un instrumento de tortura, me sirvió para no ir perdiendo por ahí mis heces hasta que los músculos anales se me recuperasen de esa gran follada y pudiese retener dentro de mi culo los fluidos fecales cuando no era hora de ir al baño. De hecho yo lo utilicé voluntariamente más de los 5 días que me habían recetado. El butt plug anal era como una piña de pino, con punta, muy gorda en el centro (para obturar el ano) y luego muy fino, para que el esfínter se cerrase sobre él y quedase perfectamente encajado y que no se perdiese.
Durante meses se me siguió inyectando en mi culete una dosis de esa sustancia rosa que iba a recuperar el tamaño de mi ano… a cerrar mi esfínter, que había quedado abierto como un túnel. Había un dispensador de inyectables automático en el baño de mi mini-apartamento.
Ahora, tras 5 meses, ya estaba dispuesto para mi sexta y última prueba.
Salí de nuevo al hall o vestíbulo, y se levantó la compuerta que me daba acceso al pasillo de luz turquesa. La pantalla digital selectora ya me indicaba ‘Ultima prueba’ nivel tres. Y aparecían en rojo los animales que me habían follado. No podía repetir con ninguno de ellos. Me quedaban por elegir, en verde zorro, oso, león, Burro, cebra y toro. Y me salían en rojo, porque ya me habían follado, tigre y caballo.
Un burro era similar a un caballo, y una cebra más de lo mismo, pero salvaje, así que rápidamente los descarté. Estaba entre león y toro. También me quedaban el gorila y el oso. El gorila no me atraía mucho, ser violado por Donkey Kong no era una de mis fantasías sexuales. El oso, sin embargo, me daba mucho morbo. León, rey de la selva, animal muy salvaje… pero ya había probado con el tigre, y pensé que sería similar. Así que mi última opción iba a ser toro. Me acordé del minotauro, me acordé de lo grande que es ese animal, bravo y salvaje. Seguro que tenía un pene inmenso. Recordé lo mal que lo había pasado con el caballo… pero si había podido con un caballo quizás pudiese también soportar al toro. Así que pulsé el dibujo de la pantalla de elección, y pasó de verde a rojo. Fui al vestidor, y se me encendió de nuevo el dildo del dragón para que me autolubricara el ojete follándome en cuclillas en él, y se me dilatase el ano. Ya sabía esta rutina de la vez anterior con el caballo. Hice lo mismo, me senté a gusto, metiéndome y sacándome varias veces el dildo para que siguiera lubricando. Iba a necesitar una dósis extra de lubricación.
Me levanté con el ano chorreando lubricante. Y seguí las flechas luminiscentes por los blancos pasillos, hasta que encontré el cubilete donde se iba a producir el intercambio de fluidos. Había al fondo de él un potro de gimnasia, como el de el caballo. Me tumbé hacia delante sobre él apoyando mi tripita sobre el skay del mismo dejando el culo hacia atrás, abriendo las piernas para facilitar el acceso a mi ojete. Sabía lo que iba a pasar y me estaba preparando para ello. Y aunque actuaba de motu proprio dos abrazaderas mecánicas salieron y ataron automáticamente mis tobillos a las patas del potro, atándose mi cintura también. No me podía mover. Estaba totalmente inmovilizado con el culo expuesto emanando aroma de almizcle que me había sido impregnado como siempre para que mi culo oliera a coño, esta vez de vaca en celo.
Brrrrrrrr ñiiiiiiccckkkk. –un ruido salió del techo. Esto no lo tenía previsto. No sabía qué estaba pasando porque no podía levantar mi cabeza. Pero del techo habían bajado un dildo mecánico que me lubricó de nuevo mi ano, y una jeringuilla gigante con una gran dosis de analgésico relajante.
–pzzssssiiiii -El brazo mecánico me inyectó el líquido azul celeste poco a poco en mi nalga ocasionándome gran dolor por lo prolongado del pinchazo. El émbolo bajaba tan rápido como siempre, pero la dósis que me inyectaban era más grande que cualquier otra que me habían inyectado.
El brazo mecánico se retiró. Y empecé a relajarme cuando apareció el toro bravo bufando a punto de embestir salvajemente a quien se cruzara por su camino. Suerte que iba por un redil, un pasillo estrecho, orientado hacia mi ano.
Cuando llegó a dos metros olió el olor a hembra en celo y su pene se puso tieso, que empezó a emanar pre-semen. Grande y gordo como un brazo humano, aquello era tremendo. Suerte que no podía verlo, porque si no me hubiera cagado de miedo, aunque ya lo estaba a pesar de la dósis de relajante que me inesperadamente me habían inyectado…
El toro se montó encima mío aplastándome y gracias a su pre-semen y mi dosis de lubricante, su pene penetró en mi culo como un cuchillo en la mantequilla.
–Ohhhhhhhhhhhhhh….. grite yo pensando que me iba a partir en dos
–Muuuuuuu grite yo como una vaca.
–Noooooo. Dios…. No por favor, paren… me arrepiento. Bájenme de aquí!! Desátenme!! Gritaba.
Pero nadie parecía oirme. O, si me escuchaban, nadie me hizo caso.
Esta vez no me desmayé, fui notando poco a poco como aquel pene largo, ancho, duro, bestial, me fue taladrando el intestino de manera salvaje.
La estancia me giraba. Todo me daba vueltas de dolor. Ya yacía sobre una corrida mía.
No sé cuantos minutos pasaron pero medio mareado como estaba perdí la noción del tiempo. Eructé y sentí que semen de toro, o al menos su aroma, salía por mi boca.
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