Historia de Elías, el mejor petero que una villa pudo presenciar y disfrutar (capítulo 1).
Con la historia de Elías como capítulo 1 , estrenamos una saga dedicada a todos los que amamos el sexoral, en este caso, de un putito que desde niño, vive con el fuego incrustado en su insaciable garganta, saga que termina con éste siendo incendiado (y apagado) por el mismo dotado y morboso bombero..
Siguiendo la ley de la gravedad, un abundante, blanquecino y viscoso esperma heterosexual, producción de un vecino, Darío, iba cayendo desde la mejilla y labios (puntos de disparo) hacia el mentón y los pequeños pectorales del estrenado niño Elías, que con tan solo 7 años de edad, en esa tarde de martes, fue, durante 20 minutos vilmente obligado a probar, vía violación bucal, arrodillado frente al macho, de espaldas al retrete y de frente a un imponente pene que, sin probar jamás la funda de un condón, fue creador de 4 crías, en 3 jovencitas distintas, el inevitable desenlace de un intenso y duro bombeo previo mediante una verga de 20 centímetros y de 35 años en su boca y garganta, acompañado de babas, vómitos, pedidos de clemencia y lágrimas del ahora ex inocente ultrajado; situación constante desde el momento en que, estirado desde el exterior, a la fuerza de sus pelos por su caliente y depravado pervertidor llevó al baño al niño, hasta el cenit de la excitación de su tremendo pito, evidenciado en los varios trallazos de espesa leche depositadas de forma direccionada en toda la pequeña y dulce cara del niño Elías, quien sorprendido recibía grandes y calientes dosis de chele, wasca, mecos, por vez primera en su vida. El humilde baño, parte de una casa de madera y chapa ubicada en una villa a las afueras de Asunción, se convertía así en el lugar donde Elías estrenaba (sin buscarlo) su boca y garganta, y con marcas de potente simiente, sus labios y cutis, reforzados con golpes y repasadas del glande del violador quién, descontrolado por la deliciosa imagen del rostro de un niño siendo duramente penetrado por los vaivenes de su cadera y perfectamente coordinadas con el vaivén del cráneo ajeno, que era empujada por el mismo desde la nuca del niño, secuencia interrumpida en momentos por técnicas de asfixia, al traer la frente del pequeño a sus tupidos vellos públicos, siendo todo esto posible gracias a sus fortalecidas, marcadas hábiles manos y brazos, hechos a puro taller mecánico y frenéticas masturbaciones.
Con la abundante eyaculación del abusador, se dio así oficial inicio a Elías en una intensa, pero inmaculada vida en el mundo del sexo o, siendo más claros, en el mundo del pete con lengua, de la garganta profunda, desde los labios hasta la boca del estómago y de la cobertura láctea alrededor de su rostro y hasta su cuerpo entero, constantes hasta hoy. Volviendo al final de aquel inolvidable y forzado debut, tras lecherar la carita ajena, el pecador se percata de no tener papel higiénico, ni ropa sucia en el precario sanitario, despertando así una ingeniosa y deliciosa idea, a sus ojos: obligó al niño a tragar su primera leche de arriero, juntando previamente su descarga con sus dedos y llevándolo a sus labios y boca, hasta la última gota alojada en los pezones del violado. Esa morbosa situación, de este macho pecho peludo viendo asombrado como un niñito, que debería en ese momento estar jugando a la pelota, tragaba sin queja alguna el producto de su mayor orgullo, renovó en el una gran exitación y en consiguiente una segunda y tercera ronda de intensa felación, siendo la última coronada con un recuerdo para Elías, al ser empavonado con una importante cantidad de lechita, y sin tocar, dejar a su piel de niño absorber la evidencia de la cruel violación y conservar el olor que muchas mujeres en la zona desearían obtenerlo. Fue así que el recién estrenado regresó a su casa, con el distinguido aroma de su primera y violenta experiencia sexual oral. Sin embargo, de camino a su casa, acompañado por la leche ajena, el se dió cuenta de que algo muy profundo y morboso se despertó en su la mente y, desde ese momento hasta la fecha, ya con 19 años, esbelto y femenino cuerpo de apenas 1.62 de estatura (que lo ayudaba en sus sesiones de placer), de piel blanca, cabello largo de color castaño claro, con voluminosos labios y glúteos, hizo que descubriera y disfrutara del gran placer de su vida: disfrutar de los domes de su garganta y las dimensiones de su boca, para brindar así inigualable placer a las más deliciosas pijas que ingresaban a este camino de absoluto placer. Quién haya tenido la gracia de arrodillar a Elías y desenfundar su poronga en sus labios, no puede olvidar y menos evitar repetir estas increíbles sesiones de goce total. Ahora bien, y a pesar de tener un destacado e imponente como armonioso culo (fuente de inspiración de tremendas pajas tanto en adolescentes como viejos necesitados), entre sus amantes era sabido que el único uso que esta diosa del pete, libre, decidida y amanerada permitía a su motor trasero era de amortiguador de nalgadas y portador de tangas para la visual masculina en momentos de la felación, pero nada más. Las experiencias con una pija dentro de su conducto anal era prácticamente nulas, a diferencia de la gran mayoría de los trolitas pasivas de su zona ya que, en su vida solo fueron degustados (por así decirlo) y preñados por un Tío lejano y un vecino futbolista, el primero durante una visita familiar y el segundo por fetiche, cuando estos dos, digamos, no tuvieron más alternativa que recurrir a la violación, en ambos casos boca abajo y sin contemplación a nuestro gran petero. Primero a los 12 y y luego a los 14 años, Elías comprobó que su culo solo le generaba dolor y le recordaba cada trauma de las 6 descargas de semen violador, confirmado así que su apretado y deseado culito, no le generaba ningún tipo de gozo o excitación.
Volviendo a la villa, todos los muchachos de ahí, tanto los que descargaron su leche en la cara o garganta, como los que no tuvieron el deseo o la suerte, sabían de la fama de Elías, de aliado a disposición de las sobrecargas de testosterona o esperma acumulados, ya sean producto de una intensa jornada de trabajo, o de una pija calentada sin final feliz por alguna pendeja sin gracia o de una manipuladora, preñada o frívola mujer; en todo encuentro de puras pijas, todas las conversaciones iniciaban con el sexo femenino, pero en el momento de mayor calentura y confianza, terminaban con alguna (o varias) anécdotas de macho, con uno de los mejores mamadores que la naturaleza vio nacer. Elías el petero, con su punto G alojado en el fondo de la garganta y mediante el casi ilimitado aguante de su tráquea, daba placer por igual a pijas rectas, curvas, largas, anchas, cortas, cabezonas que terminaban lubricando su garganta con semen y con la probada maestría de su lengua y boca, coronada por unos destacados labios, cuya semental nutrición era reservada para sus más exclusivas conquistas. Nuestro mamador también hacía gala de un fino cutis de porcelana generado por los más pijudos de su largo arsenal, mediante una deliciosa y fina técnica de masculina lefada: los más saludables, musculosos y dotados proveedores, estimulados por los más putito y destacados ejercicios orales, debían llenar las facciones de Elías con semen y, posteriormente, con sus dedos y palmas, distribuir en todo el rostro la chele y los restos, lo que ya no absorbía el delicado cutis, depositarlo en sus labios. Todo esto debía hacerse con las más sucias frases que expresen todo el morbo; los que pasaban la prueba, accedían al limitadísimo premio de eyacular, un segundo tiro, en las nalgas e incluso en la abertura del ano de este destacado pasivo.
Pero a pesar de este extenso antecedente, el tragaleche de Elías ignoraba que su insuperable experiencia oral, estaba por subir a un sublime, exquisito e inigualable nivel, por parte de un hombre que aún desconocía… Y que será descrito, tan morboso como sea posible, en la segunda parte de esta morbosa saga, que espero les guste…
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