Historias de esclavos: ¡SOBREVIVE!
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por shotaboy.
Ndúgu miró a su alrededor contemplando la habitación mayormente hecha de madera, sufriendo una espera llena de ansiedad las mil curiosidades que adornaban el camarote del Capitán, una pelota de color azul y verde, libros escritos en una lengua que no comprendía, pequeños barcos embotellados, y una mesa llena de papeles y otro montón de cosas que según su escasa edad no servían de mucho; El capitán Sully entró, un hombre de avanzada edad pero cuyo cuerpo se rehusaba a marchitarse, una larga barba blanquecina caía casi tan grácilmente como su casaca de color ultramar y su chaleco rojizo, el hombre de fornido porte mostraba un semblante severo y endurecido por la rutina de aventuras y desventuras en el mar (lo que entre tormentas y piratas era de todo, menos una rutina).
-¿Cómo te llamas?- preguntó secamente en bantu (la lengua de los chowke) en un acento rudimentario y sin molestarse en fingir interés se recostó en su silla.
-Ndúgu.
– Respondió tímidamente el chico.
-¡A partir de Ahora te llamas "None"! que significa "nada"- habló el hombre antes de preguntar su edad.
-Doce!- Respondió él con un justificado miedo en su corazón.
-¡No hay lugar en mi barco para un niño negro esclavo de Doce años semidesnudo!
-¡No soy un niño!- dijo Ndúgu en un inesperado arrebato de hostilidad -¡Cumplí el ritual de mi aldea y ya soy un hombre!- reafirmó.
-Un hombre negro esclavo de Doce años semidesnudo.
¡Qué más da!
Ndúgu ignoró los grilletes que lo limitaban e intentando lanzarse en contra del capitán se dio de bruces contra la mesa mientras el viejo lo sujetaba con su fuerza superior levantó su cabeza y le dio un segundo tanganazo desperdigando papeles por doquier.
-Felicidades Señor None, es usted la nueva puta del "Holly Kasey"- dijo el capitán Sully mientras llamaba a dos hombres de su guardia.
-¿Qué hacemos con él Señor?- preguntó uno.
-¡Métanlo en una celda!- gruñó el viejo.
Al despertar, el joven Ndúgu quiso llevarse las manos a la cabeza pero se descubrió atado a la pared del barco, sus ojos tardaron en acostumbrarse a la oscuridad, pero el resplandor de las estrellas que comenzaban a refulgir en la hora del crepúsculo le ayudó a orientarse, junto a él en otra celda habían otros dos chicos, el mayor tendría 17 años, de buen cuerpo, sus rasgos faciales (porque estaba demasiado oscuro para distinguir tonos de piel ) denotaban que era negro igual que él, el otro era sorprendentemente más claro y de estatura baja, sus ojos brillaban en la penumbra como los de un gato.
-¿Dónde estamos?- Preguntó Ndúgu.
-El Mar.
– El joven negro le respondió en una lengua ligeramente diferente a la suya pero lo suficientemente cercanas para descifrar lo que el otro quisiera decir -¿De dónde vienes?
-¡Eres un esclavo!- respondió el niño blanco de forma impetuosa aunque sin malicia en sus palabras -Igual que nosotros, lo que en términos simples quiere decir que nos van a usar de putas hasta dejarnos hechos mierda entre violaciones y borracheras, La única diferencia entre nosotros es que cuando yo cumpla la mayoría de edad el capitán me concederá el título de marinero, seré libre y ustedes pues tendrán una cita con el océano.
-Océano.
-Pensó Ndúgu mientras recordaba sus últimos meses.
Había completado el ritual de iniciación y ahora era oficialmente para su aldea un Hombre, Su padre, y hermanos mayores estaban orgullosos de él, durante ese corto tiempo toda su suerte acabó, toda su aldea fue arrasada, encadenados y vendidos a extraños en otras tierras, saboreó sus propias lágrimas al verse separado de su madre y hermanas, él y su familia de varones fueron llevados en un barco mercante durante casi un mes, y confinados en un espacio diminuto en el que probablemente no cabrían veinte personas yacían los 61 miembros masculinos de su aldea, vestidos solo con un taparrabo manchado y sucio no era extraño sentir alguna erección involuntaria de sus iguales, al principio no dio importancia a aquel hecho; pero en un espacio en el que no hay nada más que hacer, o ver, restregarse en una u otra verga podría llegar a ser una distracción más que efectiva, claro que, como un hombre en su aldea no podía darse el lujo de admitir frente a los demás su nueva afición.
-Ndúgu- le habló su padre en tono de desgano, casi con lástima, como cuando quieres despedirte de alguien y tu orgullo no te lo permite -¡Sobrevive!
-¡Papá! -lo abrazó el niño sin entender.
-Sobrevive Ndúgu, no importa que tengas que hacer, ¡Sobrevive! – reafirmó.
Más de veinte miembros de su comunidad murieron debido a las duras condiciones, Pero él era listo, no iba a ceder a la monotonía, si se desanimaba podría perder la voluntad de vivir y cuando la postura y el cansancio de otros miembros lo permitía Ndúgu (que hacía tiempo se había desecho de su taparrabo al igual que muchos otros hombres y jóvenes) comenzaba a menearse en alguna verga de su preferencia y su compañero de turno al percatarse de la oferta que tenía frente a si de inmediato procedía a meterla con cautela, siempre un poco cada vez, y nunca paraba hasta que sentía ese estallido interno que le avisaba que el juego se había terminado.
En ocasiones cuando se encontraban con otro barco, algunos marineros entraban y se llevaban a uno que otro esclavo para venderlo en medio del mar; pero en una ocasión, antes de darse cuenta, que había amanecido la puerta de la jaula se abrió, seguido de un tirón de su brazo y al instante un marinero de brazos hinchados lo llevaba afuera de ese lugar, luego de que lo hubiesen tirado en las barracas de los hombres Ndúgu asustado como nunca en su vida (ni al momento de su captura) se vi rodeado de Marinos, algunos vestidos y otros semidesnudos, todos tocándose el miembro, se veían gigantes en comparación a él, Ndúgu peleó y resistió cuanto pudo; pero al final los marineros riendo por su nueva diversión contemplaron como sus dos superiores en la jerarquía se abrieron paso a través del culito de aquél niño negro, manipulándolo como si su cuerpo fuera de papel, la cosa más ligera y maleable que podían penetrar con menos delicadeza que a una puta de puerto, ya que al fin y al cabo era un esclavo, no una persona.
Durante algunos días Ndúgu fue el acompañante del contramaestre y su amigo quienes lo utilizaban solo para sí mismo, lo que para el chico fue un buen cambio, dormía con sus dos amos, comía mejor que sus compatriotas e incluso llegaron a bañarlo.
Esa noche, un estallido se escuchó afuera, a ese disparo se le sumaron otros más, seguido de un alboroto en cubierta, de inmediato, el contramaestre salió a ayudar dejando al chico en el camarote, al asomarse por la ventana vio a otro barco disparando; pero esa no fue la peor parte, al sacar su cabeza por la ventana vio a todo lo que quedaba de su pueblo encadenado a una pesada ancla sostenida por una cadena que, en un instante fue arrojada al océano y su tremendo peso arrastró a los esclavos negros uno tras otro, el pobre Ndúgu contempló al vasto mar tragarse a su padre, a sus hermanos, a sus vecinos, a las vergas que se restregaban en él y se metían en él, todo su pasado y su origen y su tierra yacían ahora sepultadas en las insensibles y frías aguas del atlántico.
El chico no sintió pasar el tiempo, las espadas chocando y los disparos, su mundo se había ido, solo quedaba él en el mundo, apenas y se percató de que un marinero (de otro barco) entró con él y apuntándolo con su sable se preparó para terminar con su miseria; pero una chispa de vida destelló en su corazón, no perdería el deseo de vivir, así que auto animándose se recostó en la cama y abrió sus duras piernas mostrando un anito precioso y algo expandido a su posible verdugo, y afortunadamente para él funcionó, el hombre bajó su sable y con su mano derecha sacó su otro sable de sus pantalones el cual clavó en el cuerpo del niño, de una y mil estocadas en su ano Ndúgu se ganó una oportunidad de vivir, al salir a cubierta vio a los marineros de degollados y apilados, "piratas"- pensó; pero al ver los uniformes coloridos de estos otros hombre recapacitó su razonamiento.
El resto de esta historia ya la conocimos, presentado al capitán, nockeado y encarcelado.
-¡No luches!- dijo el joven negro junto a él -Si luchas te lastimarán más.
Ndúgu estuvo a punto de preguntarle su nombre; pero la algarabía y los gritos eufóricos de los hombres en cubierta los hicieron a todos guardar silencio, el chico de piel blanca temblaba de ansiada respirando agitado mientras apretaba con fuerza sus manos anticipando lo que venía, la puerta de las barracas se abrió y media docena de hombres entraron para sacarlos de allí, atravesaron un par de corredores y minutos después estaban sobre cubierta, las estrellas brillaban mostrando una noche como Ndúgu nunca había visto en su tierra, dos segundos de contemplación y casi de inmediato estaba en el suelo con su cabeza recostada en el pubis del Joven negro y sus piernas en el vientre del chico pálido.
Un par de hombres fornidos tomaron al chico blanquito y apoyándolo sobre un barril acostado se dieron un festín con su culo mientras otros dos se peleaban con sus penes dentro de la boca del chico, el joven negro fue reclamado por el contramaestre, un hombre en extremo pálido pero de facciones severas y trabajadas, de inmediato se sacó el miembro y se lo embuchó sin tregua ni delicadeza, otros dos lo dedeaban preparándolo para los penes morcilludos del resto de la tripulación.
El pequeño Ndúgu tuvo la idea de correr, más por instinto que por otra cosa; pero al verse rodeado de decenas de hombres cuyos miembros se peleaban por entrar en él simplemente se limitó inclinarse parando su culito y abrirlo con sus manos sujetándose las nalgas y dejando al aire su hambriento anito, el primer marinero se escupió el miembro y sin previo juego ni preparativos (los hombres de mar son así) se lo encabezó y cuando el rostro del niño se tensó del dolor aprovechó para empalarlo completamente correspondiendo las alabanzas de sus camaradas y los gritos de dolor de Ndúgu quien, se retorcía contoneándose mientras aumentaba el placer de su violador, su boca intentó suplicar por ayuda; pero recordó las palabras de su padre "Sobrevive" y sobreponiéndose a su situación reunió todo el coraje que pudo y con su propias fuerza movió las caderas para aumentar el placer de su activo de turno; esto encendió la lujuria de sus cercanos quienes hicieron fila para destrozar su culo uno por uno, o bueno, siempre que se pusieran de acuerdo, de dos en dos.
Ndúgu luego de medio acostumbrarse a la paliza anal que los hombres le daban saboreo un pene blanco y lubricado maniobrando con la lengua un ritmo que hipnotizaba, algunos de sus amantes lo dejaban hacer, otros lo sujetaban con fuerza violando su garganta con tanta fuerza y desenfreno que bien podían lastimar el interior de una puta de puerto; pero Ndúgu era un luchador y se dejó penetrar por uno u otro agujero recibiendo miembros viriles de todo tipo, pálidos, rosados, bronceados, cabezones, gruesos, rectos y curvos, morcilludos, arrugados, con pliegues, con venas y lo más importante todos ansiosos de disparar litros de leche dentro y fuera de él, lo trataban peor que a una puta, al menos ellas eran alguien, Ndúgu, mientras permaneciera en este barco sería nada, sería nadie, comprendió a lo que se refería el capitán Sully cuando lo llamó "None".
No todo fue color de rosa, de hecho, nada fue color de rosa, toda la noche fue de sufrimiento y dolor, más de una vez Ndúgu recurrió a su coraje de "hombre de la aldea" para no caer en desesperación o ceder al cansancio; entre las salvajes desventuras sexuales de esa primera noche Ndúgu clasificó las más dolorosas y frustrantes en su mente, la primera fue por supuesto la penetración de apertura que distendió sus paredes anales de forma tan brusca y descuidada que sintió como si un rayo cayera dentro de su ano quemándole las entrañas, y una vez adentro se ensanchara compulsivamente para desagarrarlo, esa agonía duró solo los cuatro o cinco minutos que aquel hombre a medio emborrachar pudo soportar y esto, a pesar de que no se trataba de un pene particularmente grande.
Hablando de penes grandes, y esta se cuenta en dos partes, hubo un hombre, de ojos azules, rostro enrojecido por el ron y cabellos castaños de cuerpo entre esférico y musculoso que lo hizo pasar dos malos ratos, el primero fue cuando luego de disfrutar dos ricos y bien cargados penes este tipo al que escuchó que llamaban Bart le mostró su herramienta, una morcilla rosada de casi un pié de largo, de cabeza cincelada y ensanchado a la mitad escurrió presemen a centímetros de su cara mientras dos inflados sacos de semen colgaban bajo este, Ndúgu sabía que debía abrir la boca; pero era difícil no notar que donde quiera que entrara dolería, Bart no tuvo la paciencia para esperar a que sus compañeros terminaran su labor así que tomando al niño negro lo colocó de espaldas en un barril y tomándolo del cuello le hizo sujetar por los demás y abriéndole la boca fue introduciéndole lentamente su enorme mástil de carne, entró la cabeza, su úvula fue hecha a un lado y varias veces vomitó antes de llegar siquiera a la mitad, Bart se daba todo el tiempo del mundo mientras que su pequeña puta negra de doce años y con pene se retorcía de desesperación en busca de aire y él se lo permitía al final de cuentas solo que disfrutaba asfixiar al niño con su miembro antes de sacarlo, segundos después volvía a meterlo un poco más profundo cada vez mientras esta escena se repetía los demás seguían usando su ano como depósito seminal.
Bart continuó con su juego hasta que logró tocar el estómago de Ndúgu con su cabeza, palpó la piel del chico y sintió su pene todo el camino por fuera de su cuerpo y allí comenzó a penetrar con suavidad primero y luego con una fuerza constante entre cada aspiración que lograba Ndúgu se incrementaba la furia, tras más de quince minutos de tortura Bart llenó (literalmente) el estómago del niño con su espesa y semi amarilla leche llena de nutrientes y fructosa, muy salada, agria y un poco amarga por la dietas magra y etílica del marinero; Ndúgu había soportado más castigo que muchas de las putas de Port Royal a las que Bart había dejado incapacitadas algunos días después de visitarlas.
En fin que una o dos docenas de marineros tomaron sus turnos con Ndúgu hasta que Bart volvió con un recién producido cargamento seminal y su manguera lista para rociarla, lo tomó para él solo, y colocando su cabeza en posición lo metió de golpe hasta la mitad, lo que es prácticamente el tamaño de un pene promedio, y sosteniéndolo con los brazos estando Bart de pié lo dejó caer dejando a Ndúgu sin rastro alguno de virginidad que pudiese haberle quedado.
Esta penetración fue suave en comparación a las embestidas pélvicas que los demás habían descargado sobre él horas atrás, Bart lo sujetó casi abrazándolo y con ritmo bien marcado pero sin llegar a ser salvaje, luego de casi veinte minutos de perforación anal el hombre del enorme pene llenó nuevamente el vientre de Ndúgu desde otro conducto, la leche se desparramó en cubierta junto a una cantidad considerable de residuos fecales y sangre, desde la altura Ndúgu vio al niño blanco siendo violado en postura de perrito por un falo casi del mismo tamaño que el de Bart, solo que este no tenía el tacto del primero, el chico estaba siendo triturado sin tregua por un tipo joven de cuerpo monstruoso y cicatrices en su rostro, Volteó a ver al joven de diecisiete años y mientras los hombres lo sujetaban otro procedía a meter su brazo casi hasta el codo dentro de él, finalmente luego de unas horas más, amaneció la fiesta acabó.
Ndúgu despertó en las barracas, el joven y el niño blanco estaban junto a él, tenían ropa junto a ellos y una charola de comida en medio, Ndúgu los despertó y con prudencia desayunaron, no sabían cuánto tiempo estarían en el Holly Kasey, tal vez toda su vida, su ano le dolía más de lo que cualquier otra parte de su cuerpo le hubiese dolido toda su vida, a pesar de que tenían bocadillos de tercera frente a ellos (los que se veían apetitosos luego de tantas penurias), los chicos comieron con voracidad, excepto Ndúgu que por alguna razón sentía el estómago lleno.
Este relato fue escrito por Shotaboy, si deseas ver tus aventuras escritas en un relato contáctame por MP
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