Ignoraba que me convertirían, en la hembra de todos los de abordo.
Un ayudante de cocina, que trabaja en un pesquero comienza a ser hostigado por sus compañeros, al punto que finalmente se convierte en la hembra de todos ellos en el barco..
Ignoraba que me convertirían, en la hembra de todos los de abordo.
Todo comenzó cuando me enviaron a otro barco de pesca, como ayudante de cocina, Ignorando yo que terminaría siendo convertido en la hembra de todos los de abordo.
Desde que llegué noté una mala voluntad de varios de los marinos contra mi persona, al preguntarle al capitán, este me dijo que al tipo que yo sustituí, todos ellos lo apreciaban mucho.
Cosa que yo ignoraba desde luego, así que traté de ganármelos compartiendo con varios de los pescadores, pero fue inútil mi esfuerzo, me ignoraban completamente, o simplemente me agredían, supuestamente de manera no intencional al pasar a mi lado, como si yo no existiera, y sin tan siquiera disculparse.
Otra de las cosas que me sucedieron fue de la noche a la mañana, toda mi ropa desapareció, es decir se habían robado mi camarote, dejándome únicamente con un pequeño pantalón corto, y la camiseta con los que dormía, cuando le fui con la queja al capitán, este únicamente me dijo que seguramente habían sido que alguien la habrá votado por error, comprendí que él definitivamente tapaba los abusos de sus pescadores.
Debido a eso procuré no tener problemas con ninguna persona, pero hasta al momento de cenar, sin decir nada ellos me continuaban acosando, y hostigando, derramando sus sobras en mí persona, o atravesándose en mí camino, obligándome en varias ocasiones a terminar tirado en la cubierta.
Como a la semana de estar en el barco, me molesté bastante, por la manera en que me trataban, y cuando les quise llamar la atención, varios de ellos, me cayeron encima, realmente después de que recibí un fuerte golpe en la boca del estómago, y caí al piso de mi camarote.
Todos ellos tan solo se dedicaron a reírse mientras manoteaban todo mi cuerpo, incluso uno de ellos se atrevió a bajarme los pantalones, agarrar mis nalgas, y prácticamente meter alguno de sus dedos dentro de mi culo, lo que me asustó más aun todavía, era como para demostrarme que de querer me podían hacer mucho más daño.
Después de eso, el capitán me advirtió que no les buscase pelea, pero tras aclararle que yo no fui quien comenzó, le solicité que se comunicase con la empresa para solicitar mi traslado, y las cosas se pusieron peores.
No sabía por qué razón, el capitán no me decía nada, pero el acoso, y hostigamiento continuaba, y de manera brutal.
Al punto que en ocasiones pasaban a mi lado, y sin yo decir o hacer nada, o me empujaban, o me tocaban las nalgas descaradamente.
En las noches no me dejaban tranquilo, apenas comenzaba a dormirme, me tiraban un zapato, una chancleta, y hasta alguna que otro calzado, o algo parecido, por lo que decidí salir a dormir fuera del camarote.
Pero cuando estaba a punto de marcharme, entre varios de ellos me volvieron a caer a manotazos, arrancándome la poca ropa que tenía encima, dejándome del todo desnudo.
Pensé en salir corriendo a pedirle auxilio al capitán, pero en medio de la oscuridad del camarote, me mantenían sujetado por todos lados, hasta que a la fuerza me pusieron boca abajo, sobre el camastro en el que yo dormía.
A los pocos segundos, uno de ellos se trepo sobre mi cuerpo, y a pesar de lo mucho que luché para soltarme, separaron mis piernas, y tras embadurnar mi culo con algún aceite, sin más ni más el tipo ese me penetró.
Los gritos de dolor que di se debieron escuchar seguramente por toda la costa, pero a todos ellos pareció no importarles muchos.
Me sentía vejado, humillado, me estaban dando duramente por el culo, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo, en todo momento el resto de mis atacantes, me decían mueve ese culo maricón, puta, perra, y un sinfín de cosas más.
Yo pensé que ya había pasado lo peor, cuando uno de ellos agarrando un cuchillo, y pegándolo a mi garganta me amenazó diciéndome. “Quiero que me mames la verga, y no te atrevas a mordérmela porque te corto el cuello.”
Yo no dejaba de llorar, pero a pesar de eso abrí mi boca y de inmediato sentí como el miembro de ese tipo, entraba dentro de mi boca, y a pesar de la repulsión que sentía, me dediqué a mamársela, hasta que se vino prácticamente dentro de mi garganta, obligándome a tragar toda su leche.
Después de ellos dos, otros dos tomaron su lugar, acababan sobre mis nalgas, y después de los primeros tres que me comieron el culo a la fuerza, ya no opuse resistencia.
Esa noche creo que fueron más o menos seis de ellos que me sodomizaron a la fuerza, y como cuatro que me obligaron a que les mamase la verga.
Al despertarme al día siguiente, lo único que encontré para tapar mi desnudes fue una sucia toalla, y así como estaba me dirigí al puente de mando para hablar con el capitán, al que después de contarle lo que me había pasado, él me dijo. “Vete a bañar, y toma esta navaja, y el próximo hombre que se te acerque para hacerte daño, lo cortas.” después me entregó un viejo pantalón suyo, y una enorme camisa.
Lo cierto es que tan solo pensar en lo que ellos me podrían hacer, lo que me pasaría si hacía eso, me entró un pánico tremendo, a tal grado que hasta pensé en tirarme por la borda.
Cuando llegó la hora de acostarme, no pude aguantar más, y casi llorando me paré en medio del pasillo, y con las luces apagadas, antes de que me volvieran a tirar con otra bota, chancleta o zapato, o quisieran comerme el culo a la fuerza, les pregunté qué era lo que querían de mí.
Por un corto rato ninguno dijo nada, hasta que de momento el silencio fue roto por la inconfundible voz del capitán, diciéndome. “Lo primero que todos queremos es que te conviertas en la mujer del barco”.
De momento no entendí, pero cuando continuó diciendo. “Y nos des el culo a todos.” Me quedé prácticamente petrificado, fue cuando entendí el por qué mi traslado no se había producido, el capitán lo tenía detenido, o nunca realmente lo tramitó.
Yo pensé en decirles que no era ningún maricón, y que ni tan siquiera me gustaban los hombres, pero entendí que eso poco les podía importar a todos ellos, por lo que, resignado a mi suerte, les dije que haría todo lo que ellos quisieran, pero que no me hicieran más daño.
Al escucharme sentí las risas de alegría de todos los que se encontraban dentro del camarote, y de inmediato nuevamente la voz del capitán ordenándome que me desnudase y me acostase en mi cama, cosa que sumisamente realicé.
Al mismo tiempo el resto de los que estaban en el dormitorio salieron, dejándonos solos a los dos.
Ya me había acostado, cuando a los pocos minutos sentí como una mano gruesa y callosa me comenzó a acariciar las nalgas.
Esos inconfundibles dedos seguramente eran los del capitán, que poco a poco continuaron, no tan solo a tocar mis nalgas, sino que, embadurnados en algo grasoso, lentamente me los comenzó a introducir por el culo.
Aunque me moría de la vergüenza, de la rabia, y de la indignación ante mi propia impotencia para defenderme, el sentir como lentamente sus manos acariciaban mi piel, y sus dedos me penetraban de manera suave, despertaron dentro de mí unas sensaciones que nunca había sentido.
Al poco rato el capitán se tendió sobre mi cuerpo, sentí como su boca me besaba y mordisqueaba mi cuelo, y mis orejas, al tiempo que me decía que me relajase, y dirigió su verga al centro de mis nalgas.
Él separó mis piernas con las suyas, y abrió un poco más mis nalgas, sentí como esa cosa dura y caliente comenzó a penetrarme, y aunque el dolor nuevamente se hizo presente, no sé si fue la manera en que me trató, y las cosas que me fue diciendo al tiempo que me penetraba, que cuando finalmente enterró todo su miembro dentro de mí, el dolor no era algo insoportable.
Yo aun me encontraba entre confundido, avergonzado, frustrado, y enojado con todos y en especial conmigo mismo, por lo que ya les dije, y por lo que me estaba sucediendo.
Pero a la vez, el sentir sus fuertes, y gruesos brazos alrededor de mi cuerpo, hacía que me estremeciera hasta lo más profundo de mí ser.
Hasta esos momentos jamás había pensado en que algo así me llegase a pasar, pero en esos instantes, a pesar de lo avergonzado que me sentía.
Casi de manera automática, y de forma involuntaria creo que comencé a mover mis caderas, restregándolas contra su cuerpo, era como si yo mismo buscase sentir dentro de mi culo su verga produciéndome un mayor placer.
De la misma forma y manera apretaba y soltaba mi esfínter, a medida que él continuaba bombeando salvajemente mi culo con su verga.
Yo mismo me sorprendí al ver la manera en que comencé a responder a sus caricias besos, y abrazos, yo gemía de placer, a medida que el capitán continuaba metiendo, y sacado casi toda su verga de mis nalgas.
Hasta sin darme cuenta de cómo sucedió precisamente, eyacule en cierto momento, mientras que él por un buen rato no dejó de clavarme una y otra vez su gruesa y caliente verga, hasta el momento que apretándome con fuerza contra su velludo cuerpo se vino dentro de mí.
Cuando eventualmente se levantó, dándome una cariñosa nalgada me dijo. “Ahora vas te lavas, y regresas a la litera, y esperas a que el próximo que quiera, te venga a comer el culito.
Sin demora apenas me levanté salí del dormitorio, fuera se encontraban todos los pescadores, yo actué, como si no los hubiera visto a ellos, completamente desnudo pasé frente a todos, me dirigí al baño, en la ducha expulsé todo lo que el capitán me había dejado dentro, y luego frente a todos ellos, me lave las nalgas, para luego sumisamente, sin levantar la cabeza, regresar al camarote, y seguir las ordenes que me había dado el capitán, al pie de la letra.
Esa noche perdí la cuenta del número de los pescadores que me dieron por el culo, y de los que me obligaron bajo amenaza a mamar sus vergas.
A la mañana siguiente me sentí todo un asco, completamente reventado, explotado, y adolorido en especial mi culo, sin exagerar creo que me dejaron el hueco del culo, tan abierto como una ponchera, que fácilmente me podían meter una mano completa.
Cuando me levanté ya cerca de las tres de la tarde del siguiente día, como no encontré mi ropa, tomé la sucia toalla y a duras penas, podía caminar, y sumamente avergonzado, me dirigí al puente de mando para hablar con el capitán.
Al verme se sonrió sádicamente, y me dijo. “A ver puta que parte no entendiste de que, de ahora en adelante, serías la mujer del barco.”
Yo no supe que responderle, pero de inmediato me dijo. “En tu litera, encontraras todo lo necesario, y no se te olvide, ahora eres la puta de todos aquí, así que no se te ocurra negarte a ninguno, entendiste.”
Yo bajé la cabeza y sumisamente, le respondí con un casi audible. “Sí señor.” sin más ni más me dirigí a mi litera donde encontré una gran cantidad de prendas femeninas todas sucias, y mayormente rotas.
Las que después de un rato en que pensé nuevamente en suicidarme, finalmente me dediqué a lavarlas, y arreglar aquellas que podía, para posteriormente después de que se secaron, probármelas.
Al terminar de probarme la ropa, con una maquinilla de afeitar, y algo de jabón me depilé casi todo mi cuerpo, realmente no quería hacer nada de eso, pero el que me dieran otra paliza, o me hicieran algo peor me atemorizaba, tanto que procuré no contrariar a ninguno de los marinos, y mucho menos al capitán.
Después salí del camarote vistiendo una ajustada minifalda, una blusa roja, y con unos zapatos con los que apenas podía caminar.
Como mi cabello es algo abundante, y largo, no tuve que nada más que dejarlo suelto, desde ese día, por miedo a ser golpeado, no tan solo me vestía, sino que procuraba actuar, y hablar como una mujer, en todo momento.
Aprendí a maquillarme, a medio peinarme, y arreglarme para tener una imagen mucho más femenina.
Lo usual era que después de que terminaba la labor de pesca, o comenzaba la noche, alguno de los pescadores entrase a mi camarote, y ya dentro yo los satisfacía en la medida que podía, pero siempre de la forma más femenina posible.
Haciéndolos sentir verdaderos machotes, dejándome dar por el culo como a ellos se les antojase, mamando sus vergas, lamiendo sus bolas, y hasta tragándome todo su semen.
Pero había ocasiones en que no se esperaban a que callera la noche, y a plena luz del día, me obligaban a que les diera el culo o se los mamase, prácticamente en medio del cuarto de máquinas, o en la popa del barco, ante la vista de todos, lo que me avergonzaba más aún.
Cuando como a las seis semanas, finalmente el capitán me dijo, que era tiempo de regresar a puerto.
En un principio no pensaba en regresar más nunca a ese infierno, pero ya al tercer día de haber regresado al muelle, me di cuenta de que extrañaba el usar ropa de mujer, y que me tratase de manera especial, así como también extrañaba el que cualquiera de ellos, diera por el culo, o me pusieran a mamar su verga.
La cara de sorpresa que todos ellos pusieron al verme llegar al barco, completamente vestido de mujer, era como para tomarles una foto.
Wow