IN SUBMISSION. SESSION 3
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por x23820.
Recuerdo perfectamente lo que acontecio durante aquellas horas que surgieron de la casualidad. Tenia una reunion de trabajo tras el almuerzo; pero a ultima hora recibi una llamada cancelandola; asi que decidi tomarme la tarde libre, al fin y al cabo era viernes, y volver a casa para sorprender a mi mujer y convencerla, es un decir, de salir a cenar por ahi e ir a ver algun espectaculo. Cuando abri la puerta de nuestro piso me sorprendio que todo estuviera tan oscuro e inmediatamente pense que habria salido de compras, por lo que haria tiempo dandome una ducha y reservando una mesa en nuestro restaurante favorito.
Me dirigia hacia nuestro dormitorio, mientras me aflojaba la corbata, cuando empece a oir unos sonidos tras la puerta, a modo de voces apocadas, murmullos y quejidos. De repente, el corazon me dio un palpito. Abri la puerta muy lentamente, con el mayor sigilo del que era capaz, la mano me temblaba, y atisbe hacia el interior del cuarto. Lo que vi me dejo helado. Jamas lo habria imaginado, me resultaba del todo increible, sin embargo, ahi estaba mi mujer, totalmente desnuda sobre nuestro lecho, con una especie de cinchas cruzandole las nalgas y la cintura, encima de alguien que no podia ver desde mi posicion y realizando movimientos pelvicos como si la vida le fuera en ello. Unos muslos, evidentemente de mujer, la tenian presa por las caderas mientras unos brazos graciles le acariciaban con premura la espalda.
Los jadeos y resuellos eran continuos y, al parecer, la mujer que estaba debajo le susurraba en el oido lo que parecian palabras obscenas. Por un instante, estuve a punto de irrumpir gritando, estaba muy furioso, me sentia engañado, traicionado y decididamente confuso. Que me hiciera el salto ya era de por si una sensacion horrible; pero que lo perpetrara con una mujer era una vejacion insufrible. No obstante, el movimiento de sus caderas resultaba hipnotico, jamas la habia visto tan fogosa, tan ardiente, conmigo al menos. Asi que me quede en la puerta, viendo como aquel cuerpo que yo amaba procuraba placer a alguien desconocido. Y eso, conforme pasaban los segundos, me excito.
Casi sin darme cuenta, mientras sus respiraciones se hacian mas sonoras, acabe acariciando mi pene por encima de los pantalones, al poco bajandome la bragueta y, finalmente, sacandomelo mientras mi mano lo friccionaba, primero con lentitud y luego cada vez mas rapido, igualando el ritmo de aquellas nalgas que subian y bajaban ante mis ojos.
Cuando por fin llegaron al extasis, ambas gritaron liberando la energia acumulada al tiempo que las caderas de mi mujer daban unas ultimas embestidas brutales, como si de un hombre que eyaculara se tratara, y yo, llegando tambien al punto sin retorno, me apoyaba en el quicio de la puerta para soportar uno de los orgasmos mas brutales de mi vida. Mi miembro se encabritaba con pulsaciones arrebatadoras y podia sentir perfectamente como el semen circulaba por su centro hasta acabar expelido a borbotones hacia el suelo. Mis jadeos debieron ser claramente audibles porque cuando abri los ojos, despues de unos instantes de aturdimiento, las dos me observaban desde la cama, con los cuerpos todavia entrelazados.
Yo me sentia ridiculo, avergonzado, no consideraba que mi reaccion ni mi excitacion fueran adecuadas y ello me tenia muy desconcertado. Mi mujer se apoyo en sus brazos y con agilidad se salio de entre las piernas de su amante para acabar de pie, al lado del lecho, mostrando su cuerpo espigado y esbelto, altiva, con un arnes del que sobresalia un ariete francamente grotesco. Su rostro denotaba furia, una irritacion cuyo sentido se me escapaba. Con unos cuantos pasos rapidos se acerco. Yo no podia dejar de mirar los pezones extremadamente erectos en el centro de sus pechos mas bien escuetos. Cuando estuvo frente a mi, levante la vista hacia sus ojos, es algo mas alta que yo, y pude ver una luz de resolucion brillando en ellos.
La bofetada me cogio totalmente de improviso. Y me dejo aun mas confuso la segunda en la otra mejilla, todavia mas fuerte.
— ¡¿Que haces aqui?! ¿No deberias estar trabajado? —Su voz era pura colera.
—Yo… tenia una reunion… se cancelo… —balbucee como pude, sin comprender como era yo el que estaba dando explicaciones en lugar de ella, y como ello empezaba a reanimar el picor en mi entrepierna.
— ¿Y eso? ¿Que es eso? —Dijo señalando mi esperma en el suelo—. ¿Como te has atrevido a ensuciar asi el suelo por el que camino?
El tono de su voz denotaba ira y yo me habia quedado sin respuestas, solo pensaba en como salir de ahi, solo deseaba no haberme tomado la tarde libre, no haber visto nada.
— ¡Limpialo! ¡Rapido!
Me quede paralizado. ¡Pretendia que limpiara mi propio semen del suelo!
— ¿A que esperas? Vamos. ¡¡Limpialo!!
Muy lentamente dirigi mi mano al bolsillo de mi pantalon y saque el pañuelo. El gesto me sirvio para notar que todavia estaba con la bragueta abierta y mi pene, recogido en si mismo, sobresalia por esta.
— ¡Asi no, idiota! —Me dijo con desprecio—. Siempre he de estar diciendote como hacer las cosas. De rodillas, vamos, de rodillas. A cuatro patas.
Sin explicarme las razones de mi comportamiento, del todo fascinado por la agresividad que estaba demostrando mi mujer, me puse de rodillas y apoye las palmas de las manos en el suelo. Mientras me inclinaba pude ver como su amante se incorporaba cruzando las piernas y descansando los brazos en las rodillas, con la mirada embelesada por el espectaculo ofrecido. Decididamente era muy bella, exuberante y exotica, con unas facciones dificiles de atribuir a alguna raza en particular al igual que el color de su piel.
Gatee hasta donde habia saltado el esperma y con el pañuelo que aun llevaba en la mano me dispuse a limpiarlo cuando un pescozon en mi nuca me cogio de improviso.
— ¡Te he dicho que asi no! Deja el pañuelo. Usa esa lengua de perro que tienes. ¡Con la lengua, vamos!
No podia creer lo que oia, lo que pretendia que hiciera, era una vejacion absoluta. Yo amaba a esa mujer y ella parecia detestarme. Me trataba de una forma abominable. Aun asi el picor habia vuelto, y con mayor intensidad.
Incline mi cabeza hasta practicamente rozar el pavimento. A mi lado podia ver sus bonitos pies, con su arco perfecto y sus uñas pedicuradas. Abri mi boca y alargue mi lengua con cautela, muy lentamente, hasta que su punta rozo una de las tacas de semen. De forma subita, note como la planta de uno de sus pies presionaba mi nuca.
—Eso es, cometelo —me animo.
Y lo hice. Pase mi lengua y recogi una parte del esperma para luego llevarlo hasta mi boca. Era una sensacion desconcertante. Mi paladar captaba por primera vez el sabor de la simiente humana y este era entre salado y agrio a la vez, con un regusto algo insulso.
—Traga.
Me habia olvidado de ella; aunque la presion de su pie me recordo su presencia, sin alternativa. Trague, no sin algo de aprension, y segui lamiendo el resto de goterones.
—Asi, muy bien, lo haces muy bien.
Sin entender que me impulsaba a ello, note como sus palabras me daban animos para continuar con mi tarea y, poco a poco, las baldosas fueron quedando impolutas. Hasta que finalice.
No sabia que me esperaba; aun asi, si sabia que fuera lo que fuera la parte mas oculta de mi ser, quizas la mas primitiva, lo deseaba, ya que en ese momento mi ereccion era mas que patente.
Vi como otros pies, no tan bonitos como los de mi mujer, ciertamente, se acercaban hasta nosotros.
— ¿Que vas a hacer con el? —Su voz era muy melodiosa, con un acento, diria que extranjero, que no pude localizar.
—Ahora que lo sabe, habra que domarlo. No voy a permitir que lo estropee todo. ¿Me has oido bien, animal?
—Pero, ¿vale la pena domarlo? Es un cerdo seboso, y mira esa cosita que tiene ahi. Mi clitoris es mas gordo que eso.
En su voz habia un tono de desprecio absoluto. Odiaba a esa mujer. Por bella que fuera, por voluptuoso que fuera su cuerpo, la odiaba.
—Tranquila, para mi no es mas que una bestia de carga, y como tal sera tratado —no podia creer que esa fuera la voz de mi mujer, la que decia esas palabras con tanta brutalidad, como si yo no fuera un ser consciente y racional—. Si quieres puedes quedarte. Empezare hoy mismo, para que perder mas tiempo.
—Desde luego, me quedare. Me encanta participar en la doma de un animal —lo dijo divertida, como quien comenta el ultimo chismorreo.
Yo estaba empezando a temblar por la tension y el miedo que las palabras de ellas me producian. No podia creer que mi mujer pensara en mi como en una bestia. No entendia como habia conseguido fingir durante todo el tiempo haciendome sentir amado. Sabia que mi cuerpo no era precisamente perfecto, y que mis talentos de amante no debian de ser los mas sofisticados; sin embargo, mi situacion actual era un claro indicador de lo muy engañado que habia estado. La presion de su pie desaparecio
— ¡Levantate! Quiero que te desnudes. Sin rastro de pereza ni de vergüenza, los animales no la tienen.
Me levante con algo de dificultad debido al rato que llevaba de rodillas. Ya de pie me desprendi de la americana y comence a desabrocharme la camisa con un deje mecanico en mis gestos. Su amante me miraba directamente a los ojos, con la misma mirada opresiva que ella. Podia ver como su mano acariciaba el vientre y los rizos morenos del pubis de mi mujer, bordeados por las tiras de cuero del arnes, y esta se dejaba hacer; su mano hacia un bello contraste contra la piel mas nivea del abdomen. Ambas observaban mis avances con sumo interes. Mis zapatos cayeron con un sonido sordo y a continuacion fueron los pantalones. Solo quedaban los calzoncillos, cuyo elastico ya estaba por debajo del miembro que asomaba semierecto, y los calcetines.
Cuando estuve desnudo del todo, comenzaron a circunvalarme. Caminaban cogidas de la mano. Dieron varias vueltas a mi alrededor y de tanto en tanto se daban un beso, o casi, jugueteando con sus lenguas, como si lidiaran una liza.
—A partir de ahora me perteneces. Soy tu dueña. Tu Ama. ¿Entiendes?
No dije nada. Me limite a humillar la cabeza y proteger mis partes con las manos.
—Tu obediencia debe ser absoluta. No eres mas que un animal al que por su bien hay que educar. ¡Y aparta las manos de tu cosita! Cruzalas tras la nuca. Rapido.
Con la mano cogio mi pene desprotegido, que se habia reducido a su minima expresion, y lo apreto con fuerza. Senti dolor, aunque era soportable. Luego dirigio la mano a mis testiculos, los envolvio con los dedos y los oprimio hasta que empece a gimotear. Queria pedirle que parara, queria decirle que haria cualquier cosa si paraba; pero no podia articular palabra alguna, el dolor era tan intenso que me bloqueaba el raciocinio.
—Miralo. Si llora como una nena —dijo su amante—. Una animal tan feo y gordo, y encima llora como una nenita asustada.
Mientras mi mujer mantenia su presa sobre mis testiculos, ella pellizco uno de mis pezones con fuerza y tironeo de el en todas direcciones; luego, pellizco el otro, y entonces acompaso las sacudidas. El dolor, ya de por si intenso, se multiplico, obligandome a apretar los labios para no gritar, ya que no queria darles esa satisfaccion.
—Con estas tetitas casi dan ganas de ordeñarlo, ¿verdad, cariño? —Dijo dirigiendose a mi mujer.
—Si, desde luego; pero primero le enseñaremos algo de disciplina. Lo primero que ha de aprender es que ha eyaculado por ultima vez sin mi consentimiento. Ve al tocador y traeme un artilugio de plastico transparente que hay en el segundo cajon.
La otra mujer solto mis pezones con una ultima presion que me hizo botar levemente y camino hacia el tocador, ofreciendome el espectaculo de sus preciosas nalgas, prietas y morenas, mientras caminaba. Luego pude atisbar brevemente su vulva cuando se inclino para abrir el cajon y rebuscar en el.
— ¿Es preciosa, verdad? —Mi mujer hablaba con arrobamiento, como quien comenta la degustacion de un plato exquisito—. La conoci, hace unos meses, en el solarium del gimnasio y, desde entonces, me pertenece —acompaño estas palabras con un nuevo apreton a mi escroto, que me hizo gemir—. ¿Que creias, que estaba contigo por el placer que me dabas? Jamas he alcanzado el orgasmo con esa menudencia tuya. Asi que bien pronto aprendi a buscar personas que pudieran satisfacerme; hombres de verdad con pollas de verdad, y autenticas hembras en celo que se desviven por darme un placer que tu ni imaginas.
A pesar del sufrimiento, tanto fisico como psicologico, intente articular algunas palabras, que salieron entrecortadas.
—Entonces… ¿Por que… ¿Por que sigues… conmigo? —Las lagrimas brotaban de mis ojos, enturbiando mi vision.
—Porque tu eres mi bestia de carga particular. Trabajas como un autentico mulo para satisfacer las necesidades de tu mujercita, que soy yo. Y eso es lo que continuaras haciendo, ademas de unas nuevas obligaciones que te impondre.
Su amante volvio junto a nosotros con lo que parecia un pequeño trasto de metacrilato.
—Esto te ayudara a ser mas obediente —dijo, cogiendolo con la mano que le quedaba libre—; pero, antes de que te lo ponga, tienes que pedirmelo. Vamos, pideme que te lo ponga.
Yo era incapaz de hacer tal cosa. Si lo hacia seria la humillacion definitiva, lo sabia. Mientras, ella mantenia su presa sobre mi y jugueteaba distraida con el objeto.
— ¿A que esperas? Pidemelo —su voz sonaba placida, tan relajada como si me pidiera que le pasara la sal—. Sabes que tu destino natural es servirme, ¿no es cierto? —Yo calle—. ¿No… es… cierto? —Repitio, taladrandome con cada palabra—. ¡Contesta!
Vacile un instante, intentando repasar todo lo ocurrido. Intentando decidir cual seria la salida logica a esta situacion tan irracional; sin embargo, al final, tuve que admitirlo, ya que mi deseo por ella y el amor que todavia le profesaba, a pesar de su total desden por mi, eran muy superiores a mi voluntad.
—Si —conteste escuetamente.
—Si, ¿que?
—Si, es cierto.
— ¿Y que mas me tienes que decir?
—Po… Ponm… Ponmelo.
Mi voz tartamudeaba de forma incontrolable. Ella debia percibir perfectamente la dificultad con que pronunciaba aquellas palabras. Sin embargo, ello no la detuvo a la hora de darme un guantazo brutal con el reverso de la mano que me hizo tambalearme.
—Dirigete a mi como te corresponde, animal.
Yo quede desconcertado, y adolorido, hasta que recorde lo que me habia dicho hacia unos instantes, asi que con la mayor humildad, totalmente derrotado, volvi a pedirselo.
—Pongamelo,… por favor,… Ama.
—Eso esta mucho mejor.
Aparto su mano de mis genitales y trasteo un momento con el aparato. Por lo que pude ver, este se componia de una argolla de unos cuatro centimetros de diametro, quizas menos, que iba sujeta mediante unas presas a un cilindro hueco acabado en una punta roma. El conjunto se sellaba con un pequeño candado. Abrio el candado con una llavecita, que ya tenia puesta, desmonto la argolla del resto del conjunto, y observe como esta se abria, como si de unas esposas se tratara. Luego se puso en cuclillas delante de mi. Note como aprisionaba mi escroto con la argolla, la cerraba e introducia mi pene achicado en el reducto del cilindro, por el que entro bien justo; unio ambos componentes y lo bloqueo todo con el candado, cuya llave engarzo en una cadenita dorada con una cruz diminuta que siempre lleva al cuello.
—Muy bien, ahora que tu trastito esta controlado; como el animal que eres debes asumir la postura que te corresponde.
Apoyo la mano en mi cabeza y empezo a presionar, no excesivamente fuerte, lo suficiente para que yo cediera y terminara arrodillandome. La presion no finalizo hasta que mi frente rozo el suelo.
—Asi esta muy bien. Cariño, ¿puedes colocar tu pie sobre su cabeza? Tengo que ir a buscar algo.
Note un pie sobre mi y vi como los de mi mujer se alejaban hacia el tocador. La oi claramente revolver y despues volvio.
—Pon los brazos tras la espalda.
Lo hice con premura. Sus manos juntaron mis muñecas y estas fueron unidas con varias vueltas de lo que debia ser una cinta adhesiva bastante ancha.
—Ya esta, ya puedes quitarle el pie. Ahora —el tono de voz amable desaparecio y fue reemplazado por uno imperativo—, sigueme.
Empezo a caminar por el cuarto y yo, de rodillas y con los brazos inmovilizados, hacia todo lo posible por seguir sus tobillos. Al cabo de muy poco estaba agotado y resoplaba por el esfuerzo por lo que me detuve.
—Parece que tu animal es incapaz de cumplir una orden tan simple. Habra que incentivarlo —la otra mujer se alejo y en unos segundos estaba de vuelta a mi espalda.
Oi un zumbido y senti un trallazo sobre mis nalgas. Grite y continue boqueando en tanto el dolor inicial se extinguia, quedando una sensacion que quemazon. Un segundo azote revivio el eco del primero. Los siguientes se repartieron entre mis piernas y mi grupa por igual. Debieron de ser como una docena, aunque puede que fueran mas.
— ¿Quieres recibir mas? Si quieres puedo seguir toda la tarde.
Negue rapidamente con la cabeza.
—Pues ya sabes que hacer, debes seguir a tu Ama como el animalito fiel que eres. ¡Ah!, y ni se te ocurra levantar la cabeza, esa boca debe rozar el suelo que ella pisa. ¿Lo entiendes, verdad? ¿Hasta aqui llegas?
Afirme con la cabeza de forma reiterada y pose mis labios en el suelo mientras intentaba mantener la vista fija en los pies de mi mujer. Mis cuartos traseros me dolian de forma insufrible y no deseaba darle a aquella hembra furiosa mas razones para continuar su labor.
Mi Ama se puso a caminar y yo la segui con todas mi voluntad. Mis rodillas se lastimaban con la friccion y mi espalda y mis muslos sufrian la tension del esfuerzo. Aun asi consegui no despegarme de sus pasos ni cuando salio al pasillo y lo recorrio con presteza, llego al final y dio la vuelta para volver a la habitacion. Cuando se detuvo por fin yo estaba a un metro tras ella, bufando y resoplando. Sus pies se colocaron justo delante de mi rostro y note como se acuclillaba y su mano acariciaba mi cabello humedo por el sudor.
—Muy bien, lo has hecho muy bien, asi, asi me gusta, que obedezcas —continuaba acariciandome conforme hablaba—. Muy bien, asi, asi,…
En aquel instante me senti dichoso de haberla satisfecho, agradecido de sus caricias y atenciones. Y, sin mas, lo comprendi, comprendi que, sin saber la razon primigenia, con aquel simple ejercicio y aquel gesto me habia doblegado, me habia sometido a su voluntad; sin mas, comprendi que le pertenecia, que debia pertenecerle, que necesitaba pertenecerle. Y, reconocido, acerque mis labios a sus pies y bese reiteradamente los empeines y los deditos, sus dulces, suaves y perfectos deditos, mientras las lagrimas caian por mis mejillas de forma incontrolada.
—Lo has hecho bastante bien; pero… ummm… he visto alguna reticencia a obedecer con rapidez, asi que deberemos castigarte para que no se te olvide. Ven, sigueme.
Se enderezo y se dirigio hacia el costado mas cercano de la cama. Yo fui tras ella ciegamente.
—Apoya tu pecho en el colchon.
Me enderece y me apoye en el colchon, agradecido del leve descanso que este me proporcionaba.
—Mas, un poco mas —su voz sonaba incluso amable, mientras me cogia de los cabellos de la nuca y tiraba de ellos para que me apoyara hasta la altura del ombligo.
—Muy bien, asi esta bien. Cariño, ¿te gustaria que te diera placer?
Obviamente no me hablaba a mi, asi que quede ahi, recostado, esperando su proximo movimiento, cuando vi como su amante subia al lecho por el otro costado y, tumbandose justo delante de mi, colocaba su entrepierna al alcance de mi boca, mientras doblaba sus piernas sobre sus pechos y las sujetaba con los brazos.
No hizo falta orden alguna para que mi lengua se acercara a sus labios vaginales y empezara a lamerlos. El sabor de sus fluidos comenzaba a inundar mi paladar cuando oi una nueva orden.
—Acercate un poco mas a ella. Quiero que le llegues bien profundo.
Como pude me incorpore algo mas sobre el colchon, hasta que practicamente enterre mi boca en su vagina ofrecida, y mi lengua prosiguio con su tarea, que en aquel momento consistia en dar pequeños toques a su clitoris que, ciertamente, destacaba como un pequeño pene erecto. Jamas habia visto uno semejante, tan desarrollado, y la tentacion de chuparlo fue superior a mi. Asi que lo introduje en mi boca, apartando los dientes y lo sorbi con constancia, haciendo que mi lengua jugara con el.
Los temblores de aquel cuerpo al que estaba proporcionando semejante placer eran brutales. Podia escuchar como la mujer jadeaba, se lamentaba y gruñia, ofrecida del todo a mis caricias bucales, cuando un dolor profundo atraveso mi trasero. Mi Ama me habia azotado aprovechando mi concentracion y el golpe habia llegado de improviso. En un acto reflejo aparte aun mas los dientes de mi presa, temiendo dañarla, y mi boca se abrio para dejar escapar un alarido lastimero.
—Tu sigue con lo que hacias —dijo mi Ama con autoridad—; ya te dije que necesitabas un correctivo y lo vas a recibir.
Volvi a cerrar la boca sobre aquel clitoris prodigioso y me esforce en proporcionarle el maximo deleite, en tanto los azotes se repetian uno tras otro, desde distintos angulos, convenientemente espaciados entre si, para que el efecto del siguiente se solapara con el rumor del ultimo.
Lo cierto es que llego un momento en que, de forma inconsciente, mis caderas se acompasaron con la flagelacion, siguiendo su ritmo, su cadencia. El padecimiento insufrible se veia aliviado por mi afan constante en satisfacer a la amante de mi Ama, cuyas piernas habian pasado a descansar sobre mis hombros, al tiempo que presionaba todavia mas su sexo contra mi, casi asfixiandome con el aroma terriblemente salvaje de su goce. Eran un conjunto de sensaciones feroces, esenciales, que se agolpaban en mi ser haciendome desear que jamas finalizaran, que se repitieran en un ciclo continuo de paroxismo.
Sin embargo, la excitacion que habia proporcionado a aquella hembra llego a su cumbre y, al tiempo que sus muslos se cerraban sobre mi cabeza, apresandola en una tenaza ferrea, comenzo a sufrir sacudidas vehementes, con una violencia incontenible, cuyos espasmos se transmitian a mi cuerpo del todo exasperado por obtener un placer semejante. Mi pene, preso en su encierro, se comprimia contra este, imposibilitado de expandirse, lo que me hacia delirar de pura angustia y sufrimiento, al tiempo que los azotes no se detenian, sino que, por el contrario, aumentaron su intensidad y fuerza, haciendome sacudir las caderas, cautivo de un frenesi exasperante.
Cuando las piernas me liberaron, el correctivo finalizo, y yo me derrumbe agotado sobre el colchon empapado de sudor y flujos vaginales, con la respiracion entrecortada y una sensacion de tormento concentrado en mi miembro contenido y en mi trasero inflamado y ardiente.
Los dedos de mi Ama palparon la piel de mis nalgas y su tibieza me proporciono un alivio momentaneo, que pronto fue sustituido por el mas profundo ramalazo de dolor cuando uso su uñas para raspar la superficie castigada. La sensacion era pura agonia, y pronto comence a gruñir y berrear como un animal sacrificado, sumido en un estertor sin limite.
—Ahora —dijo, sin detener la tortura— debes demostrarme tu absoluto sometimiento. ¿Lo haras? Dime, ¿lo haras, por mi?
Con tal que sus uñas se detuvieran haria lo que fuera, lo que ella quisiera, y asi se lo hice saber, como pude.
—Si,… Ama… ¡Siiiii! Por favor,… Ama… por favor…
—Bien, no esperaba otra cosa de ti; hasta ahora has sido un animalito muy obediente.
—Amor, ve al cuarto de baño y traeme un frasco de aceite corporal que hay en el armario y un pote de vaselina.
Sus uñas abandonaron mi piel irritada. Me quede solo sobre el lecho, expectante, temeroso de lo que se avecinaba, convencido que el suplicio no habia finalizado.
Al cabo de un rato ella camino hasta el otro costado de la cama y dejo sobre esta un pote, quedandose con un frasco transparente que abrio, vertiendo un chorrito en la palma de su mano.
— ¿Sabes?, hay quien usa solo aceite corporal para lubricar —dijo, al tiempo que frotaba el falo que todavia pendia de sus caderas con su mano—, y hay quien usa solo vaselina; pero lo que la mayoria no sabe es que si usas ambas combinadas —dejo el frasco cerrado sobre la cama y cogio el pote, abriendolo y pasando un par de dedos para recoger una racion de la emulsion pastosa— el efecto final es muchisimo mas lubricante —y unto el falo con la pomada, frotandolo a continuacion de arriba a abajo, como si se masturbara—. Lo podras comprobar enseguida.
Luego desabrocho las correas del arnes y pude ver como se extraia del interior de su vagina el otro extremo del falo embebido en sus fluidos, lo volvio a introducir, dejando escapar un gemido, y reajusto las correas.
—Bien, ya ha llegado el momento.
Volvio a colocarse detras de mi y, al cabo de unos segundos, note una leve presion en mi esfinter anal. Instintivamente lo aprete y, sin poder controlarlo, empece a tiritar.
—Vaya, esta muy prieto, quien lo diria; creo que primero habra que ablandarlo un poco. No queremos desgarrarte, ¿verdad? —Su tono era de chanza—. Tendras que relajarte mas si no quieres sufrir —dijo, acariciando mis lomos—. Cariño, puede que tengas que ayudarlo.
Ella se puso a un lado del lecho y unas manos separaron mis cachas; al poco una lengua empezo a lamer el esfinter. Era una sensacion muy relajante, debo admitirlo, y. poco a poco, el musculo fue cediendo hasta que un dedo entro con algo de dificultad en mi recto e inicio un vaiven continuo. Cerre los ojos, avergonzado del placer que esta nueva sensacion me producia. Pasados unos minutos ya eran dos los dedos que entraban en mi interior. Yo emitia un leve ronroneo de deleite.
—Ya esta bien —dijo mi Ama—. Ya se ha relajado lo suficiente.
Abri los ojos ante sus palabras y vi como se colocaba otra vez tras de mi. De nuevo, algo se poso en la entrada de mi esfinter y unas manos se agarraron a mi cintura con fuerza. La presion fue aumentando y pronto mi orificio se dilato para dar cabida al lo que debia de ser la punta del falo. Esta era mucho mayor en diametro que los dos dedos que me habian introducido y, por tanto, el dolor que me causo fue brutal. Empece a aullar e intentar arrastrarme sobre el colchon hacia delante, pero las dos manos en mis caderas me sujetaban impidiendomelo. Lentamente, como si la mera penetracion le causara un profundo placer, aquella tranca entro en mi cuerpo infundiendome una autentica agonia. No se detuvo hasta que pude notar su pelvis contra mis nalgas, lo que significaba que estaba totalmente ensartado. Luego, aparto sus manos de mis caderas y percibi como se inclinaba sobre mi, posando su cuerpo sobre mi espalda, clavando en esta sus increiblemente erectos pezones. Podia notar su vientre sobre mis manos ligadas y como sus manos acariciaban mis hombros y bajaban hasta mis tetillas, haciendose con estas y apretandolas entre sus dedos. Despues de unos segundos, sus caderas empezaron a bombear.
Primero de forma lenta, pausada, saliendo casi del todo para volver a entrar hasta el fondo. Acompañaba cada acometida con un fuerte pellizco en mis pezones. Para mi era totalmente insoportable; lloraba desconsolado mientras ella proseguia impulsada por su propio placer.
—Vamos, esas caderas, quiero sentir como te mueves —me dijo, sin que yo supiera en un inicio a que se referia—. Vamos, ¿a que esperas?, empieza a moverte.
Obedeci. No me quedaban fuerzas para oponerme. Mis caderas iniciaron un movimiento leve, al tiempo que las suyas, seguramente excitada por mi docilidad, aumentaban el ritmo. Sus manos ya no apretaban mis tetillas, sino que se habian agarrado a toda la carne que podian retener, afianzandose asi a mi cuerpo.
Mis lagrimas continuaron mojando las sabanas durante todo el tiempo, mientras ella seguia con la monta, entrando y saliendo a un ritmo rabioso, cada vez mas y mas rapido, cada vez mas y mas punzante, hasta que, finalmente, sus manos apretaron con una fuerza descomunal y sus caderas dieron un ultimo empellon hasta el fondo de mis entrañas. Su cuerpo temblo y se sacudio sobre mi durante varios segundos en lo que debio de ser un orgasmo bestial.
Paso, probablemente, mas de un minuto hasta que su respiracion se normalizo; entonces, todavia ensartado por su falo, note como acercaba su boca a mi oreja y me mordia el lobulo hasta casi masticarlo. Luego me susurro:
—Ha estado muy bien, mi bestia de carga. Habra que repetirlo mas a menudo. ¿No crees?
—Si,… mi Ama. Lo que mi Ama… desee —le conteste entre gimoteos, con la voz enfebrecida, mientras mi cuerpo se estremecia sin control, pleno de una excitacion no liberada que anulaba todo rastro de cordura.
Autor: x23820
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