IN SUBMISSION. SESSION 5
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por x23820.
Rea parecia dormitar, con el cuerpo acurrucado y la cabeza apoyada en el brazo; podia ver como los pechos se desplazaban con suavidad al ritmo de su respiracion y sus labios musitaban palabras inconexas en total silencio. Era una delicia observarla recostada sobre el entarimado, totalmente relajada, serena, tan bella, con su piel dorada por el sol repleta de contraluces que delimitaban sus musculos exquisitos.
De repente, el Amo dejo la revista sobre la mesilla y nos miro a ambas. Vio que Rea dormia y centro su mirada en mi.
—Can, vamos, bonita. Hoy toca baño —dijo, mientras se levantaba y se dirigia hacia el patio.
Me puse inmediatamente a cuatro patas y lo segui tan cerca de sus talones como pude. El baño semanal era una de mis actividades favoritas y cuando llegaba el dia lo esperaba con ansia.
El Amo se quito las chancletas a la entrada del patio y se saco la camiseta, quedando en pantalones cortos. Luego se dirigio hacia el soporte de la manguera y empezo a desenrollarla.
Una luz inmisericorde bañaba la escena obligandome a entornar los ojos. Podia sentir los rayos del sol de julio incidir en mi piel al tiempo que las palmas de las manos percibian el calor que manaba de las baldosas de rasilla.
Un chorro de agua fria me sorprendio. Abri los ojos y lo vi a mi lado dejando en el suelo el cubo con los utensilios de baño mientras me apuntaba con la manguera. Cuando me hubo empapado bien, se arrodillo descansando sobre sus talones, cogio la esponja y vertio una cantidad generosa de gel de baño, apretandola varias veces para que hiciera suficiente espuma.
Estaba a punto de empezar a frotar mi espalda cuando se detuvo y la dejo al lado.
—Vaya, me olvidaba —dijo, al tiempo de se sacaba la cadenita que pendia de su cuello con nuestras llaves y se inclinaba un poco para poder ver bajo mi vientre.
Senti sus manos sobre mi aparato de contencion y como con un simple clic liberaba mi miembro de su prision. El aparato era un instrumento muy simple aunque terriblemente efectivo. Sujeto a mi escroto por una arandela de metacrilato, era un cilindro de dicho material con un pequeño orificio en la punta, de forma que, una vez introducido mi pene en tan ajustado reducto, imposibilitaba cualquier signo de ereccion, permitiendome hacer mis necesidades basicas a traves del orificio, por el que tan solo sobresalia el meato.
Aun recuerdo los padecimientos que sufri al principio de llevarlo, cuando mi torpeza y falta de comedimiento me martirizaban, en especial por la mañana al despertarme. Pero el adiestramiento estricto y los correctivos impuestos por mi Amo han conseguido, con el tiempo y una infinita paciencia por su parte, que sea capaz de soportarlo en todo momento; quedando libre del mismo solo cuando mi Amo lo considera conveniente, que suele ser, por lo general, a la hora del baño.
Una vez estuve liberada volvio a coger la esponja y empezo a frotar con fuerza la piel de mis lomos. La esponja es de estas que se asemejan a un estropajo, para activar la circulacion segun dicen, por lo que, al principio, las sensaciones que me produce no son muy placenteras; sin embargo, su masaje continuo hace que al cabo de unos minutos me este retorciendo de puro deleite, sobre todo cuando llega a mi vientre. Podia notar la esponja recorrer mis omoplatos, mis brazos, mis piernas, e incluso mis nalgas y la entrada de mi ano, donde se entretuvo un rato.
Cuando me tuvo enjabonada por completo, dejo la esponja y saco un frasco de aceite corporal del cubo. Nada mas verlo comence a excitarme, previendo lo que se avecinaba. Eso era lo que hacia del baño semanal mi actividad favorita. Aquel era el unico momento en que me estaba permitido tener una ereccion y, ademas, era mi propio Amo el que me daba el placer del que tan necesitada estaba. Obviamente, ello dependia de que mi comportamiento hubiera sido ejemplar.
Abrio el frasco y vertio aceite en la palma de su mano con generosidad y se froto ambas manos entre si para esparcirlo.
Al sentir una de sus manos frotar mi miembro mientras la otra masajeaba mis testiculos, cerre los ojos y me sumergi en el goce mas absoluto. Su mano cerrada subia y bajaba con rapidez, aunque sin llegar a rozar el glande en ningun momento; de haberlo hecho, habria eyaculado al instante, pues la falta de roce durante tanto tiempo lo habia hipersensibilizado. Al fin y al cabo, yo era su perrita macho.
—Asi, bonita, muy bien, asi —me dijo, en un tono suave.
Su voz calida me animaba al tiempo que podia notar como jugueteaba con la piel de mi escroto, separando y juntando los testiculos como si practicara juegos malabares y exacerbando aun mas mis sensaciones. Despues, uno de sus dedos comenzo a acariciar mi esfinter anal hasta que penetro e inicio un vaiven en mi interior que pronto se armonizo con el ir y venir de mis caderas. En un instante, ya eran dos los dedos que se adentraban en mi recto, proporcionandome sensaciones muy deleitosas.
A pesar de estar ofuscada por los estremecimientos, oi unos ruidos cerca de mi y entreabri los parpados. Rea se habia despertado y se acercaba. A cuatro patas, la unica forma en que teniamos permitido movernos en su presencia, sus caderas se balanceaban seductoras. Se planto a mi costado, observando las manos del Amo operar con total eficiencia mientras mis jadeos aumentaban para terminar resoplando y sacudiendome con fuerza cuando el semen empezo a brotar a borbotones.
Rea, tal y como habia sido adiestrada, se inclino rapidamente sobre las baldosas y empezo a lamer el esperma. No la veia, pero sabia que lo estaba haciendo con toda la dedicacion posible porque la mano del Amo le acariciaba la espalda con suavidad. Sorpresivamente sus labios se posaron en la punta de mi pene y empezaron una succion ansiosa que me produjo escalofrios.
—Atras, Rea, atras —le dijo el Amo cuando se dio cuenta, al tiempo que la cogia de la correa del cuello y la sacaba de debajo de mi entrepierna.
—Rea, mala, eso no se hace —su voz sonaba entre divertida y amenazante. Se puso de pie y la arrastro un metro delante de mi.
Aun sujeta por la correa le atizo un par de azotes con la palma de la mano en las nalgas que resonaron con fuerza. Rea emitio un quejido de dolor con cada azote. Cuando el Amo la dejo ir, corrio a inclinarse a sus pies y empezo a lamer estos con entrega.
El Amo debio decidir que ya eran bastantes azotes y la dejo. Volvio a mi lado y tomo la esponja para terminar de enjabonarme, en especial mi pene y testiculos.
Luego cogio mi collar y tiro de el hacia abajo al tiempo que empujaba mi cadera de forma que acabe tumbada en el suelo de espaldas. Del cubo saco un pote de espuma de afeitado y una maquinilla. Extendio la espuma por mi entrepierna y comenzo a afeitarla con presteza. Despues de volver a ponerme a cuatro patas me aclaro con la manguera a presion y me dio una palmada en el trasero para que me alejara a secarme bajo el sol.
—Rea, ven, rapido.
Rea se acerco decidida; sabia que ahora le tocaba a ella ser lavada. Lo que no sabia era que el Amo no le proporcionaria placer alguno. Una simple falta como la cometida hacia un minuto bastaba para ello, y su travesura implicaba un padecimiento mayor que un par de azotes. Asi pues, la enjabono sin mas, le afeito la entrepierna y, despues de quitarle el jabon con el agua a presion, la mando a secar a mi lado.
Mientras nos tumbabamos boca arriba para terminar de secarnos, pude observar los labios de su sexo hinchados y humedos de excitacion, congestionados en espera de un placer que no les habian proporcionado. Su mera vision me estaba avivando de nuevo, asi que aparte la vista y me limite a mirar el cielo tan azul que habia aquel dia.
Cuando el Amo volvio a aparecer, ya estabamos secos; nos pusimos a cuatro patas y le seguimos hasta el centro del patio.
—Can, acercate.
Docil, me aproxime y empece a lamerle los pies; sin embargo, eso no era lo que queria de mi, asi que los aparto sin mas.
—Date la vuelta y enseñame tu rajita.
Me gire e incline mi torso hacia abajo, aupando todo lo que pude mis nalgas. El las separo y luego palpo con sus dedos mi esfinter.
—Esta algo cerrada. Como me temia. Habra que hacer algo. Pero lo primero es lo primero. —Y nada mas decirlo, se acuclillo y volvio a colocarme el aparato de contencion con movimientos rapidos y expertos.
Entro en la casa y al cabo de unos minutos salio. En una mano llevaba un pote de lubricante y en la otra un arnes con un falo. Por lo que pude apreciar, este no era demasiado largo aunque si de un grosor destacable. Su sola vision hacia que mis piernas comenzaran a temblar a mi pesar. Aunque tambien pude notar como mi agujero empezaba a lubricarse. En el fondo, no era mas que una perra en celo, y mi Amo lo sabia muy bien.
—Bien, perrita, vamos a ensanchar algo tu rajita. Luego me lo agradeceras. —Esa ultima frase no la entendi muy bien, pero no le di importancia cuando note sus dedos embadurnando mi esfinter.
Dejo el pote de lubricante y cogio el arnes. Ahora que lo podia ver mejor, distingui en la base del falo una bola que doblaba en diametro a este.
—Este es un juguete nuevo que os he comprado. Ya veras, te va a encantar —dijo, sin que yo supiera a quien se dirigia—. Rea, ven.
Rea se acerco con total mansedumbre, supongo que intentando mostrar su mejor voluntad para ser perdonada. Con algo de dificultad al principio, el Amo termino colocandole el arnes, del que, por lo que pude ver, salia una especie de apendice que introdujo en la vagina de la perrita. Cuando por fin se lo vi puesto, me parecio increible. Aquella hembra tan apetecible ahora disponia de un miembro viril envidiable; y su mera vision estaba empezando a afectarme de una forma muy dolorosa para mi propio pene. Puse todo mi empeño en relajarme antes de que el Amo advirtiera mi humillacion, aunque en aquel momento estaba ocupado con Rea. La cogia por el collar y la arrastraba hacia mis cuartos traseros.
Sin apenas darme cuenta se monto sobre mi, agarrandose con sus brazos a mis costados, mientras el falo rozaba mis nalgas. Varias veces intento hacer blanco sin conseguirlo, hasta que finalmente nuestro Amo, que lo observaba todo con curiosidad, se acerco y le ayudo.
La mitad del falo entro de un solo golpe arrancandome un lamento brutal, casi un ahogo por una intrusion tan sorpresiva. De inmediato, Rea inicio un vaiven que introducia un poco mas de falo en mis entrañas cada vez.
—Mas rapido. Mucho mas.
Sus instrucciones fueron cumplidas y en segundos el ritmo de la penetracion se hizo vertiginoso, seguramente favorecido por el lubricante. Era como ser taladrada por una maquina. Podia percibir las caderas de Rea chocando contra mi grupa una y otra vez.
En cada ocasion, la bola que habia al final del falo se habria paso un poco mas hacia mi interior. Era el preludio de una sensacion de total pavor que me invadia, solo de pensar en que pudiera entrar del todo.
—Vamos, Rea, mas rapido, mas fuerte. Hasta el final.
Rea obedecio. Sus envestidas eran brutales. Se apretaba a mi cuerpo con impetu, arremetiendo incansable mientras los envites continuos dilataban mas y mas mi esfinter para dar cabida a la bola de la base. Finalmente, berree de puro dolor cuando esta se introdujo en mi recto. Pero Rea no se detuvo, continuo moviendose con algo mas de suavidad hasta que note como se convulsionaba sobre mi y gemia sin contencion.
—Asi, muy bien, muy bien. Ahora pasa una pata por encima de su espalda.
Rea lo hizo, al tiempo que se giraba, y quedamos trasero contra trasero. Al parecer el arnes permitia aquel movimiento. Podia notar como cada oscilacion de su cuerpo hacia vibrar el falo en mi interior.
—Ahora, perritas, os quedareis asi hasta que yo vuelva.
El Amo volvio vestido de calle. Fue hacia donde estaba Rea y al poco tiempo note como el falo salia de mi interior, no sin algo de sufrimiento por mi parte.
Una vez hubo sacado el arnes a Rea, aseguro el mosqueton de la correa de paseo en su collar y repitio el gesto conmigo.
—Al coche, hoy vamos a salir.
Ambas nos miramos y sin mas comenzamos a gatear hacia el garaje. Al llegar al lado del automovil, un monovolumen con una puerta trasera amplia, el Amo lo abrio y, tirando de las correas, nos hizo subir al interior. Los asientos habian sido abatidos para dejar mas espacio libre y una manta cubria el suelo. Nos acomodamos lo mejor que pudimos tumbadas sobre la manta y la puerta se cerro.
Era poco probable que alguien pudiera vernos desde afuera del coche pues este disponia de unos cristales tintados aunque, cuando salimos al trafico, nos quedamos muy quietas todo el rato. El viaje debio de durar mas de una hora.
Cuando la puerta trasera del automovil se abrio de nuevo y la luz del sol entro, parpadeamos al unisono. El Amo cogio nuestras correas y tiro para que salieramos. Lo hicimos con cuidado y, nada mas poner los pies en el suelo, nos pusimos a cuatro patas. El lugar parecia la entrada a una residencia de los suburbios, con un jardincillo bien cuidado, flores frescas y una fuentecita que burbujeaba constantemente.
Un tiron nos devolvio a la realidad y comenzamos a gatear en direccion a la puerta principal. Tras apretar el timbre esperamos un rato en total silencio.
Eche un vistazo rapido antes de humillar la cabeza, tal y como habiamos sido adiestradas. Nos habia abierto la puerta una mujer. Alta, de formas sugerentes, y vestida con elegancia. Centre mi atencion en sus pies, bellos y delicados, expuestos al llevar unas sandalias de tacon sumamente exquisitas.
— ¡Fantastico! Ya has llegado. ¿Que tal el viaje? —Su voz era dulce y armoniosa, con el tono justo que cabia esperar de su belleza.
—Bien, francamente bien. No he tenido ningun problema con el plano que me hiciste.
—Pero que maleducada soy. Pasa, pasa. Veo que has traido las dos perritas, como dijiste.
—Si. Espero que no te importe.
—De eso nada. Al contrario. Lo he preparado todo en el patio de atras. Estaremos mas frescos y no hay ninguna posibilidad de miradas indiscretas.
Nuestro Amo la siguio, y nosotros detras de el, mientras la mujer nos conducia hacia el patio.
Al salir al mismo pudimos ver que mas que un patio era un jardin, con un par de hamacas, una mesa de terraza con sus sillas y un toldo que daba sombra a la zona embaldosada; el resto estaba cubierto de un cesped bastante verde para la epoca. El jardin quedaba aislado del exterior por un muro de piedra de mas de dos metros de altura.
—Es precioso. Mucho mas de lo que me dijiste
— ¡Oh! Gracias. Procuro tenerlo cuidado, nada mas. A ver donde se habra metido. ¡Brutus! ¡Brutus, ven!
No supe a quien llamaba hasta que lo vi aparecer de detras de un seto. Era un macho fuerte y musculoso de piel morena, que gateaba hacia nosotros con brio. Solo verlo, Rea y yo empezamos a temblar.
Entonces, nuestro Amo se inclino y nos solto de las correas.
—Vamos, ir a conoceros. Vamos, sin miedo.
Brutus se habia parado a medio camino, seguramente evaluandonos, al igual que nosotras a el. Animadas por unas palmadas en nuestras nalgas comenzamos a avanzar.
Al acercarnos mas, Brutus enseguida se fijo en Rea. Y yo en lo que colgaba de la entrepierna de Brutus. Jamas habia visto nada igual. Estaba en reposo y ya era practicamente como mi antebrazo. Mientras Brutus se entretenia en olisquear la rajita de Rea, que en aquel momento se dejaba hacer sin mas, totalmente ofrecida a aquel macho, yo no pude contenerme y acerque mi boca a aquel pedazo de carne, abri cuanto pude las mandibulas y engulli poco mas que la cabeza del pollon; aun asi, comence a chupar hasta quedar sin resuello, comprobando como seguia expandiendose de forma increible. De fondo, podia oir los gemidos de Rea, a la que debian estar haciendo un estupendo trabajo bucal.
Me la saque de la boca un momento para recuperar el aliento y vi como los fluidos resbalaban por los muslos de la perrita mientras sus musculos se agitaban al ritmo de las lamidas de Brutus. Mas alla, sentados en un par de sillas de jardin, nuestros Amos contemplaban la escena, relajados, refrescandose con unos vasos de te helado. El Ama de Brutus se habia recogido la falda y con la mano que no sujetaba el baso estaba acariciandose la vulva por encima de las braguitas. Esa vision me excito sobremanera, haciendo que mi pene deseara expandirse y causandome, por tanto, un golpe de dolor; asi que volvi a concentrarme en mi tarea con dedicacion.
Esta vez comence a lamer el miembro con la lengua. Lo lami cuan largo era, desde la punta hasta la base e incluso lami los enormes testiculos, pasando mi lengua por la piel sin el mas leve rastro de vello. Era una sensacion muy placentera apreciar la calidez, el tacto y el regusto de aquel escroto que empezaba a dilatarse por momentos, prueba de que no era indiferente a mis esfuerzos.
Los gemidos de Rea habian ido en aumento, señal que se acercaba a peligrosamente al extasis. Dejo ir un leve lloriqueo y humillo la cabeza cuanto pudo dirigiendose a nuestro Amo.
—No, perrita, no —dijo este—.No tienes permiso. Ven aqui, rapido. El Ama de Brutus quiere conocerte.
Rea no pudo contener un bufido de total frustracion y comenzo a gatear hacia donde se encontraban. Brutus parecio quedarse desconcertado. Hasta que oyo la voz de su Ama.
—Brutus, ahi tienes a tu perrita, diviertete.
Evidentemente se referia a mi. En aquel momento empece a tiritar de puro panico. Jamas me habia montado un macho con un instrumento semejante. Me aterraba y fascinaba por igual la posibilidad de sentirlo en mis entrañas.
—Si, Can, diviertete —corroboro mi Amo, probablemente advirtiendo mi reticencia—. No me defraudes, perrita.
Intente gatear en su direccion y pedirle lloriqueando como un cachorro, humillada del todo, que me eximiera de esta prueba de obediencia; sin embargo, mientras orientaba mi mirada hacia mi Amo, viendo las nalgas de Rea subir y bajar conforme se acercaba a el, note la caricia calida de una lengua entre las mias. Brutus, el obediente Brutus, estaba acatando la orden de su Ama.
Su lengua era muy relajante, al igual que la vision del sexo hinchado y humedo de Rea. Se entretuvo en mis testiculos un rato, acariciandolos apenas con la punta para luego ascender muy lentamente hasta el esfinter. Recorrio con su lengua los alrededores de este y despues inicio un movimiento basculante justo en la entrada que, con suavidad, empezaba a ceder a sus requerimientos.
Yo estaba extasiada con las sensaciones que Brutus me proporcionaba; pero, aun asi, pude ver como su Ama se desnudaba dejando al descubierto un cuerpo precioso, muy atractivo y esbelto, luego se sento de nuevo y abrio sus piernas para que Rea le diera placer con su boca. Mientras la perrita se entretenia en lamer y mordisquear la vulva, la mujer se pellizcaba sin compasion sus pezones y amasaba sus pechos con los parpados cerrados y los labios entreabiertos. Nuestro Amo, cuya excitacion era mas que evidente bajo la tela de los pantalones, se limitaba a observar la escena al tiempo que sorbia de tanto en tanto de su vaso.
La lengua de Brutus se habia abierto paso hacia mi interior, evidenciado cuan relajado estaba. Era un deleite calido y turgente que acariciaba la entrada de mi recto y empezaba a afectar a mi cuerpo entero, haciendome vibrar.
—Brutus… Brutus, ummm… —la voz de su Ama sonaba entrecortada, casi incapaz de pronunciar las palabras—. Brutus, ummm… montala,… ¡ya!
En un par de segundos note como el macho se subia a mi espalda y, apretandose sobre esta, apuntaba su prepucio sobre mi rajita. Ante aquella sensacion queria huir, pero, tal como me tenia cogida, me resultaba imposible. Y resolle en busca de un aire que se escapaba de mis pulmones cuando empezo a abrirse paso en mi interior.
Justo cuando la cabeza del pollon hubo penetrado, dilatandome como jamas pense que fuera posible, pude vislumbrar a la mujer sacudirse, gritar y apresar entre sus muslos las sienes de la perrita que tanto placer le estaba dando.
Una vez el Ama se hubo relajado y sus musculos descansaron laxos, mientras Rea permanecia quieta y humillada a sus pies, pense que todo habia terminado. No obstante, Brutus seguia con su tarea, y su pene continuaba sacudiendose a traves de mi recto. Podia sentirlo avanzar y retroceder con pequeñas sacudidas que lo adentraban cada vez un poco mas. Aquella enormidad me hacia sentir totalmente rellena, con un grado de dilatacion absoluta que me enloquecia y torturaba por igual. Mi cuerpo se estaba debilitando fruto del delirio y la calentura que la monta me producia, y mi vista empezaba a nublarse. Aun asi, vi con bastante claridad como el Ama se levantaba de su asiento y se hacia seguir por Rea. Se sento en un pequeño banco de madera y separo levemente las piernas. Rea se le acerco y comenzo a lamerle los pies, sumisa. El Ama le acaricio el pelo con ternura. Pero, al parecer, deseaba otra cosa de la perrita. Dijo algo que no pude oir y Rea parecio entender la orden, ya que se giro, ofreciendo su grupa.
Podia sentir la punta del pene de Brutus chocar en el limite de mi recto. Ya no podia penetrar con mayor profundidad y se limitaba a permanecer ahi, pulsando, haciendome sentir todo su grosor a traves de mi cuerpo, al tiempo que sus brazos se apretaban a mi torso y su aliento bufaba en mi nuca.
—Brutus, montala rapido, como te he adiestrado.
Con esa mera orden, note como la presion de los brazos del macho se incremento y al poco sus caderas comenzaron un vaiven enloquecido. Su miembro hacia todo el recorrido hasta practicamente salir para volver a entrar con impetu, acelerando con cada embestida, una y otra vez. Mis brazos habian cedido y casi descansaba mi cabeza sobre la hierba, respirando con dificultad, al tiempo que un aliento de placer empezaba a despuntar entre todo el padecimiento y la angustia que me colapsaba.
Asi, rendida al impetu de Brutus, vi como su Ama se habia colocado un arnes muy parecido, si no igual, al que nuestro Amo habia colocado a Rea esa misma mañana. Nuestro Amo, por cierto, seguia observando ambas escenas, aunque ahora su pene erecto sobresalia de su bragueta y se lo acariciaba con tranquilidad.
El Ama dio un par de palmadas a Rea para que gateara un poco y luego la detuvo. Se arrodillo tras la perrita y pude ver el momento justo en que la monto por la bocanada de aire que esta dejo escapar al sentirse poseida.
Ver a la perrita montada por aquella mujer, ver como el Ama se inclinaba sobre su espalda e iniciaba un movimiento entusiasta con sus caderas al tiempo que se agarraba a los pechos que pendian golosos, me estaba causando una sensacion de excitacion tal que mi pene congestionado parecia intentar quebrar su prision. El dolor que ello me producia unido a la barra de carne que me recorria una y otra vez, la presion del cuerpo del macho y el rostro enardecido de Rea, con los parpados entrecerrados, me estaban enloqueciendo, inflamada como estaba e incapaz de alcanzar el climax mientras todos a mi alrededor parecian tan cerca de conseguirlo.
El berrido que solto Rea me indico que habia empezado a sentir la penetracion de bola. En cierta forma me produjo un ramalazo de placer verla sufrir casi de igual forma que ella me habia hecho sufrir por la mañana. Su cuerpo temblaba con cada embestida mientras las caderas del Ama pulsaban con fuerza como queriendo atravesarla del todo.
La vision de su Ama montando a la perrita debio ser demasiado para Brutus, que al final empezo a sacudirse convulso sobre mi espalda y me inundaba con su semen caliente y espeso. A pesar de ello, su miembro no parecia capitular y continuaba obturandome mi rajita, para entonces totalmente dilatada y cedida. Seguramente no deseaba desmontarme, prendado al igual que yo en la imagen de Rea sollozando, gimiendo e incluso llorando mientras la pelvis del Ama se fundia con sus gluteos, prueba inequivoca de que la penetracion se habia consumado y la bola estaba totalmente introducida. El cuerpo de la perrita comenzo a temblar descontrolado como si sus articulaciones fueran a desmontarse. Finalmente cayo sobre la hierba, extenuada, todavia prendida de las caderas del Ama, que acariciaba con suavidad la piel de su espalda cubierta de sudor.
El Ama salio del interior de Rea y esta lo reflejo con un nuevo temblor. Luego se acerco a nuestro Amo, cuyo pene permanecia inhiesto, y este le desprendio el arnes.
El Amo se levanto y la mujer le acaricio la piel del miembro, frotandola con dedicacion, lo que hizo que el Amo apoyara la cabeza en su hombro. Sin dejar de frotar, ella le susurro algo al oido y el asintio. Entonces, se dirigio a Rea.
—Vamos, perrita, siguenos.
Aun cogiendolo por el miembro, la mujer se dirigio, desnuda como estaba, al interior de la casa mientras la perrita los seguia gateando con impetu para no quedar retrasada y no irritar a nuestro Amo.
Antes de atravesar la puerta, ambos se volvieron para mirarnos a Brutus y a mi.
—Muy bien Brutus, lo has hecho muy bien. Como premio, podras montar a la perrita toda la tarde —dijo el Ama.
Sus palabras produjeron de inmediato su efecto, haciendo que el pollon del macho se endureciera y encabritara mas si cabe, e iniciando de nuevo el vaiven que tan placentero debia resultarle.
Yo mire implorante a mi Amo.
— Es lo que querias, ¿verdad, perrita?
Iba a empezar a lloriquear cuando Brutus me mordio la nuca e inicio unas penetraciones mas profundas y lentas que me hicieron estremecer. Entonces, mi Amo sonrio y girandose entro en la penumbra de la casa seguido por Rea, cuyos labios vaginales relucian de pura humedad.
Autor: x23820
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