Ingenua pero muy social 2
Segunda parte.
Por fin llegó el día de nuestra ansiada boda, Mario y yo por fin íbamos a casarnos, pero no en las condiciones que hubiésemos querido. Todo fue de manera muy prematura pues había quedado embarazada y mi padre al saberlo dispuso rápidamente todos los preparativos.
Mario ya estaba listo y esperándome en la iglesia junto a la mayoría de los invitados mientras que yo ultimaba los últimos detalles de mi vestimenta con ayuda de mi madre y mis tías. Dado mi estado tuvieron que hacerse varias modificaciones en el vestido de bodas de mi madre y, aun con todo, tenía que hacer grandes esfuerzos para poder respirar con el corsé tan ceñido.
La gran limusina blanca, el coche nupcial que me llevaría hasta la iglesia, llegó antes de la hora prevista. El chofer, un amigo de Mario, abrió la puerta del vehículo y me ayudo a entrar echando mano a mis voluptuosas nalgas. Fue una grata sorpresa encontrar que dentro del lujoso vehículo estaban el resto de sus amigos para acompañarme.
-!Lola estas guapísima! -Exclamó uno de ellos –Hemos pensado en acompañarte todos juntos para asegurarnos de que llegues sana y salva, al fin y al cabo, llevas a nuestro pequeño retoño.
A mí me parecía muy tierno que los amigos de Mario me cuidaran tanto y pensaran en nuestro bebe como suyo propio.
-Lolita pero si apenas puedes respirar con eso, deja que te quitemos un rato el vestido hasta que lleguemos, aún queda un buen rato para que empiece la ceremonia…
Cuando quisimos darnos cuenta ya estábamos llegando tarde a la ceremonia, salimos del descampado donde habíamos aparcado y nos dirigimos a toda velocidad a la iglesia. Me arreglé el pelo como pude y me recoloqué la falda, múltiples manchas habían impregnado mi vestido, por suerte era todo blanco y apenas se notaban.
La ceremonia dio comienzo nada más llegamos y desde su asiento noté la mirada de desaprobación de mi madre al ver el desastre de mi pelo. Aun con todo ello la boda fue preciosa, después de darnos el ‘’si quiero’’ y tras hacernos las clásicas fotos con los familiares, nos dirigimos al lugar del convite. Allí mi suegro, al ser nuestro padrino, nos deleitó a todos con un discurso muy jovial halagando sobre todo mi trabajo en el bar, lo mucho que lo ayudaba por las noches en su oficina y el don de gentes que tenía con los clientes.
Tras el fabuloso banquete y antes de empezar la fiesta, Mario y yo fuimos los encargados de iniciar el baile nupcial. Su padre no tardó en proclamar el cambio de parejas tomándome de la cintura, un fuerte olor a alcohol anunciaba que iba un poco demasiado contentillo.
-Que bien te sienta el embarazo Lola… cariño… -Dijo mientras su mano bajaba sin querer hasta mis abundantes posaderas. -Si lo llego a saber te habrías quedado preñadita mucho antes… mmm… vamos al baño Lolita y te muestro tu regalo de bodas, joder….
-Pero Don Gustavo, su hijo y yo abriremos los regalos durante la fiesta, aun no se puede –Le conteste yo sonriente.
-Ven coño, con todos bailando nadie sabrá donde estamos, y tu bien calladita eh… –Me contestó de forma brusca mientras tiraba de mi hasta el lavabo de caballeros.
Dado el estado de embriaguez de mi suegro y conociendo su agresividad, opté por ceder y recibir su regalo de bodas. Estaba muy ansioso por dármelo, de un fuerte empujón me hizo entrar en uno de los cubículos y me lo dio de malas maneras. Diez minutos después mi suegro salió del lavabo muy contento pensando que me había encantado su regalo, yo salí al poco después tratando de poner la mejor cara para no mostrarle mi descontento, tenía el cuerpo dolorido y ya no me apetecía bailar más.
Durante el transcurso de la fiesta, mi marido y sus amigos dieron buena cuenta de las bebidas y el alcohol no tardó en hacer efecto. De pronto se formó un círculo en torno a mi marido y otro hombre, era Tonel, uno de los camioneros habituales que frecuentaban el bar y amigo de mi suegro. Al parecer mi marido había escuchado un comentario desafortunado sobre mí y se disponía a defender mi honor.
– ¡Mi mujer no es ninguna puta, retira lo que has dicho! -Exclamó mi esposo con voz ebria mientras sus amigos se reían a la vez que intentaban detenerlo.
Tonel viéndose claramente superior ante la poca amenaza que suponía mi marido, no dudó en cogerlo bruscamente de la camisa con una mano y golpearle la cara con la otra. Al ver que Tonel aun no estaba satisfecho con eso me acerqué corriendo a él y tirada a sus pies le supliqué:
-¡Por favor Tonel detente! No sabe lo que dice, mi marido está muy bebido, por favor…
Mis suplicas fueron suficientes para calmar al gran macho que tenía enfrente, el cual no tardó en levantarme obligándome a ir con él rápidamente, mientras los invitados atendían a mi marido que había quedado muy aturdido por el golpe. Sabía que la única forma de amansar al macho alfa era ofreciéndole algo de cariño.
No fue tarea fácil, al igual que mi suegro, Tonel también quería liberar toda su agresividad. En todo momento me mostré cariñosa y dócil pues el momento lo requería. Tras desahogarse conmigo en la pequeña estancia donde se guardaban los regalos, Tonel volvió a la fiesta más calmado y entre risas arregló el malentendido con mi esposo y sus amigos.
Al final del festejo pocos quedábamos ya en condiciones, incluso mi padre, siempre tan serio, se había dejado embriagar y dormía en una de las mesas rodeado de copas vacías. Mi madre charlaba animosamente con mi suegro y Don Carlos, un viejo amigo de la familia a unas mesas de distancia y se reía con todas sus ocurrencias ya que también llevaba unas copas de más.
De nuevo tuve que recurrir a los amigos de mi esposo para que me ayudaran a llevarlo a casa dado su estado. Sin embargo, justo en el momento en que me disponía a marcharme con ellos mi madre me llamó desde su mesa:
-¿Lola hija, ya os vais?
-Si, Mario no se encuentra muy bien, nos lo llevamos a casa.
-Anda quédate un ratito con nosotros –Dijo mi madre respaldada por mi suegro -¿Te acuerdas de Don Carlos?
Don Carlos me tomó suavemente de la mano y me hizo sentarme en su rodilla como cuando era pequeña.
-Claro que se acuerda –Dijo el hombre acariciándome la pierna y el vientre –Ya no eres una niña, estas hecha toda una mujer…y hasta preñada ¿Ya se sabe el sexo de la criatura?
-Creemos que será una niña Don Carlos –Le contesté yo ilusionada.
El hombre se alegró mucho por mí y no pudo evitar besarme dándome la enhorabuena. Mi suegro a su vez también se dejó llevar por la alegría y besó a la futura abuela, mi madre. Don Carlos propuso que nos fuéramos los cuatro a celebrarlo en un lugar más íntimo, yo rápidamente pensé en mi esposo y mi padre, no podíamos dejarlos aquí en su estado.
-No te preocupes cielo, de esos me encargo yo, ya les he llamado a un taxi -Contestó Don Carlos besándome de nuevo para que no me preocupara.
Don Carlos nos llevó en coche hasta el motel donde iba a pasar la noche antes de volver al pueblo, yo iba delante con él y mi madre y mi suegro detrás. Al parecer mi suegro le estaba cogiendo mucho cariño a mi madre y se lo hacía saber con muchas caricias y besos, era muy tierno ver como las dos familias se llevaban tan bien.
-No… delante de la niña no… ¡Ooh, Gustavo! -Escuchaba decir a mi madre desde la parte trasera.
Llegamos al motel y en la habitación de Don Carlos retomamos nuestra celebración privada descorchando una botella de champán. Mi madre, que no estaba acostumbrada a beber, acabó durmiéndose a mitad de la celebración y en cierto momento, mientras yo regresaba de ir al baño vi como mi suegro y Don Carlos estaban encima de ella haciéndole cariños. Don Carlos al verme dejó de besar a mi madre y me dijo:
-Sigues siendo una niña buena y sigues llevando tus braguitas, ¿verdad, zorrita?
Yo rápidamente me subí la falda como hacía de pequeña y le mostré orgullosa que seguía siendo una chica decente.
-Si Don Gustavo, siempre.
(Siento haber tardado en escribir la continuación, próximamente os presentaré a mi hijita ^^ besos)
espero que tu hija sea tan ingenua y social como tu, debe ser una delicia leer las aventuras de tu hija también, y las tuyas claro