Itzel, mi vecinita. (Parte 1)
De esas familias que se llevan tan bien en el vecindario que hasta los hijos se confían. Así fue cuando Itzel, mi vecinita de 8 años pasaba varias horas de la tarde en mi casa mientras sus papás trabajaban: horas de estudio, juego… y placer..
Yo tenía 19 años mientras cursaba el primer año de universidad. Vivía con mis papás como hijo único en un barrio de una ciudad mas o menos grande. En el vecindario mis papás sostenían amistad con varios vecinos, pero muy especialmente con una familia que vivía a 4 casas de la nuestra. Esa familia consistía en un matrimonio joven y una pequeña de 8 años llamada Itzel.
Itzel, era una niña de aproximadamente 1.40 m de estatura, morenita, pelo negro y lacio, ojos negros y rasgados, no era gordita pero tenía unas piernitas bien redondeadas y unas pompis paraditas. De carácter, no alegre, más bien alocado: siempre estaba gritando, saltando, bailando, hasta el punto de caer un poco mal.
Como una familia típica de una ciudad, los papás de Itzel entraban a trabajar apenas después de dejar a la niña en la escuela y no regresaban a su casa sino hasta después de las 6 PM. En mi casa mi papá trabajaba hasta la noche, siendo mamá y yo los que estábamos en casa por las tardes. La amistad entre ambas familias llevó a los papás de Itzel a pedirle a los míos que acogieran a la pequeña durante la tarde, mientras ellos estuvieran trabajando.
Desde entonces el transporte escolar dejaba a Itzel en nuestra casa cerca de las 2 de la tarde, yo llegaba a casa unos minutos después. Comíamos juntos Itzel, mamá y yo; hacía sus tareas, miraba la televisión; a veces llevaba unos juguetes; y así se hizo rutina.
Itzel siempre llegaba a casa con el cabello aún peinado: estirado hacia atrás y una coleta. Una camisa blanca de manga corta, un chalequito azul marino encima, una faldita volada de tablones apenas encima de la rodilla, calcetas blancas cubriendo toda la pantorrilla, y sus zapatitos negros. Yo, por esas horas, siempre de short o pans, descalzo y con una playera holgada. La computadora en una mesa improvisada, sin silla, usaba un sofá individual viejo, muy estorboso.
Itzel y yo nos caíamos bien desde siempre. Era una niña burlona y ácida. Me hacía reír porque era astuta para burlarse de nuestros papás. Sin embargo, siempre había sido para mí una niña, no más. Pero una vez con la rutina de tenerla en casa por las tardes, las cosas naturalmente tenían que cambiar.
Nuestra casa no era grande, y los únicos lugares disponibles para ella eran la sala con mamá viendo telenovelas, o mi cuarto, donde siempre estaba yo escuchando música o haciendo mi tarea. Desde el primer día eligió mi habitación. Y desde el primer día llegaba directo a tumbarse en mi cama. Se dejaba caer boca abajo. La estampa era perturbadora: unas pompis bien paraditas, cubiertas por una faldita que por la caída apenas si cubría sus nalgas y un poquito de sus muslos, el resto de sus piernas descubiertas y esas calcetas en sus pantorrillas que subía y bajaba jugando. Me reproché inmediatamente: ¿Cómo es posible? ¡Es una niña de 8 años! No obstante, mi corazón se había ya acelerado, una erección me había provocado, y desde entonces no podía pensar otra cosa que acariciar, lamer y chupar esa piel morena, tan tersa, tan virgen.
Pase dos o tres días volviéndome loco mirándola. Desvelándome mientras me masturbaba con el recuerdo de su cuerpo. Pensando muy seriamente qué debía hacer para hacerla mía.
Espero y continues, se escicha prometedora la historia jahaj
Que chido que te interesó, ya está todo el relato, son 4 partes, buscadlas y disfrutad.
Promete, pero porque tan corto ??
Era solo el intro. Ya está todo el relato arriba. Son 4 partes. Disfruta.
Wow me encantó la narración tienes talento