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Dominación Hombres

Itzel, mi vecinita (Parte 4)

Me detuve, la miré fijamente y le dije: «Te voy a coger»..
¡Increíble! Itzel, esa morenita de 9 años, quería que la penetrara. Enseguida que se fue me senté frente a la computadora a investigar. Porque aunque me excitara mucho la idea, penetrar a una nena de 9 años parecía demasiado, y hasta sospechaba que fuera imposible. Pronto encontré las respuestas que buscaba. No solo era posible penetrarla sino que podía hacerlo por la vulva o por el ano, cositas que horas antes había acariciado y chupado a placer.

Al día siguiente decidí salirme más temprano de la universidad. Pasé por una farmacia donde compré un lubricante y unas toallas húmedas. Me fui a casa. Cuando llegué mamá estaba en la cocina muy entretenida terminando de cocinar. Itzel estaba en la sala: acostada boca arriba sobre el sofá más largo, su cabeza sobre un cojín mirando hacia el televisor. 

Ella, como yo, se dio cuenta que mamá estaba muy concentrada en terminar la comida, así que aprovechó para recordarme con un gesto inolvidable su deseo: flexionó las piernas y las abrió por unos segundos mostrándome sus muslos y su calzoncito blanco. Mi corazón se aceleró al máximo. Inmediatamente tuve una erección. Me senté para que no se notara.

Finalmente comimos. Traté de mantener la calma, terminé, recogí mi plato y agradecí a mamá por la comida. Le dije además que me sentía muy acalorado, por lo que tomaría una ducha. En realidad lo que yo pretendía era estar muy limpio para mi pequeña Itzel, pues estaba decidido a penetrarla. La idea de meter mi verga bien erecta en su virginal vulva, apenas con algunos pelillos, y en su culito paradito y redondo, me había vuelto loco.

Mientras estaba en la ducha que me sirvió para enfriarme y mantener la calma, escuché que Itzel dijo en voz alta a mamá que se iría a mi habitación. Mamá estaba ya tan acostumbraba que no necesitaba mas explicación. Salí de la ducha en chanclas, un short y una camiseta. Pero antes de entrar a mi habitación sonó el teléfono de la casa. Mamá estaba en el patio y me gritó que por favor atendiera. Era una de mis tías que viven desde hace años en Estados Unidos. Nada podía ser mejor, esas llamadas duran horas. La saludé y enseguida llegó mamá para tomar el teléfono.

Por fin me fui a mi habitación y ahí estaba, sentadita al filo de la cama, se había sacado el chaleco, su faldita alevosamente levantada, apenas alcanzaba a tapar su calzoncito. Esta vez, además de la picardía que ya era costumbre en su carita, también se notaba algo de nerviosismo. Me hinqué frente a ella, y sujetando sus pantorrillas me agaché para besarle sus muslos. Toda la situación, más la textura de sus calcetas comprimiendo sus pantorrillas y la piel tersa de sus muslos redonditos poseídos ya por mis besos y lamidas, me excitó lo suficiente para tener nuevamente una gran erección.

Me detuve, la miré fijamente y le dije: «Te voy a coger». Mi voz fue firme y probablemente mi rostro era de lo más depravado, porque la pequeña y morbosa Itzel peló los ojos y su carita llena de morbo y nerviosismo, ahora se le sumó un poquito de miedo. Eso me excitó mucho más. 

La acosté boca arriba sobre la cama, levanté sus piernas y las abrí. Le saqué sus zapatitos negros nada más. Con suavidad y mucha calma, sin quitarle ninguna otra prenda, recorrí con mis manos y mi boca la mitad de su cuerpo, desde los deditos de sus pies hasta su vagina y su culito. Pasé mis manos alrededor de sus pantorrillas para acariciarlas y apretarlas, llevé mis manos hacia sus rodillas y después comencé a acariciar con suavidad sus tersos muslos. Los acaricié cuanto quise. Después, con sus piernas abiertas y levantadas todavía, comencé a besarlos, luego a lamerlos y a chuparlos. Ella llevaba varios minutos gimiendo quedito. 

Por fin llegué a su calzoncito. Estaba húmedo como si hubiera hecho un poco de pis. Le abrí un poco más sus piernitas y levanté un poco sus pequeñas caderas. Clavé mi cabeza allí. Unté mi nariz y mi boca, por encima del calzoncito blanco, por su vulva y por su ano, una y otra vez. Esta vez comenzó a gemir más fuerte. Así que me detuve solo para decirle que debíamos hacer silencio para que no nos descubrieran. 

Aprovechando esta pausa, alcancé con mi mano el lubricante. Ella, un poco desconcertada me preguntó qué era eso. Le dije que era un gel que evitaría que esto le doliera. La pequeña confió. Le saqué el calzoncito blanco, lo olí tratando de absorber todo su olor y después lo dejé sobre la cama al lado de su rostro. Itzel liberó una risa burlona. Yo me reí con ella. Puse lubricante en mi mano y lo unté en la vulva y poco a poco comencé a meter mis dedos en su vagina. Ella comenzó a retorcerse y a gemir más. Luchaba por cerrar sus piernas, pero yo no la dejaba. 

Imaginen la escena: la pequeña Itzel, una morenita de 9 años, tumbada boca arriba en la cama, con su cabellito restirado y su cola de caballo que había puesto en su boca para ahogar sus dulces gemidos, sus ojitos rasgados y entre cerrados, a un lado de su rostro su calzoncito blanco, su camisa blanca de manga corta, sus bracitos delgados estirados y las manos apretando con desesperación las sábanas, su faldita escolar sobre su pancita, sus piernas abiertas y levantadas, mi mano dentro de su vagina, sus piernas morenas y tersas, bien redondeadas, sus pantorrillas comprimidas por unas calcetas blancas. En el piso sus zapatitos negros.

No podía esperar más, ni ella ni yo. Me quité el short. Mientras lo hacía Itzel vió mi verga bien erecta. En su carita vi placer y miedo al mismo tiempo. Me coloqué una vez más. Con los dedos de una mano abrí suavemente su vulva, y con la otra mano llevé mi verga hasta allí. Con los movimientos de mi coxis comencé a penetrarla suave y poquito. Ella tomó una almohada y la puso encima de su rostro. Cada vez podía entrar un poquito más. Itzel, confiada en la almohada sobre su rostro, así que gemía con mas libertad. Así fui metiendo poco a poquito mi verga dentro de la pequeña Itzel. De pronto, algo se rompió porque Itzel no gimió sino gritó de dolor. 

Me quedé quieto encima de ella para saber si mamá se había dado cuenta de su alarido. Pero escuché que seguía en la llamada como si nada. No se dio cuenta. Retrocedí unos centímetros y vi mi pene cubierto de sangre. Saqué el resto de mi verga y bajé a chuparle su conchita para aliviarla. Momentos después tomé más lubricante y lo unté sobre su vulva. Con mis manos metí lubricante también a su vagina y unté un poco más en verga. Quité la almohada de su rostro, me eché encima de ella y la besé exquisitamente. Volví a ponerle la almohada en su rostro y metí una vez más mi verga. Poco a poco, logré meter unos 12 centímetros. Por un buen rato yo metía y sacaba mi verga con suavidad, mientras Itzel gemía con dulzura y dolor. No podía sentir más excitación. Estaba a punto de explotar. Cuando supe que no podía resistir más, le quité la almohada de la cara, me acerqué para chuparle el cuello y metí mi verga tanto como pude. Entonces me vine. Una, dos, tres, cuatro grandes descargas de semen, seguida de una multitud de pequeñas descargas y contracciones.

Me quedé encima de ella por unos minutos, besando su cuello y su boca. Su carita revelaba el placer y la sorpresa de quien siente por primera vez a un hombre venirse dentro. De su vulva escurría semen enrojecido por su sangre. Yo seguía completamente enajenado. La besé una vez más, bajé sus piernas y la giré para dejarla boca abajo sobre la cama. Para que se viera tal como la vi aquella tarde cuando la desee por primera vez. Comencé a acariciar y lamer sus piernas. Mordisquee sus muslos. Levanté su falda y la dejé sobre su espalda. Sumí mi rostro en el culo de Itzel. Chupé como loco su vagina metiendo mi lengua y mamando lo que de ella salía. Itzel gemía otra vez como la pequeña puta en la que se había convertido. Llevé mi lengua a su ano. Itzel trató de resistirse, pero con mis manos y mi propio peso la contuve. Metí la lengua contra su voluntad pero pronto comenzó a gemir de nuevo. Le había gustado.

Después de unos momentos, tomé lo último que quedaba del lubricante y con un par de mis dedos le metí cuanto pude en el culo. Hice que se reincorporara, y con mis manos guié sus movimientos para que quedara en cuatro. Con mi mano izquierda le abrí las nalgas y con la derecha llevé mi verga hasta su ano. El cabeza de mi verga había entrado inmediatamente. Comencé a empujar suavemente. Itzel se quejaba. Empujé un poco más, pero no pude meter más de 5 cm. No obstante, verla en cuatro, con la cabeza echada a la cama, casi como víctima, y encima mi verga clavada entre sus nalgas, me llevó rápidamente al borde de una eyaculación. Menos agresiva que la que recibió en su vagina, mi verga le propinó una descarga de semen en el culo. Itzel gimió de placer pero también de dolor. Me quité de encima y la ayudé a acostarse. Ya la había hecho totalmente mía.
Saqué las toallitas húmedas y saqué unas para limpiarme. Tomé unas mas y comencé a limpiar a Itzel. Suavemente pasé una toallita tras otra por sus nalgas, su ano y su vagina. De pronto me detenía para besarla y después seguía limpiándola. Le pregunté si le dolía y asintió con la cabeza. Pero en su rostro el dolor no figuraba, sino que dibujaba una sonrisa de placer, morbo y satisfacción que me dejaba tranquilo. Ella terminó de asearse y de arreglarse el uniforme y el cabello. Yo me senté a su lado y le pregunté: ¿te gustó? Me respondió que si. Hablamos un poco sobre la importancia de no decirle a nadie. Prometimos volver a hacerlo.
En esa charla le dije también que eso no había sido todo, que había muchas maneras de disfrutar del sexo y de sentir placer. Que si ella me dejaba yo le iría enseñando poco a poco. Itzel estaba satisfecha y feliz. El resto de esa tarde además de hablar, nos besamos por un rato más.
Después de ese día lo volvimos a hacer tantas veces como quisimos, en las mismas circunstancias. También tuvimos algunas aventuras que recuerdo de forma especial, por ejemplo, la noche que nuestros papás quisieron ir a un baile y yo me quedé a cargo de Itzel en nuestra casa. Recuerdo también cuando vimos pornografía juntos; o cuando participó en una coreografía escolar y se vistió provocativamente; o cuando estrenamos su uniforme de secundaria. En fin, muchos momentos de auténtico placer pasamos juntos Itzel y yo, que cuando todo empezó ella tenía 9 y yo 19. Itzel y yo seguimos cogiendo hasta que ella tuvo 13 y yo me tuve que ir lejos a trabajar por primera vez. Desde luego que nos vimos varias veces después. La última vez que cogimos ella tenía 18 y yo 28. Nos vemos muy poco, pero nos queremos y recordamos hasta ahora.
12576 Lecturas/13 agosto, 2020/8 Comentarios/por Anonimo
Etiquetas: cogiendo, semen, sexo, vagina, vecinita
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8 comentarios
  1. EmmanuelGB98 Dice:
    15 agosto, 2020 en 2:39 am

    Lei las 4 partes. Me encantaron. ❤️ … Tienes suerte de tener a esa niña a tu lado… Espero, y supongo que entre varios tambien, mas relatos…
    ❤️ u ❤️

    Accede para responder
    • Prfr. Armando N Dice:
      17 agosto, 2020 en 7:30 pm

      Súper que te haya gustado. Si, hay más historias por contar.

  2. Nifugo Dice:
    16 agosto, 2020 en 1:45 am

    Leí las 4 partes de golpe jaja
    Realmente no soy mucho de leer relatos con niñas tan pequeñas, pero algo me dijo que sería interesante, y lo fue.
    Por lo que leo al final, fue hace mucho tiempo, y es una relación que ya finalizó, se ve que fue buena, bien por ustedes.

    Accede para responder
    • Prfr. Armando N Dice:
      17 agosto, 2020 en 7:31 pm

      gracias por leerlos, y que chido que te gustó, hay más.

  3. Alex Dice:
    24 agosto, 2020 en 10:37 am

    Hola,dime algo este relato es real de tu vida o solo de tu imaginación?

    Accede para responder
  4. jobito Dice:
    27 agosto, 2020 en 3:42 pm

    super exitante tu relato

    Accede para responder
  5. Prfr. Armando N Dice:
    13 enero, 2021 en 12:50 pm

    Hay muchas historias sobre Itzel.

    Me gusta una en particular sobre una noche que nuestros padres fueron a un baile y la dejaron en mi casa para que yo la cuidara.

    Les latería leer más sobre Itzel?

    Accede para responder
  6. Jerry Dice:
    1 junio, 2021 en 10:28 am

    Leí las 4 partes muy buen relato excelente espero puedas sacar más de ella.

    Accede para responder
  7. Matt Dice:
    23 abril, 2022 en 5:31 am

    Estuvieron muy bien las 4 partes y que suerte tuviste en conocer a una niña asi

    Accede para responder
  8. papi52xnena Dice:
    23 abril, 2022 en 7:50 am

    Mis felicitaciones muy buen relato los 4 elevan el morbo al maximo, es imposible q una nena no disfrute el placer al maximo al enseñarle de esa manera tan cariñosa

    Accede para responder

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