JUEGOS MARACOS SOLITARIOS. PART ONE
Dumi, el dios de ébano que me cogió y que recuerdo cada vez que estoy en la ducha convertido en hetaira, puta, callejera… ¡Dumi, gózame, usa mi culo. Ay, qué rico pico. ¡Así, mastúrbate en mi hoyo… Dame jugo de tu verga y échalo en mi puto interior! – ¡No aprietes el culo que me desconcentras! ¡N.
Dumi, el dios de ébano que me cogió y que recuerdo cada vez que estoy en la ducha convertido en hetaira, puta, callejera…
¡Dumi, gózame, usa mi culo.Ay, qué rico pico. ¡Así, mastúrbate en mi hoyo…Dame jugo de tu verga y échalo en mi puto interior!
– ¡No aprietes el culo que me desconcentras!
¡No puedo! ¡No puedo dejar de hacerlo porque mi culo no obedece sino a su propia calentura!
Mi voz quejumbrosa se interrumpió con una nalgada fuerte y dura que me dejó ardiendo el trasero… y también a mí…
Desde que lo vi caminar altivo y desafiante y las miradas convergieron en él, se despertó en mí un deseo irrefrenable de probar su carne dura y maciza entrando en mi puerta posterior que doctos dan en llamar contra natura.
No paré hasta que logré atraerlo en mis redes de marica veterano en lides con muchos penes albergados en mi caverna parnasiana de placeres tan deliciosos como prohibidos.
Hace mucho tiempo que descubrí que las anatemas religiosas sobre el pecado nefando no eran sino la forma descubierta para mantener en secreto lo extraordinario que resulta el sexo anal y, sobre todo, el sexo anal pasivo.
Lo digo porque en mi largo recorrido desde que tuve nociones de sensualidad y sometido a caricias por un cura me hicieron despertar tempranamente a la lascivia y el deseo de ser usado como recipiente de leche viril grumosa y caliente.
Y no es que no supiera del placer autoprovocado por la introducción de diversos objetos en mi cavidad siempre ansiosa. Por el contrario, supe desde que recibí el primer enema y la introducción de la cánula con líquido jabonoso que después expulsé con mucho placer y también con el deseo de repetirlo cuantas veces fuera necesario.
Empecé a usar gotarios que llenaba con líquido tibio y me escondía en algún lugar secreto y gozaba sintiendo con el fluido se deslizaba por mi ano.
Vamos al relato de mi actual entrega.
Dumi fue uno de los estudiantes destacados en el colegio pero por sus formas rebeldes y continuos desplantes debía abandonarlo y fue a caer en esa jornada en que hay adultos y adolescentes mezclados con el propósito, muchos, de terminar su educación, y otros, los más jóvenes, solo a obedecer las órdenes paternales, tutoriales o judiciales.
Era inteligente y perspicaz y obtenía buenas calificaciones cuando se lo proponía. Egresó por fin con excelentes calificaciones porque se ganó el afecto de maestros y maestras que ejercen en ese tipo de educación.
Ya no tenía vínculo alguno que me impidiera llevar a cabo mis siniestros (jijiji) propósitos que no eran otros que llevarlo a mi morada en que gozaba de esos placeres maracos, tan vilipendiados por la hipocresía social y tan practicados en secreto mantenidos en el «clóset».
La primera vez me espeté de rompe y rasga:
-¿Tú quieres que te penetre?
Me lo lanzó al rostro en forma indiferente y desafiante.
Reconocí inmediatamente que ese era mi deseo más anhelado desde que lo observaba en el aula, en las zonas de recreación y una que otra vez, en el WC donde íbamos estudiantes y docentes solo separados por género. Más de alguna vez me sorprendió mirando su verga cuando orinaba.
-¡Ya me había dado cuenta, aunque pensé que eras activo!
Desmentí la segunda parte y le expresé que solo era activo con hembras, pero absolutamente pasivo con machos. Esa dualidad es mi secreto más profundo que desmiente las clasificaciones post master&johnsonianas que olvidan el amplio espectro de posibilidades eróticas y sexuales que se dan en los seres humanos. Si agregamos zoofilia, se sorprenderían otro tanto.
Esa tarde en que lo recogí en la carretera y lo subí a mi automóvil, lucía una T-shirt o musculosa, short sin ropa interior y sandalias.
Deslicé una mano hasta su verga dormida que pronto despertó y empezó a desplegarse entre la ropa del chico.
Me puso la mano en la mía.
-¡Basta, profe! ¡Dejémoslo para después!
Retiré mi mano y asentí.
Llegué al lugar y estacioné en el garaje. Afortunadamente nadie andaba a esa hora, así que subimos hasta el segundo piso.
Nos sentamos a la mesa y le serví agua fresca.
Después de un rato en silencio, me sorprendió de nuevo:
-¡Bueno, a lo que vinimos! Se dirigió al dormitorio y pude observar con su trasero de ancestros africanos se movía cadenciosamente en esas dos columnas de acero de sus piernas.
Lo seguí hipnotizado. Pero antes me dirigí al baño y me desprendí de las molestas ropas y quedé con un colalés encarnado introducido en mi rajita que estaba ansiosa de ser usada con recipiente de esa vergota morena que había acariciado y probado su consistencia.
Llegué al dormitorio y lo hallé sobre la cama absolutamente desnudo mientras se acariciaba la verga con los ojos entrecerrados.
Ni corto no perezoso me di a la tarea de degustar el sabor de esa pichula que anhelaba tener desde esa vez que lo vi caminar por las calles…
(Continuará)
Recuerden calificar el relato, si quiere saber algún detalle que me salté solo escriban a mi email [email protected]
Siempre conteso.
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