Katherine, la mocosa enfadosa de la oficina
Historia de lo que pasó con Katherine, una chica sexy enfadosa que todo el tiempo buscaba como molestarme.
Esa tarde estaba ocupado llenando formatos en el cubículo cerrado de la oficina; faltaba poco para terminar y poder irme. Todos los asesores se despidieron y se retiraron a descansar… Todos excepto Katherine, esa chica que siempre trataba de hacer lo que fuera para molestarme, pero tenía cierta gracia. Nunca sabía si realmente me odiaba o si solo era su forma de llevarse conmigo. Cada que podía, se burlaba de mí y yo de ella, pero siempre me miraba de una forma muy traviesa.
Katherine era una chica hermosa, un par de años más joven que yo. Tenía el cabello lacio y rojizo, era delgada, de tez clara y un cuerpo muy lindo, pero nada voluminoso.
Ella nunca me llamó la atención ni un poquito. Quiero decir… era hermosa, pero nunca la vi con ninguna intención.
Cuando todos se habían ido, ella entró a mi oficina sin preguntar, haciendo sonar sus tacones y dominando el espacio como un pavo real. Llevaba una falda café y una blusa blanca que se transparentaba bastante, sin llegar a verse vulgar.
Yo apenas levanté la mirada para despedirla.
—Katherine, ¿ya te vas?
—No —respondió ella como suspirando—, venía a molestarte un rato antes de irme.
—Jajaja, lo siento, pero hoy sí estoy lo bastante ocupado como para seguirte el juego.
Ella se sentó en una silla, reclinándose y cruzando sus piernas con una actitud un tanto desafiante.
—Lo sé —dijo con tono burlón—, sé que no serías capaz de seguirle el juego a ninguna mujer.
—¿A qué te refieres con eso, mocosa? —dije mirándola a los ojos y sonriendo.
Ella detestaba que le dijera mocosa, y lo sabía.
—Ya sabes, no pareces la clase de hombre que satisface a una mujer.
—Te sorprendería lo que soy capaz de hacer… y más con una niñita como tú.
Por primera vez noté en su mirada una especie de sumisión y complicidad. Ella se mordió un dedo, como dudando si debía hacer su siguiente movimiento o no. Pero ya lo tenía planeado desde hace tiempo.
—Bien, me gustaría ver lo que puedes hacer —dijo mientras quitaba las cosas de mi escritorio.
Se sentó sobre él, posando sus pies en mi silla y abriendo sus piernas, dejando al descubierto que bajo su falda no llevaba nada más. Había estado así todo el día.
Yo estaba completamente hipnotizado, viendo esa vagina perfecta, rosadita, húmeda y hermosa, sin nada de vello y con ese delicioso aroma a mujer que es irresistible.
—¿Y bien? —dijo Katherine al verme embobado observando su hermosa vulva—, ¿te vas a acobardar, hombrecito?
Aún no terminaba de decir eso cuando yo ya la había tomado de la cadera y jalado bruscamente un poco más hacia mí, hundiendo mi cara entre sus piernas para empezar a disfrutar de ese manjar sexual que esta belleza tenía entre las piernas.
Empecé a lamer como desesperado, disfrutando del sabor tan delicioso de esta mujer, no por complacerla o demostrarle que podía complacer a cualquiera, sino porque en verdad era una delicia que quería disfrutar. Lamí los labios de su vagina de arriba a abajo e introducía mi lengua mientras, con las manos, tocaba sus pequeños pechos para disfrutar más. Solo podía sentir cómo sus manos apretaban mi cabeza y con sus dedos jalaba mi cabello. Empecé a lamer y chupar su clítoris de forma brusca y despiadada, para luego volver a recoger con mi lengua todos los juguitos que salían de su vagina, sonando igual que un perro sediento tomando agua.
De pronto salí de mi trance y entonces pude escuchar su voz que antes sonaba tan lejana.
—Aaaah aaaaah… Oooooh siiiiiiiiiiiiiiiii Sssssss mmmmmmmmh, así, así… Sigue… Aaaahhhh.
No solo lo estaba disfrutando. Estaba vuelta loca con lo que le estaba haciendo.
Empecé a hacerlo más rápido y más fuerte. Y de un momento a otro, sus gemidos, que de por sí eran fuertes, se volvieron más intensos y agudos.
—Aaaah aaaaah siiiiiiiiii, no pares, no pares, no pares, no pares, mmmmmhhhhgggg.
Katherine apretó mi cabeza con sus piernas, tensó todos sus músculos y arqueó la espalda, poniendo sus ojos en blanco y perdiendo completamente el aliento mientras me llenaba la boca con un squirt delicioso que bebí hasta la última gota.
Ella se quedó teniendo espasmos y respirando de manera agitada mientras yo aún seguía metido entre su falda con su vagina en mi boca, lamiendo suavemente, disfrutando del sabor de Katherine.
Pude ver que sus piernas temblaban suavemente cuando me apartó y se bajó de mi escritorio. Me dio un beso apasionado en la boca, que aún tenía embarrado el sabor de su deliciosa conchita.
—Hiciste un muy buen trabajo, tengo que compensártelo.
Y diciendo eso, cayó de rodillas frente a mí, desabrochando mi cinturón y mi pantalón, el cual atrapaba una erección dura como la piedra.
Al bajar mi pantalón, mi miembro saltó ante ella, quien, admirándolo por un segundo, lo tomó con una mano y comenzó a masturbarlo mientras con la otra empezó a masajear mis testículos de una forma tan delicada que me hizo sentir en las nubes.
Cerré mis ojos y solo disfruté de esas suaves manos que recorrían cada centímetro de mi verga, cuando, sin previo aviso, se introdujo mi miembro en la boca hasta topar con su garganta, lo que me hizo volver a la realidad y disfrutar de esa presión que se siente al fondo de una garganta profunda.
—Ohhhh siiiii —exclamé cegado de placer—, sigue, por favor, no te detengas mmmh.
Ella solo continuó, metiendo y sacando mi miembro de su garganta, apenas pudiendo respirar, haciendo ese ruido tan hermoso al ahogarse que para el hombre representa el máximo placer.
—Gggghh ggghhh ggghhh —sonaba cada vez que ella movía la cabeza hacia arriba y hacia abajo.
Sacó mi verga de su garganta y respiró profundo.
—Aaaah —exclamó para después toser con sus ojos llenos de lágrimas por el ahogamiento.
No perdió un segundo más y se lanzó a lamer y chupar mis testículos mientras con una mano me masturbaba rápidamente.
Lamía y masajeaba mi escroto de una forma tan ruda y a la vez delicada, nunca había recibido una mejor mamada.
Su mano empezó a masturbarme cada vez más rápido y fuerte; yo no podía ni quería detenerla.
—Sigue, por favor, estoy a punto de correrme.
Eso solo la hizo moverse mucho más rápido y chupar mis huevos con más fuerza que antes.
—Aaah aaaah siiiiii, me voy a venir… Me voy a venir… Aaaaah.
Y justo en el momento en el que iba a disparar el primer chorro, ella se metió mi verga hasta el fondo de su garganta, tragando cada gota de leche que salía directo a su esófago.
—Aaaaaaahhh siiiiiii —exclamaba mientras soltaba toda la leche que podía.
—Mmmmh, mmmh.
Era el único sonido que esta pequeña perra hacía mientras se ahogaba con mi verga, pero no estaba dispuesta a sacarla todavía.
Cuando solté el último chorro y mi verga dejó de latir dentro de la garganta de Katherine, ella la sacó lentamente mientras chupaba con fuerza para no desperdiciar una sola gota de leche.
Cuando al fin salió de su boca sonó como un corcho saliendo de una botella.
Yo me quedé recobrando la respiración en mi silla mientras ella se levantó con sus piernas aún un poco débiles, se lamía los labios y se limpiaba la cara.
Se acomodó la falda y se volvió a acercar a mi cara para besarnos nuevamente.
—Ya me tengo que ir, nos vemos mañana, guapo.
Y se fue, dejándome deslechado, cansado, con el olor de su sexo en toda la cara y con un par de formatos que llenar todavía.
Ya quiero que esto se vuelva a repetir…
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